14.03.2007
Agustín García Calvo
Ateneo de Madrid
- Lo poderosas que son las ilusiones, los ideales:
- Todo: que cumple las condiciones de que no siendo real, no existiendo, porque no hay 'todo' en la Realidad, sin embargo, rige costantemente en todos los planos físicos, políticos, la organización y las relaciones y la definición misma de las cosas -de las cosas, de las personas-.
- El Amor ideal: matando los sentimientos.
- El ser: la necesidad de ser uno el que es, cosa que es falsa pero que lo rige todo. No ser no es la nada, no ser es simplemente la negación de ser. El miedo a que al no ser el que es, sea nada, puede quitárselo del medio, porque nada es un ideal igual que todo, y no hay tal cosa como un contrario.
- La muerte –el fin-: nunca está aquí, siempre es un Futuro, un fin al que se aspira. Pero ¡cómo puede!, hasta el punto de anular cualesquiera posibilidades de vivir, de dejarse vivir.
- Es así como el ideal mata las posibilidades y sirve al Poder y a la Realidad toda, en general y a la de cada uno.
Tertu064-14-03-2007#Tertu064-14-03-2007.mp3
TRANSCRIPCIÓN:
Nos toca seguir descubriendo -en esta guerra contra el Poder, contra la Realidad-, seguir descubriendo lo poderosas que son las ilusiones, los ideales, esos entes de los que estos días -ya muchos días- nos hemos estado ocupando y donde últimamente a propósito del que era el del Amor, hemos descubierto la fiereza, el horror, la tiranía, con que esos entes que, directamente no existen, sin embargo, como regidores que son de las cosas y personas, de la Realidad, hacen todo lo que hemos visto que nos hacen y que ahora vamos a seguir viendo.
Desde luego no hace falta centrarse en el caso del Amor ideal, que nos ha resultado sin embargo muy fructífero para esta investigación, ya recordáis de otras ocasiones que otro de estos entes ideales es 'todo', y 'todo' -que cumple las condiciones de que no siendo real, no existiendo, porque no hay 'todo' en la Realidad, sin embargo, rige costantemente en todos los planos físicos, políticos y demás, la organización y las relaciones y la definición misma de las cosas -de las cosas, de las personas-.
Ese todo era el que jugaba, por ejemplo en el acontecimiento fastuoso del Nacionalsocialismo alemán y de los campos de exterminio, ya lo hemos citado y tenéis un buen ejemplo de lo poderoso que puede ser el ideal. El ideal que no era en este caso sólo el 'todo' de Deutchland über ales, también, sino sobre todo el ideal de poder exterminar a todos los judíos, es decir: de creer que de verdad hay 'todos los judíos', cosa que en la Realidad no puede darse por las razones que ya sabéis de sobra, pero que sin embargo rigió la política y los campos de exterminio de la manera que conocéis
En este ejemplo no quiero pararme mucho, porque he visto por ahí, por los carteles, que andan otra vez tres o cuatro películas rodando a propósito de los horrores de los alemanes y de los nazis en la guerra de hace tres cuartos de siglo, pero que sigue dando su fruto, y un fruto lamentable, como que está ahí sirviendo para sostener el Régimen que hoy padecemos, la Democracia Desarrollada, donde aparentemente ese ideal de 'todo' no rige, pero mentira, sigue rigiendo igual, como aquí lo estamos comprobando.
En el caso ése, en el caso del Amor, el Amor ideal, matando los sentimientos, como aquél de que una que sospecha que no la quiero, que quiero desentenderme de ella, quiero librarme de ella, en venganza justa, hace una de esas faenas que, como el propio Catulo sabía tan bien, producen en el hombre normal ese efecto de despreciarla, desestimarla cada vez más, pero amarla de veras cada vez más, con la... con la faena ¿no? Aquélla, que habiendo con esa faena perdido el sueño -el otro-, perdido el sueño días y días, al mismo tiempo se compadecía y lo quería acompañar al psiquiatra para que le curara de ese mal, de la pérdida del sueño. Ése es otro... ése es otro ejemplo, y por todas partes los encontráis, cómo los ideales funcionan.
No quiero detenerme mucho, sino pasar más bien a la formulación general, que nos puede ayudar a penetrar en esto. Es la tiranía del ser -la tiranía del ser-. Ser, que dicho así 'el ser' suena a filosófico y hay que quitarlo de en medio, pero que se aclara cuando se dice la necesidad, la tiranía de ser el que es, de que la cosa sea la que es, de que la persona, uno, sea el que es, cosa que es falsa pero que lo rige... pero que lo rige todo. Lo rige todo, mata todo, mata cualesquiera posibilidades. Es así como el ideal mata las posibilidades y sirve al Poder y a la Realidad toda, en general y a la de cada uno.
Hay una trampa... una trampa ahí que creo que se puede descubrir muy claro: el engaño, con el que todos cargamos, consiste en que quien teme perder el capital, perder el puesto de ascenso en su carrera, perder el Amor que tenía por seguro, perder el ideal de la Patria firme y segura, perder cualquiera de esos ideales, tiene miedo de que si no es eso, entonces, es que no es nada. Ése es el terror en el que quiero insistir.
Si pierde ese puesto que le enaltecía... -(pasad para allí, si queréis, porque efectivamente detrás de los arcos...
- No se oye nada por este lado.
AGC - ... detrás de los arcos se oye muy mal y además están hablando por detrás. Si queréis, sentaros en el suelo, pasar para ahí, sí. Cerrar las puertas también, qué sé yo, no sé qué es lo que...)-
Miedo de que al no ser el que estaba sostenido por ese puesto, por ese capital, por ese Amor al que se había aferrado, entonces, va a no ser nada, va a quedar reducido a no ser nada. Es el terror de la nada el que hace funcionar a este ideal de la manera tremenda y poderosa que funciona el ideal de ser. Y la trampa se formula así 'creer que si uno no lo es (lo que tiene que ser), si uno no es el que es, entonces, no es nada. Ésta es una mentira que, para los que me habéis acompañado, debe haber quedado esplendorosamente clara, pero sin embargo, habrá que insistir... habrá que insistir en ella.
No es verdad: el no ser, el dejar de ser lo que uno es, de ninguna manera quiere decir venir a ser nada. Esto es así... así de simple. Nada, por el contrario, resulta que es lo mismo que todo, es decir, es otro de esos entes ideales que son incompatibles con la Realidad, con las cosas y personas, pero que sin embargo con su falsedad, con su Fe, están sosteniendo las relaciones al sostener las creencias, al sostener la Fe. Nada -la nada, incluso con su artículo- es un ideal lo mismo que todo -el todo, con su artículo-, no existen de por sí, no hay en la Realidad, pero funcionan, y en este caso funcionan de esa manera. Lo voy a decir en una red triple: uno tiene que ser el que es, y tiene que luchar por ser el que es, y todos los tratos y todas las tramas, tanto en los Negocios como en la Industria, como en los Amores, están destinados a ese fin -a ese fin-: ser uno el que es.
Si uno no es el que es, entonces no es nadie, no es nada, por tanto, del Amor, del capital -del capital de uno-, de la empresa de uno, del puesto de uno, tiene que creerse que es todo para él, que para él eso es todo, que es la condición de ser el que es. Y entonces, si hay una amenaza de que no sea así: el terror de la nada: hundirse en la nada. Pero no ser no es la nada, no ser es simplemente la negación de ser. Y como aquí sabemos, cuando uno deja de ser el que es, por ejemplo cuando un pepino deja de ser un pepino, no se convierte en nada, sino que deja de ser un pepino, y le quedan abiertas las posibilidades sin fin de ser cualquier otra cosa.
A este propósito, Anita, muy oportunamente, me lo acaba de decir, había vuelto sobre el Juan de Mairena, y ella ha recogido un pasaje que le voy a pedir que nos lea otra vez. ¿Quieres ponerte de pie y en el centro?, Anita, lo siento. Si no, no te van a oír.
- Dice (es contra los contrarios)...
- Un poquito más fuerte, por favor.
AGC - Aquí, en el centro y fuerte.
- Que lo titula "Contra los contrarios", y di-...
AGC - Tienes que venir, Anita, pero lo siento. Si no aquí no te van a oír nada.
- Bueno. Y dice "Nada puede ser -decía mi maestro- lo contrario de lo que es. Nada que sea puede tener su contrario en ninguna parte. Hay una esencia rosa, de que todas las rosas participan, y otra esencia pepino, y otra comadreja, etc. etc., con idéntica virtud. Dicho de otro modo, 'todas las rosas son rosa, todos los pepinos son pepino, etc., etc., pero ¿dónde encontraréis ni esencial ni existencialmente lo contrario de una rosa, de un pepino, de una comadreja? El ser carece de contrario -aunque otra cosa os digan-, porque la nada o su negación necesitaría, para ser su contrario, comenzar por ser algo, y estaría en el mismo caso de la rosa, del pepino, de la comadreja".
AGC - Gracias. Como veis, ha caído muy bien, muy oportunamente. Juan de Mairena -que cita a su Maestro, decía "Mi Maestro Abel Martín"- se equivoca un poco al final al emplear 'algo', eso es lo que no debería haber empleado. En el dialecto que aquí usamos querría decir 'la nada tendría que existir, ser una cosa', lo cual evidentemente es contradictorio con la pretensión de no ser ninguna cosa, y no puede ser. Por lo tanto, está claro que un pepino no puede tener su no ser, un pepino no puede poseer un no ser. El no ser pepino no implica nada más que no ser pepino, y todas las posibilidades de ser cualquier otra cosa quedan abiertas en la Realidad nunca cerrada, en el vocabulario de cualquier idioma donde nada tampoco se cierra nunca.
Ésta es... éste es el objeto del miedo, este fantasma perfectamente inane, vacío: el miedo a la nada, el miedo a ser un nadie, a ser una nada: este sinsentido. Y es bajo este sinsentido bajo el que las Patrias, los Nacionalsocialismos, los Amores ideales, los Capitales, funcionan. Es bajo este mismo signo y de cualquier manera que se dé, que convendría reconocer todas como siendo... como siendo la misma, como siendo casos de la misma.
Toda esta guerra, esta denuncia de la función de los entes ideales, ya sabéis que se refiere a cualquiera de ellos: no hay todo, no hay nada, no hay uno, las tres cosas que os presentan enlazadas. Nada en este Mundo, nada en esta Realidad, puede ser (decíamos, como una prolongación de lo mismo), pueden ser cinco, ningunas cosas de esta Realidad pueden ser cinco, que es una demostración aparatosa de que uno no puede ser uno. Porque evidentemente, para ser cinco conviene que cada uno de los cinco sea el que es, y eso es lo que en la Realidad no se dé. Y por lo tanto es de esa manera cómo los números -en primer lugar los enteros positivos- entran a formar parte de este reino de los ideales que nos domina, sobre el que todos los Regímenes mortíferos están costituidos, incluida -desde luego, porque es la que nos interesa más de cerca- la Democracia Desarrollada, el Régimen que hoy padecemos, cuyo primer artículo de Fe, repitamos una vez más, es que 'uno es uno', es decir, que uno sabe lo que quiere, sabe lo que hace, sabe a dónde va, sabe lo que vota, sabe lo que compra, con lo cual, ya evidentemente pueden ser cinco, pueden ser cinco millones setecientos cincuenta y cuatro mil setecientos cincuenta y siete, y cualquier cosa que el Poder y el Estado necesiten... necesiten que sean. Cosa que es mentira a todas luces, lo dicen el mundo de la razón y el corazón juntamente. Pero esa mentira es la que funciona y la que es el fundamento de todas estas Realidades especialmente tremebundas que he recordado.
Hay en esto una equivocación en la que, tal vez muchos de vosotros, como yo mismo de vez en cuando, habrá caído con respecto a lo del fin, el Tiempo, la muerte, etc.
El otro día Pilar me había traído una historieta que, por lo visto, se había publicado en El País hace algún tiempo. Era una historieta que a ella le había sonado algo a las cosas que se decían en la tertulia, y que implica un... implica, dentro de su habilidad y buena intención, un engaño, que os voy a proponer como adivinanza a resolver aquí. Siento no poder disponer de aparatos, de proyectores, para poneros la historieta delante, pero en fin, supongo que entre tú y yo nos acordamos bien de ella para contarla.
Es una historieta de una página entera, aparece en una cofradía, en una casa cualquiera, un piso cualquiera de chicos -de chicos y de chicas- que están allí hablando, [y ahora] pues llaman a la puerta y aparece la muerte. (Los chicos están pintados muy... como se suelen pintar ahora en las historietas a la gente joven y eso, pero la muerte no, la muerte está pintada de una manera tradicional, perfecta, con su calavera, su guadaña y todo lo demás). Y se presenta allí y dice eso "Soy la muerte. No, no, no os preocupéis, no vengo ahora de momento para nada con vosotros ¿no?, pero conviene que de vez en cuando, ya que pasaba por aquí, de hacer otro encargo más definitivo, pues me acerque a recordaros que algún día -dice-, algún día la visita será seria y que no debéis perderlo de vista". Se quedan bastante acojonaos los chicos y las chicas. Empiezan a reaccionar y reaccionan de tal manera que se enfurecen con ella -se enfurecen contra la muerte- y alguno de ellos le pega un trompazo tal, que la tira por tierra y la queda inánime, exánime. Y entonces -¡Ah!, ¡oh!: has matao a la muerte. ¡Has matado a la muerte!, tal. Y empiezan [] a regocijarse. Y luego empiezan a pensar... empiezan a pensar... diciendo "Ahora ya podemos vivir siempre". "Podemos seguir haciendo esto siempre, y siempre, y siempre...". Y entonces, según se van diciendo 'siempre', les entra un terror tremendo, tal que en las últimas viñetas acaba uno diciendo al otro -"Corre, corre, hazle la respiración artificial a que resucite de nuevo entre nosotros".
La historieta es -como os decía- bastante graciosa y bienintencionada, y ahora es mi adivinanza: ¿cuál es el error en que la historieta cae?
- Bueno, pues el que me pusiste a mí como pega para la fábula de El viejo y la muerte: que la muerte nunca está aquí: la muerte es siempre futura. No...
AGC - Sí. Y si tú misma o cualquier otro relaciona eso con el terror que a los chicos les entra al pensar que van a vivir 'siempre'. Vamos, venga, más ocurrencias.
- ¿Puedo hablar?
AGC -Sí.
- Sí. Pienso que la idea del siempre, de la eternidad del siempre, es igual que la muerte.
AGC - Exacto. Muy bien. Muchas gracias.
- ¡Ah!, he aprobao.
AGC - Muchas gracias. (Con sobresaliente, incluso -vamos-). Sí, el error está ahí. Se contrapone, como se suele, la muerte -la muerte de uno, el fin- con la inmortalidad, ese invento que pertenece justamente al reino... al reino de los ideales, y por supuesto no es fácil descubrir que, lejos de contraponerse, son lo mismo. Son lo mismo, porque la muerte no se aparece en casa de los vecinos ni nada ¿no?, la muerte nunca está aquí. La muerte es futura lo mismo que la gloria eterna, lo mismo que el cumplimiento de las ambiciones de cualquier Capital o cualquier trepa: nunca está aquí, siempre es un Futuro, un fin al que se aspira, y que tiene esa condición justamente de ideal: no está, no hay nada palpable, no está. Pero ¡cómo puede!, ¡cómo puede! por medio de la falsificación. ¡Cómo puede!, hasta el punto de anular cualesquiera posibilidades de vivir, de dejarse... de dejarse vivir, y acercarse a cumplir el ideal -que desde luego nunca se cumple del todo- de que la vida consista en estar muertos, es el ideal del Estado, por ejemplo. Un Estado bien regido sería un ideal que se hubiera llegado a cumplir el fin, es decir, que todos estuvieran de tal manera bien ordenados, siendo cada uno el que es, y teniendo sus relaciones bien establecidas, que efectivamente sería ya reinar en un cementerio lo más cómodo que cabe, y reinar entre una multitud de súbditos muertos.
Ése es el ideal del Estado que, desde luego, ningún político va a confesar jamás, ellos os contarán todas las estupideces -pero sangrientas- que os cuentan todos los días acerca del Futuro, del Futuro de las finanzas, del Futuro de los Estados, del Futuro de la vida de cada uno, de los premios, de los exámenes, de las oposiciones, de cualquier forma de Futuro, os contarán todo eso, os entretendrán hasta la saciedad, con números, con estadísticas, y nunca os dirán "A lo que estamos aspirando es a estar ya muertos y no tenernos que andar ocupándonos de apagar rebeliones posibles o descubriendo mentiras".
Uno no es uno de verdad, uno está costituido por su muerte -esto ya está reencontrado aquí veinte veces, pero conviene repetirlo a este propósito-. Uno se costituye, empieza a costituirse como uno en el momento en que se entera de que se va a morir: información. La información, que es información de Futuro -como suele ser la información también en la Ciencia-, ése es el comienzo: el fin anunciado es el comienzo. (Ya estamos acostumbrados a reírnos de lo de nacer, que se cuenta como si Fulano de Tal pudiera haber nacido el día que dice su documento de identidad, cuando no era el que era, cuando no era el que es). Empieza a ser el que es en ese momento, cuando después de que el niño ha pasado una etapa de debate con el idioma de los padres que le han tocao, del entorno que le ha tocao, y acaba por resignarse, normalmente al año y medio o dos años, y a tomar ese idioma que le ha tocado como si fuera la lengua de verdad, coincidiendo con ese momento es cuando recibe el anuncio. Cuando recibe el anuncio se entera de su Futuro -se entera de su Futuro-. Todo lo demás viene rodado.
Claro, aquí estamos luchando simplemente porque por poderoso que sea ese anuncio, por poderoso que sea ese ideal, no deja de ser mentira: el fin nunca se cumple. El fin nunca se cumple hasta que se ha cumplido, lo cual es -como veis- una perogrullada que puede resultar útil ¿eh? utilizando los tiempos de nuestros verbos: el fin nunca se cumple, está ahí como ideal: el fin nunca se cumple hasta cuando se ha cumplido, que ya no nos toca para nada. No se ha cumplido nunca el fin, pero está tratando costantemente de cumplirse, y es de esa manera como es el comienzo de nuestra costitución, de la de cada uno, el comienzo de su servidumbre, de su desgracia, de su agonía interminable entre lo que le queda de vivo y la necesidad de someterse a esa ley: ser el que es. Ser el que es, como Dios. Y ésa es nuestra agonía... nuestra agonía de todos los días.
Bueno, pues ahora voy a pararme un poco. Recordar, por si acaso -para que la formulación abstracta se mantenga viva- los ejemplos ¿eh?: el ejemplo de lo que hace el Amor ideal, el ejemplo de lo que hace 'todo' -no sólo entre los nazis sino en un Estado cualquiera-, y el ejemplo del nombre -que antes no cité-.
Los hay que se perecen por el nombre -y las hay, las hay también que se perecen por el nombre-, es una cosa que no deja de entristecerle a uno, pero cuando...
- Es que no...
- Lo último.
- "Los hay que se perecen por el nombre y las hay que se perecen por el nombre".
AGC - Pero ¿qué os pasa?, pues pasar para acá, no sé, es que habrá ruido fuera.
- No: ha sido el "perecen".
AGC - No deja de asombrar y entristecer un poco el encontrarlo, pero lo encuentra uno a cada paso. Cuando con el Progreso uno ha visto a qué extremos de miseria han llegado las Literaturas, las Filosofías, la Poesía, las Artes Plásticas, y todo lo demás, en este Mundo, uno se queda asombrado que todavía haya hombres, y hasta mujeres, que se perezcan por ocupar un puesto en una de esas escalas: en las Artes Plásticas, en la Literatura, en la Poesía, llegar a ser un poeta, una poetisa, eso, por encima de todo: el nombre: el nombre. El nombre interviene -como veis- en esta guerra de una manera peculiar suya. Ya sabéis que las cosas, para ser las que son, tienen primero que estar sometidas a su idea (lo que Juan de Mairena decía respecto a que 'las rosas tienen que ser rosas; los pepinos, pepinos'). Pero además, entre el tipo de cosas que nosotros somos, esto se reduplica por medio del nombre propio, que es el que cuenta en las Enciclopedias y en las noticias que dan cuenta de quiénes son los mejores poetas del siglo, los mejores artistas, y todo eso. Es lo que cuenta: la firma en la esquina del cuadro, la firmita en la cabecera del libro; eso es lo que cuenta. Porque efectivamente están destinados a hacer creer que uno no sólo es un hombre -un artista, un artesano, un ciudadano, un poeta-, sino a que además es Fulano de Tal, que en principio, como pretende la Policía y su documento de identidad, es singular -se supone que no hay otro que pueda tener las mismas huellas dactilares-. De manera que es ésta la manera en que, entre las cosas que nosotros somos, el engaño se reduplica.
Pues, efectivamente, como pasa entre tantas otras cosas, el propio Progreso del Régimen ha hecho que este ideal se vuelva cada vez más ridículo. Yo -como sabéis- soy muy viejo y me acuerdo bastante bien de mi adolescencia, cuando yo me tuve que resistir y de vez en cuando caer en la tentación de eso de hacerse un poeta, por ejemplo, o cualquier otra cosa. Pero echando la vista para atrás, aquello parece ya un desierto relativamente habitable y tal, pero hoy, con la balumba que necesariamente el Progreso ha atraído consigo, la miseria es evidente, los esfuerzos que, los que especulan acerca de Literatura o de Arte, tienen que hacer para sacar nuevos trucos que hagan creer que se está produciendo algo nuevo, que hay una revolución en las Artes, en la Poesía, en lo que sea, son lamentables, miserables, hasta el extremo.
Y sin embargo, ya veis, es asombroso pero así es, sigue rigiendo. Es otra de las maneras de aspiración a s e r u n o e l q u e e s. Si el costituir una familia le ha fallado, si el ser ciudadano de un Estado le ha fallado, si su Amor fijo le ha fallado, por lo menos queda el nombre, a eso todavía puedo agarrarme: por lo menos queda el nombre.
Son las ansias... las ansias de inmortalidad. Asombrosas, miserables, pero poderosas -poderosas- como todos los demás ideales: poderosas. Poderosas para no dejar vivir, para aceptar la sumisión al Futuro, a la muerte, de una manera cada vez más impotente para perder las posibilidades de salir por cualquier lao, de dejar de serlo; de dejar de serlo a ver qué pasa.
Uno no es uno, y eso vamos a tener que volverlo a estudiar volviendo también propiamente a la investigación que trata de esto, que es el Psicoanálisis, la disolución del Alma. Pero ahora prefiero pasaros la voz -las voces- para tratar de todo lo que aquí os he sacado. Y luego, si hay tiempo, seguiremos adelante.
- Que a mí me suena raro -o no bien- eso de que si uno no es el que es, le queda el consuelo de que puede ser cualquier otra cosa. Que las posibilidades de ser son infinitas. O sea, me suena mejor el contentamiento con la pura negación: no ser. Y negarse a ser.
AGC - Bueno, con el peligro de que...
- No: de caer en la nada. Pero, no, no. O sea, es decir, pues nada. O sea, ya se encargarán los demás en hacerte tercera persona, hablar de ti, y de hacerte ser. Pero... pero decir "Bueno, pues si no llego a Ministro me conformo con bedel", pues... no sé. O sea, o "Si me destituyen de Ministro siempre puedo ser bedel".
AGC - O bedel. Puedo ser vagabundo, puedo ser lagartija con un poco más de esfuerzo ¿no? No: entiendo bien lo que Mercedes dice: hay siempre un peligro en cualquier cosa que para endulzar la desesperación (si se puede decir), pues implique un consuelo -como ella ha dicho ¿no?-. Tal vez no debería hacerse, pero es que yo creo que no hay más remedio, no hay más remedio. Para que un pepino no tenga miedo que al dejar de ser pepino no sea nada, tendrá que recordar -esto es una memoria viva- que las cosas que puede ser son sin fin, que puede ser alcachofa, [] de tierra, átomo, cualquier cosa así ¿no?
Es desde luego peligroso, porque se parece a lo que el Orden hace, que es dar alicientes. Dar alicientes para seguir tirando. Pero qué se le va a hacer, yo no sé cómo remediarlo. Lo otro corre el peligro de que sea una especie de contentamiento tan abstracto -la negación, decir NO- que uno crea que se va a tener que pasar toda la vida haciendo esta lógica o dialéctica que hacemos aquí. Lo cual no es tal vez muy... No sé, tampoco es muy táctico.
- Pero de la otra manera queda el... El caso es ser lo que sea, pero ser.
AGC -Sí. Pero cuando las cosas que se pueden ser -no de lo que se son-, las cosas que se pueden ser son sin fin, entonces, la maldición del ser parece que se pierde ¿no? Imagínate que desde el otro lado te dijeran -para alabar y dar ánimos a un muchacho en formación- "Tú puedes ser cualquier cosa". Pues yo creo que eso no funcionaría en el Régimen. 'Puedes ser cualquier cosa', efectivamente tiene que ser un abanico de Futuros bien determinado: ¿qué vas a ser cuando seas mayor?, están ya los puestos preparados. Pero cuando, en vez de la Realidad con sus Futuros y sus puestos, está el perderse en lo sin fin, en lo desconocido, no hay peligro, no hay peligro.
Ya se sabe que si uno, dejando de ser el que es, se dedica a ser otra cosa, va a tener que repetir -eso ya se sabe-, va a tener que repetir la historia. Cuando decía que en vez de Presidente va a ser vagabundo, tendrá que repetir lo mismo, tendrá que desengañarse de que lo es, pueda más que el desengaño.
Pero en fin, no dejéis de retener lo razonable que es precaverse de cualquier cosa que pueda... que pueda parecer una promesa, un consuelo. Es que es verdad, no hay que inventar ningún consuelo, es verdad que es mentira. Ésa es la alegría. En esta lucha no se pueden tener ánimos, incitaciones, al estilo que las luchas por las Patrias, por los sueldos, por las mujeres, por lo que sea, no se pueden tener en ese sentido. La única alegría es descubrir que es mentira. Descubrir que es mentira, y esta alegría ni implica Tiempo, ni implica promesa, ni nada: es mentira. Y esto no es ningún consuelo, ni una promesa, es el mero descubrimiento de que es mentira lo que te han contado de que eres el que eres...
- Hasta ahora... hasta ahora, parece que lo que... pues algunos que -yo qué sé-, que avanzaban un poco en su conocimiento, parece que se desprendían del tener, y ahora damos un paso más ¿y nos tenemos que desprender del ser?
AGC - Sí. Es muy abstracto, pero además ya sabes que lo uno va con lo otro. Lo uno va con lo otro: el 'quién es uno' y 'de quién es eso' están tan íntimamente enlazados... ¡Ah!, en la intervención entre mi nieto y servidor -que hoy he sacao en La Razón, plagada de erratas infames- allí se dice eso: la niñita está lanzando las piernas al aire y jugando a agarrarse las manos con los pies, o viceversa, los pies con las manos ¿no? Y el descubrimiento de que esos pies, esas manos, son suyos, de que los tiene, coincide desde luego con la formación de la idea de que es ella la que los mueve. Porque de momento no. De momento, gloriosamente los pies agarran las manos, las manos agarran a los pies, y la niña no tiene ningún centro desde el que se rigen esas cosas, pero desde luego, su condena, su Futuro, es ése: llegar a hacerse dueña de sus pies y sus manos. A ser la que es, en definitiva. Lo uno está muy ligao con lo otro, pero conviene recordarlo -has hecho bien- porque la negación de la posesión o de las posesiones tienen que penetrar hasta ahí, hasta descubrir que es una negación del ser mismo.
- Que sí. Que digo, que donde se ve claramente la relación entre el nombre propio y la muerte -ha sido porque... pues desde la Antigüedad más antigua, yo creo, desde la aparición de la escritura- es el oficio de las lápidas, de las losas, el hecho de que en los cementerios y de cualquier civilización, lo primero que aparece es el nombre propio en las losas de los cementerios. Pero yo quería también enlazarlo por la cuestión del artista, del autor...
AGC - Un momento. Respecto a las lápidas, efectivamente es una cosa muy asombrosa el empeño -el empeño- porque [] antiguos romanos, nos encontramos a 20 siglos, por todas partes del mundo informaciones acerca de difuntos, del siglo I antes, del siglo II después, y proliferando, eso es inmortalidad. Es una... es una creencia en la inmortalidad figurada en el nombre...
- No: la segunda cosa era que me hace gracia a mí eso de los derechos de autor, siempre me ha hecho gracia, de tal manera que no sé si recuerd-... Bueno, sí, ya sabes que aquella coplilla que hice hace años que decía "Cómo se cobra Dios los derechos de autor". Porque realmente, es que es así, es... parece como que el Creador Sumo o Artista Sumo tiene que cobrarse estos sus derechos con la muerte del artista, claro. De la firma, del titular de la firma... "Cómo se cobra Dios los derechos de autor" es algo...
AGC - La copla no dice precisamente 'muerte': se los cobra con lo que he llamado... con lo que he llamado miserias, desgracias, sumisiones.
- Bueno, con la muerte, es más auténtico.
AGC - No, no, no. No hace falta, no hace falta.
- La cobranza del que va...
AGC - No: acaba "¡Cómo se cobra...!
- ... que pasa a la inmortalidad porque el nombre solamente es...
AGC - ¡Cómo se los cobra!
- ... El autor solamente es autor (y eso lo saben los Ministerios de Cultura y las Artes) cuando se muere, en el momento de morir es cuando se toma el ser.
AGC - ¡Cómo se cobra los derechos!, ahora ¿cómo se los va cobrando? Haciéndonos la puñeta. Desde luego la muerte es el principio del fin, pero la copla se queja muy genéricamente de cómo se los cobra -los derechos-, y se los cobra de esa manera que padecemos todo tipo de ideales.
- Sí. Agustín: antes decías -o que dejabas así decir al final- que no sería una buena táctica el andar siempre con la dialéctica de la negación de la tertulia, o algo así.
AGC - No, no: que efectivamente no es buena táctica añadir cosas que parecen consuelos o promesas.
- ¡Ah!, entonces he entendido mal.
AGC - Pero que decía, que por otra parte, que si no...
- Te he entendido como que no era útil seguir con ella en la vida diaria, o algo así.
AGC - ... que si no hacíamos eso, hay siempre la interpretación de que entonces no hay más que decir NO. Decir NO quiere decir mucho más que decir NO. Decir NO quiere decir dejar de ser en la medida en que uno puede dejar de ser. Pero se puede interpretar mal. Sí.
- Es cierto que esa obsesión de los Imperios en fijar los nombres parece que era uno de los [caracteres] de los Imperios, pero en otras Sociedades no Imperiosas Imperiales, no tan imperativas, los muertos no tenían este tipo de enterramiento.
AGC - Un problema, pues porque cuando a uno lo lanzan a especulaciones de Prehistoria, a especulaciones sobre cuándo empieza propiamente la Historia, y qué es lo que pasa antes, y evidentemente en cuanto hay una Ciencia que lo trata, que puede llamarse Historia -Historia antes de la Historia-, uno recibe la impresión de que tal vez el punto decisivo está en el momento en que hay culto a los muertos. Y esto es muy viejo, eso es del Paleolítico... Paleolítico profundo: las evidencias de culto a los muertos. Un culto que no... no tiene lápidas, claro, no tiene nombres, pero que es evidente de un culto de los muertos determinados, a los que sin duda los familiares y paisanos pues les cantarían ya algo. Les cantarían alguna... alguna cosa en conmemoración.
Desde luego no hay tiempo hoy de volver a entrar en lo que es la reducción a Historia, a fechas de una vida, que no es más que aceptación de muerte, y lo que es recordar -recordar de veras-, recordar como si se estuviera viviendo otra vez. Una... una memoria... una memoria sometida que no es más que el complemento del Futuro: la Historia. El complemento que hace falta para que el Futuro se sostenga, y una memoria evidente que se sale de eso, una memoria que nos puede... que nos puede alcanzar sin intervención de nuestra voluntad ni conciencia, y que nos puede llevar y que nos puede hacer vivir igual que si se estuviera viviendo.
El momento en que este sentimiento, esta recordación viva de los difuntos, pasa a convertirse en un ritual, a establecer eso, es probablemente el momento en que esa memoria empieza a ser ya Historia, aunque sea en la Prehistoria paleolítica. ¿Alguna cosa más? Sí.
- Sí. Que yo quería ligar lo de esto popular de "uno no es ninguno, dos es uno, y tres a ver qué es" -algo así por el estilo- con aquello que hablabas tú de que en la Realidad parece que el número uno aparece después, bastante después que el dos, por ejemplo...
AGC - Sí. No tenemos...
- ... para la costitución de la Realidad.
AGC - ... no tenemos ya ocasión a las horas que son. Efectivamente, en...
- Entonces, me refiero a la cuestión de lo del Amor.
AGC - ... en el establecimiento de...
- Si quieres, lo desarrollo o, si no, lo desarrollas tú.
AGC - ... en el establecimiento de los números, ya sabéis que cuando a fines del XIX, se trató de dar un fundamento a la Matemática, no sólo se partía del uno, sino de el cero -el conjunto vacío-. Es decir -y efectivamente cualquier... cualquier análisis va exactamente del revés: uno es la última de las cosas que acaban por contarse como un número, porque, de por sí, evidentemente uno quiere decir 'negación de número'. Negación de número, y por tanto el establecimiento de la serie es muy relativamente moderno, y desde luego encabezándola con el uno. Entre las lenguas de nuestra familia los nombres de los cardinales, de los dígitos, y también del cien, y el diez, son comunes a las lenguas, pero para el uno no hay -entre las lenguas indoeuropeas- nada común; cada lengua lo debió establecer por su cuenta, y por tanto en una Prehistoria muy reciente, una Prehistoria casi Historia.
Pero no tenemos por qué entrar en esto ahora, porque nos distrae de más cosas...
- Yo quería continuar eso, lo del dos y el uno, en la cuestión de...
AGC - Y menos podemos...
- ... que se dice que dos es uno...
AGC - ... y menos podemos entrar como...
- ... se puede decir...
AGC- ... y menos podemos volver a entrar -como Isabel pretende- en el misterio de la Santísima Trinidad.
- Pues ese es el tres.
AGC - Eso lo...
- Ese es el tres...
AGC - Eso lo dejamos ya...
- ... a ver qué es.
AGC - ... lo dejamos ya para otra vez.
- No: pero yo digo lo del uno y el dos, ¿puedo terminar? -¿eh?-. Que lo mismo que se dice "dos es uno", la operación de uno es que 'uno' inmediatamente se hace su contrario. Lo que dice también Don Antonio Machado es que uno siempre se hace dos, de tal manera que uno está condenao a esa guerra de ser dos.
AGC - Sí, sí, por supuesto. Por eso aquí, tratando del Amor, entre los ideales, nos hemos fijao...
- Por lo tanto, lo del Amor no es ningún invento. No hace falta ni otros siquiera.
AGC - ... Nos hemos fijao especialmente en aquello, y -si lo recuerdas- hace unos días, habíamos analizado la actitud reflexiva "Me quiero"...
- Enlaza, enlaza, Maestro.
AGC - ... "Me quiero", y la actitud no reflexiva "Te quiero".
- Pues ya está.
AGC - La habíamos enlazao una con otro, y por tanto, pues sí, efectivamente, el dos refuerza al uno, y también desde luego el número de almas de un Estado bien costituido, democrático, cuanto más preciso es, más contribuye a reforzar el uno.
Yo por lo menos tengo un calor tremendo, esto... esto me hace difícil seguir, de manera que, si no pasara ninguna otra cosa urgente o grave, vamos a dejarlo hasta...
- Javier quiere hablar. Javier.
- Es rápido. Es rápido: que yo conocí... conocí a un cangrejo que había sido, hace mucho tiempo, visir otomano en Anatolia, pero no se acordaba de nada. Quiero decir con esto, ¿qué consuela decir que un pepino deja de ser pepino y puede ser innumerables cosas?, ¿qué falta hace que pueda ser innumerables cosas?
AGC - Debía acordar... Que para ser útil tendría que ser la trasmigración de almas ¿no?, y acordarse tal vez un poco, porque generalmente en los creyentes en trasmigraciones tampoco... tampoco hay propiamente recuerdo de las vidas anteriores.
- Luego, eso ¿es seguir viviendo?, eso ¿es dejar de ser pepino y maravillarse de ...
AGC - Ser otra cosa.
- ... de ser una de las...?
AGC - Ser otra cosa. Ya lo hemos dicho antes que lo de... lo del contrario de ser el que es, es i n f i n i d a d, es sin fin. Y que si uno al entrar en esa infinidad vuelve a ser otro -cangrejo-, pues tiene que volver a empezar.
- Claro. Pero es que para poder decir eso -que el lenguaje lo permite- habría que... habría que especificar qué es lo que permanece en esa nueva aparición. O sea, estaríamos hablando -no sé- de sustancia-accidente... No sé, de...
AGC - Sí. Que es él. O que él dice que es él. Efectivamente eso es un problema gramatical. Se dice "el miedo a que al no ser el que es, sea nada, puedes quitártelo del medio, porque nada es un ideal igual que todo, y no hay tal cosa como un contrario, como lo contrario de un pepino, según la fórmula de Juan de Mairena". Pero, claro está, que si dices "Puedes en la infinidad ser cualquier otra cosa", entonces, claro, -como observas- en 'puedes' hablas como si efectivamente, por la propia fuerza de la lengua, estuvieras creyendo que tú has dejado de ser el que eres y que tú has empezado a ser otra cosa. Eso no, no puede ser, no tiene sentido. Eso no tiene sentido si tú o yo quiere decir alguien real. No tiene sentido. Eso es otra vez querer meter la Realidad en lo sin fin, en lo que no se sabe. Ahora, si tú, si yo -como es verdad- no somos nadie, porque tú y yo depende estrictamente del acto de hablar, entonces tu problema desaparece. Para yo-que-no-es-nadie, para tú-que-no-es-nadie, el problema desaparece. El error estaba en querer plantear la salida de la Realidad como una Realidad, donde tú y yo tuviéramos que ser algo determinado.
- También se ve que (perdona, Isabel). También se ve que el lenguaje permite decir cosas que no tienen sentido, o que son paradójicas, o que...
AGC - No, no. No, no. El lenguaje hace de todo -hace de todo-, fabrica las Realidades y las destruye, y simplemente hay usos en un sentido y en el otro: tú y yo, en la Realidad corriente, generalmente llevan un nombre propio detrás, pero la Gramática no lo dice, ni lo manda: tú y yo sirve para cualquiera aunque no tenga ningún nombre.
-¿Puedo continuar? porque enlaza con esto. Que digo, que precisamente el acatar el ser lo que uno es -por ejemplo que el pepino acate ser pepino-, eso sería un mal menor comparao con el fundamento del ser, que parece siempre que es el anhelo de ser algo de más valor -que ya lo dice Machado en aquello "¡Quien fuera diamante puro!, dijo el pepino maduro" -y continúa- "Todo necio confunde valor y precio". Eso es...
AGC - Muchas gracias por el pepino, pero la verdad es que no...
- ... Eso es lo peor del ser...
AGC - ... no era de lo que más...
- ... el anhelo de ser otro ser...
AGC - ... de lo que más nos hacía falta. El...
- ... de más valor.
AGC - ... el ser es Futuro, es el ideal: el fin es el principio. El fin es el principio -si hay que volver a decirlo-. El ser uno el que es empieza con la muerte futura: el fin es el principio. De manera que la aspiración no sólo es a tener más precio, es a ser pepino, cosa que el pepino j a m á s podrá llegar a ser del todo.
- A ser diamante.
AGC - J a m á s podrá llegar a ser del todo. De manera que no es ya...
- Pero eso del diamante es por oxidación.
AGC - ... no es ya valer más, sino 'llegar a ser pepino'.
- No dirás que no es bonito lo que acaba de leer.
AGC - Como si Fulano de Tal, que es...
- Es precioso lo que acaba de leer.
AGC - (Un proverbio de Machado, sí).
- Sí, precioso.
- Sí, claro, no sea que piensen que es mío. Hombre, acláralo.
AGC - Que no oye que no venía mucho a cuento, pero es muy bonito, sí.
- Que es de Don Antonio, sí señor.
AGC - Pero es muy...
- Mire usted: es de Don Antonio.
AGC - ... es muy bonito. (No, si lo has dicho tú).
- Es que antes ha estao hablando Ana y no has dicho...
AGC - El fin es el principio.
- ... es de Don Antonio.
AGC - No se trata de eso. Hemos visto...
- Claro, cuando yo digo cualquier cosa, "Es de Don Antonio".
AGC - ... Hemos visto que eso de la tiranía del ser, la necesidad de ser el que es, es dominante, mortífera, y es lo que condiciona todos los desastres que en Estados, Capitales y Amores se nos presentan, pero al mismo tiempo es mentira. Porque esa aspiración a ser el que uno es, es mentira. La aspiración es mortífera, nos mata, la necesidad de ser el que uno es, pero al mismo tiempo es mentira, porque el fin nunca se alcanza hasta que se ha alcanzado, y cuando se ha alcanzado ya no cuenta para nosotros. El fin nunca se alcanza, y esa aspiración imposible es lo que estoy llamando ideal, en este caso y en todos los demás.
- Agustín, ¿puedo hablar?
AGC - Bueno, sí. Pero yo creo que yo ya no más, porque... Venga.
- Primero estaba bastante de acuerdo con lo que dijo Mercedes sobre prefería el no ser a ser cualquier cosa a cambio de dejar de ser pepino ¿no?
AGC - No, no era eso ¿eh?
- Bueno.
AGC - No era eso.
- Ella dijo: en lugar de ser pepino voy a ser alcachofa o cualquier cosa; prefería ella el dejar el ser.
AGC - Eso: dejar simplemente de ser: el no ser
- Le parecía mejor. Y he entendido así, y estaba de acuerdo.
AGC - Más limpio. Bien, bien.
- Y quiero decir otra cosa: yo he sido en mi... (porque mi infancia es muy importante para mí), en mi tierna infancia me sentía profundamente atea. Entonces yo sabía que se tenía que morir, y la idea mía era no el ser ni tener proyectos, ser alguien, tener un nombre, ni tener proyectos porque no tenía ninguno a los tres, cuatro años. Pensaba "yo voy a morir, entonces, como voy a morir, no importa cuándo, es como si ya estoy muerta". Así era mi pensamiento infantil y aceptaba la muerte como ya, un hecho. No era futura siempre para mí, todo lo contrario, era ya presente.
AGC - Era futura pero tú creías que no.
- Sí. Pero yo...
AGC - Tú hacías como sí.
- Pero no era...
AGC - Jugabas.
- ... un ser que daba nombre...
AGC - Es un juego...
- ... ni proyectos.
AGC - Gracias. Es un juego interesante. Hacías como sí, como suelen ser los niños, que en sus juegos que pretenden...
- El Tiempo entonces ya desaparecía.
AGC - Hacías como sí.
- Yo que he combatido el pro del Tiempo contra ti, pues en este estado sé que no veía Tiempo. Pensaba que ya... ya estaba.
AGC - Ya. Es un juego muy interesante. La muerte es futura y no puede ser ninguna otra cosa. Y para tu niña también.
- Entre los niños juegan a eso, juegan a hacerse el muerto.
AGC - ¿Cómo?
- Que los niños juegan todo el rato a hacerse el muerto. Es el juego más preferido.
AGC - Pueden hacerse el muerto, hacerse muertos. Y lo que dice ella, lo de darse por muerta, es muy interesante.
- Es que la infancia es muy importante para...
AGC - Pero -vamos- no altera...
- ¿Para hacerse el muerto?
AGC - ... no altera para nada la futuridad necesaria de la muerte.
- Para comprender ciertas cosas, hay que resolver su infancia.
AGC - Sí. Yo creo que tendré que dejar de pasar calor. Así que, si no nos pasa nada, seguimos dentro de siete días.