27.08.2014

Tertulia Política número 273 (16 de Marzo de 2011)

Agustín García Calvo

Ateneo de Madrid


 

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TRANSCRIPCIÓN:
 
 
Siguiendo si os parece con lo que se enlaza a las últimas cuestiones, que eran, como recordáis, las de la reproducción de lo mismo, la producción de una misma cosa muchas veces, y lo del nacer, aplicado especialmente a este tipo de cosas que somos los hombres, que fue a lo que le estuvimos dando vueltas en la última sesión, con esto se enlaza una cuestión que toca al corazón de esto del tiempo, que como recordáis es, en un sentido, lo único que de verdad nos diferencia al tipo de cosas que nosotros somos de las demás cosas. No el hablar, que eso todas las cosas tienen que hacerlo, porque la intercomunicación es una condición que hemos descubierto que acompaña a la Realidad misma, intercomunicación entre cualesquiera cosas con cualesquiera otras, y en eso está lo del hablar, sino simplemente el saber la muerte, es decir, la que nunca está aquí, saber el Futuro. Ésta, ésta es la condición o maldición que parece que es propia y distintiva de nosotros, y que no podemos aprovechar al resto de las cosas, entre las que querríamos perdernos como una cosa más, como un tipo de cosa más.

Pero al corazón de esto del tiempo toca la cuestión de la simultaneidad, con la que los que me acompañáis hace tiempo ya os habéis encontrado, junto conmigo, más de una vez, incluso a partir de artículos o entradas en la red de físicos que se plantean la cuestión de la simultaneidad, es decir, que tenga o no tenga sentido lo de dos sucesos al mismo tiempo, dos sucesos al mismo tiempo, que dos cosas puedan suceder precisamente al mismo tiempo, para entrar en lo cual además tenéis que recordar también lo que aquí nos hemos encontrado más de una vez: que eso de “ahora”, que cuando se dice ya no es ahora, no pertenece a la Realidad, por tanto no pertenece al Tiempo real, el cual está costituído como una especie de espacio con sus Futuros, por tanto sus Pasados, y en medio sus Presentes. “Ahora” está fuera de eso, y es la manera más inmediata de que disponemos aquí, en esta tertulia política, para salirnos y enfrentarnos con la Realidad: “ahora”, “ahora”, que no es el Presente ni es ningún momento, porque eso ya son cosas, son Realidades, sino “ahora” que cuando se dice ya no es “ahora”. De manera que cuidado que la simultaneidad se plantee con respecto a ese “ahora”, lo cual sería un planteamiento que nos sacara de la Realidad, o que la simultaneidad, como entre los físicos a los que me refiero se plantea, dentro de la Realidad: simultaneidad dentro de los sucesos reales. Esto es como una advertencia previa para entrar en el asunto.

Hace ya tiempo, los que habéis tenido curiosidad de leer el Contra el Tiempo, en el primer ataque contra el Tiempo me había dado por usar justamente la cuestión de la simultaneidad, recordando que una cosa no puede estar en dos sitios al mismo tiempo, y que dos cosas no pueden estar en el mismo sitio al mismo tiempo (una misma cosa... que otra). Con estas formulaciones se trataba de introducir en lenguaje vulgar la simultaneidad ?“al mismo tiempo”?, y de introducirla justamente para negarla, pensando que justamente en el levantamiento, Aufhebung o supresión de “al mismo tiempo” en esas fórmulas es donde tenemos el origen, el fundamento, del Tiempo real, del Tiempo de la Realidad,  es decir, el Tiempo de las horas y los siglos, del calendario, del reloj,… ese Tiempo. No sé si lo seguís ahora en este momento, lo hayáis leído en su tiempo o no, esto de cómo la supresión del “al mismo tiempo”, que tan razonablemente se presenta en ambas fórmulas, os puede guiar hacia entender el fundamento del Tiempo. Las formulaciones suponen que hay una diferencia entre cosas y sitios, cosas entre las cuales están incluídos los sucesos, y sitios donde los sucesos suceden, y que de momento parece que se separan de las cosas, porque se puede decir “dos cosas en el mismo sitio”, como si eso fuera razonable y tuviera sentido. Las cosas son justamente los costituyentes semánticos, las palabras con significado que contribuyen a la costitución de esta Realidad. Los sitios son, de alguna manera, una referencia a un espacio real de aquello que en el habla corriente, en la producción corriente, es “aquí”, “allí”, que no son sitio ninguno en realidad puesto que dependen enteramente del momento en que se digan, “aquí”, “allí”, pero la reducción de eso a Realidad es lo que hace sitios. Evidentemente se puede pasar después a criticar la distinción entre cosa y sitio, pero desde luego para la costitución del Tiempo real al que estoy tratando de volveros a llevar es precisa, de momento, la distinción: una cosa son las cosas y otra cosa son los sitios.

Luego me diréis hasta qué punto esto os parece tan demasiado claro que no se entiende o le encontráis alguna otra posibilidad. Efectivamente, cualquier investigación decidida respecto al asunto se encuentra con las tentaciones de declarar la imposibilidad de la simultaneidad en la Realidad: no es posible de verdad que pasen dos cosas al mismo tiempo. Id pensando lo que cada uno de vosotros piensa, o siente, respecto a “no es posible que pasen dos cosas al mismo tiempo”; o “puede ser que pasen dos cosas al mismo tiempo”. ¿Cómo os lo tomáis en la vida corriente esto?: ¿puede ser que pasen dos cosas al mismo tiempo?, ¿tiene esto sentido?, ¿es imposible que pasen dos cosas al mismo tiempo?, ¿es imposible esta declaración de la imposibilidad? No voy a volver a las maneras en que para los físicos se les ha presentado una y otra vez esta cuestión, por el momento. Me remito más bien a vuestro sentido común, como de ordinario, y os dejo esa cuestión abierta, por el momento.

- ¡Agustín! ¡Perdón! Imagino a un indio tocando la zampoña y a un rumano tocando la flauta de pan. Se les puede ocurrir al mismo momento. Yo es que ya no sé, yo ahí ya no sé…

A- Es que eso es lo que pregunto.

- ¡Ah, de acuerdo, de acuerdo! ¡Perdón, perdón!

A - Lo que pregunto es que vayáis pensando cuál es la actitud a la que os atenéis, si es posible que sucedan dos cosas al mismo tiempo o no es posible que sucedan dos cosas al mismo tiempo. En realidad. Por lo pronto, en realidad. Si es o no posible en realidad que sucedan dos cosas al mismo tiempo. [Silencio] Bueno, dentro de poco os volveré a plantear la pregunta de una manera que tengáis que contestar sea por donde sea.

Esto tiene que ver con la cuestión a la que uno está acostumbrado a encontrarse de las coincidencias; una palabra, con-cidentia, que sería la traducción del griego sym-ptoma, es decir, lo de ‘caer juntamente’, ‘caer juntamente’, ‘caer a la una’. O si se dice con el prefijo -in añadido, co-in-cidentia, es decir, ‘venir a caer a un sitio dos cosas a la una, dos cosas a la vez’. Todos estamos acostumbrados a emplear el término, no en Ciencia sino en la lengua corriente, ‘coincidencia’, a reconocer que se producen coincidencias, unas más asombrosas que otras (algunas muy asombrosas). Y sobre el grado de asombro de la coincidencia, que toca tan directamente a nuestra cuestión, os voy a hablar ahora. Estaba justamente estos días escribiendo para los lectores de la columna de los martes en La Razón, y me correspondería para el próximo, escribiendo justamente esto de las coincidencias, y les contaba unas cuantas cosas que voy a contaros ahora también a vosotros.

Una es una que me pasó el otro día yendo en el tren (desafortunadamente un Talgo, así lo manda el Progreso) yendo en un tren y habiendo entrado en el cubículo para asearme un momento. Al ir a salir del cubículo de los aseos, en el mismo istante en que descorro el pestillo para abrir la puerta, una mano desde fuera está manejando la manivela para abrir la misma puerta. De manera que cuando la puerta se abre no sabemos quién la ha abierto, y la señora que va a entrar en el cubículo y yo que voy a salir, nos quedamos mirando un momento con gran perplejidad; se trata de unos segundos en reaccionar, hasta que se dice “es una coincidencia”, “no tiene importancia”, “es una coincidencia: no significa más que eso -¿no?”. Este es un tipo de coincidencia mediana. No sé que os parece. Os pregunto ya sobre este grado de la cosa: ¿hasta qué punto encontráis posible, natural, corriente, hasta qué punto estaríais dispuestos a llamar a eso una coincidencia? Me quedo escuchando algunas voces antes de seguir, para asegurarme de esta manera de que estamos hablando de lo mismo, como siempre, y que por tanto  podemos aplicar el sentido común.

- Agustín, hay  veces que…

A – No, yo estoy preguntando por este caso, ¿eh?

- ¡Ah, perdón! En música…

A – Estoy preguntando por este caso.

- En música…

A – Estoy preguntando por este caso. Por este caso. Por un caso como éste.

-Pero hay coincidencias musicales...

- Yo entiendo que es una sensación de los dos cerebros, una sensación tanto del tuyo como del de la mujer. Que es lo que pretenden en las competiciones deportivas cuando disparan, que salgan los seis atletas a la vez. Si esa sensación no la tiene el juez, no vale la salida. O en natación. Tiene que ser que parezca que los seis salen a la vez.

A - El pistoletazo de la salida, desde luego, se pretende que es algo que hace que simultáneamente los seis o los siete salgan a la vez.  Y que piensas que eso…

- Es una sensación que tiene que tener el juez, y eso se mide hasta la milésima de segundo…

A – Con aludir a los cerebros no añadimos mucho. Pero, ¿es así? ¿Hay simultaneidad en un caso tan sencillo como éste? ¿O es imposible que la haya? Ya desde aquí conviene decir qué podéis discurrir para desconfiar, para no creer en la simultaneidad. Una de las maneras es decir: por pequeña que sea la diferencia, siempre tiene que haber habido alguna diferencia; siempre la señora de fuera tuvo que hacerlo un puntito de tiempo antes, antes que tú que salías, o al revés. Que tratéis de resbalar hasta la simultaneidad, es a lo que os estoy invitando. Una de las  maneras de no creerlo es decir “hay siempre una diferencia”. Sí, venga.

- No sé si en otros casos valdrá esta apreciación lo mismo pero, en éste sí me parece.        Simultaneidad es un término descriptivo que tal… que en ocasiones, o sea… hay un criterio explícito o implícito para entenderlo como simultáneo. Y se pasa de la afinación de la millonésima de segundo que pudiese medirse, o no. Es un término optativo para decir, para describir...

A – No, no. Es justamente lo que estoy preguntando: cuál es la actitud de cada uno respecto a eso. Decir, “¿por qué no? Sí, cabe una absoluta simultaneidad”...

-Yo creo que sí –eh.

A- O bien: “No puede ser. Nunca: cabe siempre… siempre hay una pequeña diferencia que, lo mismo que se hace en Física seria, se suprime como cuantía negligible. La diferencia es tan pequeña que no cuenta. Ni tiene por qué contar.” Ésa es la otra actitud.

- Si fuera simultáneo, si dos corredores salieran al mismo tiempo, sería el mismo corredor, ¿no? ¿Cómo diferenciaríamos uno de otro?

A – Sí, sí, por el color del pelo, por ejemplo.

- ¡Agustín!

A - No olvidéis lo que os he recordado de Contra el Tiempo, ¿eh? La supresión, la Aufhebung que nos lleva a encontrar en la negación de la simultaneidad el origen del tiempo es: “no puede ser que dos cosas estén en el mismo sitio al mismo tiempo”. “No puede ser que una cosa esté en dos sitios al mismo tiempo”. ¿No puede ser? ¿Es así, o se puede pensarlo de otra manera?

- Se puede enlazar eso que estás diciendo con lo que llamamos los sentimientos, ¿se puede querer a dos mujeres a la vez,  o a dos hombres, …

- ¡Estás loco!

- … y no estarlo?

A – Por supuesto; yo lo he planteado en un caso muy simple que no introduzca complicaciones estrañas, pero desde luego vale en general. ¿Creéis o no creéis que se pueden producir dos cosas al mismo tiempo? Esto es lo que os estoy planteando ante el doble cerrojo de una puerta que se puede abrir desde dentro y desde fuera, que se abre.

- Yo creo que sí.

- Nosotros estamos aquí simultáneamente. ¿No estamos aquí simultáneamente?

A – ¿Estamos simultáneamente? Sí, dice que estamos todos presentes, que estamos todos juntos a la vez, aquí. No hay porqué no estenderlo de esa manera. Dice ella “¿no estamos aquí simultáneamente los que estamos?” ¿Qué os parece también de eso?

- Eso sería la duración, no la vez.

A - ¿Qué?

- Sería la duración, no la vez. No es una vez, es una duración, lo que ella está diciendo.

A – A ver, a ver, esplícate. Sí.

-  Estamos en un tiempo tomado como duración -¿no?-, no como vez. Puestos a pensar en la misma vez, sólo sería posible que  algo sucediese a la vez si… o sea, en el mismo sentido que es posible que haya cinco ovejas en algún sitio. Es decir: el límite -me parece a mí.

A – Sí, eso es bastante razonable. Desde luego, lo que nuestra amiga saca “estamos todos aquí al mismo tiempo” es corriente, se reconoce, a esto se llama estar al mismo tiempo. Estamos una hora y media aquí, y los que estamos y no nos marchamos seguimos estando y por tanto decimos eso. Pero como esto es ya muy recibido y complicado he preferido presentároslo en casos de estrema simplicidad, en que no se trata de una hora y media de estar o no estar, se trata de un casi-istante, o de un istante de verdad. Si es un casi-istante, es que no creéis que puedan producirse dos al mismo tiempo. Si es un istante, y el mismo istante, entonces, es que sí creéis que se puedan producir dos cosas al mismo tiempo. De manera que es a ese dilema al que os estoy sometiendo. Espero que para aclarar algo. Sí.

- En el caso de la duración, pero en el caso de llamarlo istante, dos trayectorias que se cruzan, dos cuerpos que chocan, sí se puede más fácilmente entenderlo como en un mismo istante.

A - ¿Cómo? ¿Sí? ¿Que si son dos electrones en vez de ser la señora y yo, ya es más…? ¿ya es más?

- No, no, no, que si chocan… que si no es abrir la puerta, sino tropezar uno con otro, ya se puede decir que habéis tropezado al mismo tiempo. Pero que en cualquier caso sería… depende del término que, que...  que es algo como optativo y…

A – No, no. Depende, sobre todo, de una cosa más elemental. En ese caso, los dos electrones, ¿son dos o no son dos? Porque si son dos, una cosa es que A choque con B y otra cosa es que B choque con A. Ésta es decir tal como la señora y yo en la puerta del cubículo. De tal manera que la decisión simplemente se reafina un poco más, pero viene a lo mismo. Si no hay distinción entre “A choca con B” y “B choca con A”, entonces A y B corren peligro de no ser dos cosas distintas. ¿O no? [Silencio] Más, más, por favor. Sí.

- Creo que esto tiene bastante que ver con la separación del espacio y el tiempo. Porque, por ejemplo, aquí estamos todos juntos y no es una coincidencia. Pero, por ejemplo, cuando tú eras en el tren, en el que el espacio es cerrado, y que la persona ha abierto la puerta, como está en un espacio cerrado, y en un espacio propio, pues aquí se chocaron… no sé, una coincidencia en el tiempo, porque ocurrió a la misma vez, pero una coincidencia en tu espacio propio.

A – No está nada claro... Recuerda lo que he dicho al principio cuando os planteaba el problema de la distinción elemental entre cosa y sitio. Alguien, desde luego, puede coger los sitios y convertirlos en cosa. Pero, para empezar, parece que la Realidad necesita que se cuente con que las cosas están en sitios, y los sucesos suceden en sitios. De manera que sólo es contando con eso como podemos venir a encontrar el surgimiento del Tiempo real en la supresión del “al mismo tiempo”. Os estaba proponiendo en el arranque del Contra el Tiempo que el Tiempo real, no el de verdad, el Tiempo real, el de los calendarios y los relojes, éste que contáis todos los días, que la Banca cuenta, ése es un Tiempo que nace por la negación, la supresión del “al mismo tiempo”.

-  ¡Agustín! Cambio de opinión: ahora creo no.

A – ¿Qué?

- Ahora creo no. Tal como lo plantea, digo no. Ahora creo que no. Digo no. Cambio de opinión.

A – ¿Qué? No cabe. No cabe. Bueno, no me distraigas...

-¡Perdón, Agustín, perdón!

A- Tened en cuenta que acerca de esto de la Realidad hemos, ya hace tiempo, y poco a poco, cada vez más claro, espero, a lo largo de los años, ...que solamente puede entenderse como algo que está en medio de los ideales ?Todo, Uno, Nada?, que tratan de imponérsenos pero que nunca se imponen, y lo que de abajo se resiste a eso, es lo sin fin, lo sin fin, lo que no para un momento, a lo que el ‘ahora’ toca. De manera que Realidad sólo se entiende como la lucha entre lo uno y lo otro, entre los ideales, desde  arriba, por así decir, y la resistencia, la resistencia a esa imposición de los ideales, que es justamente lo que está de abajo, maternal. Si queréis acompañarnos a los que ya estamos en esto, recordad que por Realidad o Existencia lo que se entiende es precisamente eso, y ninguna otra cosa.
¿Quedaba respecto a esta forma de coincidencia que os he sacado alguna otra ocurrencia?

- Se me ha ocurrido…

A – Sí

- A veces te levantas y te crees que es Lunes, y te das cuenta de que no, que es Martes, y dices: “O es Lunes o es Martes”, no puedes decir, “bueno pues voy a pensar que es Lunes-Martes”, ¿no?

A – Y entonces, te encuentras con un vecino que se cree igualmente que es Lunes. Eso se llama coincidencia. Eso se llama coincidencia. Y que justamente, en ese caso que has contribuido a sacar, yo creo que se vuelve un poco más dura o difícil que la de la señora y yo a los dos lados del cubículo. Puede pasarle a cualquiera que se crea que siendo Martes es Lunes; pero que salga al pasillo y se encuentre con que al vecino le ha pasado lo mismo, y que se cree que es Lunes, eso empieza a parecer sospechoso. Cuando las coincidencias se empiezan a volver así, más difíciles, se vuelven  sospechosas de alguna manera, y molestan mucho: “Aquí está pasando algo”.

A este segundo tipo pertenece más o menos la segunda que tenía que contar y contarles a los lectores de La Razón.

- …yo quería preguntarte.

A – A ver.

- Que digo yo que si eso que llamamos “al mismo tiempo” no es precisamente lo que está en la base del choque, porque no se daría ningún choque que no fuera al mismo tiempo, y no se daría la creación de ninguna cosa si no hubiera choques. Es decir, está en la creación misma de eso que llamamos las cosas.

A – Te estás refiriendo a la teoría que ya…

- …de Lucrecio, sí.

A - … hemos sacado muchas veces de Epicuro cantada por Lucrecio...

-  … pero queriéndola llevar a esto de andar por casa.

A – la Realidad se establece, como sabéis… debajo de la Realidad no hay más que átomos y vacío. Y sólo los choques de los átomos entre sí, en el espacio sin fin, esplican el enredo de átomos más o menos espeso y, en fin, las cosas de la Realidad. Sólo por ahí se sale del submundo de los átomos y el vacío a la Realidad. Pero también recuerdas, y supongo que los demás también, que eso, para que pueda funcionar, le requería a Epicuro, y sobre todo lo sabemos por Lucrecio, introducir un principio de incertidumbre, que es que de por sí los átomos no pueden otra cosa que caer, separados, y así no chocarían nunca, y no habría Realidad, y que por tanto se requiere que en tiempo incierto en lugar incierto, un átomo se desvíe un mínimo, que quiere decir lo mínimo bastante para que se pueda decir “El movimiento ha cambiado”, pero que, dada la infinitud, basta para que eso arrastre consigo choques de todo tipo y la Realidad. Por tanto, no basta con eso.

Bueno: volviendo a lo que había salido con motivo de lo de tu Lunes y Martes, lo que les quería contar a los lectores de La Razón es este otro caso: es una novela que estoy leyendo de una norteamericana, Francine Prose, que se llama  Bigfoot Dreams (me la estoy leyendo), donde sucede que la protagonista, llamada Vera, es una mujer que ha acabado empleándose en una revista sensacionalista, This week, que se dedica a sacar noticias que bordan lo increíble, y que muchas de ellas no pueden ser menos de ser bulos. Entonces un día un colega de la revista le da una foto, que había sacado al pasar en un viaje, de un niño y una niña que están a la verja del jardín de su casa vendiendo una gaseosa o limonada de fabricación casera (porque él piensa que con ello  están empezando el gran negocio, que es el ideal, ¿no?; bueno, vio el negocio y al pasar cogió la foto). Sobre esta foto, esta Vera, costruye un bulo para la revista, para This week, que consiste en presentar a estos dos niños, les inventa dos nombres, a la niña y al niño, inventa el apellido de la familia, el del padre, un apellido corriente, Green, inventa que el padre es un dentista y que, con motivo de que en el patio de la casa debía de haber tal vez una fuente de aguas de poderes ocultos, la venta de la gaseosa de los niños empieza a tener un éxito tan tremendo que la gente acude y acaban por pisotearles el jardín y todo eso, y bueno: éste es el bulo que se saca. Al cabo de unos meses se presentan unos abogados a plantarle el pleito a la revista, porque  efectivamente hay una familia, donde el padre es dentista, el apellido es Green, los niños se llaman tal cual el niño y la niña ella había dicho en su artículo, y que es entonces, con ese motivo, cuando el artículo mismo que ella había publicado ha suscitado un alboroto en la vecindad que les están estropeando el jardín  y la carrera y la vida.

Bueno, siento que para hacerlo seguir haya sido muy poco complicado, pero supongo que lo habéis cogido bien. Éste es el otro grado que pensaba presentaros. Esto es lo que a la protagonista desde ese momento la atormenta (y supongo que la seguirá atormentando toda la novela), buscando esplicaciones -como se dice- racionales, racionales para el hecho, apelando, como se suele, a la casualidad, que es mucha, porque no se inventan así por las buenas, un apellido, un par de nombres, una profesión y todo eso, o bien, caer en las supersticiones que de ordinario reinan, es decir, facultades de previsión o de visión del futuro, o de cualquier otra cosa, en las cuales esta mujer, Vera, no puede ni creer. Pues bueno, si lo habéis cogido bien, éste es el grado de coincidencia que ahora os presento. ¿Eso puede ser? ¿Eso no puede ser? ¿Tiene en la Realidad sentido que eso suceda? ¿Es imposible que suceda? Ya comprendéis que este segundo grado de coincidencia os mete más directamente que el primero en la cuestión de las probabilidades. Es decir, que podría parecerse que ahora os estoy preguntando, cuando os pregunto “¿es posible que una cosa así suceda en realidad? ¿O no es posible?”, os estoy preguntando por... ¿qué pasa?: ¿probabilidades? ¿Qué tienen que ver las probabilidades con la posibilidad? Esto es justamente en lo que os estoy metiendo: ¿qué quiere decir que es imposible? ¿Basta con que sea sumamente improbable que tal cosa suceda en el mundo? ¿Es eso lo que quiere decir imposible? Ahora me responderéis lo que queráis, pero desde luego uno no se queda muy a gusto con esa decisión. Las probabilidades, desde luego, pertenecen a la Realidad, el cálculo de probabilidades se ha hecho para fenómenos reales y es él mismo, el cálculo de probabilidades, un hecho real. Tendríais el recurso de decir “Bueno, en un tiempo sin fin, cualquier cosa es posible”. ¿Esto os suena? Os lo voy a recordar ahora con otro tercer grado. Pero antes os quiero preguntar sobre el caso de Vera y vuestra actitud sobre el reconocimiento de que eso pueda ser en este mundo, de que eso pueda darse en la Realidad, o de que no pueda darse. De manera que espero unas cuantas voces más, antes de seguir.

-Borges escribe un cuento donde el Quijote se vuelve a escribir, pero no es el caso.

A – Muy bien. Sí, sí. No es el caso, pero se acerca. Ahora volveremos. Más sobre este caso, sobre este grado, digamos, intermedio.

- Yo entiendo que sí, que eso puede pasar. Es lo mismo que todos los días pasa en la lotería: compras un número de cinco cifras y a alguien le toca. ¡Joder!

A – ¿Se reduce a eso el problema?

- Sí.

A - ¿Sí?

-  Sí. Pueden pasar 5, 10, 45  probabilidades…

A – Está bien. Pensad si se reduce a eso el problema. ¿Es lo mismo que el hecho de que un número de cinco cifras de la lotería a alguien tenga que tocarle? Yo creo que no; yo creo que cualquiera que esté pensando en el asunto te dirá que no, que no se reduce a eso, que no es ni mucho menos lo mismo. Y es bastante razonable.

-No es lo mismo, porque el número de la lotería está dado, tiene que haber uno, y las  posibilidades en este caso o las probabilidades de que coincida esta señora en los nombres no están dadas; entonces, es muy poco probable, pero, claro, probable sí es,  imposible no es.

A.- Pero ¿por qué no es como en la lotería?

-En la lotería, por muchos que se den y sea entre mucha gente, esos números ya están: puedes sacar quinientos mil o cuarenta millones de números, pero cuarenta millones de números son reales y uno está en algún sitio; en el otro caso las probabilidades, en el caso de coincidencia de la señora ésta, no están fijadas en ningún número; entonces todavía es menos probable, aunque puede ser.

A- ¿En qué se parecería el caso de la lotería al caso Vera que os estoy presentando? ¿Cómo habría que plantear la cosa?

-Puedes plantearla también en probabilidades.

A- Pues se plantearía simplemente como se plantea de ordinario frente a cualesquiera loterías: hay alguien le dice a una señora “Compre usted el 35.528, que ése le va a tocar”; la señora lo compra y le toca. Eso ya empieza a parecerse. Y entonces, aunque en una manera todavía más tremenda, se plantea el mismo caso de Vera: ¿qué hago?:  ¿creo que ha sido que ha acertado por casualidad?, ¿me quedo satisfecho con eso? -esta señora. ¿Creo que –bueno, ya sabéis: la superstición- que tiene poderes para ver el futuro y que efectivamente lo había visto, había visto el bombo y la salida del bombo antes de que saliera el número? o ¿a qué me atengo?, ¿qué hago con eso? Bueno, pero más cosas sobre el caso Vera, a si eso puede darse en este mundo o queda fuera.

-En primer lugar, es un relato, muy bien traído al caso; en segundo, coincidiría el apellido, la profesión, los dos niños, pero habría muchísimos otros factores que no coincidirían; o sea que coincide lo justo para que se pueda contar la historia y organizar la...

A- No; como ella hizo un artículo muy largo, un bulo, resultaba que estaba prácticamente completo; con la única diferencia de que ella contaba que el agua era tan maravillosa que tuvo mucho éxito y eso les destrozó la vida y el jardín, mientras que cuando los abogados reclaman dicen que fue el artículo el que suscitó tanta curiosidad  que es eso lo que les estropeó la vida y el jardín a los propietarios. Pero en cuanto a los datos de partida, estaban todos, no había ninguna contradicción. Es importante, desde luego, esa intromisión del bulo publicado en cuanto a la marcha de los acontecimientos, pero por lo pronto eran los mismos.

¿Qué más? Aunque os pregunte sobre el caso Vera, os estoy tratando de tantear vuestras actitudes respecto a todo lo que se refiere a simultaneidad, probabilidades, posibilidad, imposibilidad. Porque esto son cosas que manejáis todos los días, como si tal cosa, todas las que he citado, y probablemente pues sin pararse nunca a pensarlo, porque tal vez el pararse a pensarlo, en estos casos, de antemano sabéis que resultaría tan peligroso, que naturalmente pues renunciáis: renunciáis, no lo pensáis más.
Sí, algo más ¿no? ¡venga!

-Yo creo que lo probable es algo que [...]  ya se ha visto una vez, y a partir de eso existe una probabilidad [...] de una cosa o [...] o de encontrarme a alguien en la calle, que puede ocurrir; pero hasta que no se ha visto algo en el pasado, para mí no es un futuro...

A- ¿Te niegas a lo de la visión del Futuro pero admites que la suma de probabilidades puede equivaler a...

-[...]probabilidades diferentes; pero hasta que algo, un hecho, no se haya visto, no puede existir para mí una probabilidad. Cuando algo ocurre que no se había visto, [eso ya no es cuestión (¿) de probabilidad]

A- Eso es muy heterodoxo, porque el cálculo de probabilidades se hace sobre cosas que no han sucedido, que no han sucedido; es decir, que la Banca, por ejemplo, funciona así: calcula probabilidades respecto a la marcha de la empresa o del capital; o no la Banca, el Seguro de Vida calcula respecto a las probabilidades de que al cliente le suceda o no le suceda esto o lo otro.

- [poco ayuda eso porque], hay un modelo, aunque no sea esactamente igual, sobre el que puedes hacer un cálculo probabilístico. Pero aquí lo hemos sacado otras veces cuando decimos que en un único caso, un único caso no sirve. No sé cuándo lo veíamos, con otras cosas, que un ejemplar de algo no es un ejemplar, es decir: no puedes hacer un cálculo probabilístico de ...

A- ¿Eso incluye que si, en lugar de haber acertado la adivina el número que va a tocarle a la señora, varias adivinas por el mundo proceden a  profetizar números de la lotería y aciertan en una cierta cantidad de casos, entonces ya las probabilidades... ¿de qué?

- No: el cálculo, el cálculo. Si las adivinas lo aciertan cada dos meses entre un número de población de gente, se puede hacer un cálculo. No se puede calcular, en este caso, si han adivinado los números...

A- Entonces, con esta vuelta, se trata de probabilidades ¿de qué?

-Probabilidades de que suceda algo que ya ha sucedido.

A-  No, no: no ya de que suceda, de que salga el número. Son probabilidades ¿de qué? ¿Qué es lo que garantizaría la repetición de los aciertos en cuanto a la lotería o algo así? ¿Qué garantizaría?, ¿qué sugeriría?

-Hombre, yo no sé esto. Pero son los datos: tú puedes calcular... Vamos a ver: incluso sabiendo si esta señora... el número de nombres propios que conoce, se podría calcular, por ejemplo, las probabilidades que tenía de coincidencia de acertar el nombre del chico; pero es imposible combinar eso con las posibilidades que tenía de acertar el de la chica, o el del padre...

A- Bueno, tú te has decidido: “imposible”; otro a lo mejor te dice...

-No, no: no imposible que suceda, es que puede suceder. Digo imposible calcularlo.

A- No; imposible, no. Simplemente, el cálculo probabilístico se vuelve efectivamente mucho más difícil, pero se trata simplemente de un aumento en la improbabilidad. Acertar con los dos nombres de los dos niños, Megan y Josuah, sabiendo ciertas cosas como esta mujer sabe respecto a judíos norteamericanos, a lo mejor. Pero que al mismo tiempo acierte que el padre dentista, el apellido del padre, Green, claro, habría que... juntando coincidencias, el cálculo de probabilidades se hace...

-Las probabilidades pertenecen a la Realidad, siempre.

- Sí.

- Pero sin embargo, las posibilidades pueden no pertenecer a la Realidad. Y entonces siempre será aquilatable matemáticamente el que se produzca el caso del dentista, del padre con los niños y todo eso... siempre habrá una probabilidad, que será próxima a cero, pero que no llegará nunca al límite de cero. Y sin embargo, lo que no podemos saber nunca es una cosa que es posible y que ni siquiera pertenece a la Realidad, porque todavía la Realidad no la ha asimilado dentro de su campo.

A- Bueno. Esas cosas, Jaime, están... yo creo que nos lían bastante. Son bastante aclaradoras para pasar a lo siguiente, puesto que no recojo más testimonios. Lo siguiente, donde esto se plantea más descarnadamente todavía, es lo que ya creo  haberlo sacado, porque por lo visto Borges lo toca alguna vez, y es muy conocido (desde antes de Borges: se planteaba en el Antiguo Régimen): es si se toman todas las letras del Quijote, tal como está compuesto, y se echan al aire para luego dejarlas caer otra vez y reposarse en un orden cualquiera, ¿cómo es lo que pasa con el que vuelva a reproducirse el Quijote?, ¿qué es lo que pasa con respecto a nuestro sentido? ¿Nos atrevemos a decir “imposible”? Supongo que algo os remuerde. ¿Nos atrevemos a decir “puede ser”? Supongo que algo os remuerde. Y lo que os remuerde en un caso y en otro,  pues viene de sitios distintos y contrarios, de manera que vamos a verlo. Si nos atrevemos a preguntar por qué, diríamos: ¿por qué es posible?, ¿por qué es posible que alguna vez las letras al caer reproduzcan el orden en que el Quijote está escrito? ¿Por qué es posible?

[...]
Bueno, pues si queréis, lo podemos poner “¿Por qué es imposible?” ¿Qué preferís? Como veis os estoy haciendo sentir la vanidad que en tales trances adquiere el por qué, la pregunta.

-Es posible porque ya lo hizo una vez Cervantes: las tiró y salieron.

A- Lo malo es que lo que te preguntan no es por una vez, sino por otra vez. Te preguntan por otra vez

-Sí, sí es posible. Y además no es solamente posible, sino que ocurrirá si el número de veces  que se hace el hecho son infinitas

-No no no no.

A- Ésa es la respuesta para quien declara, ante la pregunta por qué, que es posible. Acude naturalmente al sin fin: no habiendo límite ninguno de número de veces, no habiendo ningún límite de tiempo, ni de número de tiradas ninguno, es posible simplemente porque... porque no hay nada que lo impida, salvo que se os ocurra. Salvo que se os ocurra algo, no hay nada que lo impida. Tenía que ocurrírseos un impedimento para que no sucediera. Pero si no se os ocurre no hay nada que lo impida. Y en esto se funda... Bueno, esto a favor de la declaración de “es posible”. Ahora, contra tal declaración supongo que a muchos ya se os ha ocurrido lo que hay que decir, sobre todo si recordáis lo que os he prevenido al empezar la tertulia respecto a las cosas que sabíamos... ¿Por qué esto no vale, a pesar de la evidencia del razonamiento?

- ¿El creador no se tiene en cuenta ahí, o sea, a Cervantes en este caso que las pone en un orden?

A-Bah! Podemos suprimirlo; a Cervantes podemos suprimirlo sin que el problema cambie. De manera que podíamos suponer que una vez que se produjo, pues lo que se produjo, a través de Cervantes y otros artilugios concomitantes, que se escribiera el Quijote, eso no...

-Imagino que, caso que se diera esa infinita posibilidad, ¿quién te dice a tí que la cosa es la misma cosa? Si eso tampoco es posible.

A-Tiene que ver con la pega que estoy diciendo. Se puede decir de una manera más clara por qué no vale ese razonamiento.

-Que no hay un Quijote que no tenga variantes, que esté fijo en todas sus letras.

A.-¿Cómo que no hay?

-Que ¿cuál será ese Quijote con el que vas a comparar?, porque habrá ediciones distintas del Quijote.

A- No no no. Aquí de lo que se habla es de lo mismo, el mismo. Posibilidades de que se reproduzca el mismo.

- Como lo de nos bañamos y no nos bañamos en el mismo lao.

A- No hace falta complicarlo tanto. El Quijote, como todo el mundo sabe, y cualquier otro conjunto de letras por numeroso que sea y por complicado que sea, es un producto real, es una realidad.

-Pero no vas a darle la misma interpretación.

A- Sí, sí: es una realidad; mientras que sin fin, eso no es ninguna realidad. Es lo que os recordaba al principio: Realidad sólo se entiende como un trance en que están luchando desde arriba la imposición de ideales, que es Todo, Fin, y lo de abajo que se resiste, sin fin, continuo, ahora, cualquier cosa que se sigue resistiendo a que se le imponga Todo, Uno, Número, Nada. Sólo el choque entre lo uno y lo otro es la Realidad; por tanto no podemos meter, para el problema del Quijote, que es real, no podemos contar con ningún sin fin. No podemos contar con ningún sin fin. Esto es lo que invalida el razonamiento. [[dicho con varias interrupciones]]
Ahora, mientras Isabel nos habla, os quedaréis pensando en la otra respuesta: “es imposible.”

-No, es que, ya lo has dicho tú, que me resultaba como incompatible algo como la infinitud con la identidad de que A es igual a A.

A- Bueno, bueno: no lo empieces a decir...

-...ni siquiera con la repetición. Es que son como dos planos que no tienen nada que ver: si metemos el sin fin no podemos andar con lo de la probabilidad de que A es igual a A.

A- No hace falta ni filosofar sobre esto.

-No no es filosofar, es que cuadra o no cuadra

A- Las cosas de la Realidad, cualesquiera cosas, incluídos nosotros, Isabel o servidor, cualesquiera cosas de la Realidad, o un libro –da lo mismo-, están costituídos en esa guerra que acabo de recordaros. Es decir: que en una cosa, un libro, en uno mismo, al mismo tiempo hay un empeño, una orden, de ser el que es (precisamente El Quijote, precisamente Don Agustín, el que es, inconfundible con ningún otro) y una resistencia por lo bajo, que está continuamente haciendo sentir que eso es mentira, que nunca ese ideal de uno se va a cumplir, que por todas partes le están sobrando, fluctuando o escapando cosas que impiden que sea de verdad el que es. Eso es la Realidad, la general y la de uno. Por tanto cuando en el problema de la coincidencia que os he sacado en este tercer grado se razona que es posible, que tiene que suceder porque no hay límite de tiempo ni de número de tiradas, se está metiendo lo sin fin en la Realidad, como lo hacen la Ciencia y la Teología a cada paso. Ésas son las mentiras contra las que justamente esta tertulia política se está debatiendo cada vez que se junta.

-Pero cuando se descubre esa mentira de que yo... de que es mentira que soy el que soy,  si digo “no puedo decir es verdad que soy que no soy el que no soy, que no soy el que soy”, es decir, lo estoy mezclando, estoy operando en el mismo plano de imposibilidad.

A- ¡A no distraernos con vueltas sobre la tertulia! Antes de pasar a la declaración de imposible, qué más cosas se os ocurren respecto a esto.

- Agustín, no veo de todas maneras el salto entre lo sin fin y las probabilidades, porque... Bueno, sí lo veo por un lado, pero llevando el ejemplo al estremo podrías decir que tiras el Quijote y que a la primera se ordena. ¿Qué impediría que se ordenase a la primera? -como decías antes- ¿qué es lo que lo imposibilitaría?

A- Tampoco, por supuesto. Nada.

- Pero ahí no hay ningún tiempo sin fin que por lo tanto se tiene que dar, o un número de tiradas sin fin...

A- Sí sí: no hay, no se cuenta con ningún tiempo, no se cuenta con ningún tiempo real. Eso previamente ya el otro día os lo recordé, para que supiérais a qué ateneros con este cálculo de probabilidades en que os hacen vivir: efectivamente si tirando la moneda al aire va saliendo ventisiete veces cara seguidas (y dices “¡joer: esto es lo más improbable”), y entonces tienes que apostar por la siguiente tirada, lo lógico es decir “tantas veces que ha salido cara, ahora le tocará salir cruz” y sin embargo pues, ya sabéis, lo que va a salir en la tirada ventiocho es cincuenta  por ciento, como siempre: lo mismo puede ser cara que cruz, igual que desde el principio.

- Y cuando sale de canto ¿qué pasa? También sale de canto...

A- De manera que en el ejemplo que sugieres, no sólo el razonamiento se podría haber hecho como hemos dicho, “sin límite alguno de tiempo, a fuerza de tirar sin contar con el número de tiradas, tendrá que reproducirse”, sino que además “tampoco hay nada que impida que, entre las veces sin fin, sea la siguiente aquélla en que vuelve a producirse el Quijote”; da igual; no se puede distinguir. No habiendo...

- ¡Espera, Agustín! Es que, además, no es tan improbable en el sentido de que, llevando el ejemplo de la moneda, tú cada vez que tiras, la primera letra (“En un lugar...”), la E, es una posibilidad entre veinticuatro, que no es tan difícil; la segunda, la N, de nuevo es una entre veinticuatro... todas las veces puede salir una entre venticuatro.

A- Sí, pero no entiendo.

- Lo que quiero decir es que es el mismo caso que el de la moneda, mucho más... multiplicado hasta el absurdo, pero que el caso de que se pueda dar la primera vez no es mucho más difícil.

A- No no. Si simplemente es que el fallo del razonamiento es que se ha introducido un sin fin, es decir, un tiempo incontable, un tiempo sin fin; y efectivamente eso no se puede hacer, porque el cálculo de probabilidades es real. Introduciendo un tiempo sin fin, desde luego ya da lo mismo decir “alguna vez, a fuerza de” que decir “y hasta si quieres la vez siguiente”. Pero es porque se ha hecho la trampa: se ha metido, en un hecho real como es el Quijote y su composición, se ha metido un sin fin que a las probabilidades las anula, simplemente las anula. Decir “en un cálculo de probabilidades hay probabilidades sin fin” es absolutamente fuera del arte, no tiene nada que ver, a ningún físico ni matemático se le ocurrirá semejante cosa. Las probabilidades, como sabéis, son entre 0 y 1, y nada más. Son así como funcionan en la vida real.

-Lo que está claro es que parece que todo esto del juego del azar es independiente...

A- ¿Qué es el juego del azar?

- De esto de las probabilidades.

A- ¡Ah! Eso no es el azar.

- Bueno; pues eso de tirar las cosas por el aire y que salgan así. Que depende también si... ¿no será que hay una empatía entre la mano del jugador y las barajas, o entre la mano del jugador -como quería Borges- y los dados? Porque por ejemplo se podría decir “Dudaba tanto, que cuando tiraba la moneda le salía de canto.”

A- Eso es volver a las posibilidades con que esta mujer de la novela, Vera, se debate con cualesquiera esplicaciones, que podrían incluír ésas que recuerdas. Es volver a creer en una previsión, en que tengo algo que, a fuerza de hacer para la revista bulos, me he acostumbrado de tal manera, me he hecho tan hábil en esto de hacer bulos, que cada vez me obliga a hacerlos más cercanos a la... Verdad, lo que se llama “verdad”, que como sabéis está mal llamado porque en la Realidad no hay verdad ninguna. Ésa es a otra cosa; o acudir a lo que acabamos de acudir, al sin fin: decir “Bueno, pues yo no puedo decir que sea imposible porque dada la cantidad de nombres de niños y de... alguna vez tiene que coincidir, y resulta que por casualidad me ha tocado.”; ésa o cualquier otra esplicación. Es eso lo que se está debatiendo

-  Agustín, y tú cuando...

- ... que tiraras las letras del Quijote y te saliera Marx o [...], eso sí que sería imposible; pero que tires las letras del Quijote te saliera el Quijote, como es cosa de combinatoria... porque un matemático te podría decir “el número de probabilidades de que esto ocurra es tal”, y lo calcula. Lo difícil es que salga –yo que sé-...

A- Lo que no te puede decir es “son sin fin”; eso es lo que acabo de decir.

-No.

A- Están entre cero y uno; de manera que, si le pones en el aprieto, tendría que hacer un decimal que casi no podemos aquí ni imaginarnos.

- Cuando tú juegas tanto a los solitarios, ¿no estás jugándote también esa posibilidad...

A- La cuestión había quedado en esto: cómo, si se responde “es imposible lo del Quijote”, cómo eso se puede razonar y contrarrazonar. Como hemos razonado: que, dado que el cálculo de probabilidades se da en la Realidad y no podemos meter dentro de la Realidad el sin fin, porque entonces perdemos lo que es costitutivo de la Realidad, que es cálculo de probabilidades y número, entonces, con la declaración de que es imposible, ¿qué? A primera vista, es la declaración contraria y... algo tendría que sugeriros. Venga ¿es imposible?

-Pero en la realidad puede ser imposible: en la Realidad el cálculo de probabilidades puede ser prácticamente imposible.

A- No: prácticamente no vale. Es sumamente improbable, pero ya hemos visto que eso no vale como equivalente de imposible. Sumamente improbable no vale como equivalente de imposible. ¿Qué? ¿Es imposible?

- Si dices “nunca”, Nunca está ya fuera de la Realidad, pertenece al ideal... estamos mezclando algo de la Realidad con algo de fuera de la Realidad.

A- Sí: eso se puede razonar; por ahí se puede razonar. “Es imposible...

- Es lo mismo de siempre: Siempre y Nunca, Todo y Nada.

A- Os tendré que recordar algo de la política más inmediata, la de los políticos  que a lo mejor os sugiere algo. ¿No les habéis oído a los defensores del Régimen que padecemos, del de la Democracia, no les habéis oído más de una vez razonar que es que es “el menos malo de los posibles”?, ¿no os suena?, ¿no os suena esta sinvergonzada? Pues tenía que sonaros porque se ha empleado más de una vez. Pues atentos a cómo esto se enlaza: “el menos malo dentro de los posibles”.

- Me parece ser la más grande tontería; porque todo lo que conocemos hoy, en un tiempo dado ha sido una utopía, algo que nunca se había visto, que incluso no se podía ver. Y entonces, el menos malo dentro de lo que conocemos ahora. Pero hace –no sé- doscientos años ni siquiera se podía pensar que hoy día podríamos vivir así.

A- Que tú crees que lo que soñaban hace cien años era esto que tenemos hoy?

- No: más de doscientos años.

A- Hace doscientos años, no: no era esto. Y la culpa de que no puedas decir semejante  cosa está en que hay otra fórmula que también os suena, otra sinvergonzada más vieja, que también habréis oído: “la revolución dentro de un orden”. ¿No os suena? Ésa ya no está de moda; pero ahora quiero que os fijéis en ésta: “el menos malo de todos los posibles”. Tiene que ver con lo que estábamos diciendo, aunque parezca que no: “el menos malo de todos los posibles”.

-De todos los conocidos -¿no?

- En la Realidad tampoco nos pueden vender eso. No nos pueden vender por un lado algo que es posible, porque sería Todo, y luego descontar un caso solo.

A- Es otra vez hacer traición a lo que hemos descubierto sobre la Realidad. En este caso no metiendo el sin fin sino metiendo el Todo, metiendo Todo, que es lo que viene de arriba. Es como si estos señores tuvieran un repertorio de los regímenes posibles y,  dado que ese repertorio está cerrado, son todos, ellos te dicen que de entre todos ellos el mejor es éste. Es decir, te hacen pasar todos los engaños referentes a la Historia y a los regímenes, te los hacen pasar como algo perfectamente controlable, definible y dentro de lo que se puede elegir. No se puede: en la Realidad tampoco se puede meter Todo, no tiene ningún sentido. ¿Entonces?

- Entonces ¿qué?

A- La Ciencia, los negocios, la Realidad misma, necesita esto de el Todo, la definición, el Número, necesita la Causa. No hay ninguna ciencia ni ninguna [¿] de una manera o de otra que no tenga que necesitar, para esplicar, para mentir, para mentir esplicando lo que pasa en la realidad, no tenga que usar esto de la causa, la cadena causal. Le pasaba lo mismo en la vieja Teología a Dios, a Dios Creador: también para darnos cuenta del mundo a su estilo tenía que regir la Causa.

Y ésas son justamente las trampas que vienen de un lado y que resulta que, contra lo que esperábamos, nos permiten sin embargo decir “Nada hay imposible, en la Realidad”. Nada hay imposible. Parece muy paradójico, pero quien descubre la mentira de la Causa (los curas antaño -me acuerdo todavía de pequeño–, que naturalmente tenían que creer en la causa, a todo lo que no se producía por causas lo dejaban fuera porque era por casualidad. Y los curas decían: “Casualidad: el Dios de los tontos”, le decían al niño “Casualidad: el Dios de los tontos.” Para que veáis que Dios por una cara y por la otra, el de los listos y el de los tontos, tenía que poner en conexión y afirmar tanto la Causalidad como la Casualidad, el mero azar, el desconocimiento. De manera que negando justamente la presencia de el Todo, de el Todo cumplido, de la Causa estricta, de los números, justamente se está también negando la declaración de imposibilidad. No os estrañe que en política corriente aquéllos mismos que declaran “el régimen menos malo de todos los posibles” son los que a cualquier otra cosa la declaran imposible, a cualquier otra cosa que no sea el conjunto de los regímenes que ellos conocen. Son los mismos y por buena razón, son como con las dos caras del ... No hay nada imposible, porque la realidad no es más que esa lucha que hemos dicho; y ni es todo, ni fin, ni es de por sí también un sin fin como este sin fin en el que nos estamos perdiendo a cada momento. Posibilidades, meras posibilidades, quedan abiertas.
    
Bueno, empiezo a notar que os estáis cansando un poco y que supongo que tendréis que consultar mucho de lo que estamos diciendo... bueno, con la almohada no sé si es lo más conveniente, pero tal vez a lo mejor es lo menos malo con la almohada.

En cuanto al caso Vera, yo me estoy leyendo la novela esa, todavía voy por la mitad, de manera que ya os diré, si tenéis curiosidad, cuando acabe de leerla cómo resuelve esta pobre mujer el asunto de su acierto con los nombres propios.

Y entre tanto, supongo que han salido, aunque muchas de paso, todas las grandes cuestiones que están enlazadas con esto, y es sobre eso lo que os deseo que consultéis con la almohada, por si acaso dentro de siete días no se cumple fatalmente nada y el Señor nos deja seguir estando tan indecisos, tan dudosos como estamos hoy.