03.03.2010
Agustín García Calvo
Ateneo de Madrid
Tertu219-3-3-2010#Tertu219-3-3-2010.mp3
- Vía que se sigue en Ciencias y Religiones tratando de dar razón de lo que pasa con las cosas.
- En torno a la noción de ‘cosa’.
TRANSCRIPCIÓN:
Esta sesión va a ser, pienso, sobre todo para pediros ayuda. Para pediros ayuda en algunos de los problemas que para mí siguen estando abiertos, que son un tormento por tanto, o más bien, tal como pienso presentároslos, una serie de tormentos, entre los cuales se trata de buscar la conexión. Son tormentos por decirlo así “en torno al espejo”, en torno al misterio del espejo que muchas veces aquí nos ha detenido y nos ha hecho darle vueltas. Me importa por tanto presentároslo para pediros ocurrencias que os hayan podido venir acerca de ese misterio o contradicción evidente, y ver sobre todo cómo los problemas diferentes que a la Ciencia y a nosotros mismos se nos han planteado en torno a los idénticos opuestos puedan de alguna manera reducirse a un problema más grave o fundamental. Esto es el anuncio de lo que venía pensando ofreceros, o a lo que pensaba someteros.
Pero antes de entrar en ello pienso que hay que volver a la cuestión de qué es lo que estamos haciendo aquí, en esta Física, Metafísica, que es política, y hasta qué punto se diferencia a lo que de ordinario hacen las Ciencias, o las Religiones, o otras formas de Creencia, o hasta qué punto no se diferencian tanto. De manera que esto es lo primero que se me ocurre presentaros. Ya sabéis que cuando se trata de esplicar esto, o si queréis decir ‘el Mundo’, o como se le quiera llamar, para encontrar una esplicación de, o dar razón de esto, lo tradicional ha sido en Teologías, Físicas, Filosofías, Ciencias, o bien partir por así decir de Dios, que la esplicación consiste en “Dios creó el Mundo, Dios creó esto que llamamos ‘la Realidad’, lo dispuso, y en él estamos, y a partir de ahí, por una cadena de causas que parte del primer motor (por emplear ahora el término aristotélico), es como se da razón de esto que nos pasa, de lo que a las cosas nos pasa, de lo que somos, de cómo estamos, etc.” Ésta es una de las maneras, ante la cual hay una voz que nos dice “¡Pero cómo, Dios bendito, por ahí no se empieza, por ahí no se empieza!”, por lo que sea. Y de la misma manera en el sentido aparentemente opuesto se parte, a lo laico, de Natura: Natura, Rerum Natura, la Naturaleza, que está ahí, que es de la que se trata de dar razón, pero es ella, la Naturaleza, la que de alguna manera rige, y de ella proceden las demás cosas, procedemos nosotros, y en ella está el fundamento, y por tanto también de alguna manera la razón. Una Natura que de vez en cuando puede hacerse no sólo filósofa, sino matemática, y pretender como en la frase de Galileo que ella se nos ofrece escrita. Escrita, y precisamente con números, en lenguaje matemático. O le puede dar también por tener un arranque y lanzarse a un Big Bang, y por tanto dar origen a todos los Universos de repente. Eso le ha venido a ella, y entonces es ese establecimiento del Génesis, o el Big Bang, lo que ya por la misma cadena de causas tiene que dar razón de la Realidad, de cómo son las cosas, de cómo estamos y de lo que nos pasa. Ésta es la segunda alternativa: partir de Natura, y que al mismo tiempo que la busca la Ciencia, ella está esplicando los fenómenos, la Realidad.
Ante lo cual la misma voz que antes hablaba, pues la misma voz más o menos dice: “¡Pero cómo, María Santísima, por ahí no se puede empezar, por ahí no se empieza!”. Vamos a ver cómo estas voces de ‘por ahí no se empieza’ que os he sacado aquí pueden dar razón de sí mismas, pueden encontrarse como razonables. Desde luego cuento cuando las he pronunciado con que algo en vosotros responde a eso: “¡por ahí no se empieza!”. Efectivamente hay algo que se resiste a aceptar el esplicar, el dar razón de esas maneras, partiendo de Dios, partiendo de Natura, da lo mismo. Aquí a lo que os he venido invitando y invitándome a mí mismo, que todavía estoy muy lejos de saber si lo he hecho bien, si lo hago bien, es a algo que aparentemente es muy distinto: aquí se empieza por, se parte de, las cosas. Se parte de las cosas, y recordad, merece tenerlo en cuenta, que este término vulgar de la lengua verdadera, la lengua hablada, ‘cosas’, al mismo tiempo tiene por virtud de sus etimologías y otros juegos el sentido de contraponerse a ‘causa’, que es lo que las otras esplicaciones (teológicas, o científicas) necesitan para funcionar: causas. Aquí con lo de ‘cosas’: volviendo a la lengua que no es de nadie, a la lengua hablada, a la lengua no manejable desde Arriba como son manejables las de las Filosofías y las Ciencias o las Religiónes, partimos de las cosas. De manera que sabéis, como estos días pasados os recordaba de una manera esquemática, que usamos el índice ‘hay’, que apunta desde el sitio donde hablo al campo en que estoy hablando, no definido por otra cosa, y descubrimos como evidencia que ‘hay algo’, por la sencilla razón de que no puede no haber nada, ya que la pregunta misma se contradiría consigo misma. Luego, ‘hay cosas’, con este plural indefinido, porque no puede ser que haya una, que sería lo mismo que no haber ninguna, no hace falta razonarlo mucho. Descubrimos a partir de ahí también que hay aparte de eso entes ideales, porque las cosas los estamos padeciendo, es decir, la aspiración idealista, en cierto sentido matemática, a que esto que pasa, las cosas y nosotros, seamos algo esacto, definido por Leyes precisas. Esto lo descubrimos porque lo padecemos, porque efectivamente encontramos que a las cosas y a nosotros no se nos deja así meramente, sino que se nos hace, como dice el verbo de las escuelas, existir, y para existir hace falta Fe, hace falta creerse que de verdad una oveja es una oveja, una estrella una estrella, el Mundo es el Mundo, uno es uno, etc., etc. Todo eso descubrimos simplemente a partir de las cosas, y descubrimos desde luego que es mentira, que la Realidad no es todo lo que hay, que hay más, y a eso más ni lo llamamos Natura tampoco ni nada, sino que lo declaramos como lo que no sabemos. Tenemos que reconocer que todo lo que sabemos, la Realidad, está como flotando o anegándose en lo que no sabemos, que es desde luego sin fin, tampoco hace falta razonarlo. Sin fin. De manera que el camino aparentemente es inverso: en la especulación teológica o científica lo que pasa propiamente es que hay camino de ida y vuelta: la Ciencia, como nosotros, parte por supuesto de los fenómenos inmediatos, reales, no puede partir de otra cosa, y a partir de ellos pretende descubrir las Leyes que los rigen, pero a partir de esas Leyes es como se tratan de esplicar justamente las cosas inmediatas de las que se partía para descubrir las Leyes. Aquí lo que os propongo, a lo que se trata de acostumbrarme y acostumbrarnos, es a que no hay camino de vuelta. No hay camino de vuelta, es simplemente lo que acabo de recordaros en esquema y nada más: desde ahí no se vuelve a ningún sitio, de manera que es en este sentido como el intento al que os invito naturalmente reniega de cualquier esplicación que parta de lo Alto por decirlo así, que parta de el Ente Ideal, Dios o como se llame, y de cualquier esplicación que parta desde abajo como si supiéramos lo que hay abajo; como si supiéramos lo que hay abajo y con llamarlo Natura por ejemplo nos encontráramos tan satisfechos. Nos cargamos por decirlo en breve al Padre y a la Madre juntamente, por razones opuestas, pero que vienen a ser la misma, y nos quedamos partiendo de lo que parece no sólo más humilde, sino menos mentiroso, que es partir de las cosas, y inmediatamente reconociendo que nosotros no somos más que un tipo de cosas, renegando de cualquier Humanismo, de cualquier contraposición entre el observador y lo observado, entre el que sabe y lo sabido, porque si no todo lo anterior serviría de muy poco.
Es evidente lo que el sentido común dice por lo bajo: “somos cosas como las cosas”. Tenemos peculiaridades, pero también el caracol tiene sus peculiaridades, también las galaxias tienen sus peculiaridades, y eso no nos permite establecer ninguna diferencia absoluta. Una de nuestras peculiaridades será la de que sabemos la muerte, es decir, sabemos lo que no hay. Es una peculiaridad, notable, que nos produce muchos trastornos, pero eso no nos quita para nada de seguir siendo cosas como las cosas, cosas como cualesquiera cosas, con esa peculiaridad. Esto es lo que os quería recordar antes de volver al problema o al tinglado de problemas. No sé si es mejor que me pare un momento, porque a lo mejor con la brevedad que he intentado recordarlo hay algo que para alguno queda pendiente o.....poco seguro.
-Lo primero es que somos cosas, pero tenemos una especialísima cualidad, que es que tenemos La Lengua, y ésa no la tiene nadie.
A-No, eso cualquiera que me hubiera acompañao más rato te diría que no: las cosas hablan, por supuesto. Naturalmente, como las cosas son diferentes unas de otras, cada cual habla en su idioma, y nosotros hablamos en el nuestro. Nosotros hablamos en el nuestro, y tenemos la presunción patriotera de que nuestra lengua es ‘La Lengua’. No señor: como todos los demás Patriotismos del Humanismo, no cuenta para nada. No, no: nuestra peculiaridad esencial es que sabemos la muerte, sabemos lo que no hay. Eso en rigor no se lo podemos atribuir a las otras cosas, ni siquiera a las más cercanas, pero de ‘lengua’ nada: las cosas hablan, nos lo están diciendo, y por eso es por lo que en el esquema empezamos por las cosas, oír lo que ellas dicen. No tratar de oír a Dios, no tratar de oír a Natura: se trata de oír a las cosas, entre las cuales estamos perdidos. Sí.
-Por aquí no se oye.
A-Oyendo, tratando de oír a las cosas, que hablan. No es la peculiaridad lo de la lengua: nuestro idioma es un idioma entre los idiomas de las cosas, y naturalmente no podemos entenderlos (o si los traducimos mal, eso ya es culpa nuestra), pero no importa para que ahí no esté la diferencia. Aparte de eso, ¿qué más líos puede haber? Sí.
-Hay cosas, hay algo, porque no puede haber nada, ¿qué podríamos decir ante la pregunta, que creo que es de Leibniz, de por qué hay algo más bien que nada?
A-¿Qué podemos decir?: que no, que nosotros no creemos en las causas, sino en las cosas, y por tanto la pregunta es impertinente desde nuestra actitud. Si tuviéramos que preguntarnos por qué, estaríamos ya teniendo que acudir a un Ente Superior o a un ente inferior. No acudimos, no es pertinente una vez que se parte de las cosas y se renuncia a las causas. ¡Pero más, por favor, que pueda haber quedado oscuro antes de que siga!
-No sé si cambia algo, pero () de lo simplemente (), que un para qué, pero no de dónde venimos.
A-Son muy malignos, porque aquí una de las cosas que hemos descubierto claras es que lo último es lo primero, y que el Fin precede al principio, y que la Fe es antes que nada Fe en el Fin. Fin, es decir, en los dos sentidos, de la terminación y de la meta a la que se persigue, de manera que evidentemente los sabios a los que aludes no sólo no adelantan gran cosa, sino que declaran más descaradamente lo que pasa cuando las Ciencias, o el Génesis, tratan de presentarnos el Principio, porque desde luego lo primero es lo último, el Fin. Lo primero es el Fin, y sólo a partir del Fin se inventan los principios, y las esplicaciones de las causas y tal.
-No se oye.
(Pequeña interrupción).
A-Voy a intentar repetir otra vez todo, lo que pasa es que se nos va a ir la tertulia. Voy a intentar repetir todo, a ver si puedo resumir qué es lo que he hecho. He estao tratando de recordaros cuál es la vía que se sigue en Ciencias y Religiones, en cualquier forma de sostener la Fe en la Realidad, tratando de dar razón de qué es esto que nos pasa, qué es lo que pasa con las cosas y con nosotros. He mostrado cómo la vía es por un lado acudir al Ser mismo, al Ente Ideal, Dios, como se llama, hacerlo creador del Mundo (“Dios creó al Mundo”), y desde ahí sigue una cadena de causas sin las cuales ninguna Ciencia ni ninguna Justicia tampoco humana puede subsistir, sin una cadena de causas, o bien se parte del reconocimiento de la Naturaleza, como suele llamarse (), Natura, Madre Natura incluso, de la cual han surgido de alguna manera las cosas, nosotros, de forma que aunque es inverso, pues también a partir de ella empieza la cadena de causas que darían razón de qué es lo que pasa, de cómo somos, qué estamos haciendo aquí, etc., para mostraros que lo que llevo tanto tiempo tratando de convencerme a mí mismo, de invitarme a hacerlo y de invitaros de paso a vosotros, los que me caéis cerca, consiste aparentemente en algo muy distinto: hay un sentido común que dice “¡por Dios, cómo se va a empezar a esplicar las cosas por Dios, que es algo que nadie puede de verdad ni conocer ni entender ni nada! ¡Cómo se puede empezar a esplicar las cosas por la Naturaleza, que es algo tan sumamente misterioso, incognoscible, que no hay manera de partir de ella!”. Frente a ello, aquello a lo que trato de acostumbrarnos, es a empezar por las cosas, partir de las cosas. Es decir, que lo que tenemos que dar por supuesto no es ni ningún Dios ni ninguna Natura: damos por supuesto lo que se nos impone como evidente, y lo que parece que no requiere ninguna razón ni causa, y por eso recordaba que la palabra vulgar ‘cosa’ está de alguna manera denunciando, quitándose de en medio la palabra culta ‘causa’, y en ese sentido decíamos que no podemos menos de reconocer las cosas, y además nos reconocemos nosotros mismos como cosas porque pensamos que pensarnos como El Observador frente a lo observado, el que sabe frente a lo sabido, es un mero Patriotismo tan falso como cualesquiera otros. Si se pusieran a discutir los caracoles, harían lo mismo, pensarían que su Metafísca es La Metafísica, y que su Lengua es La Lengua. De manera que nos quitamos de en medio, porque nos dejamos meter entre las demás cosas, y es sólo a partir de ahí como tenemos que ir reconociendo que hay por un lado entes ideales, porque los estamos padeciendo, ya que no sólo nosotros, sino las cosas, están obligadas a existir, con el verbo de las Escuelas, lo cual quiere decir intentar tener una definición, un estatuto esacto, una esencia, o cualquier cosa que digáis. Esto lo reconocemos, está digiriéndonos, tratando de dirigirnos todos los días de una manera o de otra. Y por supuesto descubrimos que la Realidad no es todo lo que hay, frente a su pretensión ideal de ‘todo’. Renunciamos a cualquier falsa noción de ‘todo’, y reconocemos que hay más, siempre más, que no sabemos, lo no sabido, de tal forma que cualesquiera cosas que sepamos están flotando en eso que no sabemos, que es sin fin. Sin embargo, hay que reconocer que las Ciencias o la Religión aparentemente parten de los fenómenos inmediatos de las cosas, y que a partir de ahí, apoyándose en teoría, en cálculo y en esperimento, deducen Leyes, Principios, y demás, y decimos que esto es así, pero que la Ciencia y cualquier Religión, cualquier Teología, tiene una ida y vuelta: llega a esa deducción y desde ahí se pretende que eso es la esplicación, que eso es lo que da lugar al Génesis, lo mismo si es del tipo Dios que del tipo Natura. Tiene un viaje de ida y vuelta, y esto que aquí estamos acostumbrándonos a tomar como sentido común, esto no tiene viaje de vuelta: simplemente vamos descubriendo estas cosas, y, no teniendo un fin (porque el fin es de los que mandan, que tienen siempre un fin y sólo a partir de esta necesidad del fin se establecen después principios), no teniendo un fin que percibir, pues naturalmente seguimos con esto que llamábamos ‘anàlisis interminable’, valga para lo que valga y caiga quien caiga, que es lo que aquí entendemos como política, una política contraria a la Política que se hace. Esto de los dos viajes de ida y vuelta y de un viaje sin vuelta tiene que ver naturalmente ya con los problemas que iba a plantearos. Y que voy a plantearos dentro de un momento, si es que habéis oído lo bastante.
-Yo quería hacerte una pregunta con respecto a esto.
A-No, pero aparte de eso, ¿hasta qué punto habéis oído?
-Mejor, mejor.
A-¿Mejor? Pues a ver.
-Que por eso que planteabas antes, yo creo que sí que tiene sentido el mero escuchar a la gente hablar.....Bueno, más que a la gente al público, pues que hay un detrimento de Fe por el abuso del “¿por qué?”, que costantemente estamos con el ¿por qué?, de tal manera que el preguntarnos continuamente por qué lesiona el ‘¿qué?’, lesiona la cosa misma.
A-Sí, la historia de la génesis del fin y de la causa que hace muchos años hice la tenéis publicada en un libro que se llamaba “Lália”, y que no he vuelto a..... La génesis del fin y de la causa, recordando cómo en griego antiguo mismo no había tal cosa como “¿por qué?”, que la pregunta “tí” (“¿qué?”) podía servir para eso, y que es ya un refinamiento de los filósofos deducir el “diá tí” o algo por el estilo como pregunta de la causa. Pero bueno, no nos divirtamos demasiado. Aparte de eso, cosas que estén oscuras, que no se hayan entendido bien en esto que he tratao de....
-Yo tengo que preguntarte a qué le estabas llamando cosas, que no me resulta tan evidente. No encuentro mejor manera de preguntarlo......
A-En la frase anterior, ¿’algo’ te resulta también problemático, o no?
-Lo que veo es que ‘algo’ no es lo mismo que ‘cosa’.
A-¿Pero ‘algo’ no te es problemático?
-Ahora mismo, no. O no lo sé.
A-Quien pregunta por el fundamento de lo que es desde luego más inmediato y primario, como son las cosas y nosotros, es porque está buscando una respuesta o Arriba o abajo, porque si no.....
-¿’Inmediato’, en qué sentido?: ¿palpable?, ¿que se ve?
A-No, simplemente es lo que se nos da. Si me dices algo más inmediato que ‘cosas’, pues me callo.
-Pero hemos dicho que nosotros somos unas cosas que están entre las cosas.
A-Pero aparte de ‘nosotros’: ¿hay algo más inmediato que ‘cosas’, o no?
-¿El Hombre es una cosa inmediata?
A-¡No, no!, el Hombre siendo cosas igual que las demás. Pero cosas en general, incluidos los hombres.
-¿Pero un teléfono móvil, es una cosa inmediata?
A-No, no, un teléfono móvil, no: cosas. Estoy diciendo ‘cosas’.
-¡Ah, cosas en general!
A-Cosas. Es que es por lo que tú preguntabas. Tú no preguntabas por los teléfonos móviles, preguntabas por las cosas.
-Sí, sí, pues tampoco lo veo como cosa inmediata.....
A-Por eso te pregunto que si ves algo más inmediato que ‘cosas’.
-No, tampoco, pero es que no.....
A-Pues si no hay nada más inmediato que cosas, el sentido común dice que por ahí es por donde se puede empezar.
-No, no estoy diciendo que vea nada más inmediato, pero no quiero decir con eso que las cosas sean lo más inmediato que veo, sino que no se me ocurre tampoco algo distinto que proponer en sustitución.
A-Basta, basta, basta, no te esfuerces ya más. Sentido común es lo que se supone...
-Es como una especie de intuición de lo que son las cosas....
A-No, no ‘intuición’, ‘palpación’: cosas. Las lenguas vulgares cualesquiera han desarrollado este precioso término ‘cosas’, que es un término que no se casa con nadie ni permite ninguna diferenciación ni nada por el estilo. En ese sentido lo he contrapuesto con los términos cultos como ‘causa’ y demás. Entonces el sentido común se aprovecha de esto que las lenguas vulgares han conseguido, es decir, crear un término que alguien podría decir que no significa nada precisamente porque significa cualquier cosa, y no descubriendo nada más inmediato de lo que partir para la pregunta, pues evidentemente el sentido común....
-Recuerda al (), tenemos que creer en Dios, porque es el Ser más perfecto.
A-Ya, eso es para los que creen en Dios, pero desde luego aquí es ‘cosas’. Aquí es ‘cosas’, que no son ni las más perfectas, ni las más imperfectas, ni las más arias, ni nada: que son cosas.
-() de la multiplicidad ().
A-¡Ah, bueno! Este es el segundo paso. Ya sabes que eso os lo establecía por otra nueva negación: no pueden ser una, porque ser una querría decir esactamente lo mismo que ser ninguna.
-Entonces habrá que contar con una especie de diferenciación.
A-¡Eso! Hay una diferenciación vaga, un cómputo vago (es lo que hemos dicho) antes del paso siguiente en que intervienen los números y los demás entes ideales, por supuesto.
-¿Y puede decirse que esa diferenciación es una obra de razón? Claro, si no existen todavía, eso no puede ser todavía una razón que utilice palabras semánticas o algo así, pero ¿cómo se pueden establecer diferencias si no es por obra de razón?
A-Sí, en cuanto no sean esactas o de sí o no, ya están establecidas. Son obras de razón en el sentido más limitado del término. Alguien puede pensar a la heraclitana que la diferenciación de las cosas está ya regida por una razón que es anterior a la razón en el otro sentido, pero bueno, no adelantamos mucho por ahí. Es desde luego preciso que sean cosas porque no puede no haber una, y eso implica que lo mismo que el cómputo no puede ser determinado por razón ni totalidades ni conjuntos ni números, así las diferencias cualitativas digamos entre ellas, tampoco. Son de más o menos.
-¿Pero lo primero no es que hubiera una cosa parecida a otra que se repetía? Lo de las veces. Es decir, más que las cosas.....
A-Las primeras cosas decíamos (supongo que es de lo que te acuerdas) son los momentos, pero como eso entra ya en el problema que quería presentar, lo dejamos pa luego.
-Es que como por otro lado hemos hablado de lo que se sabe y de lo que no se sabe, lo de las cosas ¿dónde lo ponemos, entre lo que se sabe o entre lo que no se sabe?
A-Bueno, pues depende de cómo se sepa, depende de la manera de saberlo. ¿Tú admites que las cosas, quitándonos a nosotros, se saben unas a otras de alguna manera? ¿Puedes imaginarte, no te repugna, el reconocer que las cosas se saben unas a otras, puesto que se tratan unas con otras, etc? Pues en ese sentido nosotros también.
-O sea, que las cosas son sabidas, son la Realidad y eso.
A-¡No, no, no! Para ser propiamente sabidas tienen que venir los números, los entes ideales, los conjuntos..... Si no, son impropiamente sabidas. Lo he sacao porque te empeñabas, pero pa que se vea que no tiene que ver nada con lo que se llama corrientemente ‘saber’, es lo que digo: el reconocimiento de que las otras cosas se tratan unas con otras y por tanto de alguna manera se saben, y naturalmente no saben nada en el sentido en que nosotros empleamos el término ‘saber’.
-Pero en el saber ese que va por números y por ideales también muchas veces las cosas son respecto a otras.
A-No. Saber que se nos impone a las cosas y a nosotros para existir, es decir, para que aunque es evidente que ni somos esactos ni uno es de verdad el que es, pretendamos que sí, que uno es el que es, y esto no nos pasa a nosotros solos, les pasa a las cosas: las cosas, que ya entonces no son meramente cosas, sino que son cosas reales o Realidad propiamente dicha.
-Claro, es que si se dice que la Realidad es discreta, el hecho de las cosas se sepan o incluyan unas a las otras será porque en el fondo late una continuidad que es donde se de el reconocimiento, porque desde luego en cuanto comience la discontinuidad...
A-Perdona, que te has armao un lío
-Lo otro ya es otro, la otra cosa ya es otra cosa.
A-Te has armao un lío. Evidentemente lo de la discontinuidad es algo que ya se da (es lo mismo que hemos llamao ‘diferencia vaga’) en las cosas. La discontinuidad convertida ya en numérica es otra cosa: ésa pertenece a la Realidad establecida, no a las cosas.
-Esas cosas impropiamente sabidas, en cuanto que las hay, esas cosas en cuanto impropiamente sabidas, ¿sería el equivalente a eso que queda en nosotros de pueblo-que-no-existe?
A-Claro, no es de esta manera esactamente creo como hay que decirlo. En las cosas, a las que se las hace existir..... “Una oveja es una oveja, está ordenao, y no me andes con distingos de si con la pata rota o con una oreja menos: una oveja es una oveja o no lo es, sí o no. O es oveja o es cordero, sí ó no”. Esto es la Realidad ya establecida. Ya establecida, y entonces con las personas, claro, esactamente lo mismo que con las ovejas: una persona es una persona, uno es uno, sin entrar ahora a lo del Nombre Propio. Y esto se impone, es la Fe, pero por debajo otra cosa sigue rezumbando, a nadie satisface la Fe, y esto es lo que dice el sentido común, inmediatamente ateo : es así, está mandado; está mandado, se sabe. Se sabe, eso es la Ley de la existencia, pero eso no deja ni a las cosas ni a nosotros satisfechos, por debajo siempre queda algo que no es ni la Oveja ni el Hombre ni nada. Es a lo que alude el término que solemos emplear de pueblo-que-no-existe. Efectivamente cada uno de nosotros está teológicamente costituído, es el que es, como Dios, ¿pero a quién le deja eso satisfecho? Es mentira. Es mentira esa pretensión de que el que es sea el que es, eso no lo podemos admitir: por debajo queda algo, en uno, que no es uno, que le falla, que se sale de la costitución. Eso, que ya no es singular ni personal, sino común, es a lo que se alude con ‘pueblo-que-no-existe’ por debajo de las personas, que son propiamente reales.
-() una oveja que no sabe que es una oveja, pero reconocerá una especie de ovejidad, o algo así.
A-Sí, sí, se tratan, por ejemplo. Según nuestra observación llegan incluso a estremos mucho más especiales: saben muy bien unos animales cuáles son con los que tienen que juntarse y cuáles los que no, y llegan a discriminaciones que uno llamaría verdaderamente humanas. De esto cualquier zoólogo te daría testimonio, y sin embargo eso no quiere decir nada, quiere decir simplemente. Las cosas tal como se nos dan ya están costituídas....
-Pero es el lenguaje el que saca las cosas de situación.
A-El lenguaje en este contesto queda ya como algo enteramente indefinido. Antes ya has oído que renunciamos a que nuestra lengua sea La Lengua, que las cosas están hablando, y por tanto si las cosas están hablando y lo demuestran en la manera de tratarse y demás, entonces hay que cambiar a la palabra lenguaje todo el significado habitual: se confunden el decir y el hacerse o deshacerse, el hacerse o deshacerse que las cosas y nosotros estamos padeciendo costantemente es efectivamente lo mismo que decir. Decir es hacerse y deshacerse, y la separación entre el decir y el hacerse y deshacerse es cosa de los que mandan también.
-La pregunta que yo hacía es que por debajo de las cosas, de las ovejas, queda algo....
A-Por debajo de las ovejas establecidas como ovejas queda algo que se sale de su significado, y a nosotros como pueblo-que-no-existe nos pasa esactamente lo mismo. Por debajo de las ovejas costituídas como ovejas en la Realidad costituída, pero que a nadie satisface ni a ninguna oveja satisface, queda algo que no está comprendido en el concepto, que se sale, que se escurre por todas partes, y que no es la ovejidad sino esactamente lo contrario. Y lo que a nosotros nos pasa entre personas frente a pueblo-que-no-existe, es lo mismo.
-¿Las cosas () nombre, como el pueblo, o no tienen nombre todavía?
A-No, si es lo que () todo el rato: lo primero que descubrimos es que hay algo, y luego descubrimos que ese algo es lo que se llama con este milagroso nombre de las lenguas vulgares, ‘cosas’.
-Sin nombre.
A-No, no: ‘cosas’, con el nombre ‘cosas’, que tiene la virtud de que significa tanto que ya no () a ninguna cosa particular.
-Pero a las cosas, si se les llama, es por lo otro, por los nombres que sean, pero al llamarlas ya se ve que por su nombre no las vas a llamar (), porque hay una Fe en que las cosas son lo que son....
A-Que tienen su nombre, lo cual es mentira, pero la Fe es la Fe.
- ()......, pero a ti te llaman lo otro, y no puedes dejar de estar ahí como cosa.
A-Sí, sí, hay una Fe. Hay una Fe en que las cosas tienen su nombre, por supuesto. Y las palabras.
-Pero antes de que existan.
A-¡No, no!, en la existencia. En la existencia es cuando se da la pretensión de que tienen su nombre. Antes, no.
-Yo quisiera dar un pequeño ejemplo muy revelador de esto: los niños pequeños, cuando piden Dinero para comprar, al final, cuando tienen todas las cosas del mundo en la cabeza, dicen que es para comprar ‘algo’. Ellos hacen una reducción de todas las cosas a algo.
A-Es el deseo vago, pero también pueden decir fácilmente ‘cosas’, ‘una cosa’. Muy fácilmente.
-No, no, dicen ‘un madelman’ o dicen una barbaridad de esas, pero cuando ya se les cruzan los cables dicen ‘algo’.
A-Nada de cruzar los cables: cuando simplemente no quieren aceptar la red de significados que el Mercao les ofrece, en un momento en que no quieren molestarse en acudir a la red de significados del vocabulario. Dicen ‘algo’, pero también dicen ‘cosas’, puras cosas. Sí.
-Que pensaba que lo de lo común era algo que estaba como por debajo de las diferencias de las cosas, pero lo que se está diciendo es que lo común son las cosas. ¿La comunidad está en las cosas?
A-Sí, como partimos de la Realidad ya existente y costituída tenemos que decirlo así, pero queda por debajo y se escurre por debajo del significado y de la costitución. Desde luego puede decirse que por tanto estaba antes.
-¿Pero el significado es cosa?
A-El significado está hecho, los de las lenguas corrientes, para hacer creer que cada cosa es la que es y que las puedes contar. El significado en los lenguajes técnicos trata simplemente de corroborar esta Fe, convencernos a las cosas de que somos las que somos, ni más ni menos. Sí.
-Cuando se dice ‘hay algo’, a mí no me remite eso necesariamente a una discontinuidad.
A-No.
-Y sin embargo cuando se dice ‘hay cosas’ ya sí me remite a una discontinuidad. Entonces yo encuentro ahí una cierta dificultad.
A-No, no, es lo que antes hemos llamado ‘diferenciación’. Evidentemente hay una diferenciación: desde el momento en que se niega que pueda ser una, ya al ser un plural, aunque sea indefinido, hay también una diferenciación.
-Pero si esa diferenciación está sometida a la idea de lo que ().
A-No. No, ¿por qué? () bultos y cosas que se chocan, que se entrecruzan, y que no tienes ni idea de qué son cada uno de ellos, pero esto hasta te lo puedes imaginar sin gran dificultad. A ver, por favor, con estas pasiones...... Hay que abrir algo, sí, porque yo tengo mucho calor.
-¿En todas las lenguas existe el término ‘cosa’?
A-Yo no las he recorrido todas, pero desde luego en las que conozco se ha desarrollado, por lo menos digamos las de nuestro mundo, las europeas modernas, en todas. Sin embargo, al griego antiguo le costó trabajo, tenemos testimonio. Le costó trabajo, y le costó trabajo por un motivo, que es que en las lenguas Indoeuropeas y en otras muchas lenguas del mundo había un recurso para indicar un plural que no es plural, que es lo que en las Indoeuropeas se llama ‘plural neutro’. Estaba el neutro, hemos perdido ese recurso. Lo entendéis, ¿no? Quiere decirse que ‘róda’, sí, es plural de ‘ródon’, pero está muy lejos de decir cuántas rosas, ni número de rosas..... () rosa en general..... Bueno. En el neutro de plural de nuestras lenguas, que muchas lenguas tienen lo mismo. Esto es lo que sin duda puso trabas, como teniendo ya ocupado el camino para el desarrollo de una palabra con aparente significado como la nuestra de ‘cosas’. Costó. Eso sucede ya bajo nuestros ojos. Entre Homero y los primeros filosofantes sucede, se desarrollaron varios, la de más éxito fue ‘jréma’, que tiene que ver con la utilidad y el negocio..... Cualesquiera palabra que ha llegado a decir ‘cosa’ en nuestras lenguas ha partido de un significado, por ejemplo ‘jréma’, los asuntos, más bien los negocios, los bienes, la riqueza..... Eso es lo que acabó por poderse usar ‘jréma’ como significando ‘cosas’. Lo mismo que ‘causa’ en Latín empezó teniendo un significado esencialmente jurídico (se refería a las causas jurídicas en el tribunal), y sólo perdiéndolo acabó por dar en vulgar ‘cosa’. De manera que las lenguas en general o tienen un término ‘cosas’ o se encuentran en una situación en que pueden distinguir una pluralidad indefinida por medios morfológicos. Todas las europeas modernas han desarrollado sin escepción una palabra que procediendo de significados diversos es como la nuestra ‘cosas’. Bueno, curiosidades lingüísticas. ¿Qué más, aparte de eso?
-Estas cosas que todavía no están costituídas como cosas, precosas, no pueden ser ni idénticas a sí mismas, porque se supone que la identidad tendría que venirles desde fuera.....
A-Sí
-.... ni tampoco pueden ser las mismas.
A-No.
-O sea, que se mueven en un terreno donde la identidad y la mismidad ().
A-Sí, las mismas todas, idénticas.
-Entonces, ¿cómo eso se puede casar con el hecho de que sean cosas?
A-¿Por qué? No veo por qué no. ‘Cosas’ es a lo que el sentido común se agarra, porque es un término que de tanto significar no significa nada, y por tanto no le pidas ni mismidad ni identidad ni nada. Para que a una cosa le preguntes si es la misma que otra cosa ya le estás preguntando no como cosa, sino como una clase de cosas con su Nombre Propio, es decir, ya has dado el paso a la introducción de los entes ideales: el mismo, idéntico, todos, etc. Por lo demás yo no veo inconveniente en que el ‘hay cosas’ preceda a cualquier noción de identidad o de mismidad como precede a cualquier noción de número, que están ligadas la una con la otra.
-Yo creo que el problema ahí puede ser que tenemos ligado la diferencia con la mismidad o algo así. O sea, como que no podríamos entender que algo es diferente si no hay esa mismidad. Supongo que por ahí va la cosa, ¿no?
A-Sí, sí, y además con razón: ya en la Realidad costituída identidad implica diferencia. Por eso hemos tenido que decir ‘diferenciación vaga’ que no da lugar a cosas de ésas. En la Realidad costituída, sí: uno es el mismo que es gracias a que no es otro. Eso ya es con la costitución de los entes ideales. Sí.
-Que me parece que nos querías llevar a una zona intermedia entre lo sin fin, algo, y por el otro lado la abertura inacabable del vocabulario, del diccionario, con lo de cosas, que precisamente la palabra cosa parece que ya empieza a tener un significado, es algo que tiene ya un significado, pero parece difícil encontrar otra palabra que tenga un significado más impreciso, más astracto.
A-No, lo que querías decir es que parece que tiene todavía algo de significado. Ya he dicho que el proceso es desnudamiento: estas lenguas han cogido un término que significaba algo determinado. Parece que tenían una necesidad de encontrar esto que hemos encontrado, a lo que el sentido común se agarra, ‘cosas’.
-Si me tuviera que parar a definir el significado de ‘cosas’, parece que sólo podría ponerle la nota de que es algo discontinuo o algo disperso. Me sería muy difícil darle otra cosa.
A-Primero tendrías que definirla en plural, y además sería un plural indefinido, algo como el plural neutro de ‘róda’, (‘las rosas’), sí, y ahí no tienes nada que hacer. Definirla querría decir convertirla ya en un ente, en un existente, y sometido a la idealidad y a la definición por tanto.
-Que digo que la cosa debe ser peliaguda en sí, la cosa misma, porque si entramos en lo de los juegos está muy generalizao por muchísimas culturas lo del “Veo, veo! ¿Qué ves? Una cosita. ¿Con qué letrita?”. Y eso parece que es que está ligao a la cuestión de la figura misma de las cosas, que en primer lugar hay que enseñar a un niño para que sepa lo que es la Realidad, la distinción de “Veo, veo, ¿qué ves?”, relacionado con el nombre de la cosa. He conseguido encontrar que por lo menos hay diez modalidades en diez lenguas diferentes de este juego.
A-El juego consiste en una respuesta al “¿qué ves?”, que es no decir nada, que es ‘una cosa’. Aprovecha esta..... Luego, en “¿qué ves?”, no por el significado, sino por el Presente de Indicativo segunda persona, hay una situación. Es decir, que en efecto eso, ‘ves’, por ser segunda del singular, por ser Presente de Indicativo, ya determina un ámbito en el que se ve una cosa. Es decir, que ‘una cosa’ sigue sin ser nada preciso, pero el ‘ves’ la ha determinado ya en un ámbito. Bueno, en el campo en que se habla, como solemos decir. ¿Algo más?
-Aunque ya partamos de la Realidad (no quiero poner el caso ideal del niño como si no estuviese), pero cuando se pregunta “¿esto, qué es?”, podría haber algo de ese trance de habiendo cosas todavía sin nombre, sin significado.
A-Claro, claro, es una pregunta que está dictada por la obediencia al Régimen: un niño tiene que aprender el vocabulario, que es lo mismo que aprender la Realidad de su tribu. Tiene que aprenderlo, y entonces..... Una nieta de Isabel lo hacía costantemente, no sé si lo sigue haciendo, lo que has dicho esactamente: “¿Y esto qué? ¿Y esto qué es? ¿Y esto qué es?”. ‘Esto’ desde luego, y además apoyado por el gesto, es lo que estaba diciendo antes: ninguna determinación semántica, pero es desde luego una circuscripción al ámbito, al ámbito en que se está. ‘Esto’ en ese sentido no es lo mismo que ‘algo’, y una de las cosas de las que hoy teníamos que haber hablao era justamente de esta circuscripción al campo en que se habla entre otros muchos problemas. Pero efectivamente, el niño obedece con el “¿qué es?” porque quiere que le den un significado. Tiene que aprender vocabulario, y aprender vocabulario de la lengua que le ha tocao es aprender la Realidad que le ha tocao, no hay ninguna diferencia.
-La pregunta era también si ‘esto’ está apuntando ya a....
A-No, ‘esto’ es lo que he dicho: como lo que he dicho de ‘ves’ antes, está determinando un ámbito, circuscribiendo al campo en que se habla. No hay una determinación sinsemántica, pero sí una deíctica.
-¿Pero sería de ese orden, del ‘hay cosas’ que todavía no tienen nombre?
A-No, no, no, no. No, no, es la deíctica: la de ‘esto’, la de ‘yo’, la de ‘él’, y eso ya son otras cosas. Nos tocaba hoy haber planteado la serie de problemas que os anunciaba, la sarta de problemas, entre los cuales intervenía naturalmente éste.
-Pero es que lo de las precosas es demasiado grave el problema para que sigamos adelante. Lo de las precosas no está claro.
A-Se ha puesto gravísimo. Tal vez está bien si de todo esto hubiera salido, no vamos a decir ningún convencimiento, pero sí palpar la cuestión, es decir, que hayáis todos llegao a daros cuenta de cuál es la pregunta; palpar la cuestión, que es sobre todo de lo que se trata más que nada.
-Es que no sé si he entendido una cosa bien, vamos a ver: lo mismo que en el lenguaje contraponemos el mundo en el que se habla y el mundo del que se habla, y las palabras con significado de los deícticos, parece como que lo suyo sería que ‘algo’ fuera eso..... Cuando yo digo ‘yo’, pues lo puede decir cualquiera.
A-Dejémoslo, Isabel. ‘Algo’ es de otro orden; es lo que en las gramáticas escolares llaman ‘indefinidos’. No es que haya puesto mucha intención, pero pertenece a eso. No son ni semánticos ni deícticos, dejemos eso.
-Una cosa sobre esto del niño que pregunta “¿esto, qué es?”. Que parece que el niño al preguntar eso ya tiene necesidad de que las cosas sean.
A-Eso, que sean, es decir, que tengan un significado, que es lo mismo. Es la imposición de orden ideal, y por eso he dicho que obedece, que la pregunta obedece.
-Pero ese niño no se mueve en ese campo que dice Penélope de que si es y no. Yo creo que desde el momento en que ya tiene la necesidad de que las cosas sean y de nombrarlas....
A-No, no, la pregunta es una obediencia porque está buscando evidentemente un término del vocabulario. El niño sabe que, ¡qué remedio!, tiene que existir, es decir, estar en una tribu determinada con un idioma determinado. Tiene que existir. Que luego por debajo el niño, con lo que le quede de sentido común, de pueblo-que-no-existe, no se quede satisfecho con ninguna respuesta que le den, eso es otra cosa, que también observamos. La observamos en los niños por la tendencia cuando están ispirados por esto que les queda de abajo, la tendencia a hilvanar una pregunta con otra, y a cada respuesta que le den darle la pregunta correspondiente. Eso viene del otro lado, del lado de la disidencia, de la subersión. Pero el buscar el significado de la palabra viene del lado de la obediencia.
-¿Podría decirse que cuando uno habla desde lo que se llama sentido común, verdad o pueblo, entonces no interesa que la cosa sea? No interesa definir la cosa. Cuando se habla de una cosa, dentro de esa cosa, a medida que tratamos de definir esa cosa, debajo de esa cosa hay también lo que se llama sentido común, verdad......
A-No, no, el sentido común se va al carajo con la definición. Efectivamente eso es el saber, y el saber no es el sentido común. Por el contrario. El saber, y en especial el saber humano, no es el sentido común, al contrario: el sentido común es lo que descubre que las cosas no son lo que son. El sentido común descubre que no es verdad que las cosas sean lo que son, por decirlo muy en breve. El sentido común descubre que no es verdad que las cosas sean lo que son, como nos las venden. Sí.
-Igual es una estupidez y es volver otra vez, pero yo pienso que pretendemos ser tan estrictos que al final nos ponemos un montón de limitaciones y volvemos otra vez a lo mismo todo el rato, porque a mí lo que se me ocurre con la pregunta continuamente de “¿hay cosas?”, ya digo que será una tontería, pero es “¿dónde hay cosas?”.
A-Si, ya he dicho que la cuestión del campo en el que se habla, del campo en general, es de las que estaban en la sarta de problemas que os presentaba, y ya ha salido por otros lados. Salía por ejemplo muy pronto en la cuestión de la orientación. La orientación, que es algo que enseguida trae consigo la pregunta de “¿respecto a qué?”, “orientación, ¿respecto a qué?”: ¿un espacio?, ¿un punto de observación? Otro día, porque hoy no habrá tiempo, lo veremos, pero efectivamente ésa es la cuestión del dónde, que parece que implica ya una forma de lengua que tiene elementos deícticos, y que está dispuesta a responder. ¿Cómo responde la lengua?: pues si responde “aquí”, supongo que te quedarás enteramente insatisfecho, porque “aquí” lo mismo puede querer decir “en esta sala del Ateneo”, que puede querer decir “en Madrid”, que pueda querer decir “más allá”, que puede querer decir “cualquier sitio”. Y si es cualquier sitio, le pasa lo mismo que a ‘cosas’: ha perdido cualquier potencia de indicación. Y desde luego si le das una respuesta semántica (“en un espacio”, “en un sitio”), estás perdido, eso ya está mucho más tarde que la cuestión de ‘hay cosas’, viene ya mucho con la existencia y demás. Sí.
-Una cosa que se me ocurría ahora según hablabas: que para poder diferenciar cosas sin que haya una idea que presida lo que es la cosa, me parece que es necesario el movimiento.
A-Bueno, estamos otra vez en lo mismo, es otra de las cosas que tenía que entrar en la sarta de cuestiones. Yo había querido aclarar antes unas cuantas cosas..... Ya sabéis que la Realidad pretende (la Realidad y la Ciencia) que hay movimiento entre las cosas, que las cosas se mueven. Sabéis que esto es real, no hay nada más real que el movimiento. Sabéis también que es mentira, ¿no? Sabéis que es mentira, y de la manera más sencilla se dice, ¿cómo?
-Que un móvil no se mueve ni donde está ni donde no está.
A-Más sencillo todavía: por lo de la diferencia, porque para que haya movimiento tiene que haber quietud. ¿Hay en la Realidad quietud? ¿Hay algo que esté quieto en la Realidad? Mentira, no hay nada que esté quieto. No hay nada que esté quieto. Como sabéis nos estamos continuamente perdiendo, deshaciéndonos, hundiéndonos, continuamente sin parar, y costantemente defendiéndonos de ello apenas para volver a recaer, y la condición puramente ideal de la quietud se os aparece inmediatamente, no se le ocurre a nadie. Ni los fundadores de la Física materialista podían hacer otra cosa: un átomo quieto habría sido algo absolutamente intolerable; los átomos no podían menos de moverse, y además en consecuencia a la suprema velocidad. De manera que como la quietud aplicada a la Realidad es mentira, pues el movimiento también, no tiene sentido. Cualquier Teoría que hable de movimiento tiene que partir de nociones que implican ya quietud, como la noción de inercia o la noción de punto de partida. Son entes ideales introducidos en la Realidad.
-Pero parece que para eso de la identidad, según esplicaba Juan de Mairena, es necesario comprobar lo del movimiento, que algo sea lo mismo cuando se ha desplazado entre el punto A y el punto B, que se ha reconocido como el mismo a través de ese movimiento, y por eso tiene tanto éxito el turismo, por eso la gente se mueve muchísimo, para ser el mismo.
A-Pero es más: tampoco fuera de la Realidad tiene sentido la noción de quietud, y por tanto no tiene sentido ninguna noción de movimiento que se le oponga. Así, a las cosas antes de existir sería abusivo decirles que se mueven, porque entenderíamos lo que en la Realidad se entiende, y sería tan absurdo como pensar que están quietas. A ver, ¿alguna cuestión más?
-Decir en plural simplemente que las cosas son las cosas, ¿es ya darle realidad? Al decir “las cosas son las cosas”, ¿ya se las supone existentes si hablamos así, con esa determinación, o no?
A-Por lo menos es sospechoso. Por lo menos es sospechosa la frase, porque de ordinario eso se emplea, pues para los entes que son lo que son, como Dios. Has cogido a las cosas y las has convertido (puedes hacerlo) en una especie de Dios o de Natura, pero desde luego ya el empleo del artículo y el empleo de la ecuación hace sospechosa de intención a la formulación. ‘Hay cosas’, es lo que hemos descubierto. Decir que son lo que son, es como.... nos arriesgamos a estarlas elevando Arriba y convirtiéndolas en Dios.
-Pero parece que por un lado decimos ‘hay cosas’, y por aceptarlas en cuanto que las hay no son Realidad, pero al decir “las cosas son cosas” parece que no nos salimos de eso, que no llegan a ser Realidad tampoco, ¿no? Es como intermedio, ¿no?
A-Bueno, decir “las cosas, son cosas”, es un poco estravagante, pero simplemente en la fase de la existencia ya se les da otros nombres diferentes, se las cuenta, y ya entra todo lo que forma parte de la existencia, sí.
-¿Y eso son las cosas quiquiricosas? Que decías “cuéntame una cosa quiquiricosa”.
A-Saqué un cuento, “Quisicosa”. Nos os voy a decir cómo es el cuento por si a alguno le puede dar por leerlo.
-Entonces, aunque sea adelantarme en lo que dices, ¿tiene que ver tu visión con algo como esto?: hay cosas, y entonces, aplicándole ideales en este mundo que apuntamos en el que se habla, ¿mandamos al mundo en que se habla ya cosas existentes, o sea, las cosas con nombre?
A-No, para la existencia propiamente no basta con ‘esto’, ‘eso’, y ‘aquello’, hacen falta palabras de significado.
-¿Y los ideales?
A-Esos son los que las hace existentes. Desde luego con el triángulo cometemos el abuso de pensar que en la Realidad palpable hay triángulos, pero ‘oveja’ basta, es una admisión del vocabulario. Con la mera indicación deíctica, en la que no hemos podido entrar, pues no basta para la costitución de una existencia.
Sí, el caso es que yo lo que traía aquí era una sarta de cuestiones alrededor del problema del espejo que se desmenuza en una serie de problemas en los cuales tengo mucho lío, y con los cuales quería que me ayudarais. No ha sucedido.
-Te hemos echao una manita pa liarlo un poco más.
A-No, hemos contribuido tal vez a que se palparan cuestiones de las que yo pensaba que estaban ya lo bastante acostumbradas entre vosotros. Bueno, pues tenemos que confiar en que el Señor se descuide un poco y nos deje vivos hasta dentro de siete días, y entonces os plantearé lo de la sarta de problemas alrededor del espejo.
Pero antes de entrar en ello pienso que hay que volver a la cuestión de qué es lo que estamos haciendo aquí, en esta Física, Metafísica, que es política, y hasta qué punto se diferencia a lo que de ordinario hacen las Ciencias, o las Religiones, o otras formas de Creencia, o hasta qué punto no se diferencian tanto. De manera que esto es lo primero que se me ocurre presentaros. Ya sabéis que cuando se trata de esplicar esto, o si queréis decir ‘el Mundo’, o como se le quiera llamar, para encontrar una esplicación de, o dar razón de esto, lo tradicional ha sido en Teologías, Físicas, Filosofías, Ciencias, o bien partir por así decir de Dios, que la esplicación consiste en “Dios creó el Mundo, Dios creó esto que llamamos ‘la Realidad’, lo dispuso, y en él estamos, y a partir de ahí, por una cadena de causas que parte del primer motor (por emplear ahora el término aristotélico), es como se da razón de esto que nos pasa, de lo que a las cosas nos pasa, de lo que somos, de cómo estamos, etc.” Ésta es una de las maneras, ante la cual hay una voz que nos dice “¡Pero cómo, Dios bendito, por ahí no se empieza, por ahí no se empieza!”, por lo que sea. Y de la misma manera en el sentido aparentemente opuesto se parte, a lo laico, de Natura: Natura, Rerum Natura, la Naturaleza, que está ahí, que es de la que se trata de dar razón, pero es ella, la Naturaleza, la que de alguna manera rige, y de ella proceden las demás cosas, procedemos nosotros, y en ella está el fundamento, y por tanto también de alguna manera la razón. Una Natura que de vez en cuando puede hacerse no sólo filósofa, sino matemática, y pretender como en la frase de Galileo que ella se nos ofrece escrita. Escrita, y precisamente con números, en lenguaje matemático. O le puede dar también por tener un arranque y lanzarse a un Big Bang, y por tanto dar origen a todos los Universos de repente. Eso le ha venido a ella, y entonces es ese establecimiento del Génesis, o el Big Bang, lo que ya por la misma cadena de causas tiene que dar razón de la Realidad, de cómo son las cosas, de cómo estamos y de lo que nos pasa. Ésta es la segunda alternativa: partir de Natura, y que al mismo tiempo que la busca la Ciencia, ella está esplicando los fenómenos, la Realidad.
Ante lo cual la misma voz que antes hablaba, pues la misma voz más o menos dice: “¡Pero cómo, María Santísima, por ahí no se puede empezar, por ahí no se empieza!”. Vamos a ver cómo estas voces de ‘por ahí no se empieza’ que os he sacado aquí pueden dar razón de sí mismas, pueden encontrarse como razonables. Desde luego cuento cuando las he pronunciado con que algo en vosotros responde a eso: “¡por ahí no se empieza!”. Efectivamente hay algo que se resiste a aceptar el esplicar, el dar razón de esas maneras, partiendo de Dios, partiendo de Natura, da lo mismo. Aquí a lo que os he venido invitando y invitándome a mí mismo, que todavía estoy muy lejos de saber si lo he hecho bien, si lo hago bien, es a algo que aparentemente es muy distinto: aquí se empieza por, se parte de, las cosas. Se parte de las cosas, y recordad, merece tenerlo en cuenta, que este término vulgar de la lengua verdadera, la lengua hablada, ‘cosas’, al mismo tiempo tiene por virtud de sus etimologías y otros juegos el sentido de contraponerse a ‘causa’, que es lo que las otras esplicaciones (teológicas, o científicas) necesitan para funcionar: causas. Aquí con lo de ‘cosas’: volviendo a la lengua que no es de nadie, a la lengua hablada, a la lengua no manejable desde Arriba como son manejables las de las Filosofías y las Ciencias o las Religiónes, partimos de las cosas. De manera que sabéis, como estos días pasados os recordaba de una manera esquemática, que usamos el índice ‘hay’, que apunta desde el sitio donde hablo al campo en que estoy hablando, no definido por otra cosa, y descubrimos como evidencia que ‘hay algo’, por la sencilla razón de que no puede no haber nada, ya que la pregunta misma se contradiría consigo misma. Luego, ‘hay cosas’, con este plural indefinido, porque no puede ser que haya una, que sería lo mismo que no haber ninguna, no hace falta razonarlo mucho. Descubrimos a partir de ahí también que hay aparte de eso entes ideales, porque las cosas los estamos padeciendo, es decir, la aspiración idealista, en cierto sentido matemática, a que esto que pasa, las cosas y nosotros, seamos algo esacto, definido por Leyes precisas. Esto lo descubrimos porque lo padecemos, porque efectivamente encontramos que a las cosas y a nosotros no se nos deja así meramente, sino que se nos hace, como dice el verbo de las escuelas, existir, y para existir hace falta Fe, hace falta creerse que de verdad una oveja es una oveja, una estrella una estrella, el Mundo es el Mundo, uno es uno, etc., etc. Todo eso descubrimos simplemente a partir de las cosas, y descubrimos desde luego que es mentira, que la Realidad no es todo lo que hay, que hay más, y a eso más ni lo llamamos Natura tampoco ni nada, sino que lo declaramos como lo que no sabemos. Tenemos que reconocer que todo lo que sabemos, la Realidad, está como flotando o anegándose en lo que no sabemos, que es desde luego sin fin, tampoco hace falta razonarlo. Sin fin. De manera que el camino aparentemente es inverso: en la especulación teológica o científica lo que pasa propiamente es que hay camino de ida y vuelta: la Ciencia, como nosotros, parte por supuesto de los fenómenos inmediatos, reales, no puede partir de otra cosa, y a partir de ellos pretende descubrir las Leyes que los rigen, pero a partir de esas Leyes es como se tratan de esplicar justamente las cosas inmediatas de las que se partía para descubrir las Leyes. Aquí lo que os propongo, a lo que se trata de acostumbrarme y acostumbrarnos, es a que no hay camino de vuelta. No hay camino de vuelta, es simplemente lo que acabo de recordaros en esquema y nada más: desde ahí no se vuelve a ningún sitio, de manera que es en este sentido como el intento al que os invito naturalmente reniega de cualquier esplicación que parta de lo Alto por decirlo así, que parta de el Ente Ideal, Dios o como se llame, y de cualquier esplicación que parta desde abajo como si supiéramos lo que hay abajo; como si supiéramos lo que hay abajo y con llamarlo Natura por ejemplo nos encontráramos tan satisfechos. Nos cargamos por decirlo en breve al Padre y a la Madre juntamente, por razones opuestas, pero que vienen a ser la misma, y nos quedamos partiendo de lo que parece no sólo más humilde, sino menos mentiroso, que es partir de las cosas, y inmediatamente reconociendo que nosotros no somos más que un tipo de cosas, renegando de cualquier Humanismo, de cualquier contraposición entre el observador y lo observado, entre el que sabe y lo sabido, porque si no todo lo anterior serviría de muy poco.
Es evidente lo que el sentido común dice por lo bajo: “somos cosas como las cosas”. Tenemos peculiaridades, pero también el caracol tiene sus peculiaridades, también las galaxias tienen sus peculiaridades, y eso no nos permite establecer ninguna diferencia absoluta. Una de nuestras peculiaridades será la de que sabemos la muerte, es decir, sabemos lo que no hay. Es una peculiaridad, notable, que nos produce muchos trastornos, pero eso no nos quita para nada de seguir siendo cosas como las cosas, cosas como cualesquiera cosas, con esa peculiaridad. Esto es lo que os quería recordar antes de volver al problema o al tinglado de problemas. No sé si es mejor que me pare un momento, porque a lo mejor con la brevedad que he intentado recordarlo hay algo que para alguno queda pendiente o.....poco seguro.
-Lo primero es que somos cosas, pero tenemos una especialísima cualidad, que es que tenemos La Lengua, y ésa no la tiene nadie.
A-No, eso cualquiera que me hubiera acompañao más rato te diría que no: las cosas hablan, por supuesto. Naturalmente, como las cosas son diferentes unas de otras, cada cual habla en su idioma, y nosotros hablamos en el nuestro. Nosotros hablamos en el nuestro, y tenemos la presunción patriotera de que nuestra lengua es ‘La Lengua’. No señor: como todos los demás Patriotismos del Humanismo, no cuenta para nada. No, no: nuestra peculiaridad esencial es que sabemos la muerte, sabemos lo que no hay. Eso en rigor no se lo podemos atribuir a las otras cosas, ni siquiera a las más cercanas, pero de ‘lengua’ nada: las cosas hablan, nos lo están diciendo, y por eso es por lo que en el esquema empezamos por las cosas, oír lo que ellas dicen. No tratar de oír a Dios, no tratar de oír a Natura: se trata de oír a las cosas, entre las cuales estamos perdidos. Sí.
-Por aquí no se oye.
A-Oyendo, tratando de oír a las cosas, que hablan. No es la peculiaridad lo de la lengua: nuestro idioma es un idioma entre los idiomas de las cosas, y naturalmente no podemos entenderlos (o si los traducimos mal, eso ya es culpa nuestra), pero no importa para que ahí no esté la diferencia. Aparte de eso, ¿qué más líos puede haber? Sí.
-Hay cosas, hay algo, porque no puede haber nada, ¿qué podríamos decir ante la pregunta, que creo que es de Leibniz, de por qué hay algo más bien que nada?
A-¿Qué podemos decir?: que no, que nosotros no creemos en las causas, sino en las cosas, y por tanto la pregunta es impertinente desde nuestra actitud. Si tuviéramos que preguntarnos por qué, estaríamos ya teniendo que acudir a un Ente Superior o a un ente inferior. No acudimos, no es pertinente una vez que se parte de las cosas y se renuncia a las causas. ¡Pero más, por favor, que pueda haber quedado oscuro antes de que siga!
-No sé si cambia algo, pero () de lo simplemente (), que un para qué, pero no de dónde venimos.
A-Son muy malignos, porque aquí una de las cosas que hemos descubierto claras es que lo último es lo primero, y que el Fin precede al principio, y que la Fe es antes que nada Fe en el Fin. Fin, es decir, en los dos sentidos, de la terminación y de la meta a la que se persigue, de manera que evidentemente los sabios a los que aludes no sólo no adelantan gran cosa, sino que declaran más descaradamente lo que pasa cuando las Ciencias, o el Génesis, tratan de presentarnos el Principio, porque desde luego lo primero es lo último, el Fin. Lo primero es el Fin, y sólo a partir del Fin se inventan los principios, y las esplicaciones de las causas y tal.
-No se oye.
(Pequeña interrupción).
A-Voy a intentar repetir otra vez todo, lo que pasa es que se nos va a ir la tertulia. Voy a intentar repetir todo, a ver si puedo resumir qué es lo que he hecho. He estao tratando de recordaros cuál es la vía que se sigue en Ciencias y Religiones, en cualquier forma de sostener la Fe en la Realidad, tratando de dar razón de qué es esto que nos pasa, qué es lo que pasa con las cosas y con nosotros. He mostrado cómo la vía es por un lado acudir al Ser mismo, al Ente Ideal, Dios, como se llama, hacerlo creador del Mundo (“Dios creó al Mundo”), y desde ahí sigue una cadena de causas sin las cuales ninguna Ciencia ni ninguna Justicia tampoco humana puede subsistir, sin una cadena de causas, o bien se parte del reconocimiento de la Naturaleza, como suele llamarse (), Natura, Madre Natura incluso, de la cual han surgido de alguna manera las cosas, nosotros, de forma que aunque es inverso, pues también a partir de ella empieza la cadena de causas que darían razón de qué es lo que pasa, de cómo somos, qué estamos haciendo aquí, etc., para mostraros que lo que llevo tanto tiempo tratando de convencerme a mí mismo, de invitarme a hacerlo y de invitaros de paso a vosotros, los que me caéis cerca, consiste aparentemente en algo muy distinto: hay un sentido común que dice “¡por Dios, cómo se va a empezar a esplicar las cosas por Dios, que es algo que nadie puede de verdad ni conocer ni entender ni nada! ¡Cómo se puede empezar a esplicar las cosas por la Naturaleza, que es algo tan sumamente misterioso, incognoscible, que no hay manera de partir de ella!”. Frente a ello, aquello a lo que trato de acostumbrarnos, es a empezar por las cosas, partir de las cosas. Es decir, que lo que tenemos que dar por supuesto no es ni ningún Dios ni ninguna Natura: damos por supuesto lo que se nos impone como evidente, y lo que parece que no requiere ninguna razón ni causa, y por eso recordaba que la palabra vulgar ‘cosa’ está de alguna manera denunciando, quitándose de en medio la palabra culta ‘causa’, y en ese sentido decíamos que no podemos menos de reconocer las cosas, y además nos reconocemos nosotros mismos como cosas porque pensamos que pensarnos como El Observador frente a lo observado, el que sabe frente a lo sabido, es un mero Patriotismo tan falso como cualesquiera otros. Si se pusieran a discutir los caracoles, harían lo mismo, pensarían que su Metafísca es La Metafísica, y que su Lengua es La Lengua. De manera que nos quitamos de en medio, porque nos dejamos meter entre las demás cosas, y es sólo a partir de ahí como tenemos que ir reconociendo que hay por un lado entes ideales, porque los estamos padeciendo, ya que no sólo nosotros, sino las cosas, están obligadas a existir, con el verbo de las Escuelas, lo cual quiere decir intentar tener una definición, un estatuto esacto, una esencia, o cualquier cosa que digáis. Esto lo reconocemos, está digiriéndonos, tratando de dirigirnos todos los días de una manera o de otra. Y por supuesto descubrimos que la Realidad no es todo lo que hay, frente a su pretensión ideal de ‘todo’. Renunciamos a cualquier falsa noción de ‘todo’, y reconocemos que hay más, siempre más, que no sabemos, lo no sabido, de tal forma que cualesquiera cosas que sepamos están flotando en eso que no sabemos, que es sin fin. Sin embargo, hay que reconocer que las Ciencias o la Religión aparentemente parten de los fenómenos inmediatos de las cosas, y que a partir de ahí, apoyándose en teoría, en cálculo y en esperimento, deducen Leyes, Principios, y demás, y decimos que esto es así, pero que la Ciencia y cualquier Religión, cualquier Teología, tiene una ida y vuelta: llega a esa deducción y desde ahí se pretende que eso es la esplicación, que eso es lo que da lugar al Génesis, lo mismo si es del tipo Dios que del tipo Natura. Tiene un viaje de ida y vuelta, y esto que aquí estamos acostumbrándonos a tomar como sentido común, esto no tiene viaje de vuelta: simplemente vamos descubriendo estas cosas, y, no teniendo un fin (porque el fin es de los que mandan, que tienen siempre un fin y sólo a partir de esta necesidad del fin se establecen después principios), no teniendo un fin que percibir, pues naturalmente seguimos con esto que llamábamos ‘anàlisis interminable’, valga para lo que valga y caiga quien caiga, que es lo que aquí entendemos como política, una política contraria a la Política que se hace. Esto de los dos viajes de ida y vuelta y de un viaje sin vuelta tiene que ver naturalmente ya con los problemas que iba a plantearos. Y que voy a plantearos dentro de un momento, si es que habéis oído lo bastante.
-Yo quería hacerte una pregunta con respecto a esto.
A-No, pero aparte de eso, ¿hasta qué punto habéis oído?
-Mejor, mejor.
A-¿Mejor? Pues a ver.
-Que por eso que planteabas antes, yo creo que sí que tiene sentido el mero escuchar a la gente hablar.....Bueno, más que a la gente al público, pues que hay un detrimento de Fe por el abuso del “¿por qué?”, que costantemente estamos con el ¿por qué?, de tal manera que el preguntarnos continuamente por qué lesiona el ‘¿qué?’, lesiona la cosa misma.
A-Sí, la historia de la génesis del fin y de la causa que hace muchos años hice la tenéis publicada en un libro que se llamaba “Lália”, y que no he vuelto a..... La génesis del fin y de la causa, recordando cómo en griego antiguo mismo no había tal cosa como “¿por qué?”, que la pregunta “tí” (“¿qué?”) podía servir para eso, y que es ya un refinamiento de los filósofos deducir el “diá tí” o algo por el estilo como pregunta de la causa. Pero bueno, no nos divirtamos demasiado. Aparte de eso, cosas que estén oscuras, que no se hayan entendido bien en esto que he tratao de....
-Yo tengo que preguntarte a qué le estabas llamando cosas, que no me resulta tan evidente. No encuentro mejor manera de preguntarlo......
A-En la frase anterior, ¿’algo’ te resulta también problemático, o no?
-Lo que veo es que ‘algo’ no es lo mismo que ‘cosa’.
A-¿Pero ‘algo’ no te es problemático?
-Ahora mismo, no. O no lo sé.
A-Quien pregunta por el fundamento de lo que es desde luego más inmediato y primario, como son las cosas y nosotros, es porque está buscando una respuesta o Arriba o abajo, porque si no.....
-¿’Inmediato’, en qué sentido?: ¿palpable?, ¿que se ve?
A-No, simplemente es lo que se nos da. Si me dices algo más inmediato que ‘cosas’, pues me callo.
-Pero hemos dicho que nosotros somos unas cosas que están entre las cosas.
A-Pero aparte de ‘nosotros’: ¿hay algo más inmediato que ‘cosas’, o no?
-¿El Hombre es una cosa inmediata?
A-¡No, no!, el Hombre siendo cosas igual que las demás. Pero cosas en general, incluidos los hombres.
-¿Pero un teléfono móvil, es una cosa inmediata?
A-No, no, un teléfono móvil, no: cosas. Estoy diciendo ‘cosas’.
-¡Ah, cosas en general!
A-Cosas. Es que es por lo que tú preguntabas. Tú no preguntabas por los teléfonos móviles, preguntabas por las cosas.
-Sí, sí, pues tampoco lo veo como cosa inmediata.....
A-Por eso te pregunto que si ves algo más inmediato que ‘cosas’.
-No, tampoco, pero es que no.....
A-Pues si no hay nada más inmediato que cosas, el sentido común dice que por ahí es por donde se puede empezar.
-No, no estoy diciendo que vea nada más inmediato, pero no quiero decir con eso que las cosas sean lo más inmediato que veo, sino que no se me ocurre tampoco algo distinto que proponer en sustitución.
A-Basta, basta, basta, no te esfuerces ya más. Sentido común es lo que se supone...
-Es como una especie de intuición de lo que son las cosas....
A-No, no ‘intuición’, ‘palpación’: cosas. Las lenguas vulgares cualesquiera han desarrollado este precioso término ‘cosas’, que es un término que no se casa con nadie ni permite ninguna diferenciación ni nada por el estilo. En ese sentido lo he contrapuesto con los términos cultos como ‘causa’ y demás. Entonces el sentido común se aprovecha de esto que las lenguas vulgares han conseguido, es decir, crear un término que alguien podría decir que no significa nada precisamente porque significa cualquier cosa, y no descubriendo nada más inmediato de lo que partir para la pregunta, pues evidentemente el sentido común....
-Recuerda al (), tenemos que creer en Dios, porque es el Ser más perfecto.
A-Ya, eso es para los que creen en Dios, pero desde luego aquí es ‘cosas’. Aquí es ‘cosas’, que no son ni las más perfectas, ni las más imperfectas, ni las más arias, ni nada: que son cosas.
-() de la multiplicidad ().
A-¡Ah, bueno! Este es el segundo paso. Ya sabes que eso os lo establecía por otra nueva negación: no pueden ser una, porque ser una querría decir esactamente lo mismo que ser ninguna.
-Entonces habrá que contar con una especie de diferenciación.
A-¡Eso! Hay una diferenciación vaga, un cómputo vago (es lo que hemos dicho) antes del paso siguiente en que intervienen los números y los demás entes ideales, por supuesto.
-¿Y puede decirse que esa diferenciación es una obra de razón? Claro, si no existen todavía, eso no puede ser todavía una razón que utilice palabras semánticas o algo así, pero ¿cómo se pueden establecer diferencias si no es por obra de razón?
A-Sí, en cuanto no sean esactas o de sí o no, ya están establecidas. Son obras de razón en el sentido más limitado del término. Alguien puede pensar a la heraclitana que la diferenciación de las cosas está ya regida por una razón que es anterior a la razón en el otro sentido, pero bueno, no adelantamos mucho por ahí. Es desde luego preciso que sean cosas porque no puede no haber una, y eso implica que lo mismo que el cómputo no puede ser determinado por razón ni totalidades ni conjuntos ni números, así las diferencias cualitativas digamos entre ellas, tampoco. Son de más o menos.
-¿Pero lo primero no es que hubiera una cosa parecida a otra que se repetía? Lo de las veces. Es decir, más que las cosas.....
A-Las primeras cosas decíamos (supongo que es de lo que te acuerdas) son los momentos, pero como eso entra ya en el problema que quería presentar, lo dejamos pa luego.
-Es que como por otro lado hemos hablado de lo que se sabe y de lo que no se sabe, lo de las cosas ¿dónde lo ponemos, entre lo que se sabe o entre lo que no se sabe?
A-Bueno, pues depende de cómo se sepa, depende de la manera de saberlo. ¿Tú admites que las cosas, quitándonos a nosotros, se saben unas a otras de alguna manera? ¿Puedes imaginarte, no te repugna, el reconocer que las cosas se saben unas a otras, puesto que se tratan unas con otras, etc? Pues en ese sentido nosotros también.
-O sea, que las cosas son sabidas, son la Realidad y eso.
A-¡No, no, no! Para ser propiamente sabidas tienen que venir los números, los entes ideales, los conjuntos..... Si no, son impropiamente sabidas. Lo he sacao porque te empeñabas, pero pa que se vea que no tiene que ver nada con lo que se llama corrientemente ‘saber’, es lo que digo: el reconocimiento de que las otras cosas se tratan unas con otras y por tanto de alguna manera se saben, y naturalmente no saben nada en el sentido en que nosotros empleamos el término ‘saber’.
-Pero en el saber ese que va por números y por ideales también muchas veces las cosas son respecto a otras.
A-No. Saber que se nos impone a las cosas y a nosotros para existir, es decir, para que aunque es evidente que ni somos esactos ni uno es de verdad el que es, pretendamos que sí, que uno es el que es, y esto no nos pasa a nosotros solos, les pasa a las cosas: las cosas, que ya entonces no son meramente cosas, sino que son cosas reales o Realidad propiamente dicha.
-Claro, es que si se dice que la Realidad es discreta, el hecho de las cosas se sepan o incluyan unas a las otras será porque en el fondo late una continuidad que es donde se de el reconocimiento, porque desde luego en cuanto comience la discontinuidad...
A-Perdona, que te has armao un lío
-Lo otro ya es otro, la otra cosa ya es otra cosa.
A-Te has armao un lío. Evidentemente lo de la discontinuidad es algo que ya se da (es lo mismo que hemos llamao ‘diferencia vaga’) en las cosas. La discontinuidad convertida ya en numérica es otra cosa: ésa pertenece a la Realidad establecida, no a las cosas.
-Esas cosas impropiamente sabidas, en cuanto que las hay, esas cosas en cuanto impropiamente sabidas, ¿sería el equivalente a eso que queda en nosotros de pueblo-que-no-existe?
A-Claro, no es de esta manera esactamente creo como hay que decirlo. En las cosas, a las que se las hace existir..... “Una oveja es una oveja, está ordenao, y no me andes con distingos de si con la pata rota o con una oreja menos: una oveja es una oveja o no lo es, sí o no. O es oveja o es cordero, sí ó no”. Esto es la Realidad ya establecida. Ya establecida, y entonces con las personas, claro, esactamente lo mismo que con las ovejas: una persona es una persona, uno es uno, sin entrar ahora a lo del Nombre Propio. Y esto se impone, es la Fe, pero por debajo otra cosa sigue rezumbando, a nadie satisface la Fe, y esto es lo que dice el sentido común, inmediatamente ateo : es así, está mandado; está mandado, se sabe. Se sabe, eso es la Ley de la existencia, pero eso no deja ni a las cosas ni a nosotros satisfechos, por debajo siempre queda algo que no es ni la Oveja ni el Hombre ni nada. Es a lo que alude el término que solemos emplear de pueblo-que-no-existe. Efectivamente cada uno de nosotros está teológicamente costituído, es el que es, como Dios, ¿pero a quién le deja eso satisfecho? Es mentira. Es mentira esa pretensión de que el que es sea el que es, eso no lo podemos admitir: por debajo queda algo, en uno, que no es uno, que le falla, que se sale de la costitución. Eso, que ya no es singular ni personal, sino común, es a lo que se alude con ‘pueblo-que-no-existe’ por debajo de las personas, que son propiamente reales.
-() una oveja que no sabe que es una oveja, pero reconocerá una especie de ovejidad, o algo así.
A-Sí, sí, se tratan, por ejemplo. Según nuestra observación llegan incluso a estremos mucho más especiales: saben muy bien unos animales cuáles son con los que tienen que juntarse y cuáles los que no, y llegan a discriminaciones que uno llamaría verdaderamente humanas. De esto cualquier zoólogo te daría testimonio, y sin embargo eso no quiere decir nada, quiere decir simplemente. Las cosas tal como se nos dan ya están costituídas....
-Pero es el lenguaje el que saca las cosas de situación.
A-El lenguaje en este contesto queda ya como algo enteramente indefinido. Antes ya has oído que renunciamos a que nuestra lengua sea La Lengua, que las cosas están hablando, y por tanto si las cosas están hablando y lo demuestran en la manera de tratarse y demás, entonces hay que cambiar a la palabra lenguaje todo el significado habitual: se confunden el decir y el hacerse o deshacerse, el hacerse o deshacerse que las cosas y nosotros estamos padeciendo costantemente es efectivamente lo mismo que decir. Decir es hacerse y deshacerse, y la separación entre el decir y el hacerse y deshacerse es cosa de los que mandan también.
-La pregunta que yo hacía es que por debajo de las cosas, de las ovejas, queda algo....
A-Por debajo de las ovejas establecidas como ovejas queda algo que se sale de su significado, y a nosotros como pueblo-que-no-existe nos pasa esactamente lo mismo. Por debajo de las ovejas costituídas como ovejas en la Realidad costituída, pero que a nadie satisface ni a ninguna oveja satisface, queda algo que no está comprendido en el concepto, que se sale, que se escurre por todas partes, y que no es la ovejidad sino esactamente lo contrario. Y lo que a nosotros nos pasa entre personas frente a pueblo-que-no-existe, es lo mismo.
-¿Las cosas () nombre, como el pueblo, o no tienen nombre todavía?
A-No, si es lo que () todo el rato: lo primero que descubrimos es que hay algo, y luego descubrimos que ese algo es lo que se llama con este milagroso nombre de las lenguas vulgares, ‘cosas’.
-Sin nombre.
A-No, no: ‘cosas’, con el nombre ‘cosas’, que tiene la virtud de que significa tanto que ya no () a ninguna cosa particular.
-Pero a las cosas, si se les llama, es por lo otro, por los nombres que sean, pero al llamarlas ya se ve que por su nombre no las vas a llamar (), porque hay una Fe en que las cosas son lo que son....
A-Que tienen su nombre, lo cual es mentira, pero la Fe es la Fe.
- ()......, pero a ti te llaman lo otro, y no puedes dejar de estar ahí como cosa.
A-Sí, sí, hay una Fe. Hay una Fe en que las cosas tienen su nombre, por supuesto. Y las palabras.
-Pero antes de que existan.
A-¡No, no!, en la existencia. En la existencia es cuando se da la pretensión de que tienen su nombre. Antes, no.
-Yo quisiera dar un pequeño ejemplo muy revelador de esto: los niños pequeños, cuando piden Dinero para comprar, al final, cuando tienen todas las cosas del mundo en la cabeza, dicen que es para comprar ‘algo’. Ellos hacen una reducción de todas las cosas a algo.
A-Es el deseo vago, pero también pueden decir fácilmente ‘cosas’, ‘una cosa’. Muy fácilmente.
-No, no, dicen ‘un madelman’ o dicen una barbaridad de esas, pero cuando ya se les cruzan los cables dicen ‘algo’.
A-Nada de cruzar los cables: cuando simplemente no quieren aceptar la red de significados que el Mercao les ofrece, en un momento en que no quieren molestarse en acudir a la red de significados del vocabulario. Dicen ‘algo’, pero también dicen ‘cosas’, puras cosas. Sí.
-Que pensaba que lo de lo común era algo que estaba como por debajo de las diferencias de las cosas, pero lo que se está diciendo es que lo común son las cosas. ¿La comunidad está en las cosas?
A-Sí, como partimos de la Realidad ya existente y costituída tenemos que decirlo así, pero queda por debajo y se escurre por debajo del significado y de la costitución. Desde luego puede decirse que por tanto estaba antes.
-¿Pero el significado es cosa?
A-El significado está hecho, los de las lenguas corrientes, para hacer creer que cada cosa es la que es y que las puedes contar. El significado en los lenguajes técnicos trata simplemente de corroborar esta Fe, convencernos a las cosas de que somos las que somos, ni más ni menos. Sí.
-Cuando se dice ‘hay algo’, a mí no me remite eso necesariamente a una discontinuidad.
A-No.
-Y sin embargo cuando se dice ‘hay cosas’ ya sí me remite a una discontinuidad. Entonces yo encuentro ahí una cierta dificultad.
A-No, no, es lo que antes hemos llamado ‘diferenciación’. Evidentemente hay una diferenciación: desde el momento en que se niega que pueda ser una, ya al ser un plural, aunque sea indefinido, hay también una diferenciación.
-Pero si esa diferenciación está sometida a la idea de lo que ().
A-No. No, ¿por qué? () bultos y cosas que se chocan, que se entrecruzan, y que no tienes ni idea de qué son cada uno de ellos, pero esto hasta te lo puedes imaginar sin gran dificultad. A ver, por favor, con estas pasiones...... Hay que abrir algo, sí, porque yo tengo mucho calor.
-¿En todas las lenguas existe el término ‘cosa’?
A-Yo no las he recorrido todas, pero desde luego en las que conozco se ha desarrollado, por lo menos digamos las de nuestro mundo, las europeas modernas, en todas. Sin embargo, al griego antiguo le costó trabajo, tenemos testimonio. Le costó trabajo, y le costó trabajo por un motivo, que es que en las lenguas Indoeuropeas y en otras muchas lenguas del mundo había un recurso para indicar un plural que no es plural, que es lo que en las Indoeuropeas se llama ‘plural neutro’. Estaba el neutro, hemos perdido ese recurso. Lo entendéis, ¿no? Quiere decirse que ‘róda’, sí, es plural de ‘ródon’, pero está muy lejos de decir cuántas rosas, ni número de rosas..... () rosa en general..... Bueno. En el neutro de plural de nuestras lenguas, que muchas lenguas tienen lo mismo. Esto es lo que sin duda puso trabas, como teniendo ya ocupado el camino para el desarrollo de una palabra con aparente significado como la nuestra de ‘cosas’. Costó. Eso sucede ya bajo nuestros ojos. Entre Homero y los primeros filosofantes sucede, se desarrollaron varios, la de más éxito fue ‘jréma’, que tiene que ver con la utilidad y el negocio..... Cualesquiera palabra que ha llegado a decir ‘cosa’ en nuestras lenguas ha partido de un significado, por ejemplo ‘jréma’, los asuntos, más bien los negocios, los bienes, la riqueza..... Eso es lo que acabó por poderse usar ‘jréma’ como significando ‘cosas’. Lo mismo que ‘causa’ en Latín empezó teniendo un significado esencialmente jurídico (se refería a las causas jurídicas en el tribunal), y sólo perdiéndolo acabó por dar en vulgar ‘cosa’. De manera que las lenguas en general o tienen un término ‘cosas’ o se encuentran en una situación en que pueden distinguir una pluralidad indefinida por medios morfológicos. Todas las europeas modernas han desarrollado sin escepción una palabra que procediendo de significados diversos es como la nuestra ‘cosas’. Bueno, curiosidades lingüísticas. ¿Qué más, aparte de eso?
-Estas cosas que todavía no están costituídas como cosas, precosas, no pueden ser ni idénticas a sí mismas, porque se supone que la identidad tendría que venirles desde fuera.....
A-Sí
-.... ni tampoco pueden ser las mismas.
A-No.
-O sea, que se mueven en un terreno donde la identidad y la mismidad ().
A-Sí, las mismas todas, idénticas.
-Entonces, ¿cómo eso se puede casar con el hecho de que sean cosas?
A-¿Por qué? No veo por qué no. ‘Cosas’ es a lo que el sentido común se agarra, porque es un término que de tanto significar no significa nada, y por tanto no le pidas ni mismidad ni identidad ni nada. Para que a una cosa le preguntes si es la misma que otra cosa ya le estás preguntando no como cosa, sino como una clase de cosas con su Nombre Propio, es decir, ya has dado el paso a la introducción de los entes ideales: el mismo, idéntico, todos, etc. Por lo demás yo no veo inconveniente en que el ‘hay cosas’ preceda a cualquier noción de identidad o de mismidad como precede a cualquier noción de número, que están ligadas la una con la otra.
-Yo creo que el problema ahí puede ser que tenemos ligado la diferencia con la mismidad o algo así. O sea, como que no podríamos entender que algo es diferente si no hay esa mismidad. Supongo que por ahí va la cosa, ¿no?
A-Sí, sí, y además con razón: ya en la Realidad costituída identidad implica diferencia. Por eso hemos tenido que decir ‘diferenciación vaga’ que no da lugar a cosas de ésas. En la Realidad costituída, sí: uno es el mismo que es gracias a que no es otro. Eso ya es con la costitución de los entes ideales. Sí.
-Que me parece que nos querías llevar a una zona intermedia entre lo sin fin, algo, y por el otro lado la abertura inacabable del vocabulario, del diccionario, con lo de cosas, que precisamente la palabra cosa parece que ya empieza a tener un significado, es algo que tiene ya un significado, pero parece difícil encontrar otra palabra que tenga un significado más impreciso, más astracto.
A-No, lo que querías decir es que parece que tiene todavía algo de significado. Ya he dicho que el proceso es desnudamiento: estas lenguas han cogido un término que significaba algo determinado. Parece que tenían una necesidad de encontrar esto que hemos encontrado, a lo que el sentido común se agarra, ‘cosas’.
-Si me tuviera que parar a definir el significado de ‘cosas’, parece que sólo podría ponerle la nota de que es algo discontinuo o algo disperso. Me sería muy difícil darle otra cosa.
A-Primero tendrías que definirla en plural, y además sería un plural indefinido, algo como el plural neutro de ‘róda’, (‘las rosas’), sí, y ahí no tienes nada que hacer. Definirla querría decir convertirla ya en un ente, en un existente, y sometido a la idealidad y a la definición por tanto.
-Que digo que la cosa debe ser peliaguda en sí, la cosa misma, porque si entramos en lo de los juegos está muy generalizao por muchísimas culturas lo del “Veo, veo! ¿Qué ves? Una cosita. ¿Con qué letrita?”. Y eso parece que es que está ligao a la cuestión de la figura misma de las cosas, que en primer lugar hay que enseñar a un niño para que sepa lo que es la Realidad, la distinción de “Veo, veo, ¿qué ves?”, relacionado con el nombre de la cosa. He conseguido encontrar que por lo menos hay diez modalidades en diez lenguas diferentes de este juego.
A-El juego consiste en una respuesta al “¿qué ves?”, que es no decir nada, que es ‘una cosa’. Aprovecha esta..... Luego, en “¿qué ves?”, no por el significado, sino por el Presente de Indicativo segunda persona, hay una situación. Es decir, que en efecto eso, ‘ves’, por ser segunda del singular, por ser Presente de Indicativo, ya determina un ámbito en el que se ve una cosa. Es decir, que ‘una cosa’ sigue sin ser nada preciso, pero el ‘ves’ la ha determinado ya en un ámbito. Bueno, en el campo en que se habla, como solemos decir. ¿Algo más?
-Aunque ya partamos de la Realidad (no quiero poner el caso ideal del niño como si no estuviese), pero cuando se pregunta “¿esto, qué es?”, podría haber algo de ese trance de habiendo cosas todavía sin nombre, sin significado.
A-Claro, claro, es una pregunta que está dictada por la obediencia al Régimen: un niño tiene que aprender el vocabulario, que es lo mismo que aprender la Realidad de su tribu. Tiene que aprenderlo, y entonces..... Una nieta de Isabel lo hacía costantemente, no sé si lo sigue haciendo, lo que has dicho esactamente: “¿Y esto qué? ¿Y esto qué es? ¿Y esto qué es?”. ‘Esto’ desde luego, y además apoyado por el gesto, es lo que estaba diciendo antes: ninguna determinación semántica, pero es desde luego una circuscripción al ámbito, al ámbito en que se está. ‘Esto’ en ese sentido no es lo mismo que ‘algo’, y una de las cosas de las que hoy teníamos que haber hablao era justamente de esta circuscripción al campo en que se habla entre otros muchos problemas. Pero efectivamente, el niño obedece con el “¿qué es?” porque quiere que le den un significado. Tiene que aprender vocabulario, y aprender vocabulario de la lengua que le ha tocao es aprender la Realidad que le ha tocao, no hay ninguna diferencia.
-La pregunta era también si ‘esto’ está apuntando ya a....
A-No, ‘esto’ es lo que he dicho: como lo que he dicho de ‘ves’ antes, está determinando un ámbito, circuscribiendo al campo en que se habla. No hay una determinación sinsemántica, pero sí una deíctica.
-¿Pero sería de ese orden, del ‘hay cosas’ que todavía no tienen nombre?
A-No, no, no, no. No, no, es la deíctica: la de ‘esto’, la de ‘yo’, la de ‘él’, y eso ya son otras cosas. Nos tocaba hoy haber planteado la serie de problemas que os anunciaba, la sarta de problemas, entre los cuales intervenía naturalmente éste.
-Pero es que lo de las precosas es demasiado grave el problema para que sigamos adelante. Lo de las precosas no está claro.
A-Se ha puesto gravísimo. Tal vez está bien si de todo esto hubiera salido, no vamos a decir ningún convencimiento, pero sí palpar la cuestión, es decir, que hayáis todos llegao a daros cuenta de cuál es la pregunta; palpar la cuestión, que es sobre todo de lo que se trata más que nada.
-Es que no sé si he entendido una cosa bien, vamos a ver: lo mismo que en el lenguaje contraponemos el mundo en el que se habla y el mundo del que se habla, y las palabras con significado de los deícticos, parece como que lo suyo sería que ‘algo’ fuera eso..... Cuando yo digo ‘yo’, pues lo puede decir cualquiera.
A-Dejémoslo, Isabel. ‘Algo’ es de otro orden; es lo que en las gramáticas escolares llaman ‘indefinidos’. No es que haya puesto mucha intención, pero pertenece a eso. No son ni semánticos ni deícticos, dejemos eso.
-Una cosa sobre esto del niño que pregunta “¿esto, qué es?”. Que parece que el niño al preguntar eso ya tiene necesidad de que las cosas sean.
A-Eso, que sean, es decir, que tengan un significado, que es lo mismo. Es la imposición de orden ideal, y por eso he dicho que obedece, que la pregunta obedece.
-Pero ese niño no se mueve en ese campo que dice Penélope de que si es y no. Yo creo que desde el momento en que ya tiene la necesidad de que las cosas sean y de nombrarlas....
A-No, no, la pregunta es una obediencia porque está buscando evidentemente un término del vocabulario. El niño sabe que, ¡qué remedio!, tiene que existir, es decir, estar en una tribu determinada con un idioma determinado. Tiene que existir. Que luego por debajo el niño, con lo que le quede de sentido común, de pueblo-que-no-existe, no se quede satisfecho con ninguna respuesta que le den, eso es otra cosa, que también observamos. La observamos en los niños por la tendencia cuando están ispirados por esto que les queda de abajo, la tendencia a hilvanar una pregunta con otra, y a cada respuesta que le den darle la pregunta correspondiente. Eso viene del otro lado, del lado de la disidencia, de la subersión. Pero el buscar el significado de la palabra viene del lado de la obediencia.
-¿Podría decirse que cuando uno habla desde lo que se llama sentido común, verdad o pueblo, entonces no interesa que la cosa sea? No interesa definir la cosa. Cuando se habla de una cosa, dentro de esa cosa, a medida que tratamos de definir esa cosa, debajo de esa cosa hay también lo que se llama sentido común, verdad......
A-No, no, el sentido común se va al carajo con la definición. Efectivamente eso es el saber, y el saber no es el sentido común. Por el contrario. El saber, y en especial el saber humano, no es el sentido común, al contrario: el sentido común es lo que descubre que las cosas no son lo que son. El sentido común descubre que no es verdad que las cosas sean lo que son, por decirlo muy en breve. El sentido común descubre que no es verdad que las cosas sean lo que son, como nos las venden. Sí.
-Igual es una estupidez y es volver otra vez, pero yo pienso que pretendemos ser tan estrictos que al final nos ponemos un montón de limitaciones y volvemos otra vez a lo mismo todo el rato, porque a mí lo que se me ocurre con la pregunta continuamente de “¿hay cosas?”, ya digo que será una tontería, pero es “¿dónde hay cosas?”.
A-Si, ya he dicho que la cuestión del campo en el que se habla, del campo en general, es de las que estaban en la sarta de problemas que os presentaba, y ya ha salido por otros lados. Salía por ejemplo muy pronto en la cuestión de la orientación. La orientación, que es algo que enseguida trae consigo la pregunta de “¿respecto a qué?”, “orientación, ¿respecto a qué?”: ¿un espacio?, ¿un punto de observación? Otro día, porque hoy no habrá tiempo, lo veremos, pero efectivamente ésa es la cuestión del dónde, que parece que implica ya una forma de lengua que tiene elementos deícticos, y que está dispuesta a responder. ¿Cómo responde la lengua?: pues si responde “aquí”, supongo que te quedarás enteramente insatisfecho, porque “aquí” lo mismo puede querer decir “en esta sala del Ateneo”, que puede querer decir “en Madrid”, que pueda querer decir “más allá”, que puede querer decir “cualquier sitio”. Y si es cualquier sitio, le pasa lo mismo que a ‘cosas’: ha perdido cualquier potencia de indicación. Y desde luego si le das una respuesta semántica (“en un espacio”, “en un sitio”), estás perdido, eso ya está mucho más tarde que la cuestión de ‘hay cosas’, viene ya mucho con la existencia y demás. Sí.
-Una cosa que se me ocurría ahora según hablabas: que para poder diferenciar cosas sin que haya una idea que presida lo que es la cosa, me parece que es necesario el movimiento.
A-Bueno, estamos otra vez en lo mismo, es otra de las cosas que tenía que entrar en la sarta de cuestiones. Yo había querido aclarar antes unas cuantas cosas..... Ya sabéis que la Realidad pretende (la Realidad y la Ciencia) que hay movimiento entre las cosas, que las cosas se mueven. Sabéis que esto es real, no hay nada más real que el movimiento. Sabéis también que es mentira, ¿no? Sabéis que es mentira, y de la manera más sencilla se dice, ¿cómo?
-Que un móvil no se mueve ni donde está ni donde no está.
A-Más sencillo todavía: por lo de la diferencia, porque para que haya movimiento tiene que haber quietud. ¿Hay en la Realidad quietud? ¿Hay algo que esté quieto en la Realidad? Mentira, no hay nada que esté quieto. No hay nada que esté quieto. Como sabéis nos estamos continuamente perdiendo, deshaciéndonos, hundiéndonos, continuamente sin parar, y costantemente defendiéndonos de ello apenas para volver a recaer, y la condición puramente ideal de la quietud se os aparece inmediatamente, no se le ocurre a nadie. Ni los fundadores de la Física materialista podían hacer otra cosa: un átomo quieto habría sido algo absolutamente intolerable; los átomos no podían menos de moverse, y además en consecuencia a la suprema velocidad. De manera que como la quietud aplicada a la Realidad es mentira, pues el movimiento también, no tiene sentido. Cualquier Teoría que hable de movimiento tiene que partir de nociones que implican ya quietud, como la noción de inercia o la noción de punto de partida. Son entes ideales introducidos en la Realidad.
-Pero parece que para eso de la identidad, según esplicaba Juan de Mairena, es necesario comprobar lo del movimiento, que algo sea lo mismo cuando se ha desplazado entre el punto A y el punto B, que se ha reconocido como el mismo a través de ese movimiento, y por eso tiene tanto éxito el turismo, por eso la gente se mueve muchísimo, para ser el mismo.
A-Pero es más: tampoco fuera de la Realidad tiene sentido la noción de quietud, y por tanto no tiene sentido ninguna noción de movimiento que se le oponga. Así, a las cosas antes de existir sería abusivo decirles que se mueven, porque entenderíamos lo que en la Realidad se entiende, y sería tan absurdo como pensar que están quietas. A ver, ¿alguna cuestión más?
-Decir en plural simplemente que las cosas son las cosas, ¿es ya darle realidad? Al decir “las cosas son las cosas”, ¿ya se las supone existentes si hablamos así, con esa determinación, o no?
A-Por lo menos es sospechoso. Por lo menos es sospechosa la frase, porque de ordinario eso se emplea, pues para los entes que son lo que son, como Dios. Has cogido a las cosas y las has convertido (puedes hacerlo) en una especie de Dios o de Natura, pero desde luego ya el empleo del artículo y el empleo de la ecuación hace sospechosa de intención a la formulación. ‘Hay cosas’, es lo que hemos descubierto. Decir que son lo que son, es como.... nos arriesgamos a estarlas elevando Arriba y convirtiéndolas en Dios.
-Pero parece que por un lado decimos ‘hay cosas’, y por aceptarlas en cuanto que las hay no son Realidad, pero al decir “las cosas son cosas” parece que no nos salimos de eso, que no llegan a ser Realidad tampoco, ¿no? Es como intermedio, ¿no?
A-Bueno, decir “las cosas, son cosas”, es un poco estravagante, pero simplemente en la fase de la existencia ya se les da otros nombres diferentes, se las cuenta, y ya entra todo lo que forma parte de la existencia, sí.
-¿Y eso son las cosas quiquiricosas? Que decías “cuéntame una cosa quiquiricosa”.
A-Saqué un cuento, “Quisicosa”. Nos os voy a decir cómo es el cuento por si a alguno le puede dar por leerlo.
-Entonces, aunque sea adelantarme en lo que dices, ¿tiene que ver tu visión con algo como esto?: hay cosas, y entonces, aplicándole ideales en este mundo que apuntamos en el que se habla, ¿mandamos al mundo en que se habla ya cosas existentes, o sea, las cosas con nombre?
A-No, para la existencia propiamente no basta con ‘esto’, ‘eso’, y ‘aquello’, hacen falta palabras de significado.
-¿Y los ideales?
A-Esos son los que las hace existentes. Desde luego con el triángulo cometemos el abuso de pensar que en la Realidad palpable hay triángulos, pero ‘oveja’ basta, es una admisión del vocabulario. Con la mera indicación deíctica, en la que no hemos podido entrar, pues no basta para la costitución de una existencia.
Sí, el caso es que yo lo que traía aquí era una sarta de cuestiones alrededor del problema del espejo que se desmenuza en una serie de problemas en los cuales tengo mucho lío, y con los cuales quería que me ayudarais. No ha sucedido.
-Te hemos echao una manita pa liarlo un poco más.
A-No, hemos contribuido tal vez a que se palparan cuestiones de las que yo pensaba que estaban ya lo bastante acostumbradas entre vosotros. Bueno, pues tenemos que confiar en que el Señor se descuide un poco y nos deje vivos hasta dentro de siete días, y entonces os plantearé lo de la sarta de problemas alrededor del espejo.