01.09.2010
Agustín García Calvo
Ateneo de Madrid
Tertu245-1-9-2010#Tertu245-1-9-2010.mp3
- Análisis de las poblaciones (personas + pueblo) = psicoanálisis de uno mismo (persona + pueblo).
- Los diferentes niveles de subcosciencia en las poblaciones y en uno
TRANSCRIPCIÓN:
Bueno, pues hoy no tengo nada que deciros. No tengo nada que deciros. [], ya veo por la relación que esto resulta un poco estraño, no debía, porque probablemente yo debía con frecuencia venir aquí y deciros “No tengo nada que deciros”, que es así. Es decir, que de lo que estoy cansado es de esta manera de la tertulia que empieza siempre encargándome yo de reanudar el asunto que nos traigamos entre manos, y soltar un pequeño sermón, siempre tengo cosas que deciros de una manera o de otra, y la verdad es que es de esto de lo que estoy cansao. No creo que la tertulia en sí se esté agotando por su tema mismo, porque hay tela cortada para rato, lo que es acabar con la Fe, que no se nos acaba nunca, con la Fe que lo sostiene todo, ni que yo esté especialmente cansao, pero este estilo sí; este estilo de que tenga que venir yo y reanudar y soltar un sermón y sólo preguntaros, esto cansa, es verdad; esto no es así, no es como debía ser esta guerra que nos traemos contra la Fe.
De manera que confío que por vuestra parte en cambio, sobre todo los que me acompañan hace tiempo, tengáis algo que decirme y que decirnos para los demás. Estoy confiando en esto para la continuación de esta guerra, ¿no?, porque estos últimos días…, el último día, nos estuvimos divirtiendo un rato con los ejemplos de voz del pueblo supuestamente, refranes, canciones, y discutiendo la interpretación de unos y otros, pero no encontraba eco para eso a lo que esto venía, que era proponer un análisis de la población, análisis de la gente, como siendo más fácil que un psicoanálisis directo de uno mismo. Se trataba de que este análisis de la gente nos mostrara cómo en una población cualquiera tenían que darse mezclados personas y pueblo, de tal manera que los productos que de ahí puedan salir, los anónimos, los tradicionales, unos vendrán de un sitio y otros de otros. Ése era el sentido de sacar refranes o canciones: unos que responden bien a lo que llamamos persona, que vienen de ahí, de las personas, que se caracterizan —como cualquier persona— por su preocupación por el porvenir, están concebidas las personas a partir de la muerte, del fin, que se caracterizan por tanto por una cierta sumisión o resignación al orden que se les vende, a lo que se llama ‘una vida’, la vida de uno, también al capricho personal, a la creencia en que uno mismo pueda hacer o decir lo que quiera, que no sólo no es compatible con la obediencia al Orden sino que por el contrario se hermana con ella del todo, ¿no?
Esos eran los productos que tenían que salir de personas de las que andan por el pueblo, y descubríamos que serán la mayoría, porque la mayoría es así, en las poblaciones la mayoría son personas. Lo que el Poder llama ‘masas’ de vez en cuando, y los Medios tratan como masas, son masas de personas, de individuos personales, no de otra cosa. Es esencial para el Orden, y especialmente en la forma que nos ha tocado padecer el Poder en la forma democrática, que cada uno crea en sí mismo. Y ahí estaba el nudo por el cual este psicoanálisis de la población a través de sus productos podría servirnos para reconocer lo que pasa en cada uno de nosotros, un psicoanálisis del alma, donde, claro está, la mayoría de las cosas que uno diga o haga tendrán que ser trivialidades, mentiras y todo lo que queráis, condicionadas por lo mismo: necesidades de la lucha por la Existencia, necesidad o resignación de obediencia a lo que está mandado, creencia en la voluntad de uno mismo, creencia en sí mismo, por tanto en los caprichos y demás.
De manera que ésta era la propuesta, así, un poco técnica: dar la vuelta a las cosas, algo del revés, y utilizar el análisis de las poblaciones como camino para el análisis de uno mismo. Porque todo esto al cabo venía, pues ya lo sabéis: esto es una guerra contra la muerte, esta tertulia es una guerra contra la muerte, contra la muerte futura y contra ésa no se puede luchar si no es luchando contra uno mismo, contra la costitución de uno mismo. En ese sentido es el psicoanálisis, sería el psicoanálisis de uno, la primera política, y como camino para él, pues empezar por verlo en las poblaciones si a uno le cuesta mucho trabajo reconocerlo en uno mismo.
Y no es que esos dos análisis o sean paralelos o parecidos sino que en definitiva son el mismo; son el mismo por lo que antes decíamos de que una masa, una población cualquiera, está compuesta tanto de personas como de pueblo; pueblo es justamente lo que no es personas, lo que no se sabe. En esta tertulia presumimos de que venimos a dejarnos hablar, a ver si a través de las bocas personales de uno habla algo de eso de pueblo, pero no nos olvidamos de que pueblo no sabemos lo que es, mientras que personas, sí, poblaciones, sí: se cuentan, se saben, pero pueblo es lo que queda, no se sabe lo que es.
De manera que por eso en los refranes o canciones tratábamos de separar aquellos en que no se descubría marca de obediencia al Orden, de capricho personal, de necesidad para sostener la Existencia, de sumisión al Futuro, a la muerte; y en los que no se reconocía esa marca pensábamos que siempre podía surgir algo de eso de pueblo que no se sabe lo que es, que no existe (claro, si fuera real no podría ser más que la colección o mayoría de personas como el Poder quiere), que no existe pero que sigue hablando, de la misma manera que en uno mismo la mayoría es eso, es la persona, el alma (como se decía antaño), el Yo, que no es yo, pero que como uno no está nunca hecho del todo, pues resulta que siempre queda un resto en lo que hay algo de pueblo, en uno mismo, justamente lo que no se sabe lo que es, donde el psicoanálisis ya no tiene nada que hacer.
Resumo todavía un poco más: este análisis que os proponía trataba también de descubrir niveles: aparte de la no conciencia, lo no sabido, lo que es el pueblo, están los niveles de subcosciencia en las poblaciones (la subcosciencia donde se sitúa la lengua, donde habita un pueblo cualquiera, en su lengua), por encima de ella algunas formas de subcosciencia relativamente más superficiales. Y esto que uno puede reconocer, estos niveles, en el análisis de cualquier población, es lo mismo que puede reconocer en el análisis de uno mismo también, donde, aparte de la oposición entre lo que se sabe y lo que no se sabe, entre conciencia y no conciencia, están estas zonas que nos interesaban especialmente, estos diferentes niveles de subcosciencia.
Bueno, pues ésta era la intención con que sacaba estas cosas el otro día. Parece mentira pero ni entonces dio esto mucha respuesta a lo que importaba, porque nos distrajimos demasiado con el análisis de los productos llamados populares, ni estoy muy tranquilo respecto a que ahora vaya a dar mucho más, lo he sacado por si acaso. Pero, entonces, como por mi parte no tengo nada que deciros, ahora ya espero que tengáis vosotros que decirme mucho acerca de esto, lo mismo (como siempre), lo mismo hablando personalmente cada uno, es decir, sacando a luz sus creencias que le quedan y lo duro que es tragarse lo que estoy diciendo, como también, en otro sentido, dejándose hablar desde donde no se sabe. Así que antes de pasar a más, pues aquí os dejo, aquí espero muchas de vuestras respuestas.
— Agustín, el otro día salió un ejemplo de refranes, unos más próximos al pueblo y otros más próximos al Poder, pero…
AGC — No es exacto, perdona: unos en los que se reconocían marcas de la sumisión o de la voluntad, de la necesidad personal, y otros en que, en la medida que el análisis alcanzaba, no se reconocían esas marcas. No es propiamente una graduación sino esto que acabo de decir. Adelante.
— Sí. Pero en ambos casos, por el mero hecho de ser refranes, o que los sepamos repartir como tales, me parece que era común la necesidad de acertar…
AGC — []
— …que se decía algo con el deseo o con el convencimiento de que se acertaba.
AGC — ¿Por parte de quién?
— El propio refrán decía algo para acertar, para decir “¡Ah, pues es verdad!”.
AGC — No sé si es del propio refrán o del que lo dice. No sé bien a qué te refieres.
— Que el propio refrán, por ser refrán, lo que pretende cuando se enuncia es que se reconozca que es verdad, que en efecto, que es cuando lo dice el refrán.
AGC — ¿No que el que lo dice en una determinada situación trate de acertar con el momento oportuno para decirlo?
— También, pero el propio refrán se trae a colación porque se da como aceptable.
AGC — Pero eso tal vez no dice mucho, porque se trata siempre de decir la verdad, incluso los más infames, los políticos de la Política, los literatos y filósofos convencidos, ellos tratan de decir la verdad, tratan de acertar.
— Claro, por eso ambos tipos de refranes, teniendo eso de común, digamos que favorecen al Poder o a esa necesidad de…
AGC — Eso…, no veo la conclusión. No, creo que ahí has armao un poco de lío. Por supuesto, los refranes si la gente los emplea, y los emplea mucho, es porque los reconoce como acertados; y acertados pueden ser lo mismo para ayudar a llevar la vida como la llevamos, que puedan ser acertados por todo lo contrario: porque descubren lo que no sabemos y cómo es que no sabemos. Pero no veo mucho más.
— Pero lo que parece que les pasa es que son… para empezar son por lo general afirmaciones, frases de decir, y luego suelen ser de carácter general, generalizaciones que se pretenden verdaderas como para cualquiera de los casos de este tipo de casos, ¿no? Y en eso de decir cómo son las cosas, ya parece que ahí hay un venir de Arriba se diga lo que se diga, pero si es que encima son tradicionales y se está repitiendo que las cosas son así, una y otra vez, es que se está propagando, digamos, la misma forma de realizar las cosas, de hacer a las cosas ser, o la misma visión del mundo, podríamos decir. Se está repitiendo una y otra vez.
AGC — Creo… No, perdona: creo que eres tú la que generalizas…
— Sí, sí, es que es una cosa…
AGC — …Eres tú la que generalizas, y yo creo que sin deber, sin motivo para generalizar, ¿no? Primero los refranes muchas veces no emplean la forma predicativa y muchos además no dicen cómo están las cosas, por el contrario tratan…
— “Donde fueres…”
AGC — …o pueden emplear la pregunta o pueden emplear otras modalidades. Por ejemplo en los así, más prácticos, o éste que está en imperativos, en imperativos…
— “Donde fueres, haz lo que vieres”
AGC — …imposibles: “Mea claro y péete fuerte y ríete de la muerte”. Aquí emplea el imperativo y resulta que son imperativos que no pueden ser imperativos por el mero hecho de que a nadie se le puede mandar “mear claro”. A nadie se le puede mandar “mear claro”, ¿no? De manera que ahí, en ese uso y contrauso de la modalidad, pues tienes algo en contra. Después, que los refranes en general, y no sólo los que hemos separado como personales, espliquen cómo son las cosas, tampoco es así. Efectivamente muchos están dedicados a esplicar cómo son las cosas y destinados a la resignación, muchos, como el que declara la superioridad de la esperiencia “El diablo sabe más por viejo que por diablo”, porque los viejos debían saber muchísimo según eso. Pero hay muchos que no, el mismo que discutíamos de “Donde menos se piensa salta la liebre”, eso, ¿cómo es que eso cuenta que las cosas son como son?, muy dudoso. Muy dudoso que eso esplique y cuente que las cosas son como son. Precisamente utilizando tu intervención, yo creo que lo que distingue a los que separamos como personales son aquellos que efectivamente vienen a decir lo que el padre le dice al hijo “Las cosas son como son”, es decir “El Dinero es lo que es”, que es efectivamente de lo que se trata. Pero resulta que no son todos, no son todos, no creo que se pueda generalizar. Y yo preferiría que os metierais más con lo que acabo de resumiros, que no tenía nada que deciros pero os lo he dicho resumiendo lo del otro día respecto al sentido que tiene este aparentemente doble análisis de poblaciones y del alma que es justamente lo que aquí nos trae. Pero bueno, pero lo que sea, que siga saliendo lo que sea.
— Yo lo que quería hacer notar es que incluso en las producciones más limpiamente populares, es decir, en ésas que de alguna manera pueda haber un asomo o un resquicio de algo verdadero y denunciador de la falsedad del Poder o de la Realidad, incluso en esos hay un grado de dependencia exagerado al sufrimiento, al hecho del padecimiento. El hecho… casi la condición sine qua non es que haya pueblo porque hay sufrimiento, de algo que está Arriba y somete a eso que está abajo, sea un negro, sea una mujer, sea un niño. Y entonces todas esas producciones por muy limpias que sean tienen una carga de dependencia, de nominal de eso a lo que rechazan que me es preocupante.
AGC — No acabo de entender de qué estás hablando, Isabel.
— Pues si no lo has entendido, hijo mío, te lo he dicho en…
AGC — ¿De qué estás hablando?
— …como habla el pueblo a su vecino.
AGC — ¿De qué estás hablando?
— Las producciones (lo que acabo de decir), que incluso las producciones populares…
AGC — Pero ¿qué quieres decir?, ¿de qué hablas?
— …Canciones populares más desobedientes que procedan de los negros, procedan de los mineros, procedan de todos los sometidos, de las mujeres, de los niños, contra el Poder, quieras que no, a pesar de la limpieza y de la desobediencia, hay una carga tremenda en relación al sometimiento…
AGC — Lo siento, no sé de qué estás hablando.
— Claro.
AGC — No sé de qué estás hablando.
— ¿Cómo que no sabes?
AGC — Salvo que estés queriendo decir que todos, que es inútil intentar separar los refranes personales de los otros…
— No, no.
AGC — …o ¿qué estás queriendo decir?
— No. No es inútil, no, pero que es muy difícil…
AGC — ¡Ah!, sí.
— …muy difícil la pureza de la denominación de la canción…
AGC — No, no: de “pureza”, nada. Aquí estamos a eso. Fijáos bien, para que quede claro…
— …del desprendimiento. ¿Puedo terminar de esplicarlo?
AGC — …No hace falta que la canción diga nada anárquico, nada rebelde, nada popular, el contenido que llaman ellos, los literatos, no tiene que ver nada en el asunto, basta que no diga nada que intime el reconocimiento de la situación sometida y esclava…
— Borra todas esas cosas que dices…
AGC — …Si una canción…
— …a ver si te queda un 0,5 % de producciones…
AGC — …Si una canción resulta apreciable como por ejemplo “Sentaíto en la escalera esperando el porvenir, y el porvenir que no llega”. Yo me digo…
— []
AGC — …Yo me digo ¿esto es acaso de por sí rebelde?, ¿es popular, en el sentido que lo dicen ellos? No, simplemente no le encuentro ninguna marca de interés por parte del individuo que lo inventó o lo que sea, ni por parte del Orden. No le veo ninguna marca de interés, y digo “Entonces puede estar diciendo algo de verdad”.
— Pero si yo no digo que no…
AGC — Cuando la canción que oíamos “¡Qué cosas tiene este loco!, que nunca dice verdad, pero mentira tampoco”. Yo digo “La que inventó esto, la que la canta, ¿qué interés puede tener en declarar semejante cosa?”, esto no es como las canciones de amor, canciones pasionales, que se les ve enseguida el plumero, no hace falta andar cavando mucho, ya se sabe lo que andan buscando. Ésta simplemente por casualidad se tropieza con la lógica habitual que está fundada en esto que aquí rechazamos todos los días: que en la Realidad haya verdad, que se puedan decir verdades dentro de la Realidad. Pero lo descubre, “no dice verdad pero mentira tampoco”, de manera que la oposición V/F se va al carajo, y entonces ni ella puede tener interés ni al Orden le interesa para nada que se diga eso; es al contrario de las canciones de amor habituales, al contrario de los himnos, que son la mayoría y a los cuales se reconoce eso. Y, bueno, se acabó. Yo querría seguir hablando sobre los mecanismos de psicoanálisis de población y de persona.
— ¿Y de qué se está hablando?
AGC — No hace falta distraernos demasiao. O, si hace falta, pues seguimos, sí, pero, vamos…
— Que hace unos años sacaste una notilla en un periódico que se llamaba “Cada uno somos dos”, y me acuerdo que decía… se estrañaba de cómo andábamos por el mundo cuando lo están destrozando a base de echar basuras y de utilizar cualquier cosa, y eso, y hacer daño por todas partes, ¿cómo podíamos andar tan frescos así, entre los escombros, cada uno llevando su granito a su hormiguero?, algo así. Y eso es una pregunta que yo me sigo haciendo, que en el reconocimiento éste de la falsedad y de la miseria que son los tratos normales y lo que es la vida normal de las personas o las mentiras que hay que aguantar que lanzan de lo Alto o las calamidades de las temporadas éstas de irse de vacaciones, de exámenes, toda clase de destrozos, que eso me parece que no se puede dejar de sentir, que cualquiera lo siente por lo bajo, y que es imposible que haya alguien que sea tan infeliz o tan feliz que eso no lo note, pero que ¿eso dónde está?, que ¿eso está como en eso que decimos que es subcosciente entre la gente, o…? Que por otro lado está eso de [] Existencia más o menos y llevarse y visitarse sus familiares y sus tiendas y…
AGC — A eso va el análisis. Efectivamente, si uno estuviera de verdad creído del todo, cerrado, definido, si fuera de verdad el que es, el Poder ya habría terminado, cosa inimaginable, con su obra mortífera y aquí no tendríamos nada que hacer. No es, simplemente no es así. No es así: uno, la mayoría de uno, está conforme, aguanta, compra lo que le venden, se cree que vida es la vida ésa que le venden, se resigna, hace testamento, piensa en su muerte, trepa por el escalafón, y eso es la mayoría de uno, y de eso es de lo que el Poder se sostiene: de saber que en cualquier población la mayoría es así, porque la mayoría de cada alma es así, lo cual no quita para que costantemente el Poder tenga que estar procurando que sea así, por ejemplo predicando por los Medios de Formación de Masas. Eso revela su propia debilidad, la propia debilidad de la Fe en lo Alto. Pero eso es la mayoría, y luego, como uno no está hecho del todo, sigue (por ejemplo, como te pasaba en ese caso) sintiendo. Está prohibido sentir, lo mismo que en el Régimen posfranquista estaba prohibido hablar de política, está prohibido sentir. ¿De qué manera está prohibido sentir?, pues la principal ya sabéis cuál es: por el cambiazo: tomar como sentimientos los nombres, las literaturas y las ideas acerca de sentimientos y aguantarse, es la manera de creerse que eso es amor, creer que eso es compasión, que eso es cualquier otra forma de sentimiento. Ésa es la forma principal de prohibición, que nunca cumple su obra (tú lo has recordado) porque por lo menos a ratos, en momentos de descuido, se sigue sintiendo, cualquiera tiene que seguirlo sintiendo el engaño en el que estamos metidos y enseguida curarse de la herida, claro, curarse de la herida para seguir trotando, para seguir ganándose la subsistencia, pero no puede menos de sentirlo, y sentir, ya sabéis que implica, pues eso, pensar, implica darse cuenta de la mentira de lo que nos cuentan. Eso es justamente con lo que contamos en esta tertulia: que sigue habiendo sentimientos aparte de la prohibición, y que esos sentimientos, razones…
— Y es que a lo mejor eso podía llevarnos a decir que la visión ésa de la mayoría, que es mentira, que eso está hecho, claro, porque la manera de ver las cosas está hecha siempre con un ideal de que sea todos y dentro de todos, pues hay una mayoría. Pero eso te puede llevar a no creerte eso de que “cada uno es cada uno” o a echar esas cuentas para poder decir “Es que la mayoría hacemos esto”, “Es que yo luego en realidad lo que hago no es más que esto”, nos podía llevar a… a lo mejor con eso ya…
AGC — Eso es…
— …a hacer las cuentas…
AGC — Eso es. Justamente el ideal del Poder de que seamos todos, es un ideal imbécil, imposible, rematadamente descaradamente imbécil: nunca podemos ser todos, porque continuamente estamos entrando o saliendo más, y así no hay manera de contarnos. El ideal ése del Poder es el ideal de que cada uno sea el que es del todo, porque sólo así se nos puede contar. Buenos súbditos del Poder, buenos clientes del Capital ¿cuáles son?: los que se pueden contar, los que tienen un número de almas. ¿Y cómo se pueden contar?: porque cada uno es cada uno. Y, bueno, por fortuna, por alegría, es mentira: cada uno no es cada uno. Cada uno no es cada uno, a cada uno le sobra y le falta por todas partes para ser el que es; le falta y le sobra, se manifiesta en contradicciones, en sentimientos, y eso es lo que nos hace incontables para el Poder: si cada uno no es cada uno, no hay manera de contarnos ni de hacernos una mayoría que se hace pasar luego por todos: no hay manera de contarnos, ni siquiera como mayorías. Ésta es la cosa contra la que justamente estábamos y para la que proponía esa doble manera de análisis, que en definitiva son el mismo, de las poblaciones y de uno.
— No, no, Isabel, perdona, que hay aquí una chica hace media hora.
— ¡Ah!, perdona. Perdón.
— Bueno, parece que es que estamos analizando entonces productos externos, pero a mí me inquietaba, bueno, un libro que estuve echando un ojo que se llamaba Metáforas de la vida cotidiana, en el que se… bueno, se mostraba cómo hay ideas por debajo del léxico mismo entretejidas como —no sé—, sobre el amor, por ejemplo, el amor como lucha, y a partir de ahí, sin darnos cuenta, hablamos…, no sé, decimos “conquistar”… no se me ocurren más palabras.
AGC — Bueno, bueno, sí, sí, bien.
— Lanzarse.
— Lanzarse, sí, para…
AGC — Sí, no te esfuerces más en eso. ¿Entonces, en vista de esa observación…?, es decir, ¿cómo se enlaza eso con lo que estamos diciendo?
— Pues es un análisis interno en vez de…
AGC — ¿“Interno” qué quiere decir?
— Bueno, interno, no, que el individuo, porque estás metiéndote dentro del…
AGC — No, no: el individuo no fabrica las metáforas ésas, ¿no?, eso desde luego no.
— Pero sí que las utiliza en el…
AGC — Sí, pero es como los refranes. Estamos en lo mismo. Estamos en lo mismo, pero simplemente hay un nivel subcosciente, un poco más profundo que es el nivel donde se establece el vocabulario de una lengua. Con metáforas, sin metáforas, como quieras, donde se establece el vocabulario de una lengua, que es lo que va a costituir, como recordáis, la Realidad de esa tribu, la Realidad de la tribu de esa lengua. No hay diferencia entre vocabulario semántico y Realidad: es lo mismo. Vocabulario semántico de una tribu es lo mismo que la Realidad para esa tribu, no hay posibilidad de salirse de ello. Y en ese nivel subcosciente todos los que me han acompañado en las cosas de Gramática, pues ya saben que hay a su vez niveles distintos en la lengua: hay todo es del pueblo, ahí habita el pueblo, en todas partes, porque no es nadie, pueblo que no es nadie y la lengua no es de nadie. Pero hay niveles profundos de la Gramática, de la Fonémica, de la Sintáxis, donde la conciencia no interviene para nada. Y luego el nivel más superficial que es justamente el vocabulario, el vocabulario que es tan superficial que está rozándose con la conciencia. Eso a lo que tú has aludido con el ejemplo es la conciencia: se está saliendo de la lengua, que no es de nadie, y empezando a ser parte de las promociones, de no reparos de los trucos que una sociedad determinada se busca para subsistir. Ahí están esas metáforas a que aludes y que te sorprendes de que se confunda el amor con la guerra, o… Pero no es más que así, no es más que eso, eso no es mucho más profundo que los refranes o que las canciones. La mayoría de eso, la mayoría de esas creaciones, están al servicio, son personales por tanto, pero sólo la mayoría. Sólo la mayoría, no todas, de manera que incluso lo mismo que las canciones en el vocabulario de una tribu, así como te encuentras testimonios de esa concepción del amor como lucha o como conquista, te encuentras testimonios de lo contrario, te encuentras paradojas lógicas en el vocabulario mismo de la lengua, encuentras de todo: la mayoría al servicio, pero no todo; no todo, porque no hay todo por ninguna parte, por más que el Poder quiera.
— Perdona…
— No, está Isabel. Está Isabel. Isabel.
— Sí. Agustín… Estoy en el sitio de la otra Isabel. Vamos a ver: el Poder trata de domesticarnos lo mejor posible, pero siempre les queda, como tú dices, un resquicio, que tiene que estar dale que te pego, entonces… no digo… los que no nos damos cuenta de todo esto o sí notamos algo de cuenta algunos, ¿qué hace falta?, ¿una catástrofe para que saltemos un poco contra esa especie de resignación tan ingrata? O sea, que ¿qué hace falta?, ¿hecatombes? o ¿qué hace falta?, porque generalmente la resignación es total.
AGC — No hace falta nada. ¿Es que te parece poco? ¿Es que te parece poco? ¿Es que te parece poco con lo que se nos da? Ahora, hablando con Ana, lo estaba recordando: simplemente la cosa es tal, que, a pesar de todas las salvaguardas del alma de uno, no puede menos de sentirse el engaño bajo el que estamos: el Orden establecido a partir del Futuro, de la muerte señalada, que es la forma de la desgracia típicamente humana, como recordáis, parece que a las demás cosas no les pasa esto, pero nuestra desgracia está determinada por la Fe en un fin a partir del cual se establece todo: el Tiempo real, el Orden de la muerte. Y eso se siente; se siente no de ordinario, no, no: tú ni nadie, de ordinario, no; de ordinario contentitos con hacer los recaos que el amo nos manda, con ganar un poco más de dinero o un poco más de gloria, mejorar el puesto… De manera que no siempre, pero de vez en cuando, sin catástrofe ninguna especial: de vez en cuando. Notad que las catástrofes mismas que a diario os presentan los Medios de Formación de Masas de Individuos no valen para nada, por algo os las presentan, si valieran para algo no os las presentarían, pero ya sabéis que por el contrario valen para el entretenimiento y que para que cada uno separe, clasifique y diga “Menos mal que no es aquí”, “Menos mal que a nosotros no nos pasa”, y cosas por el estilo.
— Agustín, pero yo digo de “las catástrofes” entre comillas, y no quiero decir personales…
AGC — No, no: la catástrofe es en la que vivimos, no le des más vueltas, es ésta. Que la sientas raras veces…
— ¿Personales?, querer decir personales, del pueblo, la que puede sentir cada uno del pueblo.
AGC — Que las sientas rara vez, no importa, ésas se siguen sintiendo porque no estás hecha del todo y no puedes menos de darte cuenta, aunque sea poquitas veces, de vez en cuando. Sí.
— Disculpe: yo soy nuevo y perdone mi ignorancia…
AGC — ¿Eres qué?
— Nuevo.
AGC — ¡Ah!, pues si aquí cada vez sabemos menos. Si aquí venimos a desaprender…
— Sólo sé que no sé nada.
AGC — …Aquí venimos a desaprender. A ti lo que te pasa seguramente es que sabes mucho más que nosotros, eso es lo que te va a dificultar. No has pasao por este destrozo que nos traemos aquí. Adelante.
— Gracias. Que no entiendo la vinculación entre vocabulario y conciencia.
AGC — ¿Entiendes que la Sintaxis de tu lengua, la Fonémica, no sabes nada de ella?, ¿que tú no sabes nada en absoluto?, ¿si te enseñan algo en la escuela, te lo enseñan mal, y que luego no sabes nada? Bueno, pues ahora vete subiendo un poco a otros niveles de la propia lengua y llegarás al nivel del vocabulario, al nivel del diccionario, y ahí ya ves que ahí ya empiezas a darte cuenta de lo que hay. Por eso la gente de ordinario se confunde y cuando quiere hablar de la lengua o de su lengua está hablando del vocabulario, está hablando de lo más superficial, porque de lo demás, de toda la máquina, no sabe nada, pero eso quiere decir ‘conciencia’, eso es salirse de la subcosciencia y entrar en la conciencia, en ese nivel. Más, más cosas.
— Tanto en el análisis del individuo, de una persona, como en el más colectivo, parece que los descubrimientos, o muchos de ellos, suelen dar con mecanismos de sometimiento a ideas: de repente ese mecanismo que está funcionando, pues se le impone ante los ojos, se ve de repente, ¿no?, y eso, pues se siente como descubrimiento. A veces tengo la sensación de que ese descubrimiento es una liberación pero a veces también como una condena, como si no fuese… o a veces ambiguo, ¿no? Lo que hace ese descubrimiento no siempre es lo mismo (bueno, ni falta que hace), pero a veces también parece que puede condenarnos a…
AGC — Un descubrimiento ¿de qué tipo?
— …a que siga siendo así ese mecanismo, ¿no?, no nos consigue liberar, no sé…
AGC — Vamos a ver: por ejemplo, en ese destrozo de la antítesis verdadero/falso de la canción que acabo de citar “Que nunca dice verdad pero mentira tampoco”, que yo lo he presentao de momento como liberador simplemente por el hecho de que no hay ningún interés en sostener que en la Realidad no se puede decir verdad ni mentira, ¿cómo eso nos puede condenar luego?
— Ya. Bueno, cuando es descubrimiento de la contradicción, es más…
AGC — No, no. No, no.
— …Yo me estaba refiriendo más al descubrimiento de mecanismos de sometimiento, ¿no?
AGC — No. No sólo en ese caso. El otro refrán más raro que sacaba el otro día de “Caballo que alcanza, pasar querrá”, se describe de primeras a la falta de límite de las aspiraciones, ¿de acuerdo?, pero, vamos, eso podía ser una cosa muy neutra, pero al mismo tiempo pone en cuestión, como el otro día os decía, igual que el razonamiento de Zenón de Elea, pone en discusión esa creencia de que se pueda alcanzar ya que se puede pasar. [La aporía de] Zenón de Elea que, muy simplificao, era que Aquiles por supuesto no sólo puede pasar a la tortuga sino que debe, pero alcanzarla justamente: nunca. Esto es un descubrimiento que a nadie le interesa, esta falta de límite a nadie le interesa, y lo mismo se diga a través de un refrán que se diga en el razonamiento de Zenón, desde luego al Poder no le interesa. No veo que me condene a nada. No veo que me condene a nada, y de los po-… Recordad que estoy sacando de los que estimo que no son la mayoría. La mayoría, por supuesto, la mayoría nos dan motivos y maneras para arreglarnos a ir tirando como está mandado, pero sólo la mayoría.
— Incluso en ese caso, pues imaginemos que uno se ve en la situación de estar alcanzando, como el caballo, ya está diciendo “¡Ah!, esto que me pasa es que estoy alcanzando”, no solamente reconozco que esto que me pasa es que estoy alcanzando sino que además el siguiente paso ya sé cómo es…
AGC — No, no, es que no hay siguiente paso.
— …estoy abocada a pasarlo.
AGC — No, no, es que no hay siguiente paso. Es que no hay siguiente paso, es que no se puede quedar en alcanzar, porque entonces habría un siguiente paso, pero la cosa es que no se puede quedar en alcanzar, que no puede quedarse en alcanzar. El refrán sin duda se inventó para hablar de lo insaciable de las aspiraciones humanas, que nadie se crea que pueda alcanzar una meta. Sin duda se inventó por eso, pero puede llegar a tener más trascendencia lógica incluso.
— Pero en cuanto a lo que dice Penélope yo entiendo que si lo aplicamos incluso a los descubrimientos que hacemos en el propio autoanálisis psicoanalítico, o sea, cuando vas al psicoanalista o cuando tú mismo piensas en el planteamiento de cierta contradicción…
AGC — Tú no haces eso, Isabel. ¿Por qué dices que “cuando vamos al psicoanalista”, si nunca has ido?
— Bueno, el que no vas eres tú, que ni Freud te arreglaría la cabeza…
AGC — Yo tampoco, pero yo no lo digo. Yo no lo digo. Venga.
— Eres tú el que no puedes ir porque ni Freud, vamos. Pero, bueno, vamos a ver…
AGC — Venga
— …Déjame que me esplique. ¿Puedo esplicarme?, ¿puede salir cualquiera?, ¿una cualquiera, que queda más bonito?
AGC — ¡Ay!, ¡ay!, ¡ay!, lo que daría yo por eso. ¡Lo que daría yo por eso!
— ¿No te das cuenta que me pones la marca del Poder?, parezco la res, una res. Parezco una vaca de ésas marcadas…
AGC — Lo que daría yo por eso. Venga.
— …con el hierro. A hierro y a fuego. Quiero decir, lo que está diciendo Penélope para mí lo siento que tiene mucha razón lo que está diciendo, porque muchas veces esas contradicciones cuando se ve…
AGC — ¿Qué contradicciones?
— El ver el mecanismo. El ver el mecanismo, el mecanismo de las cosas. El mecanismo, el que siendo imposible resulta que parece que funciona en la Realidad, muchas cosas de los propios sentimientos. El desvelamiento de la falsedad de cuestiones que se plantea casi siempre como una reducción al absurdo muchas veces, funciona, la contradicción se disuelve o pasa uno de ellos, y es más liberadora cuando no se pasa al nivel de conciencia, es decir, cuando no se descubre que es mentira…
AGC — ¡Ay!, bueno, vale.
— …que cuando se descubre que es mentira…
AGC — Déjalo, Isabel, perdona, no…
— Déjame que te lo esplique porque es importantísimo.
AGC — Creo que ni yo ni los demás estamos siguiendo eso.
— No, no: en el momento en que uno quiere saber que aquello es mentira y está convencido “No, pero si esto es mentira, ¡cómo va a ser verdad!, esto es mentira”. Solamente el reconocimiento de que es mentira hace que eso no se resuelva de modo… no se disuelva. No se disuelve el nudo…
AGC — Bueno, déjalo, Isabel, de verdad. No…
— …El nudo se agudiza, y eso lo saben los psicoanalista mucho.
AGC — Te estás equivocando. Déjalo, déjalo, cállate ya…
— No, no: no me estoy equivocando. Muchas veces se cuaja…
AGC — Bueno, efectivamente…
— …se cuaja el nudo precisamente por exceso de contemplar la contradicción.
AGC — …ya recordáis: el descubrimiento que de vez en cuando, rara vez, se nos da y que se muestra en esas producciones, es de un descubrimiento de razón precisamente porque es un descubrimiento de sentimiento. Antes he estao insistiendo en eso: gracias a que a pesar de lo mucho que nos han hecho ser los que somos, nunca los somos del todo, gracias a que efectivamente estamos sujetos a una disolución, a análisis, gracias a eso, de vez en cuando podemos sentir, podemos sentir la mentira que nos venden, y sólo a partir de ese sentimiento se razona; sin sentimiento no hay razón…
— Pero si es eso…
AGC — …y el sentimiento…
— …pero por eso te digo, pero si se somete a un pensar activo…
AGC — …y el sentimiento no puede consistir más que tanto las poblaciones como uno mismo no estamos cerrados, que de vez en cuando nos puede pasar eso. Adelante.
— Eso tiene que salir como el agua, en cuanto se piensa, lo estropea, lo envenena.
AGC — Nos sale, nos sale. Ya le dije antes a Isabel que no hace falta ninguna catástrofe especial: sale…
— No, no…
AGC — …¿está saliendo todos los días?: rara vez, rara vez…
— Eso se disuelve por sí mismo, en cuanto se autoanaliza, se estropea.
AGC — Debería bastar con la mostruosidad que se nos hace pasar como normalidad para que eso estuviera surgiendo a cada momento. No es así, la mayoría es conformidad y sólo rara vez, rara vez, se siente algo de eso. ¿Qué más?
— Agustín. Agustín. Yo soy también bastante nuevo, pero me llama la atención todo lo que dices de los sentimientos, ¿no?, que hay una forma de sentir que es la que el Poder le interesa para perpetuarse, y otra forma de sentir diferente que sería revolucionaria o corrosiva o nueva, en cuyo caso la tarea que tendríamos que hacer es aprender a sentir de otra manera o sentir otras cosas para que el Poder se desmorone, es decir, ésa sería una vía —digamos— apetecible, que sería una vía íntima también, personal, pero que tendría una repercusión colectiva, ¿no?
AGC — Está dicho de una manera muy doméstica, ¡qué se le va a hacer!, casi escolar. Esto es una guerra, las cosas no pueden operar de una manera tan doméstica. La distinción no es en que haya sentimientos de una clase y sentimientos de otra y que podamos afiliarnos a los que nos parecen liberadores, no. La diferencia es que los sentimientos que al Orden le interesan no son sentimientos: lo que se llama Amor es una idea de amor hecha en la Literatura y en la Filosofía; lo que se llama cualquier otra forma de sentimiento es una idea de sí mismo; y luego, como nunca todo es todo, hay algunos sentimientos que no han encontrado por parte del Poder una sumisión. Por desgracia hay un sentimiento que podía tener que ver con esto, que es el sentimiento de que esto es falso, de que el Poder nos está engañando y oprimiendo, pero, la Historia os lo enseña, también ese sentimiento, lo que al Poder le interesaba, se ha convertido en una idea política, en una subversión más o menos organizada y ha dado lugar a revoluciones que, como la Historia sabe muy bien, no han servido más que para progresar en lo mismo, para seguir lo mismo pero cambiando, ¿no? Ése es otro caso en que lo que podía ser un sentimiento ha quedado domesticado y sometido. De manera que no se trata de elegir, se trata de decir NO; de decir NO a esa falsificación para ver qué es lo que queda de sentimiento no sometido. Pero nuestra tarea es decir NO; nuestra tarea es descubrir que lo que se llama por ahí sentimientos no son más que literatura, ideas de sentimientos; descubrirlo para ver qué es lo que queda.
— Perdona, Agustín, ¿podemos decir que lo que nos queda de pueblo tiene poco interés en decir y si dijera algo no nos interesaría mucho?
AGC — No, no: tiene interés en decir, el pueblo habla siempre. No sólo el pueblo está hablando siempre sino que las cosas no humanas, las cosas, están hablando siempre, como he dicho aquí, están hablando siempre. Que la mayoría sea un hablar sometido, conforme, es algo que el Poder consigue por medio de la distorsión, de la desviación y de cosas por el estilo, pero por debajo de eso, lo que queda de pueblo, trata de hablar, está hablando continuamente: sintiendo, pensando, hablando, lo que nos queda de pueblo. Sí.
— Bueno, tratando de las cosas sí que parece que eso es una cosa que se da en los refranes, en las canciones, como en general se dedican al mundo de los humanos, ¿no?, al mundo de los hombres, que es muy difícil, me he acordado de que he estao con una niña pequeña, tenía un libro de canciones infantiles y sí que había canciones que hablaban de cosas: de que las cacerolas están en el fuego, el arroz se está cociendo, las patatas… y no sé… era una liberación.
AGC — ¿Que se las inventaba?
— No, no, era un cancionero preparado para niños, de canciones infantiles, pero las había que no estaban mal, cortitas, y que hablaban de cosas simplemente, no hablaban de…
AGC — Sí, es verdad. Eso efectivamente es una peste que está en la raíz de la mayoría: la humanidad. Parece que el interés se fija en las cosas que les pasan a los hombres y mujeres, también niños y mayores, es así, eso es una desgracia muy profunda y son realmente raras canciones o refranes que se refieran a cosas, los hay; los hay, pero son raros, la mayoría están sujetos a esa sumisión…
— No, pero ocurren; en los [] de niños a lo mejor…
AGC — ¿Eh?
— Menos a lo mejor las de niños que hablan de pollitos y de [], no… y refranes menos.
AGC — Sí. Efectivamente, como digo, eso es un primer grado de sumisión que se da ya como en general: el interés por nosotros mismos. Es una cosa tan humana que los hombres se interesen por los hombres, que aquí nos está costando mucho trabajo combatirla, pero, bueno, éste sería también tal vez el caso, ¿no? Por supuesto, no quiere decir que con muchas de las proclamaciones que considero que no llevan la marca de la sumisión, no puedan referirse a hombres y mujeres, ¿no?, pero es de notar como una ausencia lamentable que no se hable más de cosas. Incluso el otro día Penélope decía que los estribillos que no es que hablen de cosas, sino que no se entienden, que no hacen más que silabeos más o menos rítmicos, me parecían preferibles a las letras que se entienden de canciones, y, bueno, va en ese mismo sentido. Claro, si por lo menos es un puro silabeo, ya hace menos daño, como por lo menos es absurdo, hace menos daño. Por ejemplo, cuando en el “Cara al sol” los niños rechazando un embutido literario que tiene que decía “impasible el ademán”, cantaban “imposible el alemán”, no es que con eso consiguieran nada, pero por lo menos era absurdo, por lo menos no tenía sentido, ya no podía hacer tanto daño. Evidentemente era menos dañino; era menos dañino. Pero sí, que quede notado esto, ¿eh?, serían de buscar y apreciar en especial las formulaciones en palabras que hablan de cosas y que no están reducidas a nuestro corral de relaciones humanas, sí.
— Pero refranes de cosas hay muchos, por ejemplo “Le dijo la sartén al cazo “échate pa allá que me tiznas””. Ése es muy interesante, aunque sea aplicable también a los humanos, pero habla de las sartenes y de…
AGC — Está hecho con la intención de que se lo apliquen los humanos, pero, bueno.
— Pero también “Un garbanzo no hace puchero, pero ayuda a su compañero”. Hay un montón de cosas…
AGC — También está el caso de las fábulas de animales, donde los animales toman la máscara de hablar, claro, siempre con la intención de que aquello… Hombre, es una táctica que no es despreciable, es una desviación; una desviación tal vez apreciable. Eso lo dice de otra manera un refrán, dice “A ti te lo digo, hijuela; entiéndelo tú, mi nuera”, ¿lo habéis oído? “A ti te lo digo, hijuela; entiéndelo tú, mi nuera”, que se refiere a una situación humana bien concreta pero que implica una desviación de ese tipo. Tal vez la utilización de la sartén y la caldera o de los animales pueda de alguna manera ser útil para decir cosas que de frente, referentes a la sociedad humana, serían más difíciles de decir o menos eficaces, no sé.
— Hay uno que no entiendo yo, que era cuando vendían los burros decía un chalán al otro “Ciego no es, tuerto: ya lo ve”, eso ¿qué quería decir? “Ciego no es, tuerto: ya lo ve”, en mi tierra, en La Serena, era una frase cuando querían venderte un burro diciendo que no estaba muy mal del todo, “Ciego no es, tuerto: ya lo ve”. Quiere decir que no estaba rematao, tenía algún mal, como que era tuerto, pero que no estaba rematao del todo. Pero nunca lo entendí “Ciego no es, tuerto: ya lo ve”.
AGC — Pero parece que sí lo entendías, porque nos lo has esplicao.
— No, es interpretación que hago ahora.
— Claro, porque si es tuerto, sí se ve.
AGC — Es que no sé si lo has entendido bien
— No, yo por eso te lo estoy preguntando a ti, sabelotodo.
AGC — [] Hombre, lo más probable es que sea efectivamente que el vendedor dice que tiene que reconocer los vicios del burro que están a la vista, y que asegura por su parte que no hay otros más, que no hay otros vicios…
— No, pero y tuerto tampoco es, ¿eh?
AGC — …los que se ven, se ven.
— Y tuerto tampoco, porque si fuera tuerto se ve.
— Por eso el tuerto ya lo ves.
— No, pero “ya lo ves” ¿no?
AGC — Sí.
— Ya ves que no es tuerto.
AGC — No. No, no. No.
— ¿No?
AGC — No. Tú dices en ese sentido. Bueno, no nos divirtamos otra vez más. Se ha hecho muy tarde. ¿Qué?
— A mí me da la sensación de que es más irreconocible la ceguera que el ser tuerto. La ceguera es un defecto quizá más invisible, el ser tuerto es evidente, porque el ojo no está, pero cuando uno está ciego los ojos están y están presentes, tendría que ponerse en movimiento para saber que es ciego.
AGC — Es un poco sofisticao para esplicación del refrán. Yo creo que no va mucho por ahí. Se ha hecho muy tarde, voy a tener que cortar, pero la verdad es que mi intención en deciros “No tengo nada que deciros si no me decís algo” sigue presente ahí y os la voy a repetir si es que no se me quitan del todo las ganas de deciros siquiera eso, porque también puede suceder, ¿no?, también puede suceder alguna vez.
Lo importante, volviendo a lo más abstracto de la cuestión que era entender cómo puede uno, se puede, practicar un análisis de la población como medio para alcanzar a lo más difícil, que es el análisis de uno mismo, porque no hay política que no pase por la destrucción de uno mismo, la desestructuración de uno mismo, del alma de uno, eso tiene que estar ahí siempre. Una de las dificultades para que esto se entienda bien está relacionada con el Tiempo, al problema que pensaba volver, el Tiempo real que ya hemos reconocido aquí como que es el Tiempo en que no pasa nada frente a un tiempo que pasa de verdad y que no es real. Esto está relacionado con la práctica del psicoanálisis de la población y de uno, que es en definitiva un intento de romper con esta maldición específicamente humana, que es justamente la que hace establecer los ideales de ‘uno’ y de ‘todos’; esto, ya, como dije, no puede menos de estar relacionado con esta trampa fundamental que es la del Tiempo, la del Tiempo real que os venden como tiempo, el de los relojes y los calendarios. De manera que tocaba pasar a eso, pero la verdad es que es muy tarde. Lo dejamos aquí, y entonces, pues ya sabéis, seguramente os volveré a decir, si estoy aquí, “No tengo nada que deciros”, porque [] la verdad.
De manera que confío que por vuestra parte en cambio, sobre todo los que me acompañan hace tiempo, tengáis algo que decirme y que decirnos para los demás. Estoy confiando en esto para la continuación de esta guerra, ¿no?, porque estos últimos días…, el último día, nos estuvimos divirtiendo un rato con los ejemplos de voz del pueblo supuestamente, refranes, canciones, y discutiendo la interpretación de unos y otros, pero no encontraba eco para eso a lo que esto venía, que era proponer un análisis de la población, análisis de la gente, como siendo más fácil que un psicoanálisis directo de uno mismo. Se trataba de que este análisis de la gente nos mostrara cómo en una población cualquiera tenían que darse mezclados personas y pueblo, de tal manera que los productos que de ahí puedan salir, los anónimos, los tradicionales, unos vendrán de un sitio y otros de otros. Ése era el sentido de sacar refranes o canciones: unos que responden bien a lo que llamamos persona, que vienen de ahí, de las personas, que se caracterizan —como cualquier persona— por su preocupación por el porvenir, están concebidas las personas a partir de la muerte, del fin, que se caracterizan por tanto por una cierta sumisión o resignación al orden que se les vende, a lo que se llama ‘una vida’, la vida de uno, también al capricho personal, a la creencia en que uno mismo pueda hacer o decir lo que quiera, que no sólo no es compatible con la obediencia al Orden sino que por el contrario se hermana con ella del todo, ¿no?
Esos eran los productos que tenían que salir de personas de las que andan por el pueblo, y descubríamos que serán la mayoría, porque la mayoría es así, en las poblaciones la mayoría son personas. Lo que el Poder llama ‘masas’ de vez en cuando, y los Medios tratan como masas, son masas de personas, de individuos personales, no de otra cosa. Es esencial para el Orden, y especialmente en la forma que nos ha tocado padecer el Poder en la forma democrática, que cada uno crea en sí mismo. Y ahí estaba el nudo por el cual este psicoanálisis de la población a través de sus productos podría servirnos para reconocer lo que pasa en cada uno de nosotros, un psicoanálisis del alma, donde, claro está, la mayoría de las cosas que uno diga o haga tendrán que ser trivialidades, mentiras y todo lo que queráis, condicionadas por lo mismo: necesidades de la lucha por la Existencia, necesidad o resignación de obediencia a lo que está mandado, creencia en la voluntad de uno mismo, creencia en sí mismo, por tanto en los caprichos y demás.
De manera que ésta era la propuesta, así, un poco técnica: dar la vuelta a las cosas, algo del revés, y utilizar el análisis de las poblaciones como camino para el análisis de uno mismo. Porque todo esto al cabo venía, pues ya lo sabéis: esto es una guerra contra la muerte, esta tertulia es una guerra contra la muerte, contra la muerte futura y contra ésa no se puede luchar si no es luchando contra uno mismo, contra la costitución de uno mismo. En ese sentido es el psicoanálisis, sería el psicoanálisis de uno, la primera política, y como camino para él, pues empezar por verlo en las poblaciones si a uno le cuesta mucho trabajo reconocerlo en uno mismo.
Y no es que esos dos análisis o sean paralelos o parecidos sino que en definitiva son el mismo; son el mismo por lo que antes decíamos de que una masa, una población cualquiera, está compuesta tanto de personas como de pueblo; pueblo es justamente lo que no es personas, lo que no se sabe. En esta tertulia presumimos de que venimos a dejarnos hablar, a ver si a través de las bocas personales de uno habla algo de eso de pueblo, pero no nos olvidamos de que pueblo no sabemos lo que es, mientras que personas, sí, poblaciones, sí: se cuentan, se saben, pero pueblo es lo que queda, no se sabe lo que es.
De manera que por eso en los refranes o canciones tratábamos de separar aquellos en que no se descubría marca de obediencia al Orden, de capricho personal, de necesidad para sostener la Existencia, de sumisión al Futuro, a la muerte; y en los que no se reconocía esa marca pensábamos que siempre podía surgir algo de eso de pueblo que no se sabe lo que es, que no existe (claro, si fuera real no podría ser más que la colección o mayoría de personas como el Poder quiere), que no existe pero que sigue hablando, de la misma manera que en uno mismo la mayoría es eso, es la persona, el alma (como se decía antaño), el Yo, que no es yo, pero que como uno no está nunca hecho del todo, pues resulta que siempre queda un resto en lo que hay algo de pueblo, en uno mismo, justamente lo que no se sabe lo que es, donde el psicoanálisis ya no tiene nada que hacer.
Resumo todavía un poco más: este análisis que os proponía trataba también de descubrir niveles: aparte de la no conciencia, lo no sabido, lo que es el pueblo, están los niveles de subcosciencia en las poblaciones (la subcosciencia donde se sitúa la lengua, donde habita un pueblo cualquiera, en su lengua), por encima de ella algunas formas de subcosciencia relativamente más superficiales. Y esto que uno puede reconocer, estos niveles, en el análisis de cualquier población, es lo mismo que puede reconocer en el análisis de uno mismo también, donde, aparte de la oposición entre lo que se sabe y lo que no se sabe, entre conciencia y no conciencia, están estas zonas que nos interesaban especialmente, estos diferentes niveles de subcosciencia.
Bueno, pues ésta era la intención con que sacaba estas cosas el otro día. Parece mentira pero ni entonces dio esto mucha respuesta a lo que importaba, porque nos distrajimos demasiado con el análisis de los productos llamados populares, ni estoy muy tranquilo respecto a que ahora vaya a dar mucho más, lo he sacado por si acaso. Pero, entonces, como por mi parte no tengo nada que deciros, ahora ya espero que tengáis vosotros que decirme mucho acerca de esto, lo mismo (como siempre), lo mismo hablando personalmente cada uno, es decir, sacando a luz sus creencias que le quedan y lo duro que es tragarse lo que estoy diciendo, como también, en otro sentido, dejándose hablar desde donde no se sabe. Así que antes de pasar a más, pues aquí os dejo, aquí espero muchas de vuestras respuestas.
— Agustín, el otro día salió un ejemplo de refranes, unos más próximos al pueblo y otros más próximos al Poder, pero…
AGC — No es exacto, perdona: unos en los que se reconocían marcas de la sumisión o de la voluntad, de la necesidad personal, y otros en que, en la medida que el análisis alcanzaba, no se reconocían esas marcas. No es propiamente una graduación sino esto que acabo de decir. Adelante.
— Sí. Pero en ambos casos, por el mero hecho de ser refranes, o que los sepamos repartir como tales, me parece que era común la necesidad de acertar…
AGC — []
— …que se decía algo con el deseo o con el convencimiento de que se acertaba.
AGC — ¿Por parte de quién?
— El propio refrán decía algo para acertar, para decir “¡Ah, pues es verdad!”.
AGC — No sé si es del propio refrán o del que lo dice. No sé bien a qué te refieres.
— Que el propio refrán, por ser refrán, lo que pretende cuando se enuncia es que se reconozca que es verdad, que en efecto, que es cuando lo dice el refrán.
AGC — ¿No que el que lo dice en una determinada situación trate de acertar con el momento oportuno para decirlo?
— También, pero el propio refrán se trae a colación porque se da como aceptable.
AGC — Pero eso tal vez no dice mucho, porque se trata siempre de decir la verdad, incluso los más infames, los políticos de la Política, los literatos y filósofos convencidos, ellos tratan de decir la verdad, tratan de acertar.
— Claro, por eso ambos tipos de refranes, teniendo eso de común, digamos que favorecen al Poder o a esa necesidad de…
AGC — Eso…, no veo la conclusión. No, creo que ahí has armao un poco de lío. Por supuesto, los refranes si la gente los emplea, y los emplea mucho, es porque los reconoce como acertados; y acertados pueden ser lo mismo para ayudar a llevar la vida como la llevamos, que puedan ser acertados por todo lo contrario: porque descubren lo que no sabemos y cómo es que no sabemos. Pero no veo mucho más.
— Pero lo que parece que les pasa es que son… para empezar son por lo general afirmaciones, frases de decir, y luego suelen ser de carácter general, generalizaciones que se pretenden verdaderas como para cualquiera de los casos de este tipo de casos, ¿no? Y en eso de decir cómo son las cosas, ya parece que ahí hay un venir de Arriba se diga lo que se diga, pero si es que encima son tradicionales y se está repitiendo que las cosas son así, una y otra vez, es que se está propagando, digamos, la misma forma de realizar las cosas, de hacer a las cosas ser, o la misma visión del mundo, podríamos decir. Se está repitiendo una y otra vez.
AGC — Creo… No, perdona: creo que eres tú la que generalizas…
— Sí, sí, es que es una cosa…
AGC — …Eres tú la que generalizas, y yo creo que sin deber, sin motivo para generalizar, ¿no? Primero los refranes muchas veces no emplean la forma predicativa y muchos además no dicen cómo están las cosas, por el contrario tratan…
— “Donde fueres…”
AGC — …o pueden emplear la pregunta o pueden emplear otras modalidades. Por ejemplo en los así, más prácticos, o éste que está en imperativos, en imperativos…
— “Donde fueres, haz lo que vieres”
AGC — …imposibles: “Mea claro y péete fuerte y ríete de la muerte”. Aquí emplea el imperativo y resulta que son imperativos que no pueden ser imperativos por el mero hecho de que a nadie se le puede mandar “mear claro”. A nadie se le puede mandar “mear claro”, ¿no? De manera que ahí, en ese uso y contrauso de la modalidad, pues tienes algo en contra. Después, que los refranes en general, y no sólo los que hemos separado como personales, espliquen cómo son las cosas, tampoco es así. Efectivamente muchos están dedicados a esplicar cómo son las cosas y destinados a la resignación, muchos, como el que declara la superioridad de la esperiencia “El diablo sabe más por viejo que por diablo”, porque los viejos debían saber muchísimo según eso. Pero hay muchos que no, el mismo que discutíamos de “Donde menos se piensa salta la liebre”, eso, ¿cómo es que eso cuenta que las cosas son como son?, muy dudoso. Muy dudoso que eso esplique y cuente que las cosas son como son. Precisamente utilizando tu intervención, yo creo que lo que distingue a los que separamos como personales son aquellos que efectivamente vienen a decir lo que el padre le dice al hijo “Las cosas son como son”, es decir “El Dinero es lo que es”, que es efectivamente de lo que se trata. Pero resulta que no son todos, no son todos, no creo que se pueda generalizar. Y yo preferiría que os metierais más con lo que acabo de resumiros, que no tenía nada que deciros pero os lo he dicho resumiendo lo del otro día respecto al sentido que tiene este aparentemente doble análisis de poblaciones y del alma que es justamente lo que aquí nos trae. Pero bueno, pero lo que sea, que siga saliendo lo que sea.
— Yo lo que quería hacer notar es que incluso en las producciones más limpiamente populares, es decir, en ésas que de alguna manera pueda haber un asomo o un resquicio de algo verdadero y denunciador de la falsedad del Poder o de la Realidad, incluso en esos hay un grado de dependencia exagerado al sufrimiento, al hecho del padecimiento. El hecho… casi la condición sine qua non es que haya pueblo porque hay sufrimiento, de algo que está Arriba y somete a eso que está abajo, sea un negro, sea una mujer, sea un niño. Y entonces todas esas producciones por muy limpias que sean tienen una carga de dependencia, de nominal de eso a lo que rechazan que me es preocupante.
AGC — No acabo de entender de qué estás hablando, Isabel.
— Pues si no lo has entendido, hijo mío, te lo he dicho en…
AGC — ¿De qué estás hablando?
— …como habla el pueblo a su vecino.
AGC — ¿De qué estás hablando?
— Las producciones (lo que acabo de decir), que incluso las producciones populares…
AGC — Pero ¿qué quieres decir?, ¿de qué hablas?
— …Canciones populares más desobedientes que procedan de los negros, procedan de los mineros, procedan de todos los sometidos, de las mujeres, de los niños, contra el Poder, quieras que no, a pesar de la limpieza y de la desobediencia, hay una carga tremenda en relación al sometimiento…
AGC — Lo siento, no sé de qué estás hablando.
— Claro.
AGC — No sé de qué estás hablando.
— ¿Cómo que no sabes?
AGC — Salvo que estés queriendo decir que todos, que es inútil intentar separar los refranes personales de los otros…
— No, no.
AGC — …o ¿qué estás queriendo decir?
— No. No es inútil, no, pero que es muy difícil…
AGC — ¡Ah!, sí.
— …muy difícil la pureza de la denominación de la canción…
AGC — No, no: de “pureza”, nada. Aquí estamos a eso. Fijáos bien, para que quede claro…
— …del desprendimiento. ¿Puedo terminar de esplicarlo?
AGC — …No hace falta que la canción diga nada anárquico, nada rebelde, nada popular, el contenido que llaman ellos, los literatos, no tiene que ver nada en el asunto, basta que no diga nada que intime el reconocimiento de la situación sometida y esclava…
— Borra todas esas cosas que dices…
AGC — …Si una canción…
— …a ver si te queda un 0,5 % de producciones…
AGC — …Si una canción resulta apreciable como por ejemplo “Sentaíto en la escalera esperando el porvenir, y el porvenir que no llega”. Yo me digo…
— []
AGC — …Yo me digo ¿esto es acaso de por sí rebelde?, ¿es popular, en el sentido que lo dicen ellos? No, simplemente no le encuentro ninguna marca de interés por parte del individuo que lo inventó o lo que sea, ni por parte del Orden. No le veo ninguna marca de interés, y digo “Entonces puede estar diciendo algo de verdad”.
— Pero si yo no digo que no…
AGC — Cuando la canción que oíamos “¡Qué cosas tiene este loco!, que nunca dice verdad, pero mentira tampoco”. Yo digo “La que inventó esto, la que la canta, ¿qué interés puede tener en declarar semejante cosa?”, esto no es como las canciones de amor, canciones pasionales, que se les ve enseguida el plumero, no hace falta andar cavando mucho, ya se sabe lo que andan buscando. Ésta simplemente por casualidad se tropieza con la lógica habitual que está fundada en esto que aquí rechazamos todos los días: que en la Realidad haya verdad, que se puedan decir verdades dentro de la Realidad. Pero lo descubre, “no dice verdad pero mentira tampoco”, de manera que la oposición V/F se va al carajo, y entonces ni ella puede tener interés ni al Orden le interesa para nada que se diga eso; es al contrario de las canciones de amor habituales, al contrario de los himnos, que son la mayoría y a los cuales se reconoce eso. Y, bueno, se acabó. Yo querría seguir hablando sobre los mecanismos de psicoanálisis de población y de persona.
— ¿Y de qué se está hablando?
AGC — No hace falta distraernos demasiao. O, si hace falta, pues seguimos, sí, pero, vamos…
— Que hace unos años sacaste una notilla en un periódico que se llamaba “Cada uno somos dos”, y me acuerdo que decía… se estrañaba de cómo andábamos por el mundo cuando lo están destrozando a base de echar basuras y de utilizar cualquier cosa, y eso, y hacer daño por todas partes, ¿cómo podíamos andar tan frescos así, entre los escombros, cada uno llevando su granito a su hormiguero?, algo así. Y eso es una pregunta que yo me sigo haciendo, que en el reconocimiento éste de la falsedad y de la miseria que son los tratos normales y lo que es la vida normal de las personas o las mentiras que hay que aguantar que lanzan de lo Alto o las calamidades de las temporadas éstas de irse de vacaciones, de exámenes, toda clase de destrozos, que eso me parece que no se puede dejar de sentir, que cualquiera lo siente por lo bajo, y que es imposible que haya alguien que sea tan infeliz o tan feliz que eso no lo note, pero que ¿eso dónde está?, que ¿eso está como en eso que decimos que es subcosciente entre la gente, o…? Que por otro lado está eso de [] Existencia más o menos y llevarse y visitarse sus familiares y sus tiendas y…
AGC — A eso va el análisis. Efectivamente, si uno estuviera de verdad creído del todo, cerrado, definido, si fuera de verdad el que es, el Poder ya habría terminado, cosa inimaginable, con su obra mortífera y aquí no tendríamos nada que hacer. No es, simplemente no es así. No es así: uno, la mayoría de uno, está conforme, aguanta, compra lo que le venden, se cree que vida es la vida ésa que le venden, se resigna, hace testamento, piensa en su muerte, trepa por el escalafón, y eso es la mayoría de uno, y de eso es de lo que el Poder se sostiene: de saber que en cualquier población la mayoría es así, porque la mayoría de cada alma es así, lo cual no quita para que costantemente el Poder tenga que estar procurando que sea así, por ejemplo predicando por los Medios de Formación de Masas. Eso revela su propia debilidad, la propia debilidad de la Fe en lo Alto. Pero eso es la mayoría, y luego, como uno no está hecho del todo, sigue (por ejemplo, como te pasaba en ese caso) sintiendo. Está prohibido sentir, lo mismo que en el Régimen posfranquista estaba prohibido hablar de política, está prohibido sentir. ¿De qué manera está prohibido sentir?, pues la principal ya sabéis cuál es: por el cambiazo: tomar como sentimientos los nombres, las literaturas y las ideas acerca de sentimientos y aguantarse, es la manera de creerse que eso es amor, creer que eso es compasión, que eso es cualquier otra forma de sentimiento. Ésa es la forma principal de prohibición, que nunca cumple su obra (tú lo has recordado) porque por lo menos a ratos, en momentos de descuido, se sigue sintiendo, cualquiera tiene que seguirlo sintiendo el engaño en el que estamos metidos y enseguida curarse de la herida, claro, curarse de la herida para seguir trotando, para seguir ganándose la subsistencia, pero no puede menos de sentirlo, y sentir, ya sabéis que implica, pues eso, pensar, implica darse cuenta de la mentira de lo que nos cuentan. Eso es justamente con lo que contamos en esta tertulia: que sigue habiendo sentimientos aparte de la prohibición, y que esos sentimientos, razones…
— Y es que a lo mejor eso podía llevarnos a decir que la visión ésa de la mayoría, que es mentira, que eso está hecho, claro, porque la manera de ver las cosas está hecha siempre con un ideal de que sea todos y dentro de todos, pues hay una mayoría. Pero eso te puede llevar a no creerte eso de que “cada uno es cada uno” o a echar esas cuentas para poder decir “Es que la mayoría hacemos esto”, “Es que yo luego en realidad lo que hago no es más que esto”, nos podía llevar a… a lo mejor con eso ya…
AGC — Eso es…
— …a hacer las cuentas…
AGC — Eso es. Justamente el ideal del Poder de que seamos todos, es un ideal imbécil, imposible, rematadamente descaradamente imbécil: nunca podemos ser todos, porque continuamente estamos entrando o saliendo más, y así no hay manera de contarnos. El ideal ése del Poder es el ideal de que cada uno sea el que es del todo, porque sólo así se nos puede contar. Buenos súbditos del Poder, buenos clientes del Capital ¿cuáles son?: los que se pueden contar, los que tienen un número de almas. ¿Y cómo se pueden contar?: porque cada uno es cada uno. Y, bueno, por fortuna, por alegría, es mentira: cada uno no es cada uno. Cada uno no es cada uno, a cada uno le sobra y le falta por todas partes para ser el que es; le falta y le sobra, se manifiesta en contradicciones, en sentimientos, y eso es lo que nos hace incontables para el Poder: si cada uno no es cada uno, no hay manera de contarnos ni de hacernos una mayoría que se hace pasar luego por todos: no hay manera de contarnos, ni siquiera como mayorías. Ésta es la cosa contra la que justamente estábamos y para la que proponía esa doble manera de análisis, que en definitiva son el mismo, de las poblaciones y de uno.
— No, no, Isabel, perdona, que hay aquí una chica hace media hora.
— ¡Ah!, perdona. Perdón.
— Bueno, parece que es que estamos analizando entonces productos externos, pero a mí me inquietaba, bueno, un libro que estuve echando un ojo que se llamaba Metáforas de la vida cotidiana, en el que se… bueno, se mostraba cómo hay ideas por debajo del léxico mismo entretejidas como —no sé—, sobre el amor, por ejemplo, el amor como lucha, y a partir de ahí, sin darnos cuenta, hablamos…, no sé, decimos “conquistar”… no se me ocurren más palabras.
AGC — Bueno, bueno, sí, sí, bien.
— Lanzarse.
— Lanzarse, sí, para…
AGC — Sí, no te esfuerces más en eso. ¿Entonces, en vista de esa observación…?, es decir, ¿cómo se enlaza eso con lo que estamos diciendo?
— Pues es un análisis interno en vez de…
AGC — ¿“Interno” qué quiere decir?
— Bueno, interno, no, que el individuo, porque estás metiéndote dentro del…
AGC — No, no: el individuo no fabrica las metáforas ésas, ¿no?, eso desde luego no.
— Pero sí que las utiliza en el…
AGC — Sí, pero es como los refranes. Estamos en lo mismo. Estamos en lo mismo, pero simplemente hay un nivel subcosciente, un poco más profundo que es el nivel donde se establece el vocabulario de una lengua. Con metáforas, sin metáforas, como quieras, donde se establece el vocabulario de una lengua, que es lo que va a costituir, como recordáis, la Realidad de esa tribu, la Realidad de la tribu de esa lengua. No hay diferencia entre vocabulario semántico y Realidad: es lo mismo. Vocabulario semántico de una tribu es lo mismo que la Realidad para esa tribu, no hay posibilidad de salirse de ello. Y en ese nivel subcosciente todos los que me han acompañado en las cosas de Gramática, pues ya saben que hay a su vez niveles distintos en la lengua: hay todo es del pueblo, ahí habita el pueblo, en todas partes, porque no es nadie, pueblo que no es nadie y la lengua no es de nadie. Pero hay niveles profundos de la Gramática, de la Fonémica, de la Sintáxis, donde la conciencia no interviene para nada. Y luego el nivel más superficial que es justamente el vocabulario, el vocabulario que es tan superficial que está rozándose con la conciencia. Eso a lo que tú has aludido con el ejemplo es la conciencia: se está saliendo de la lengua, que no es de nadie, y empezando a ser parte de las promociones, de no reparos de los trucos que una sociedad determinada se busca para subsistir. Ahí están esas metáforas a que aludes y que te sorprendes de que se confunda el amor con la guerra, o… Pero no es más que así, no es más que eso, eso no es mucho más profundo que los refranes o que las canciones. La mayoría de eso, la mayoría de esas creaciones, están al servicio, son personales por tanto, pero sólo la mayoría. Sólo la mayoría, no todas, de manera que incluso lo mismo que las canciones en el vocabulario de una tribu, así como te encuentras testimonios de esa concepción del amor como lucha o como conquista, te encuentras testimonios de lo contrario, te encuentras paradojas lógicas en el vocabulario mismo de la lengua, encuentras de todo: la mayoría al servicio, pero no todo; no todo, porque no hay todo por ninguna parte, por más que el Poder quiera.
— Perdona…
— No, está Isabel. Está Isabel. Isabel.
— Sí. Agustín… Estoy en el sitio de la otra Isabel. Vamos a ver: el Poder trata de domesticarnos lo mejor posible, pero siempre les queda, como tú dices, un resquicio, que tiene que estar dale que te pego, entonces… no digo… los que no nos damos cuenta de todo esto o sí notamos algo de cuenta algunos, ¿qué hace falta?, ¿una catástrofe para que saltemos un poco contra esa especie de resignación tan ingrata? O sea, que ¿qué hace falta?, ¿hecatombes? o ¿qué hace falta?, porque generalmente la resignación es total.
AGC — No hace falta nada. ¿Es que te parece poco? ¿Es que te parece poco? ¿Es que te parece poco con lo que se nos da? Ahora, hablando con Ana, lo estaba recordando: simplemente la cosa es tal, que, a pesar de todas las salvaguardas del alma de uno, no puede menos de sentirse el engaño bajo el que estamos: el Orden establecido a partir del Futuro, de la muerte señalada, que es la forma de la desgracia típicamente humana, como recordáis, parece que a las demás cosas no les pasa esto, pero nuestra desgracia está determinada por la Fe en un fin a partir del cual se establece todo: el Tiempo real, el Orden de la muerte. Y eso se siente; se siente no de ordinario, no, no: tú ni nadie, de ordinario, no; de ordinario contentitos con hacer los recaos que el amo nos manda, con ganar un poco más de dinero o un poco más de gloria, mejorar el puesto… De manera que no siempre, pero de vez en cuando, sin catástrofe ninguna especial: de vez en cuando. Notad que las catástrofes mismas que a diario os presentan los Medios de Formación de Masas de Individuos no valen para nada, por algo os las presentan, si valieran para algo no os las presentarían, pero ya sabéis que por el contrario valen para el entretenimiento y que para que cada uno separe, clasifique y diga “Menos mal que no es aquí”, “Menos mal que a nosotros no nos pasa”, y cosas por el estilo.
— Agustín, pero yo digo de “las catástrofes” entre comillas, y no quiero decir personales…
AGC — No, no: la catástrofe es en la que vivimos, no le des más vueltas, es ésta. Que la sientas raras veces…
— ¿Personales?, querer decir personales, del pueblo, la que puede sentir cada uno del pueblo.
AGC — Que las sientas rara vez, no importa, ésas se siguen sintiendo porque no estás hecha del todo y no puedes menos de darte cuenta, aunque sea poquitas veces, de vez en cuando. Sí.
— Disculpe: yo soy nuevo y perdone mi ignorancia…
AGC — ¿Eres qué?
— Nuevo.
AGC — ¡Ah!, pues si aquí cada vez sabemos menos. Si aquí venimos a desaprender…
— Sólo sé que no sé nada.
AGC — …Aquí venimos a desaprender. A ti lo que te pasa seguramente es que sabes mucho más que nosotros, eso es lo que te va a dificultar. No has pasao por este destrozo que nos traemos aquí. Adelante.
— Gracias. Que no entiendo la vinculación entre vocabulario y conciencia.
AGC — ¿Entiendes que la Sintaxis de tu lengua, la Fonémica, no sabes nada de ella?, ¿que tú no sabes nada en absoluto?, ¿si te enseñan algo en la escuela, te lo enseñan mal, y que luego no sabes nada? Bueno, pues ahora vete subiendo un poco a otros niveles de la propia lengua y llegarás al nivel del vocabulario, al nivel del diccionario, y ahí ya ves que ahí ya empiezas a darte cuenta de lo que hay. Por eso la gente de ordinario se confunde y cuando quiere hablar de la lengua o de su lengua está hablando del vocabulario, está hablando de lo más superficial, porque de lo demás, de toda la máquina, no sabe nada, pero eso quiere decir ‘conciencia’, eso es salirse de la subcosciencia y entrar en la conciencia, en ese nivel. Más, más cosas.
— Tanto en el análisis del individuo, de una persona, como en el más colectivo, parece que los descubrimientos, o muchos de ellos, suelen dar con mecanismos de sometimiento a ideas: de repente ese mecanismo que está funcionando, pues se le impone ante los ojos, se ve de repente, ¿no?, y eso, pues se siente como descubrimiento. A veces tengo la sensación de que ese descubrimiento es una liberación pero a veces también como una condena, como si no fuese… o a veces ambiguo, ¿no? Lo que hace ese descubrimiento no siempre es lo mismo (bueno, ni falta que hace), pero a veces también parece que puede condenarnos a…
AGC — Un descubrimiento ¿de qué tipo?
— …a que siga siendo así ese mecanismo, ¿no?, no nos consigue liberar, no sé…
AGC — Vamos a ver: por ejemplo, en ese destrozo de la antítesis verdadero/falso de la canción que acabo de citar “Que nunca dice verdad pero mentira tampoco”, que yo lo he presentao de momento como liberador simplemente por el hecho de que no hay ningún interés en sostener que en la Realidad no se puede decir verdad ni mentira, ¿cómo eso nos puede condenar luego?
— Ya. Bueno, cuando es descubrimiento de la contradicción, es más…
AGC — No, no. No, no.
— …Yo me estaba refiriendo más al descubrimiento de mecanismos de sometimiento, ¿no?
AGC — No. No sólo en ese caso. El otro refrán más raro que sacaba el otro día de “Caballo que alcanza, pasar querrá”, se describe de primeras a la falta de límite de las aspiraciones, ¿de acuerdo?, pero, vamos, eso podía ser una cosa muy neutra, pero al mismo tiempo pone en cuestión, como el otro día os decía, igual que el razonamiento de Zenón de Elea, pone en discusión esa creencia de que se pueda alcanzar ya que se puede pasar. [La aporía de] Zenón de Elea que, muy simplificao, era que Aquiles por supuesto no sólo puede pasar a la tortuga sino que debe, pero alcanzarla justamente: nunca. Esto es un descubrimiento que a nadie le interesa, esta falta de límite a nadie le interesa, y lo mismo se diga a través de un refrán que se diga en el razonamiento de Zenón, desde luego al Poder no le interesa. No veo que me condene a nada. No veo que me condene a nada, y de los po-… Recordad que estoy sacando de los que estimo que no son la mayoría. La mayoría, por supuesto, la mayoría nos dan motivos y maneras para arreglarnos a ir tirando como está mandado, pero sólo la mayoría.
— Incluso en ese caso, pues imaginemos que uno se ve en la situación de estar alcanzando, como el caballo, ya está diciendo “¡Ah!, esto que me pasa es que estoy alcanzando”, no solamente reconozco que esto que me pasa es que estoy alcanzando sino que además el siguiente paso ya sé cómo es…
AGC — No, no, es que no hay siguiente paso.
— …estoy abocada a pasarlo.
AGC — No, no, es que no hay siguiente paso. Es que no hay siguiente paso, es que no se puede quedar en alcanzar, porque entonces habría un siguiente paso, pero la cosa es que no se puede quedar en alcanzar, que no puede quedarse en alcanzar. El refrán sin duda se inventó para hablar de lo insaciable de las aspiraciones humanas, que nadie se crea que pueda alcanzar una meta. Sin duda se inventó por eso, pero puede llegar a tener más trascendencia lógica incluso.
— Pero en cuanto a lo que dice Penélope yo entiendo que si lo aplicamos incluso a los descubrimientos que hacemos en el propio autoanálisis psicoanalítico, o sea, cuando vas al psicoanalista o cuando tú mismo piensas en el planteamiento de cierta contradicción…
AGC — Tú no haces eso, Isabel. ¿Por qué dices que “cuando vamos al psicoanalista”, si nunca has ido?
— Bueno, el que no vas eres tú, que ni Freud te arreglaría la cabeza…
AGC — Yo tampoco, pero yo no lo digo. Yo no lo digo. Venga.
— Eres tú el que no puedes ir porque ni Freud, vamos. Pero, bueno, vamos a ver…
AGC — Venga
— …Déjame que me esplique. ¿Puedo esplicarme?, ¿puede salir cualquiera?, ¿una cualquiera, que queda más bonito?
AGC — ¡Ay!, ¡ay!, ¡ay!, lo que daría yo por eso. ¡Lo que daría yo por eso!
— ¿No te das cuenta que me pones la marca del Poder?, parezco la res, una res. Parezco una vaca de ésas marcadas…
AGC — Lo que daría yo por eso. Venga.
— …con el hierro. A hierro y a fuego. Quiero decir, lo que está diciendo Penélope para mí lo siento que tiene mucha razón lo que está diciendo, porque muchas veces esas contradicciones cuando se ve…
AGC — ¿Qué contradicciones?
— El ver el mecanismo. El ver el mecanismo, el mecanismo de las cosas. El mecanismo, el que siendo imposible resulta que parece que funciona en la Realidad, muchas cosas de los propios sentimientos. El desvelamiento de la falsedad de cuestiones que se plantea casi siempre como una reducción al absurdo muchas veces, funciona, la contradicción se disuelve o pasa uno de ellos, y es más liberadora cuando no se pasa al nivel de conciencia, es decir, cuando no se descubre que es mentira…
AGC — ¡Ay!, bueno, vale.
— …que cuando se descubre que es mentira…
AGC — Déjalo, Isabel, perdona, no…
— Déjame que te lo esplique porque es importantísimo.
AGC — Creo que ni yo ni los demás estamos siguiendo eso.
— No, no: en el momento en que uno quiere saber que aquello es mentira y está convencido “No, pero si esto es mentira, ¡cómo va a ser verdad!, esto es mentira”. Solamente el reconocimiento de que es mentira hace que eso no se resuelva de modo… no se disuelva. No se disuelve el nudo…
AGC — Bueno, déjalo, Isabel, de verdad. No…
— …El nudo se agudiza, y eso lo saben los psicoanalista mucho.
AGC — Te estás equivocando. Déjalo, déjalo, cállate ya…
— No, no: no me estoy equivocando. Muchas veces se cuaja…
AGC — Bueno, efectivamente…
— …se cuaja el nudo precisamente por exceso de contemplar la contradicción.
AGC — …ya recordáis: el descubrimiento que de vez en cuando, rara vez, se nos da y que se muestra en esas producciones, es de un descubrimiento de razón precisamente porque es un descubrimiento de sentimiento. Antes he estao insistiendo en eso: gracias a que a pesar de lo mucho que nos han hecho ser los que somos, nunca los somos del todo, gracias a que efectivamente estamos sujetos a una disolución, a análisis, gracias a eso, de vez en cuando podemos sentir, podemos sentir la mentira que nos venden, y sólo a partir de ese sentimiento se razona; sin sentimiento no hay razón…
— Pero si es eso…
AGC — …y el sentimiento…
— …pero por eso te digo, pero si se somete a un pensar activo…
AGC — …y el sentimiento no puede consistir más que tanto las poblaciones como uno mismo no estamos cerrados, que de vez en cuando nos puede pasar eso. Adelante.
— Eso tiene que salir como el agua, en cuanto se piensa, lo estropea, lo envenena.
AGC — Nos sale, nos sale. Ya le dije antes a Isabel que no hace falta ninguna catástrofe especial: sale…
— No, no…
AGC — …¿está saliendo todos los días?: rara vez, rara vez…
— Eso se disuelve por sí mismo, en cuanto se autoanaliza, se estropea.
AGC — Debería bastar con la mostruosidad que se nos hace pasar como normalidad para que eso estuviera surgiendo a cada momento. No es así, la mayoría es conformidad y sólo rara vez, rara vez, se siente algo de eso. ¿Qué más?
— Agustín. Agustín. Yo soy también bastante nuevo, pero me llama la atención todo lo que dices de los sentimientos, ¿no?, que hay una forma de sentir que es la que el Poder le interesa para perpetuarse, y otra forma de sentir diferente que sería revolucionaria o corrosiva o nueva, en cuyo caso la tarea que tendríamos que hacer es aprender a sentir de otra manera o sentir otras cosas para que el Poder se desmorone, es decir, ésa sería una vía —digamos— apetecible, que sería una vía íntima también, personal, pero que tendría una repercusión colectiva, ¿no?
AGC — Está dicho de una manera muy doméstica, ¡qué se le va a hacer!, casi escolar. Esto es una guerra, las cosas no pueden operar de una manera tan doméstica. La distinción no es en que haya sentimientos de una clase y sentimientos de otra y que podamos afiliarnos a los que nos parecen liberadores, no. La diferencia es que los sentimientos que al Orden le interesan no son sentimientos: lo que se llama Amor es una idea de amor hecha en la Literatura y en la Filosofía; lo que se llama cualquier otra forma de sentimiento es una idea de sí mismo; y luego, como nunca todo es todo, hay algunos sentimientos que no han encontrado por parte del Poder una sumisión. Por desgracia hay un sentimiento que podía tener que ver con esto, que es el sentimiento de que esto es falso, de que el Poder nos está engañando y oprimiendo, pero, la Historia os lo enseña, también ese sentimiento, lo que al Poder le interesaba, se ha convertido en una idea política, en una subversión más o menos organizada y ha dado lugar a revoluciones que, como la Historia sabe muy bien, no han servido más que para progresar en lo mismo, para seguir lo mismo pero cambiando, ¿no? Ése es otro caso en que lo que podía ser un sentimiento ha quedado domesticado y sometido. De manera que no se trata de elegir, se trata de decir NO; de decir NO a esa falsificación para ver qué es lo que queda de sentimiento no sometido. Pero nuestra tarea es decir NO; nuestra tarea es descubrir que lo que se llama por ahí sentimientos no son más que literatura, ideas de sentimientos; descubrirlo para ver qué es lo que queda.
— Perdona, Agustín, ¿podemos decir que lo que nos queda de pueblo tiene poco interés en decir y si dijera algo no nos interesaría mucho?
AGC — No, no: tiene interés en decir, el pueblo habla siempre. No sólo el pueblo está hablando siempre sino que las cosas no humanas, las cosas, están hablando siempre, como he dicho aquí, están hablando siempre. Que la mayoría sea un hablar sometido, conforme, es algo que el Poder consigue por medio de la distorsión, de la desviación y de cosas por el estilo, pero por debajo de eso, lo que queda de pueblo, trata de hablar, está hablando continuamente: sintiendo, pensando, hablando, lo que nos queda de pueblo. Sí.
— Bueno, tratando de las cosas sí que parece que eso es una cosa que se da en los refranes, en las canciones, como en general se dedican al mundo de los humanos, ¿no?, al mundo de los hombres, que es muy difícil, me he acordado de que he estao con una niña pequeña, tenía un libro de canciones infantiles y sí que había canciones que hablaban de cosas: de que las cacerolas están en el fuego, el arroz se está cociendo, las patatas… y no sé… era una liberación.
AGC — ¿Que se las inventaba?
— No, no, era un cancionero preparado para niños, de canciones infantiles, pero las había que no estaban mal, cortitas, y que hablaban de cosas simplemente, no hablaban de…
AGC — Sí, es verdad. Eso efectivamente es una peste que está en la raíz de la mayoría: la humanidad. Parece que el interés se fija en las cosas que les pasan a los hombres y mujeres, también niños y mayores, es así, eso es una desgracia muy profunda y son realmente raras canciones o refranes que se refieran a cosas, los hay; los hay, pero son raros, la mayoría están sujetos a esa sumisión…
— No, pero ocurren; en los [] de niños a lo mejor…
AGC — ¿Eh?
— Menos a lo mejor las de niños que hablan de pollitos y de [], no… y refranes menos.
AGC — Sí. Efectivamente, como digo, eso es un primer grado de sumisión que se da ya como en general: el interés por nosotros mismos. Es una cosa tan humana que los hombres se interesen por los hombres, que aquí nos está costando mucho trabajo combatirla, pero, bueno, éste sería también tal vez el caso, ¿no? Por supuesto, no quiere decir que con muchas de las proclamaciones que considero que no llevan la marca de la sumisión, no puedan referirse a hombres y mujeres, ¿no?, pero es de notar como una ausencia lamentable que no se hable más de cosas. Incluso el otro día Penélope decía que los estribillos que no es que hablen de cosas, sino que no se entienden, que no hacen más que silabeos más o menos rítmicos, me parecían preferibles a las letras que se entienden de canciones, y, bueno, va en ese mismo sentido. Claro, si por lo menos es un puro silabeo, ya hace menos daño, como por lo menos es absurdo, hace menos daño. Por ejemplo, cuando en el “Cara al sol” los niños rechazando un embutido literario que tiene que decía “impasible el ademán”, cantaban “imposible el alemán”, no es que con eso consiguieran nada, pero por lo menos era absurdo, por lo menos no tenía sentido, ya no podía hacer tanto daño. Evidentemente era menos dañino; era menos dañino. Pero sí, que quede notado esto, ¿eh?, serían de buscar y apreciar en especial las formulaciones en palabras que hablan de cosas y que no están reducidas a nuestro corral de relaciones humanas, sí.
— Pero refranes de cosas hay muchos, por ejemplo “Le dijo la sartén al cazo “échate pa allá que me tiznas””. Ése es muy interesante, aunque sea aplicable también a los humanos, pero habla de las sartenes y de…
AGC — Está hecho con la intención de que se lo apliquen los humanos, pero, bueno.
— Pero también “Un garbanzo no hace puchero, pero ayuda a su compañero”. Hay un montón de cosas…
AGC — También está el caso de las fábulas de animales, donde los animales toman la máscara de hablar, claro, siempre con la intención de que aquello… Hombre, es una táctica que no es despreciable, es una desviación; una desviación tal vez apreciable. Eso lo dice de otra manera un refrán, dice “A ti te lo digo, hijuela; entiéndelo tú, mi nuera”, ¿lo habéis oído? “A ti te lo digo, hijuela; entiéndelo tú, mi nuera”, que se refiere a una situación humana bien concreta pero que implica una desviación de ese tipo. Tal vez la utilización de la sartén y la caldera o de los animales pueda de alguna manera ser útil para decir cosas que de frente, referentes a la sociedad humana, serían más difíciles de decir o menos eficaces, no sé.
— Hay uno que no entiendo yo, que era cuando vendían los burros decía un chalán al otro “Ciego no es, tuerto: ya lo ve”, eso ¿qué quería decir? “Ciego no es, tuerto: ya lo ve”, en mi tierra, en La Serena, era una frase cuando querían venderte un burro diciendo que no estaba muy mal del todo, “Ciego no es, tuerto: ya lo ve”. Quiere decir que no estaba rematao, tenía algún mal, como que era tuerto, pero que no estaba rematao del todo. Pero nunca lo entendí “Ciego no es, tuerto: ya lo ve”.
AGC — Pero parece que sí lo entendías, porque nos lo has esplicao.
— No, es interpretación que hago ahora.
— Claro, porque si es tuerto, sí se ve.
AGC — Es que no sé si lo has entendido bien
— No, yo por eso te lo estoy preguntando a ti, sabelotodo.
AGC — [] Hombre, lo más probable es que sea efectivamente que el vendedor dice que tiene que reconocer los vicios del burro que están a la vista, y que asegura por su parte que no hay otros más, que no hay otros vicios…
— No, pero y tuerto tampoco es, ¿eh?
AGC — …los que se ven, se ven.
— Y tuerto tampoco, porque si fuera tuerto se ve.
— Por eso el tuerto ya lo ves.
— No, pero “ya lo ves” ¿no?
AGC — Sí.
— Ya ves que no es tuerto.
AGC — No. No, no. No.
— ¿No?
AGC — No. Tú dices en ese sentido. Bueno, no nos divirtamos otra vez más. Se ha hecho muy tarde. ¿Qué?
— A mí me da la sensación de que es más irreconocible la ceguera que el ser tuerto. La ceguera es un defecto quizá más invisible, el ser tuerto es evidente, porque el ojo no está, pero cuando uno está ciego los ojos están y están presentes, tendría que ponerse en movimiento para saber que es ciego.
AGC — Es un poco sofisticao para esplicación del refrán. Yo creo que no va mucho por ahí. Se ha hecho muy tarde, voy a tener que cortar, pero la verdad es que mi intención en deciros “No tengo nada que deciros si no me decís algo” sigue presente ahí y os la voy a repetir si es que no se me quitan del todo las ganas de deciros siquiera eso, porque también puede suceder, ¿no?, también puede suceder alguna vez.
Lo importante, volviendo a lo más abstracto de la cuestión que era entender cómo puede uno, se puede, practicar un análisis de la población como medio para alcanzar a lo más difícil, que es el análisis de uno mismo, porque no hay política que no pase por la destrucción de uno mismo, la desestructuración de uno mismo, del alma de uno, eso tiene que estar ahí siempre. Una de las dificultades para que esto se entienda bien está relacionada con el Tiempo, al problema que pensaba volver, el Tiempo real que ya hemos reconocido aquí como que es el Tiempo en que no pasa nada frente a un tiempo que pasa de verdad y que no es real. Esto está relacionado con la práctica del psicoanálisis de la población y de uno, que es en definitiva un intento de romper con esta maldición específicamente humana, que es justamente la que hace establecer los ideales de ‘uno’ y de ‘todos’; esto, ya, como dije, no puede menos de estar relacionado con esta trampa fundamental que es la del Tiempo, la del Tiempo real que os venden como tiempo, el de los relojes y los calendarios. De manera que tocaba pasar a eso, pero la verdad es que es muy tarde. Lo dejamos aquí, y entonces, pues ya sabéis, seguramente os volveré a decir, si estoy aquí, “No tengo nada que deciros”, porque [] la verdad.