01.01.2007

Historias en la Retaguardia

 

Capítulo 35: Agustín García Calvo habla con Juanma de Saá de su niñez (y más) durante los años de la guerra.

Cadena Ser. 2007 aprox.

Hacia el minuto 15:30 comienza Agustín.

(Hemos dejado la primera entrevista a Ascensión Sampedro, otra zamorana)

 

AGC - historias en la Retaguardia

[mp3]AGC historias en la Retaguardia#AGCRetaguardia35.mp3[/mp3]

 

TRASCRIPCIÓN:

J. de Saá: …Agustín García Calvo
AGC: Tenía todavía nueve años, cuando el glorioso Alzamiento, y mi impresión primera es muy, es muy viva: es salir a Santa Clara y ver cuadrillas de soldados armados deteniendo gente, pidiéndoles los papeles y todo eso, esa alteración de la calle para mí fue la primera impresión. Vinieron no mucho más tarde, pues, los ruidos de los fusilamientos en el cementerio de San Atilano que llegaban demasiado bien hasta la casa donde vivíamos entonces por la, por la Candelaria. Y, otro cúmulo de recuerdos: yo estuve el último año de mi Enseñanza Primaria en la vieja escuela Normal, era la aneja de la Normal, que entonces estaba situada donde hoy está la Casa de la Cultura; allí estaban cuatro maestros en sus prácticas, entre ellos, mi tía Augusta Calvo, que era, por tanto, de la hornada de los maestros de la República; una hornada de maestros que todo el mundo recuerda como habiendo traído un aliento inesperado, aún  en la poca duración que se les concedió, del 31 al 36, en cuanto a renovación y cambio en los métodos y en las actitudes de enseñanza. Allí estaba yo de discípulo con don José y eso fue el 35-36, cuando volví, ya cumpliendo mis diez años, del 36 al 37, fue mi último curso en esa escuela Normal, y entonces todo había cambiado: el curso anterior me había hecho muy amigo, sobre todo de un chico un año mayor que yo, Anselmo, que al volver en Octubre no reapareció, y en seguida me enteré que habían fusilado a sus hermanos, a tres o cuatro hermanos más, y que naturalmente no podía aparecer allí.
Y muchos de los chicos por, da vergüenza recordarlo pero así son las cosas, pues me estuvieron persiguiendo algunos días, tirándome piedras por los callejones de alrededor de esa Normal porque me recordaban como bastante rojo, o algo así, en cuanto a amigo de Anselmo y todas esas cosas, ¿no? Ése fue el cambio, este curso, tristemente, los chicos estaban, estábamos obligados a copiar en los cuadernos las banderas de España, de Portugal, de Italia, de Alemania, del Japón, y las de las varias milicias nacionales que entonces había ya; y el cambio para mí pues tuvo que ser una cosa muy, muy triste, ese salto de los 9 a los 10 años, y bueno, la fui llevando como todo el mundo la iba llevando, no me dejaban de llegar noticias de la represión; mi tía misma tuvo que buscarse una mala recomendación de un cura, que era al que se le pedían esas cosas para que no la echaran inmediatamente del Magisterio; a mi madre, que estaba empleada de auxiliar en  Hacienda, la destituyeron, efectivamente, sin duda para hacerle indirectamente daño a mi padre, que siguió manteniéndose en Hacienda; recuerdo que el pobre tuvo que ponerse el gorro de la Guardia Cívica para subir a la terraza de Cañibano a vez si aparecía algún avión por acá, que no apareció nunca.
 Y esas son mis impresiones, mis impresiones más, más recientes: noticias de médicos, maestros, gente que simplemente porque se decía que no iban a misa, o cosas por el estilo, pues cayeron en el paredón, y así fue para mí el comienzo de esa guerra y ese régimen que tantos años después seguí padeciendo.
Durante el bachillerato los chicos asistíamos a los progresos de los Nacionales gracias a un gran mapa que se había puesto en el Bazar J, donde la parte de los Rojos estaba cubierta de una película roja, un film rojo, y las ciudades, las capitales tenían lucecitas, unas amarillas y otras rojas, y naturalmente teníamos que ir allí al escaparate a ver cómo, efectivamente, la película esa roja se iba acortando, según avanzaba los Nacionales, y las bombillitas de las capitales cambiaban de color; esa fue la manera en que, con esa indiferencia, o más bien ignorancia, o intento de desentendimiento, seguíamos los muchachos, en general, la guerra, ¿no?
En eso me crié, y supongo que las cosas que pasan a los 9 y los 10 años pues son importantes, pero no soy yo quién para trazar una especie de trayectoria de evolución que me llevara hasta, que sé yo, hasta muchísimos años después, hasta mis 40 o casi, con el 65, con el Levantamiento de los Estudiantes por el mundo; yo muy pronto me desengañé de que el Régimen que nos había tocado a partir de entonces era propiamente el enemigo.
Pronto, relativamente pronto se apareció como una antigualla la Dictadura Franquista, y cuando llegó el 65 en California, en Madrid mismo, después en Alemania, en Francia, los hijos de los burgueses, los estudiantes empezarán a levantarse por todo el mundo; yo me encontraba de alguna manera preparado para dejarme llevar, ese fue para mí tal vez después de muchos, muchos años el momento decisivo, yo sigo viviendo de ese levantamiento del 65, y alrededores, en los momentos en que el régimen actual se estaba imponiendo ya entonces estaba yo muy desesperao y fastidiao con los que querían convertir el levantamiento de los estudiantes en algo antifranquista o prodemocrático; ya desde entonces, fíjate que hace tiempo, ya se veía que la cosa era mucho más grande que eso, y que era simplemente que el régimen que hoy padecemos se estaba estableciendo, y en los primeros momentos, por todas las partes del mundo desarrollado, hubo una buena cantidad de gente que se levantaban, ¿no? y yo me dejé arrastrar por ellos; eso para pasar desde el 36 al 65. 
J. de Saá: El 65, que fue un año también provocador porque aquel año te costó también la… tu puesto 
AGFC: Ah bueno sí, pero eso fue la consecuencia, no, a mi lo importante, lo importante es la ebullición en la que me sentí metido, como si estuviera nadando en las aguas que había estado esperando desde siempre; la consecuencia de la expulsión de la Cátedra es una mera consecuencia, además me ocasionó tenerme que pasar casi ocho años en el Barrio Latino de París, que en realidad me costó trabajo abandonar, cuando tuve que hacerlo al fin del 76.
J. de Saá: Y todo esto para llegar a la Democracia que nos mata, ¿no?
AGC: Ya se había llegado y ya mi lucha contra, contra este Ideal Democrático y contra el Régimen del Dinero que hoy padecemos, había empezado ya, se había hecho muy clara por entonces. 
Pero, no sé, por desgracia hay que decir que del 36 el 65 fui, fui bastante lento en darme cuenta de las cosas, y probablemente no me he acabao de dar cuenta todavía, y en lo que me quede de vida tendré todavía mucho que desaprender, desengañarme.

J. de Saá: …Agustín García Calvo

AGC: Tenía todavía nueve años, cuando el glorioso Alzamiento, y mi impresión primera es muy, es muy viva: es salir a Santa Clara y ver cuadrillas de soldados armados deteniendo gente, pidiéndoles los papeles y todo eso, esa alteración de la calle para mí fue la primera impresión. Vinieron no mucho más tarde, pues, los ruidos de los fusilamientos en el cementerio de San Atilano que llegaban demasiado bien hasta la casa donde vivíamos entonces por la, por la Candelaria. Y, otro cúmulo de recuerdos: yo estuve el último año de mi Enseñanza Primaria en la vieja escuela Normal, era la aneja de la Normal, que entonces estaba situada donde hoy está la Casa de la Cultura; allí estaban cuatro maestros en sus prácticas, entre ellos, mi tía Augusta Calvo, que era, por tanto, de la hornada de los maestros de la República; una hornada de maestros que todo el mundo recuerda como habiendo traído un aliento inesperado, aún  en la poca duración que se les concedió, del 31 al 36, en cuanto a renovación y cambio en los métodos y en las actitudes de enseñanza. Allí estaba yo de discípulo con don José y eso fue el 35-36, cuando volví, ya cumpliendo mis diez años, del 36 al 37, fue mi último curso en esa escuela Normal, y entonces todo había cambiado: el curso anterior me había hecho muy amigo, sobre todo de un chico un año mayor que yo, Anselmo, que al volver en Octubre no reapareció, y en seguida me enteré que habían fusilado a sus hermanos, a tres o cuatro hermanos más, y que naturalmente no podía aparecer allí.
Y muchos de los chicos por, da vergüenza recordarlo pero así son las cosas, pues me estuvieron persiguiendo algunos días, tirándome piedras por los callejones de alrededor de esa Normal porque me recordaban como bastante rojo, o algo así, en cuanto a amigo de Anselmo y todas esas cosas, ¿no? Ése fue el cambio, este curso, tristemente, los chicos estaban, estábamos obligados a copiar en los cuadernos las banderas de España, de Portugal, de Italia, de Alemania, del Japón, y las de las varias milicias nacionales que entonces había ya; y el cambio para mí pues tuvo que ser una cosa muy, muy triste, ese salto de los 9 a los 10 años, y bueno, la fui llevando como todo el mundo la iba llevando, no me dejaban de llegar noticias de la represión; mi tía misma tuvo que buscarse una mala recomendación de un cura, que era al que se le pedían esas cosas para que no la echaran inmediatamente del Magisterio; a mi madre, que estaba empleada de auxiliar en  Hacienda, la destituyeron, efectivamente, sin duda para hacerle indirectamente daño a mi padre, que siguió manteniéndose en Hacienda; recuerdo que el pobre tuvo que ponerse el gorro de la Guardia Cívica para subir a la terraza de Cañibano a vez si aparecía algún avión por acá, que no apareció nunca.
 Y esas son mis impresiones, mis impresiones más, más recientes: noticias de médicos, maestros, gente que simplemente porque se decía que no iban a misa, o cosas por el estilo, pues cayeron en el paredón, y así fue para mí el comienzo de esa guerra y ese régimen que tantos años después seguí padeciendo.
Durante el bachillerato los chicos asistíamos a los progresos de los Nacionales gracias a un gran mapa que se había puesto en el Bazar J, donde la parte de los Rojos estaba cubierta de una película roja, un film rojo, y las ciudades, las capitales tenían lucecitas, unas amarillas y otras rojas, y naturalmente teníamos que ir allí al escaparate a ver cómo, efectivamente, la película esa roja se iba acortando, según avanzaba los Nacionales, y las bombillitas de las capitales cambiaban de color; esa fue la manera en que, con esa indiferencia, o más bien ignorancia, o intento de desentendimiento, seguíamos los muchachos, en general, la guerra, ¿no?
En eso me crié, y supongo que las cosas que pasan a los 9 y los 10 años pues son importantes, pero no soy yo quién para trazar una especie de trayectoria de evolución que me llevara hasta, que sé yo, hasta muchísimos años después, hasta mis 40 o casi, con el 65, con el Levantamiento de los Estudiantes por el mundo; yo muy pronto me desengañé de que el Régimen que nos había tocado a partir de entonces era propiamente el enemigo.
Pronto, relativamente pronto se apareció como una antigualla la Dictadura Franquista, y cuando llegó el 65 en California, en Madrid mismo, después en Alemania, en Francia, los hijos de los burgueses, los estudiantes empezarán a levantarse por todo el mundo; yo me encontraba de alguna manera preparado para dejarme llevar, ese fue para mí tal vez después de muchos, muchos años el momento decisivo, yo sigo viviendo de ese levantamiento del 65, y alrededores, en los momentos en que el régimen actual se estaba imponiendo ya entonces estaba yo muy desesperao y fastidiao con los que querían convertir el levantamiento de los estudiantes en algo antifranquista o prodemocrático; ya desde entonces, fíjate que hace tiempo, ya se veía que la cosa era mucho más grande que eso, y que era simplemente que el régimen que hoy padecemos se estaba estableciendo, y en los primeros momentos, por todas las partes del mundo desarrollado, hubo una buena cantidad de gente que se levantaban, ¿no? y yo me dejé arrastrar por ellos; eso para pasar desde el 36 al 65. 
 
J. de Saá: El 65, que fue un año también provocador porque aquel año te costó también la… tu puesto 
 
AGC: Ah bueno sí, pero eso fue la consecuencia, no, a mi lo importante, lo importante es la ebullición en la que me sentí metido, como si estuviera nadando en las aguas que había estado esperando desde siempre; la consecuencia de la expulsión de la Cátedra es una mera consecuencia, además me ocasionó tenerme que pasar casi ocho años en el Barrio Latino de París, que en realidad me costó trabajo abandonar, cuando tuve que hacerlo al fin del 76.
 
J. de Saá: Y todo esto para llegar a la Democracia que nos mata, ¿no?
 
AGC: Ya se había llegado y ya mi lucha contra, contra este Ideal Democrático y contra el Régimen del Dinero que hoy padecemos, había empezado ya, se había hecho muy clara por entonces. 
Pero, no sé, por desgracia hay que decir que del 36 el 65 fui, fui bastante lento en darme cuenta de las cosas, y probablemente no me he acabao de dar cuenta todavía, y en lo que me quede de vida tendré todavía mucho que desaprender, desengañarme.