25.08.2014

Tertulia Política número 96 (24 de Octubre de 2007)

Agustín García Calvo

Ateneo de Madrid


 

  • La Fe.  El creer en uno mismo como primera forma de esa Fe.

 

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TRANSCRIPCIÓN:

 

 

Reanudamos entonces si os parece, volviendo sobre el asunto de la Fe, al que nos dedicábamos el otro día, tratando de precisar algo acerca de lo que es “creer”, la relación por un lado, originaria al parecer, con la confianza, la fiducia, el confiarse en, el confiar algo a alguien, para pasar, de una manera especialmente esplendorosa, con el vocabulario de la Teología de los Padres de la Iglesia, a esa relación con la verdad, de forma que el creer se convierte en un “creer en” (credo in unum deum), toma por tanto este sentido nuevo, y “Fe” aquí pasa a querer decir algo como “creencia en la verdad”, creer que algo es como se dice que es, por tanto aplicable en principio sólo a formulaciones predicativas (“creo que las piedras están en el camino”, es verdad o no es verdad), pero que con el giro del “creo en” puede aplicarse a cosas como Dios, y a continuación, sin duda a ejemplo de Dios, a muchas otras cosas de las que se dice “creer en”: “creer en la Patria”, “creer en el Amor”, “creer en uno mismo”, que no habíamos el otro día tocao y sobre lo que pienso que debemos empezar ahora, volviendo, “creer en uno mismo”; como si también aquí la fianza, la confianza en sí mismo, en uno mismo, se hubiera convertido de alguna manera, como en el caso de Dios, en ese “creer en”, que evidentemente quiere decir otra cosa, no solamente “confiar en”, sino creer en algún modo de verdad de uno, de sí mismo.


Pero bueno, supongo que los que estábais conmigo el otro día habréis tenido nuevas ocurrencias acerca de este asunto del creer, del creer en, de la Fe, y por tanto os dejo antes que nada un rato para que saquéis afuera todas las dudas que os hayan quedado del otro día, y todas las ocurrencias que entretanto os hayan venido sobre el asunto.  No tengo por qué poner de relieve la importancia del asunto, cuando tantas veces decimos aquí que el Estado y el Capital, el Poder, las realidades mismas, necesitan de, y se sostienen sólo por, la Fe, de alguna manera, la Fe.  ¿Qué había por ahí?


- Hay otro uso de “creer” que es el de no estar seguro de algo, el que indica que hay una cierta seguridad, pero que no es una seguridad total, como cuando dices “creo que no voy a poder ir”.  Supongo que viene del uso de estar seguro de algo, pero en cuanto se esplicita la seguridad se forma como inseguridad.


AGC- Hay un rapto de modestia, una vuelta atrás: “es un imbécil, creo yo, o me parece a mí”, o en las frases del tipo que has dicho: “creo que estará allí”, o incluso “creo que está allí”, implicando que no lo sé; es un uso que conviene poner de relieve.  Desde luego, hay un momento en que ahí el hablante está desconfiando de la Fe, está desconfiando de la creencia, se vuelve atrás, hay un rapto de modestia, una vuelta atrás.  Es decir, que es como si dijera “pasa esto; al menos es lo que yo creo, lo que a mí me parece”. De manera que está clara esta vuelta atrás.  ¿Qué más?


- A veces parece que refuerza la predicación, como cuando se dice “creo que Dios existe”, y otras veces la atenúa.


AGC- Sí, sí, en el caso del “creo que Dios existe” es una especie de redundancia, pero ahí ya me estaba refiriendo a este caso en que evidentemente se trata de una fisura; una fisura en la Seguridad, una fisura en la Fe.  Al menos el hablante distingue; distingue entre, digamos, la verdad de los hechos (sobre eso tenemos que volver a discutir ahora), y mi creencia, lo que a mí me parece acerca de los hechos.   De manera que eso es lo que llamo rapto de modestia, que interfiere desde luego en el camino de la Fe, de la Fe entendida como sostén de la Realidad.  ¿Qué más?


- Eso es lo mismo que a mí se me había ocurrido pensar el otro día, pero sobre todo cuando decimos “Fe en mí mismo, o en uno mismo”.   El hecho es que cómo se las apaña el lenguaje a que cuando dices “creo en” es una cuestión de Fe, y cuando dices “creo que”, es ().  Y eso es muy llamativo, porque es la misma formulación, pero cuando se dice “en” es cuando la cosa ya es la Fe misma.  Yo lo que quería relacionar es con lo de creer en uno mismo, porque siempre piensa uno que quién es el que cree.  Porque cuando uno dice “creo que”, ahí sí que se ve claramente que hay uno que cree que sí, y la circunstancia puede ser que no.  Es decir, que es muy relativo.  En tanto que , cuando dices “creo en mí mismo”, ahí, ¿quién es el que cree?, porque ese desdoblamiento es imposible.


AGC- Sí, sobre eso teníamos que hablar.  Pero vamos a recoger más cosas todavía de antes.  Desde luego, en la formulación del Credo, que os volví a recordar el otro día, está claro que se entiende que el “creo” que dice “creo que descendió a los Infiernos”, “creo que al tercer día resucitó de entre los muertos”, “creo que subió a los cielos”, eso es una afirmación de Fe.   Que cuando, en vez de aplicarse a predicaciones, se aplica directamente al objeto, Dios, el “creo” adopta la forma de “creer en”, que como el otro día os espliqué, desde luego proviene de los tiempos en que “creer” quería decir “confiar”, y se decía confiar con un Dativo de aquel a quien se confía o en quien se confía, que en la lengua vulgar (Griego y Latín) desarrolló un giro con preposición.  Viene de ahí, pero evidentemente en la formulación del Credo de Nicea los dos “creo” son el mismo.  Contra eso está lo que ahora Virginia sacaba respecto a estos usos coloquiales del creo, que en lugar de ser una afirmación de la Fe, son una modesta separación entre las cosas como son y lo que yo creo acerca de ellas, es decir, lo que a mí me parece que son.  ¿Qué más?


- También el decir “yo creo”, o “creo yo”, se sustituye en el lenguaje por el verbo decir (“yo digo” o “digo yo”).  ¿Por qué esa similitud entre “creo” y “digo”?  Porque es que el creo es una formulación oral, es decir algo.


AGC- En todo caso, lo que haya de común en “me parece a mí”, “creo yo”, “digo yo”, es lo mismo en todos los casos: interviene una modesta separación entre la afirmación desnuda de que las cosas son como son, y lo que solamente me parece a mí, opino yo, digo yo, creo yo, etc.  Desde luego, lo de que el verbo creer se emplee en el sentido de “opinar” que estamos ahora tanteando, es antiguo, lo mantiene junto a los otros, ¿no?  Incluso en la fundación de la Teología Cristiana.  Para los griegos, el sustantivo correspondiente al “dokei”,  es “doxa”, y quiere decir las dos cosas: “doxa” quiere decir “opinión”, “creencia”, una cosa que razón rechaza desde Heráclito y desde antes, y al mismo tiempo es el nombre que se usó para la Fe, para la Fe Cristiana tal como establecida en el Credo: “doxa”.  Poniendo más de relieve esta contradicción, que es la que estamos sacando ahora.  ¿Qué más?  Tenía que despertaros más problemas y descontentos una cosa tan importante y que está rigiendo tan de continuo nuestras vidas y todo lo demás, como es ésta de la Fe.


- Pues iba a decir que me parece que no es posible ser incrédulo, sin Fe, que la Fe está muy dentro.  Que no sé si ese creer, como estás diciendo es el Cristianismo la Fe, y diría que por el contrario del día anterior, que me parecía que no era posible que hubiera una Fe recta y total, yo creo que sí que hay una Fe en nuestro vivir, no somos incrédulos, somos crédulos, con Fe.


AGC- Si, desde luego, descreer es una tarea que se las trae, tienes razón.  Lo que se  nos da de primeras, con lo que cargamos, en lo que nacemos o por lo menos nos hacemos, es en la Fe; en la Fe en lo que sea, pero en la Fe.  El descreer es una gran tarea: las dificultades de ser ateo, deberían siempre ponérsenos por delante, son enormes, y que no nos pase lo que a tantos ateos y a tantos ateismos tantas veces: que se dan como por resueltas, como si con una mera decisión de desprenderse de la Fe ya estuviera todo hecho.  No es así: las vidas están costituídas, lo mismo que la Realidad, lo mismo que el Estado, lo mismo que el Capital, sobre una Fe.  Es una tarea; por eso estamos aquí diez años ya en esta tertulia política, porque nos estamos dedicando a descreer, o por lo menos toda mi pasión respecto a la acción que aquí se pueda llevar a cabo es esa, hacia el descreer.  Y si seguimos aquí, primero es porque algunos seguimos pensando que se puede hacer algo, pero desde luego en primer lugar porque reconocemos que es muy difícil; es decir, que el enemigo, la Fe costitutiva, nos está acechando por todas partes, y que cuando menos nos damos cuenta estamos volviendo a creer.  En lo que sea.  Ya recordáis que cuando se dice con el verbo teológico “creer en”, aunque no se diga “en Dios”, da lo mismo, es ya un equivalente.


- En eso de desovillar la Fe, de desmadejar la Fe parece, que se procede por peldaños, o por.....de fuera hacia dentro, en el sentido de que uno puede desovillar estas Fes de aquí y ahora y tirar para detrás e ir desovillando.  Pero en la medida que vas desovillando parece como que hay una Fe primera que está más basada en el descubrimiento de conocimientos,  que puede ser la Fe de un niño mirando a la luna...


AGC- ¿Más basada en.....?


- Más basada en el descubrimiento que en el conocimiento de la Realidad. Por ejemplo que está más cercana en ese mirar del niño a la luna....


AGC- El descubrimiento lo deja a uno “alelao”, como ese niño que estás sacando; no produce ninguna Fe.  El descubrimiento, como todo lo negativo, no tiene por qué producir nada.  Al momento siguiente eso puede convertirse en otra cosa, pero desde luego uno queda alelao, aturdido.....


- Se queda alelao y aturdido, pero luego inmediatamente lo llama “luna”...


AGC- Eso ya sí, vendrá después, luego viene la Fe; luego viene la Fe, porque estamos costituídos; estamos costituídos en la Fe.


- La denominación de la cosa, el asombro, aunque sea luna, ya es el fundamento de la Fe, porque va a seguir llamándose “luna” la noche siguiente.


AGC- Se vuelve enseguida, si.  Se vuelve enseguida, es lo que estamos diciendo: es muy difícil, hasta para un niño, por poco formado que esté, quedarse con el descubrimiento y no pasar a la Fe, no pasar a concebir su propio descubrimiento, que es lo que se hace en esos casos.  ¿Qué más?


- Quería preguntar si tiene mucho sentido decir “no creo en lo que hago, pero no sé hacer otra cosa”.  Y entonces, si eso fuera así, si se pudiera decir más o menos coherentemente, pues distinguir entonces entre los que creen en lo que hacen y lo hacen, y los que no creen  en lo que hacen, pero lo hacen igual.   Si es demasiado sutil, o si hay verdaderamente ahí una diferencia entre hacer algo sin creerlo o hacerlo creyéndolo, pero al fin y al cabo...No creer en uno sería lo primero, ¿no?, decir “no creo en mí mismo”, que ya es un poco difícil de sostener, pero bueno, se podría decir “no creo en mí mismo”, porque es lo que dice ella: ¿quién es el que no cree?.  Pero una vez que aceptaras eso, “no creo en mí mismo”, lo demás vendría dado.  “No creo en mí mismo, y por lo tanto no creo en que yo soy el que trabajo, no creo en que yo soy el que tengo una familia, no creo en que yo soy el que compra”.  No yo, sino que no creo en todas esas cosas que hago yo, pero no creo en mí.


AGC- Aquí desde luego tenemos una confianza, en la que a lo mejor nos equivocamos, de que quien empieza a no creer en, seguirá a lo mejor haciendo las mismas cosas, pero por lo menos peor.  Tenemos una cierta confianza, porque una vez que estamos convencidos de que el aparato de la Realidad está sostenido por la Fe, está claro que cualquier cosa que ataque a la Fe está atacando a la Realidad de la Persona de uno, de los demás Aparatos e Istituciones de la Realidad.  A lo mejor nos equivocamos  en esta Fe (que no es una Fe, sino una “confianza”), nos equivocamos en esta confianza, un poco ciega, que no puede tener ninguno de los fundamentos que tiene la Fe.  Nos podemos equivocar, pero es lo mismo que a otros propósitos hemos dicho: puede ser que todo esté hecho, puede ser que la Realidad sea verdad, puede ser que la Realidad sea todo lo que hay, puede ser que haya todo y nada más que todo.  Es un riesgo, evidentemente; desde luego, aquí no creemos, desde luego yo no creo en nada de eso ni me siento obligado por nada, por  ningún tipo de fundamento, a creer que todo esté hecho, que las cosas son lo que son, que las personas son lo que son, que uno es uno y el mismo, que la Realidad es todo lo que hay.  Esto es una confianza negativa: no encuentra uno motivo que le parezca honrado, no sospechoso de interés, para creer en esas cosas.  Eso se llama no creer, negar la Fe de alguna manera.  Y eso desde luego, de una manera o de otra, no puede menos de repercutir sobre la Realidad.  Uno puede seguir empleado en el mismo Banco, pero poco Futuro, poco Porvenir le espera en esa Empresa.  Si quiere que le espere mucho Porvenir, desde luego tendrá que ser un creyente mucho más rígido y mucho menos abierto a las dudas.  Esos son a los que el Capital premia, y a los que, como colaboradores principales en el sostenimiento del Poder, pues se les concede el trepar en la Pirámide, ocupar los Altos Puestos, hacer de Agentes....... Si no, pues no.  Creo que esto es bastante lógico y natural, salvo lo que se os ocurra.


- Si, hay algunos casos en que es un poco peligroso lo del “sin Fe”.  Por ejemplo, en el hecho de comprar: yo compro sin Fe, tú sabes.  Yo compro sin Fe y sin sentido, y por eso compro tantísimo.   Cuando yo compraba con Fe era porque tenía un sentido, aquello lo compraba para algo, porque creía que aquello.....Ahora ni me lo planteo, lo he hecho tan automático que compro mucho más.  Entonces muchas veces la Fe es un freno de eso que llamamos “lo racional”, ¿no?  Es muy complicado.


AGC- Creo que no nos convences mucho, no.  Para hacer esas cosas, desde luego, como uno se pondría en ridículo si dijera que las hace por istinto, o por necesidades naturales, como se pondría en ridículo, tiene que tener algún fundamento, y por tanto una Fe.  Aquellos años que te dedicaste a jugar a las máquinas hasta que cortaste, ¿no creías en nada?


- No. Eso es lo más peligroso, que como lo haces porque sí, automáticamente....Es lo más peligroso, que como lo haces porque sí......Si te quedara un poquito de Fe, no lo harías.


AGC- “Automáticamente”: ¿Qué os parece de eso?¿Se hacen esas cosas de verdad sin Fe?  Esa es la duda.  Yo desde luego no me lo creo.  Se hacen con Fe desde luego, en lo que sea. “Automáticamente” es un término que para humanos no se puede aplicar más que con precisión............Porque si “automáticamente” quiere decir que sea “espontáneamente”, o sea, por istinto natural y cosas así, evidentemente está haciendo trampa y está ocultando precisamente la Fe que está detrás de ese automatismo.  Hay que distinguirlo del hecho de las producciones automáticas que vienen del subcosciente, como en primer lugar las de la lengua, donde no hay que tener conciencia de la Gramática de la lengua que uno habla, y gracias a eso se hace bien; a eso se le puede llamar de una manera precisa “producción automática”, en el sentido de no cosciente.  Es mejor decir “subcosciente”, para no equivocarnos, pero desde luego aplicar a las acciones lo de “automático”, o “espontáneo”, es una trampa, además bastante clara.  Cuando uno hace lo que hace lo hace porque cree en lo que está haciendo, por decirlo de una manera breve.  Por ejemplo eso, en esos casos de jugar a las máquinas, uno desde luego está creyendo en el Tiempo en ese sentido de que está creyendo en el matar el tiempo, que es una ocupación como otra cualquiera.  Si al buen oficinista se le exige creer en lo de su oficina, al que está jugando a las máquinas no se le exige más que lo mismo: creer en ese oficio, que es el oficio de matar el tiempo directamente, y eso ya es una Fe, parece.


- Estaba pensando en dos tipos de predicaciones: una es “creo que esta demostración está mal “.  Esto es difícil que se diga, pero en cambio “creo que Dios no existe” es relativamente fácil.  O sea, el “creer” con predicaciones negativas, la negación incorporada a la predicación, no al “no creo”, no al “creo”.


AGC- Claro, pero es que en realidad, bueno, eso es los ejemplos que sacaba Virginia al principio: “creo que esta demostración es falsa” es un rapto de modestia, porque uno está separando la seguridad, que no tiene, de su parecer.  Pero “creo que Dios no existe” es una manera artificiosa y tramposa de decirlo. Ahí, para decirlo mejor, la negación tiene que ir a su sitio, al “no creo”.  Y todavía puede seguirse entendiendo en otro sentido: “no creo que Dios exista, a lo mejor me equivoco”.   Eso cabe decirlo, a pesar de todo.  Desde luego hay que guardarse del pecado en el que aquí se cae una y otra vez, ¿eh?, en el pecado de “creo que Dios no existe”, porque esa es justamente la forma del ateismo que estaba denunciando antes, el ateismo de buena y fácil conciencia, porque no puede ser: “creo que Dios no existe” ha metido la negación dentro del objeto de la creencia, y por tanto lo ha hecho una creencia como cualquier otra.  He ahí otro aspecto de las dificultades de ser ateo, de lo que nos cuesta ir descreyendo.


- Y luego, la otra cuestión es que es difícil oír a alguien que diga “creo que dos y dos son cuatro”.  Lo normal es que alguien pueda decir “creo que dos y dos no son cuatro”.  Pero el poner “creo que dos y dos son cuatro”......Parece que está dado el “dos y dos son cuatro”.


AGC- Eso es un poco ridículo,  porque todo el mundo piensa que “dos y dos son cuatro” es una especie de esas verdades que pertenecen al reino de lo ideal y no tienen vuelta de hoja, y por tanto parece una broma decir “creo que dos y dos son cuatro”.  Parece que alguien está haciendo una broma.  Ahora, quien en cambio no está tan seguro de que dos y dos sean cuatro, se lo puede tomar tranquilamente: “creo que dos y dos son cuatro”;  “Sí, ese es tu parecer.  Te comprendo.   Yo te comprendo, pero haces bien en ponerle el “creo” y en no afirmarlo directamente como una verdad incontrovertible”.


- Me refiero a que de alguna manera.....Voy a plantear alguna cosa más absurda: “creo ()”


AGC- Si, el “creo en” no se emplea para esos casos, pero claro, a nadie le está impedido emplearlo.  Yo os he sugerido que el “creo en “ es una invención eclesiástica, teológica, y que cuando se emplea, aunque sea en lengua corriente, o en un caso algo absurdo como ese, evidentemente se está empleando un sustituto de Dios, el objeto primero de ese “creer en”.  El “creer en”, que os lo vuelvo a recordar, consiste en esta falsificación  o trampa: que lo que venía del origen primario de “confiar”, “confiar en”, “poner confianza en algo o en alguien”, ha pasado a referirse al reino de la verdad y a convertirse en un “creer en” como el del Credo.


De pequeño me tocó también el Catecismo, del Padre Astete en este caso, donde esta cuestión  se planteaba, y según estas fórmulas, ya que él decía, el preguntador: “¿qué es Fe?” .  Y el niño respondía: “creer lo que no vimos”.  Y el preguntador se aseguraba con ejemplos: “¿vísteis vos nacer a Jesucristo?”. “No, Padre”. “¿Vísteisle morir y subir a los cielos?”. “No, Padre”.  “¿Creéislo?”. “Sí lo creo”. “¿Porqué lo creéis?”.  “Porque Dios nuestro Señor así lo ha revelado, y la Santa Madre Iglesia así nos lo enseña”.  Supongo que me habré acordado desde mi niñez literalmente.  Si no habría que corregir un poco, ¿no?.  Naturalmente, sobre esto es de lo que vamos a tener que () sobre “en lo que no vimos”, porque aquí se está sugiriendo desde hace rato que creer lo que vimos es también el mismo acto de Fe, y que distinguir entre lo uno y lo otro se puede hacer, pero son ya pecata minuta.  Eso es ya pecata minuta, lo que vimos y lo que no vimos, porque uno no puede ponerse a distinguir entre las realidades que cree percibir por los sentidos (los ojos), y las realidades que se le imbuyen por imaginación, predicación eclesiástica (la Santa Iglesia así nos lo enseña), revelación mística, cualquier otra cosa.  Son realidades los unos y los otros, y yo creo que en sesiones anteriores nos hemos largamente detenido en mostrar la vanidad de separar entre un tipo de realidades y el otro.  Todo son realidades, todo son cosas, y por tanto pueden ser objeto de Fe, ya sea en el uso más trivial, o ya sea con esa divinización que implica el “creer en”.  ¿Qué más?


- Yo quería comentar que parece que el motor de cualquier Fe, de alguna manera en lo que se puede creer es en la verdad.  De alguna manera, lo que movía al creyente bienintencionado es digamos un reconocimiento de la verdad.   Y luego viene un descubrimiento de que eso que se creía que era la verdad es falso, es mentira, por lo cual la Fe lleva como una especie de trampa. Se parte inicialmente de adhesión a la verdad, y un descubrimiento posterior ().


AGC- Si, que derrumba a esa forma de Fe anterior, evidentemente, o ordinariamente, para sustituirla por otra más refinada que en parte se alimenta por el descubrimiento de la falsedad de la anterior, como se ve de una manera muy clara en la sucesión de las teorías científicas, que vienen así: parten evidentemente de una afirmación o teoría hecha antes, descubren por el procedimiento que sea su falsedad, y proceden a crear otra teoría que implica en sí el descubrimiento de la falsedad de la anterior.  Desde luego, lo importante es este paso a la verdad, que de la manera más ilustre, repito, se da en la Iglesia con el “creer en”, cuando se toma el verbo en el sentido del “creer en” del Credo.  La Fe desde luego se refiere a predicaciones, porque sólo de las predicaciones (como la lógica enseña, la lógica escolar más elemental), sólo de las predicaciones se puede decir “verdadero” o “falso”, de manera que ése es el objeto de una Fe (por ejemplo que Jesucristo nació de Santa María Virgen, que padeció debajo del Poder de Poncio Pilatos, y todo lo demás), y luego la predicación convertida en objeto, en cosa, Dios, tomándose entonces el verbo en esa forma de “creer en”, como si fuera la verdad.  Eso es lo importante y en lo que aquí estamos metidos, en ese paso de la referencia a la verdad.


Fijaos, antes de pasar a más, que cuando se trata de esa cosa absurda y venenosa que llaman “hechos futuros”, en los que aquí tenemos un especial empeño en no creer, y apelar contra ellos al sentido común, que dice que lo que no ha pasado, no ha pasado....  Pues cuando se refieren a estas cosas que llaman “hechos futuros”, desde luego la Fe en principio, ¿qué otro sentido podía tener, sino el de la conjetura, el cálculo y las probabilidades que podían convertirse en esperanzas o en temores más o menos fundados?   De lo que no hay no se puede hacer más que eso; de lo que no hay, de lo que no ha pasado, no se puede tener más que miedo, esperanza, y los cálculos consiguientes para precaverse o para utilizar ese miedo y esa esperanza.  Fijaros bien que con el desarrollo de la Física, la predicción está dando un paso que se asemeja al del Credo, porque evidentemente la predicción, que es lo que va a medir la verdad, el acierto, de la teoría de la predicción misma, y a darle su éxito, esa predicción no se puede tomar ya como una declaración modal de cálculo de lo que no se sabe y de lo que puede ser o no ser, sino como referente a una verdad.  Retroactivamente, por el procedimiento que sea, la comprobación de la predicción le da verdad a la predicción misma.  Es el juego en el que en la Ciencia tenemos el ejemplo más claro, pero que desde luego podemos encontrarlo también en otros muchos manejos con ese absurdo de los hechos futuros.


- Que he estado reflexionando que en creer en Dios por ejemplo se ve muy claro la Fe, “creer en Dios”, “creer en la Ciencia”.  Pero la gente, ¿por qué no decimos normalmente “yo creo en el Dinero”?  Se sobreentiende que el Dinero te da un montón de cosas, mientras que la Ciencia tienes que creer porque no lo dominas, no sabes, y dices “bueno, pues yo creo en lo que dice la Ciencia, o yo creo en Dios, porque claro, está tan alejado de mí....”  Pero el Dinero, que lo estamos manejando todos los días, nadie dice “creo en el Dinero”.


AGC- Si, tienes razón, es bastante raro; parece que debía ser el sitio por excelencia, puesto que la forma de Dios es justamente el Dinero, y no, no se dice.  Se dice “creer en Dios”, “creer en la Ciencia”, “creer en el Amor”, “creer en el Futuro”, “creer en el Progreso”, eso sí. Evidentemente el Dinero es el Futuro.  Se puede decir “creo en la muerte”, con toda la razón.  Se puede decir “creer en la Vida”, y se dice, pero “creo en el Dinero”, tienes razón, no se oye mucho.


- Pero puede ser precisamente por que así no se le da ninguna opción a no creer en el Dinero, al ser un hecho absolutamente innegable que se espande para todo el mundo.


- Se supone que no es objeto de Fe, cuando es la Fe misma.


AGC- Es demasiado objeto de Fe, si, y no olvidéis que uno de los desarrollos de la raíz “cre-“ es la del Crédito.  Y el Crédito evidentemente se refiere a Dinero.  Y al mismo tiempo que se desarrollaban Teología y Ciencia se desarrollaba la Usura y la Banca y los Intereses.  Es importante que de puro pertinente es evidente que no se dice, no se aplica; se aplica a los otros sustitutos de Dios, y a este, que es el sustituto por excelencia, parece que no, por lo menos de una manera corriente.  ¿Qué más se os ocurre respecto a esto?


- Todo esto me da que pensar que de niños somos todos como muy crédulos, creemos en el hombre del saco, en el coco, en muchas cosas que según uno va creciendo ya no tiene miedo a la oscuridad y ese tipo de cosas.  El otro día me pasó una experiencia.....Obviamente yo creo que no creo en fantasmas, pero me pasó una experiencia con una amiga en una casa vacía.  Muchas habitaciones, muchos pasillos: oíamos voces, oíamos ruido.  Fuimos a todos los sitios y las sensaciones eran terribles, porque hubo un momento en que había alguien.  Y no había nadie, y hubo un momento que el terror ese que uno siente.  ¿Creeré en algo?, ¿habrá fantasmas?  La puta duda volvió.   Digo, ¡cómo es posible!, esta casa está vacía, ¿alguien me está gastando una broma?  No había nadie, pero oímos voces, oímos pasos.  No sé, y yo no creo en fantasmas, pero existir no sé si existen.


AGC- No, porque crees en otras cosas, porque eres mayor; eres mayorcito, y evidentemente, cada edad tiene su Religión adecuada.  Pero esas ocasiones como la que citas son las que una vez estuvimos comentando a propósito del () de Freud, porque hay evidentemente sucesos, especialmente coincidencias, que no tienen una explicación inmediata, que despiertan una especie de escalofrío o de temor.  Era de ese mismo orden, ¿no?.  Y entonces, claro, pues..... La gente ahora, salvo los especializados, los espiritistas, no suele mucho creer en los espíritus, pero evidentemente, ante el cadáver no se queda tampoco del todo tranquila, es decir, sigues conservando algo que dice que puede surgir de allí lo más imprevisto.  Eso por un lado es un asomo de descreimiento: no se acaba de creer en la muerte, no se acaba de creer en lo que se nos impone como más real.


- Era sobre la cuestión de lo invisible y todo eso.   Digo que si hay algo que reúne realmente las dos condiciones tanto de la Fe audiovisual, que consiste en creer en lo que se ve, como en la otra Fe antigua que consistía en creer en lo que no vimos, o en lo que no se ve, según el Ripalda, pues el Dinero cumple la función máxima de la invisibilidad, porque todas esas cifras cibernéticas de las que se habla, de las bolsas, nosequé, nosecuantos, es que no las ve nadie.  Entonces por lo tanto debería estar todo el mundo por la calle diciendo “creo en el Dinero, creo en el Dinero”, porque es lo que requiere más condición de Fe.


AGC- Sí, sí.  Lo que decíamos.  Y efectivamente es una observación curiosa, que no se oye mucho eso.  Las otras cosas de las que se dice “creer en” reúnen todas las condiciones de la sublimación, del ser intocables, de que no pertenecen a la evidencia corriente (el Amor, la Felicidad, la Muerte, la Vida), y el Dinero, que reúne todas esas condiciones, pues no.   Hay una especie desde luego de engaño muy imperioso en el asunto del Dinero, porque es que la gente, la mayoría, la que podía decir eso, pues cree que el Dinero son las monedas, los cuartos, las perras que le dan y con las que va tirando, y todo eso son cosas tan rastreras, tan de todos los días, que sería tan absurdo como decir que uno cree en las berzas, o que cree en los conejos, o cosas por el estilo, ¿no?, podría decir “creo en las monedas”, o que.....    Evidentemente la Fe está, hace falta mucha Fe para creer en un billete de Banca, no creo que haga falta ni explicarlo, ¿no?, y mucho menos para las otras formas más sofisticadas de Dinero que se presentan en los Medios.


- Llegaba a morder la moneda de oro o palparlo el avaro metiendo las manos porque si no lo palpaba no lo creía.


AGC- Pero a la gente se le quiere seguir haciendo creer que eso es como cuando había, eso, monedas palpables.  Ese engaño desde luego es muy imperioso, y tal vez dificulta que la gente se vuelva sobre eso, de manera que puede poner su Fe desde luego en el Futuro y hasta en las cifras del Futuro que le cuentan en los Medios, puede poner poner su Fe en la Banca, o incluso en un Banco, en su Banco, volviendo a mezclar o confundir la confianza que le presta con esa otra cosa de la verdad.   Sí, habría que darle más vueltas a esta relativa ausencia del “creer en” en el sitio donde parece que sería más pertinente. 


- Bueno, una anécdota: en una reclamación de Dinero que yo hacía, unos progres que habían estado conmigo en guerra en la asamblea de estudiantes, que no era guerra pero era, en fin, dialéctica, dijeron: “¿cómo se le ocurre al Príncipe reclamar Dinero si él no cree en el Dinero?”  Porque estos pobres profesorcillos, situadillos, funcionarillos, saltaron como diciendo: “¿tú qué cojones vas a pedir tú nada que te debe el Estado si tú no crees en ello?”  No dicen el “creo”, pero cuando alguien....


AGC- No, no, es una excepción, si.  Evidentemente, después de todo, ahí está implícito que se puede decir “creer en” el Dinero.  Hombre, cuando el Dinero toma otros nombres, como “Capital”, “Banca”, “Finanzas”, “Presupuestos”, es más fácil decir el “creo en”.  El decirlo así es raro, y está bien la excepción que has dicho.


- Voy un poco a la cuestión de la verdad       en lógica: si una frase bimembre es la que admite que se diga verdad o falsedad, si de alguna manera un sentido de “creer” viene de ahí, del valor de verdad y falsedad de las frases de decir que son bimembres, entonces cuando se inventa “creer en”, “creer en Dios”, de alguna manera se carga lo de “bimembre”, porque Dios, sea lo que sea.....


AGC- Sí, sí.  Ahí la predicación se ha convertido en cosa: “Dios, existe”: es una bimembre. Ahí puedes creer que existe; pero “creer en Dios”........Ahí es lo que estábamos diciendo. El objeto que parecía el propio para una Fe en el sentido de la verdad, que son las predicaciones, con el invento del “creer en” ha venido a reducirse a una cosificación de la predicación, como si la cosa misma tuviera su verdad, cosa que en principio en buena lógica sólo a las predicaciones les corresponde.


- Pero además, el uso de “creo en Dios” se ha saltado (el uno), porque en realidad, “Dios, uno”.  Parece que en principio en el Credo lo que se intentaba era negar en cierto sentido predicaciones de la multiplicidad de Dioses y demás, porque si no, ¿porqué ponen “un Dios”?


AGC- No, claro, es que parece que ponen el numeral.  Hay que decir “credo in unum deum”, que no es el artículo, es el numeral, “creo en un solo Dios”.   “Credo in unum deum” es una formulación alternativa, “credo in unum deum omnipotentem”, y luego los demás atributos.  Se dan como atributos, pero desde luego directamente el objeto del creer es Dios; Dios, que está en el trance ese que todos sabéis de pasar de ser un vocablo de la lengua, del vocabulario, que designa a cosas como son los Dioses, a ser un Nombre Propio, que está fuera de la lengua, está en ese trance justamente en que el Credo se está estableciendo. 


Vamos, antes de que se nos vaya el tiempo,  a volver sobre el creer en sí mismo o en uno mismo, como os guste más decirlo, porque es una forma de Fe muy fundamental, sea lo que sea de lo que pensemos de las demás.  Parece que muchos estarían tentados de decir que es como la primera; en condición al menos es la primera: “creer en uno mismo”.  “Creer en” quiere decir que uno mismo, o sí mismo, ha ocupado el lugar de Dios en el Credo; por supuesto; con buen motivo.


En días pasados estuvimos persiguiendo ese mostruo, ante el cual yo por mi parte acabé por declararme incapaz, es decir, justamente el mostruo de “el singular”, del que no es uno de tantos, que no es ni siquiera “uno” sólo, sino que es el que es, como Dios, que es el que es sin más, y que es al que el uso mismo de cada Nombre Propio, o del número del Documento de Identidad, está aludiendo y está sosteniendo.  Pues por ahí viene ese mostruo, ¿no?.  Ese parece ser el objeto de esta Fe, es decir, que se trata de creer en algo que evidentemente no es nada. Pero esto es una cosa que también podía decirse de Dios, según esto que alguna de las tertulianas me pasó en un papel que el otro día os estuve leyendo, la condición para la Fe es que no lo haya, como en el papel ese se decía: que no lo haya.  Y evidentemente, de esto, del singular uno mismo, incomparable con cualquier otro, el que dice su nombre propio, su número de identidad personal, llevado a la máxima perfección, no lo hay.   No lo hay, porque uno reconoce como realidad de uno, reconoce su alma, su cuerpo, eso son realidades, ¿no?, su carácter, sus costumbres, sus posesiones, sus cualidades, y también sus fuerzas corporales: todo son propiedades de uno; y el uno no está.  Todas son propiedades del uno, y el uno evidentemente no está; eso es lo que le hace objeto preferente de Fe, claro está, y de una Fe tan primaria y tan importante como ésta.  Notad bien esto de las propiedades; si hay tiempo hoy y si no otro día, volveremos sobre esta cuestión de las propiedades.


Entonces, frente a la Fe en uno mismo, en sí mismo, se plantea también la cuestión del mundo en general, y parece que aquí se nos abren dos caminos completamente incompatibles el uno con el otro, ¿no?  Porque uno es el pensar que el mundo es también simplemente de uno; nada más natural: el mundo también con todas sus cosas, con todos sus accidentes, con todos sus recovecos y todos sus colores, es también de uno, porque se tiende a pensar que si uno desaparece, o si uno desapareciera, no habría mundo tampoco.  Esa es una de las vías, en la cual no voy a insistir porque es bastante vulgar; todo el mundo sabe cómo se puede tomar esa actitud, o con qué mitad del alma de uno está uno muy expuesto a tomar esa actitud: “mi mundo”, “el mundo mío”: “lo mismo que me he apoderao de mi cuerpo, lo he hecho mío, me he apoderao, si se ha dejao, de la mujer del prójimo o del marido de la prójima, me he apoderado de tales posesiones y tales cantidades de Dinero, pues el mundo igual, es mío, una propiedad más, ¿no?”


Una vez estuvimos, hace ya años, sacando los versos de Machado que muchos recordaréis de “y ha de morir contigo el mundo tuyo, el mundo mago”, etc.  “Y ha de morir contigo el mundo tuyo, la vieja vida en orden tuyo y nuevo”.  Todo el poema está en interrogativos.  Lo recordáis, y si no lo volvéis a leer.  Lo que importa sobre todo son esos versos centrales: “y ha de morir contigo el mundo tuyo, la vieja vida en orden tuyo y nuevo”.  Se está preguntando por esta creencia; el poema no la dice, la pregunta, como es propio.  Y frente a esta actitud, desde luego está la otra vía, que no es compatible.  La otra vía es naturalmente no creer en uno mismo, no creer en sí mismo, lo cuál equivale (para no caer en ninguna Fe en la nada, que es también un peligro muy a la mano), equivale a reconocerse como cosa, una cosa entre las cosas.


Esta segunda vía desde luego está, se podría decir un poco melodramáticamente, “dictada por el amor”.  “El amor” quiere decirse a la riqueza inmensa de las cosas.  Porque una cosa es que, como aquí, descubramos la falsedad de la Realidad en cuanto pretenda ser verdad, y otra cosa es que podamos negarnos a la riqueza: ¿con qué istrumento podíamos negarnos a eso?   La riqueza de las cosas, la multiplicidad inagotable, los cambios costantes y continuos de color, las ingeniosidades que desde los pedruscos y hasta las lagartijas y hasta en nosotros mismos se dan para mantenerse esta especie de continuidad, de constancia en el seguir, es algo que en esta segunda vía lo invade a uno.  Lo invade, y la consecuencia de invadirlo evidentemente es que uno se reconoce como una cosa entre las cosas, sin más.   Supongo que entendéis bien esta oposición que os saco aquí entre estas dos actitudes, que parecen en cierto modo opuestas.  Si en la brevedad algo no está lo bastante preciso para alguno, decídmelo.


- Yo diría que ahí en eso de la distinción, cuando dice “los yunques y crisoles de mi alma trabajan para el polvo y para el viento”......Dice: “los yunques y crisoles de mi alma trabajan para el polvo....”.  Establece claramente una distinción entre el hacedor y las cosas.  Por lo tanto....


AGC- “El hacedor” es el Alma.  “Los yunques y crisoles de tu alma, de la cual ya me he apoderado”.  De esa desde luego me he apoderado, y como yo creo que yo soy el creador fabricante de la cosas, pues claro...  La pregunta sigue: “¿los yunques....?”.  No hay ninguna distinción en el sentido que estoy sacando aquí.


- ¿Cómo se puede amar las cosas y estar en contra de la Realidad?   Que creo que lo acabas de decir, pero yo no lo he entendido bien.


AGC- Bueno, ahí llamo “amor” a una cosa que con los muchos malos usos del nombre () “amor pasivo”; por eso he preferido emplear el verbo invadir: se deja uno invadir por la riqueza inagotable de las cosas, los colores, los cambios, los ingenios, los ingenios inagotables.


- Pero eso no quita que siga habiendo contradicción en la medida que identifiquemos Realidad con cosas.


AGC- No puede uno tener amadas falsas y que siguen siendo amadas a pesar de ello. 
De manera que una cosa es la guerra, el descubrimiento de la mentira de las cosas en cuanto pretenden ser verdad, y otra cosa es esto, el dejarse invadir por ellas hasta el punto de confundirse, o ahogarse, o perderse.....


- ¿El descubrimiento de la mentira de las cosas, no lleva necesariamente a la lucha contra la mentira?  La mentira no se puede amar, ¿no?


AGC- Sí.  Sí, sí, por supuesto.  Pero ya sabéis que esa guerra no la llevamos nosotros; esa guerra es una guerra de razón común, que está fuera de la Realidad, y ahora está hablando de uno mismo.  La segunda vía que a uno mismo le cabe, es el no creer y el dejarse.


- Entonces ya no es uno mismo, si deja de creer.


AGC- Si deja de creer se vuelve una cosa, esa es la segunda vía.


- ¿Entonces cómo va a tomar distancia para quererse a sí mismo?  Vamos a ver, si uno es una cosa entre las cosas, en primer lugar.....Yo creo que incluso para verse hay que tomar una distancia, hay que salirse de sí mismo.  Entonces la condición de la cosa es que no puede salirse de sí misma, porque si no ya no sería una cosa, sería....


AGC- Siempre hay distancia, es cuestión de más o menos.  Es cuestión de más o menos cercanía.


- ¿Y no hace falta una Fe que sostenga las cosas, una Fe que no sé si viene de dentro o de fuera de las propias cosas?


AGC- El ideal, que hace que las cosas crean que son lo que son.  Nosotros descubrimos que es mentira, que las cosas no son lo que son.  ¿Pero podemos por eso dejarnos de sentir invadidos por la riqueza de las cosas hasta el punto de que nos perdamos en ellas?  Esa es la....


- Pero si ése que dice que las cosas no son como son a su vez es una cosa, ¿qué?


AGC- No, ése no es ninguno.  Esa guerra no la podemos llevar los mortales nunca.  Es una guerra de razón, es razón desde fuera.  Es razón desde fuera la que lleva esa guerra, nosotros no.


- Me pareció muy interesante eso que decías.  Sobre todo me estaba llamando la atención eso de la invasión, ¿no?, esa invasión.  Me recordaba en algún momento algunas cosas de éstas muy heterodoxas y tal.  El momento en el que hablaban, a lo mejor con otras palabras, pero de esa especie de amor hacia esa invasión, o sea, del amor hacia el amor, esa especie de como “sí mismo” casi.


AGC- Un amor pasivo, dejarse.  Eso, la pasión, la pasividad.  Notad que desde luego lo ordinario y mayoritario es un amor falso y engañoso.  A sí mismo y a las cosas, es igual.  La gente que proclama amor por las cosas generalmente está confundiendo las cosas con las ideas de las cosas.  ¿Cómo habría Turismo en el mundo por ejemplo, cómo la gente viajaría para ver la Muralla China, o las Pirámides Aztecas?  Y dicen, proclaman, que les gustan, todas esas puñetas, pero es mentira, ya se sabe que es mentira. Eso no es ningún amor que sea en el mismo sentido de la invasión.  A uno mismo, lo mismo: también a veces se presume de que uno se quiere mucho a sí mismo: mentira, quiere a su monigote.  Si uno se va desprendiendo de el mostruo inasible de la de uno mismo y se va desliendo como cosa entre las cosas, desde luego entre otras cosas está él también.


- ¿Para ser una cosa entre las cosas no hace falta una Fe, que a lo mejor es una Fe distinta de la que hace falta para ser un Ser único completamente singular?  Que sería la Fe de ser uno de tantos.


AGC- Yo creo que no.  Creo que no, creo que esas cosas, esa multiplicidad incontable no necesita Fe.  Hace falta Fe para defenderse contra ella.


- Pero las cosas se defienden para seguir siendo cosas.


AGC- Las cosas se defienden, y nosotros entre ellas. Eso sí, para defenderse sí, para defenderse del descubrimiento de lo inagotable, de lo sin fin, hace falta Fe.  Para defenderse.  A nosotros nos hace falta Fe, y a las cosas les pasará algo parecido.  Pero vamos, hace falta Fe para defenderse del desleírse, del perderse en las cosas.  Para perderse  no hace falta Fe.


- Quizá sustituyendo la palabra cosa por una opción más vaga y más descreída como “algo....entre algo” posiblemente.  Parte de ese problema de lo de la cosa como.....puede ser concreto, aunque también puede ser entendida la cosa como algo abierto y     lucha y algo tal.  Pero que quizá al hablar de “algo” podría resolverse en parte ese conflicto.


AGC- Sí, en definitiva es “algo” sin fin, y un indefinido, pero ahora estamos en el trance en que se opta por la segunda vía, y por tanto es más adecuao hablar de cosas y de uno al perderse entre las cosas dejándose convertir en cosa. 


Esto arrastra consigo (esto que es relativamente nuevo y no se oye mucho) arrastra consigo sin embargo viejas disputas que sí que se oyen mucho.  Son en las que tenemos que entrar, a propósito de la Fe, que son las disputas, ya desde los antiguos, entre si son los sentidos o es la razón la que nos informa veridicamente acerca de las cosas.  Toda esta disputa la habréis encontrao si os habéis descuidao hasta en los libros de texto y todo lo demás, la disputa del sentido y lo que en esas disputas suelen llamarse “razón” por ejemplo entre otros nombres: ¿qué es lo que nos informa de él?, ¿qué es lo que dice eso de “verdad” () que nos informa verdicamente acerca de las cosas?  Es muy tarde para abordar esto.  Os recomiendo, no pido, que si queréis repaséis esto en vuestros libros, porque esta parte a la primera entrada es trivial, la encontráis por todas partes; en cualesquiera estudios de Filosofía o de Teoría Científica encontrareis formas de esta disputa entre o sentidos o razón.  De manera que algo adelantaremos si traemos el camino ya un poco desbrozao, si habéis vuelto a repasar algunos de los engaños que nos meten desde pequeños con este motivo, igual que con muchos otros.  De manera que si no pasa nada con eso nos meteremos si el Señor nos deja, si se descuida un poco.