27.08.2014

Tertulia Política número 330 (18 de Abril de 2012)

Agustín García Calvo

Ateneo de Madrid



  Tertu330-18-4-2012#Tertu330-18-4-2012.mp3


TRANSCRIPCIÓN:

 

C — Bueno, primero que, un poco como va pasando estas últimas sesiones desde hace un tiempo, Agustín tiene de vez en cuando achaques, parece que le vienen cambios bruscos de temperatura o lo que sea, la cuestión es que esta mañana se ha levantao con bastante tos y con bastante dificultad para llevar la tertulia y, bueno, nos ha encargado a mí y después, por conexión, a los que se animen a subir a la tarima para que no estemos aquí en la tarima tan solos, algunos que quieran más llevar la tertulia prolongando la del último día. A lo mejor hay gente que no ha estado en la última tertulia, pero vamos a repasar un poco lo que se dijo en aquella tertulia, la de hace siete días, donde en la nota que ha resumido Agustín, que me ha pasado, me ha sugerido que estos eran los puntos que en la tertulia habían quedado demasiado oscuros, con demasiadas conexiones entre ellos y que no había habido suficiente discusión, que no se habían replanteado, de manera que os los voy a leer y después voy a enunciar el primero; se abrirá la charla sobre el primero, después el segundo, es decir que haremos una tertulia distinta a la que normalmente hace Agustín que es, como dice a veces en plan de broma, soltar el sermón y después producir la discusión alrededor de las cosas que suelta Agustín. Vamos ahora a retomar en estos seis puntos, que aquí Agustín ha resumido, cosas que se dijeron en la tertulia pasada y sobre ellas las iremos planteando y abriré el turno de palabras para ver qué juego nos dan, a ver qué ocurrencias tenemos o qué rechazos o descubrimientos podemos hacer teniendo en cuenta que esto es una tertulia política que se declara contra el Dinero, contra el Estado, contra el Poder, sea lo que sea eso cuando es dicho desde uno que no deja de ser contradictorio y en cierto sentido también un reflejo de ese Poder.

Veamos el primer punto que habría que someter a discusión: se trata de aquello que en la tertulia se planteó que es el grito de libertad o liberación del pueblo (que los que habéis estao en la tertulia del miércoles pasado a lo mejor os acordáis) que es ante todo liberación del Dinero, y esto nos lleva a que recordéis que esta liberación del Dinero él la conectaba, Agustín, con el problema de la redención en los Evangelios, habiendo hecho (no sé si os acordáis) una pequeña nota inicial diciendo que cualquier libro, sea de religión, sea de ciencia, sea de política, que normalmente están hechos al servicio del Poder, al servicio de la consolidación de la mentira y la opresión, siempre puede hacer aparecer, precisamente en la presentación de las cuestiones, elementos que puedan servir para luchar contra la mentira, luchar contra el Poder, y en la medida que esa contradicción en el libro queda viva, pues se puede usar, y Agustín había conectado el problema de liberarse del Dinero con el problema de la redención que aparece en los Evangelios, aprovechando la cuestión de la Semana de Pasión, en esta especie de planteamiento de que el Hijo del Hombre redimía en el sentido de que intentaba deshacer el contrato que sometía a los hombres al Dinero (empleando el término económico), redimía precisamente de ese contrato, de esa sumisión al Dinero, aprovechando que ese término era un término económico como es el de redemptio, que venía del latín, y explicó el juego de las etimologías.

Ése es el primer punto que se trató en la tertulia pasada y que vamos a darle vueltas porque esto de la liberación del Dinero evidentemente nos plantea cuestiones relacionadas con Dinero, con uno mismo y, si nos saltamos, con el Hombre (con mayúsculas) y la Sociedad humana y Universo.

El segundo punto que conecta con éste es una liberación del Hombre (aquí está escrito con mayúscula) y de cada uno: liberación del Hombre (con mayúscula) y de cada uno. (Mientras las cosas permanecen reducidas a Dinero,  tampoco cabe liberación de nadie). Éste es un paréntesis, éste es el punto segundo.

El punto tercero sigue en este sentido, acerca del grito de libertad que estaba en el punto uno: la liberación de la condición humana y de cada uno, esa liberación es dos, son dos, es decir, que en esa condición humana está la constitución y condena humana que es saber la muerte; pero por un lado contra ese saber la muerte está, en la liberación, el deshacerse como cosa entre las cosas, y por el otro lado lo de libera me de morte aeterna (había sacado estos comienzos del Oficio de Difuntos), esto es, la nada que amenaza al que quiere ser uno y todo como Dios, es decir, planteando la cuestión efectivamente del deshacerse en los dos sentidos: deshacerse como cosa entre las cosas o la amenaza que recibe el que quiere ser uno y todo como Dios.

El cuarto punto: volver sobre la conversión del amor y la compañía en trato (del amor y compañía en trato, la compañía) en Dinero. Cómo la conversión del amor y la compañía se vuelve Dinero, y se toma el ejemplo del soneto 134 de Shakespeare que tenemos ahí para que después se recuerde recitado por Virginia o Ana, quien más se anime, y plantear el problema en la cuestión de la compasión, en lo de la compasión con Cristo, el Hijo del Hombre, que da su ánima para la liberación del trato (esto casi es una traducción de una frase del Evangelio de San Mateo, creo que es el 20-28, donde el Hijo del Hombre redime, redime a los muchos. Que redimir en el sentido económico es liberarlo del trato de sumisión al Dinero).

Bueno, y al final de la tertulia se sacaron también unos versitos de Don Antonio Machado, con unas pequeñas modificaciones que había hecho Agustín, aunque se pueden recordar las dos versiones (“Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar”, es el último de los versos) tratar sobre ese asunto que se trató en la tertulia pasada y, después de discutir estos puntos, volver sobre la generalidad que enlaza Muerte, Tiempo y Dinero.

Esto es un poco lo que, resumido de la tertulia pasada, parece que se nos impone como tarea a llevar a cabo hoy, así que yo voy a recordar un poco este punto uno y, si queréis, el dos, eso del grito de libertad del pueblo (que, como sabéis, en la tertulia hace bastante que se dice que no existe pero que lo hay), el grito de libertad del pueblo en relación a las cuestiones que inmediatamente se plantearon que es el problema que aparece de la redención, el término económico que aparece en los Evangelios, en el sentido ése que se usa esas partes de los Evangelios que sirven para denunciar la mentira del Poder y del Dinero, y las cuestiones que después se plantean acerca de la liberación del Hombre con mayúscula y de cada uno.

Así que yo ya lo he dicho lo que me parece, así que vamos a ver si alguien se plantea, sea discutir el sentido éste de redención que aparece respecto al Hijo del Hombre (que, como recordáis, en otras partes del Evangelio se presenta como Hijo de Dios), esa cuestión de la redención, de dar el ánima, de dar el alma por la liberación, por la redención de muchos. Ése es el primer punto sobre el que os dejo, si os parece, que os dediquéis a plantear, sea para despotricar contra esto o sea para seguir buscando si hay un buen hilo para tirar de este planteamiento, este planteamiento de aprovechar un término de rescate, como es el de redención, para plantear esta cuestión de la Pasión en los Evangelios. Venga, Álvaro.

— No estuve en la última tertulia, pero me gustaría que algunos de los que estuvieron en la última tertulia pudiesen aclarar de alguna manera en cómo redención se puede decir que es un término económico, porque muchas veces cuando se te habla de redención parece un término que es de la moral o de la teología, que es simplemente que se han perdonado las almas, pero…

Ana — No, no, no: en redención está el verbo ‘redimo’, ¿no?, hay una cosa que es emptor que es el comprador, ¿no?, y emptio que es la acción de comprar. Se supone que es una liberación pero de cosas que están sometidas al trato ése de la compra-venta. Redemptio es vuelta a comprar una cosa que…

— Sí. No, no. Es decir, lo que no entiendo yo es que si alguien saca a vender una cosa ¿por qué la vuelve a comprar?

— Ésa es la jugada: “comprar la deuda” decíamos el otro día.

Ana — A ver, ¿quién es el que…?

— ¿Quién vende?, ¿qué es lo que vende?, y si lo tiene que volver a comprar ¿qué es lo que está comprando y qué intención económica, qué intención… no sé, pues crematística tiene al vender una cosa y volverla a comprar?     

Ana — Estábamos hablando el otro día de que esta especie de vuelta atrás de la compra era tanto en el sentido del que lo posee, del posesor, como en el sentido de lo poseído, ¿no?, era una vuelta atrás en los dos términos…

— Pero en el caso del Cristo ¿quién sería?

C — Sí, en el caso del Cristo, vamos, en la medida de que la figura de Cristo es tan contradictoria, dicho Hijo de Dios e Hijo del Hombre, nos suponemos que tiene este hecho de los dos: podíamos hacer el juego de que es al mismo tiempo el que compra y el que vende en relación como Hijo de los muchos, del Hombre, y por lo tanto entendido como conjunto de los hombres, hay que suponer que este Cristo de alguna manera quiere liberar o redimir del contrato que se establece entre el que compra y el que vende; es decir que la condena de los Hombres a ser reducidos (en el uso que se hizo aquí, en la tertulia) a Dinero, pongamos por caso, porque una compraventa es que hay algo que se compra, uno que compra y otro que vende con intercambio de Dinero, en esa operación efectivamente rescatar, liberar (no se dice con qué), liberar de ese contrato de compra y venta que está jugando ahí; es decir que el ánima, el alma, el ánima de Cristo que se supone (porque dice psiché, creo, en el Evangelio), el ánima de Cristo, el alma, lo que está ahí luchando, dedicándose a rescatar, o sea, romper, liberar de ese contrato. Que la liberación después se haya presentado como otra forma de sumisión a una institución como la Iglesia, una institución como Dios, eso hay que tomarlo que es una utilización o un juego posterior, y de hecho así la Iglesia lo ha usado, es evidente; pero aquí en la tertulia pensamos que se puede leer eso de otra manera, con los riesgos que puede tener eso quizá, no lo sé, pero en todo caso el uso del término, que no es muy común en los Evangelios, es en ese sentido de rescatar o, si se quiere, de volver a comprar, o sea, deshacer el contrato, que ya…

— Comprar la venta.

C — “Comprar la venta” es otra forma de decirlo, recomprar un contrato que se ha establecido y que se supone que está basado en Dinero.

— Liberarse personalmente del apego.

C — No debe usarse ahí la cuestión de ‘persona’ porque incluso ahí (es interesante) dice “los muchos”, “los muchos”.

— “Interesante”, ¿qué?

C — Que en el Evangelio dice “muchos”, no dice ni siquiera “los hijos de Dios, los individuos, ni personas”, dice “los muchos”; además ‘personas’ en todo caso eran tres (el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo), era un término que todavía no se había usao con la generalidad que se usa ahora, ¿no? De manera que, bueno, yo…

— Pero el Hijo estaba sometido a la condición humana.

Ana — No, aquí el otro día es que se aclaró un poco, porque recordaba Agustín que en los Evangelios más bien Jesucristo dice de sí mismo “el Hijo del Hombre”, que eso de ser el Hijo de Dios parece una cosa de los apaños de la teología de después. Pero decíamos el Hijo de Dios no puede ser más que el Hombre, como heredero o Hijo de Dios o… sí, heredero o Dios en la tierra, el Hombre, si es lo que estamos sufriendo en todas partes: que el Hombre…

— Que ha adquirido la condición humana.

Ana — Claro, y entonces a Él, de una manera así más humilde, se le ocurría llamarse así “el Hijo del Hombre”; porque luego resulta eso de que los hombres tienen crías, ¿no?, y en las crías se da eso de la razón, de la encarnación del Verbo, que era otra de las maneras en que se llamaba (el Verbo, el Verbo encarnado), pero que no era el Hombre, y por eso…

C — Es una cuestión que vamos a tratar o que se debe tratar respecto al punto segundo, que también salió en la tertulia, que es la liberación del Hombre (con mayúscula) y de cada uno.

— Y de cada uno.

C — De cada uno. Pero tanto el Hombre con mayúscula como cada uno ya son gente que está en el contrato, son gente ya sometida, por debajo hay que suponer que late otra cosa, digamos ‘sin fin’ o de verdad; pero la liberación del Hombre con mayúscula esto se puede tratar... pasar al lenguaje matemático o físico, liberación del Hombre con mayúscula y de cada uno, empleando todo y uno como términos que se van a tratar, como son efectivamente ideales inalcanzables en la Realidad pero se juega en la Realidad como si cada uno fuera cada uno y al mismo tiempo pudiéramos pensar en un todo. Esa forma en que los ideales se imponen sobre lo desconocido, lo contradictorio y lo ambiguo evidentemente es uno de los puntos en que jugaría esa posibilidad de liberación o, si se quiere, de rescate o de compra de la compra, en que la compra, al jugar por intermedio el Dinero, parece que permite (además que el Dinero es un intento de realizar los números), permite efectivamente un cómputo que pretende ser exacto, pretende que cada uno vale tanto, se le reduce a número y eso es la situación de la esclavitud en que estamos.

— Yo lo que he entendido lo primero, que tiene que ver con esto segundo también y ahí es donde me confundo un poco, yo entendí el otro día que el Hombre estaba vendido al Tiempo, o sea, al Futuro y al Dinero, y que la redención era que el Cristo compraba, digamos, esta venta redimiéndole fuera del Tiempo con la vida eterna. De alguna manera pues que le diera una vida eterna…

— No.

C — Bueno, en todo caso está bien que salgan estas conexiones, pero no olvidemos que por detrás de todo esto late el problema general que (dentro de este ordenamiento que nos lo vamos a saltar) era la cuestión que enlaza Muerte, Tiempo y Dinero, que es el último… Un momento

— [es que iba a continuar por ahí]  porque hay una confusión porque no puede redimir a alguien de la condena del Tiempo con un tiempo eterno…

— No, eso no.

— …Y que además es claro. Pero eso es lo que me había parecido y me quedaba ahí…

Ana — No, ahí es que te has confundido: que había una redención en que a cambio de la venta al Futuro fuera a recompensar con la vida eterna, eso no; nada de eso. Eso es prácticamente lo mismo, ¿no?: el Futuro es como la vida eterna ésa que no está aquí.

— No, no, pero que sea prácticamente lo mismo o que parezca prácticamente lo mismo, no quiere decir que no… en el propio mensaje de redención lo que se puede entender, según el mensaje de Cristo, en la palabra ‘redimir’, no sea ésa la intención, que a nosotros no nos parezca.

Vir — No, en la palabra ‘redimir’ no hay nada de eso. No hay nada de eso.

Ana — No es una promesa.

— Tampoco entiendo cuál es la recompra. Si no es la recompra de algo que estaba vendido, que lo más claro que me parece que estaba vendido es (que eso sí que lo dijo) al Tiempo y al Futuro, luego al Dinero. Eso es la venta. ¿Cómo compras eso?, ¿con qué compras eso?

— Porque deshaces eso, el contrato.

— ¿Y cómo lo deshaces?

C — Eso es una cuestión que hay que discutir.

— Había otra manera…

— [] liberándote de esa venta. Ya no estás vendido al Tiempo y al Dinero.

— Lo deshaces con el desapego.

C — Sí, vamos a dejar. Es un problema que hay que discutir, porque además es uno de los problemas que va en los planteamientos que tienen que ver con lo de la compasión, lo de la pasión y demás cuestiones que… Pero, vamos, como hay alguna voz por ahí…

— Yo llevo mucho…

C — Sí, por eso, me parecías bastante nuevo.

— He venido, pero llevaba sin venir…

C — Sí, ya.

— …No, simplemente, vamos, que lo que sí se ha hecho con todo esto es un juego, aunque fuera a posteriori, que lleva el cristianismo milenios con eso, que no se sale del juego del Dinero ni de esto, o sea, lo que es, por ejemplo, la frase ésa del Padre Nuestro de “perdona nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores…”, y, bueno, pues o sea, y toda esta insistencia en… incluso en las vinculaciones con lo del Estao, ¿no?, “al César lo que es del César”, o sea, yo creo que todo esto no deja de ser una máquina en la que está el Dinero implicadísimo… O sea, por mucho que el término ‘redención” quiera implicar que se libera, pero...

— Claro, claro.

C — Sí, yo creo que hay que recordar primero la cuestión ésa: todo libro que por supuesto sirvió para constituir una religión tan brutal como la religión católica, cuyas conexiones con el Oro, el Dinero y los Banqueros siempre han sido estrechas, evidentemente tiene una parte claramente vendida; pero estábamos diciendo que no hay por qué pensar que una lectura de ese libro no nos permita también recoger voces que dicen NO a eso, empezando porque la Iglesia evidentemente quiere esconder el carácter dinerario de Dios, lo quiere presentar como algo que no es Dinero. Entonces en ese sentido que el término ‘redención’ tenga una connotación económica es interesante, puede permitir la versión ésa de que redención consiste en hacer un Dinero más exquisito, con lo cual evidentemente sería claramente no una liberación de verdad sino una confirmación del Dinero, ¿no? Pero hay otra posibilidad: que esa redención, que significa liberarse del contrato de compra anterior, nos deje abierta a una posibilidad que no se sabe. A fin de cuentas, en toda la tradición de la liberación o luchas de la gente, siempre la figura de Cristo ha sido relativamente contradictoria, y hay muchas de las cosas que están en el Evangelio que no hay Poder ni Orden ni Dinero que aguante, por ejemplo: “abandona a tu padre” o…, es decir, hay cuestiones que no entran en eso. Yo creo que hay que seguir dándole vueltas a eso. Hay que tener en cuenta que la liberación es de los que estamos sometidos al contrato, estamos reducidos a Dinero, nos estamos vendiendo y comprando, estamos en el juego de la Realidad, en ésta estamos, no lo podemos olvidar, no podemos aquí pensar que no nos pasa esto, ¿no? Entonces la liberación o esta especie de redención, que significa (digamos que) “recomprar esa sumisión”, en ésa hay que plantear en qué consiste entonces esta figura de todos y de uno mismo, que es un poco lo que nos importa. No olvidar que eso se relaciona con la cuestión del Tiempo por dos caminos: por una parte porque no hay que olvidar que el Tiempo real, que está regido por la idea de muerte siempre futura (esto es de sobra dicho y repetido, aunque no lo acabemos de pillar bien en la tertulia), el Tiempo real precisamente está montado sobre la falsificación de AHORA, AHORA que una vez que se dice ya ha dejado de ser AHORA  y por lo tanto no hay posibilidad de reducirlo a ‘el Ahora’, como uno mismo, como ‘el Yo’ está montao respecto a la falsificación de ‘yo’ que está hablando y que en el momento de hablar no es nadie, no es ‘el Yo’. Esto nos lleva a conectar evidentemente Uno como ‘el Yo’ y Tiempo real como una falsificación de AHORA, esta conexión entre, si se quiere, Tiempo y Hombre o uno.

Y después ¿cómo juega el Dinero en esto, cómo juegan los números que buscando realizarse en la Realidad nos permiten tener el Orden humano montado sobre lo que está montado?: cada uno puede venderse, dentro de lo que cabe, con bastante precisión, definiéndose respecto a…Pongamos: yo vendo mi capacidad de contarle cositas de matemáticas a alumnos y hay una Institución llamada Estado que me paga. No es que yo haya decidido eso de una manera demasiao consciente, porque no hace falta que vaya a la tienda, pero he tenido que conseguir un contrato de las instituciones escolares. En fin, no cabe ninguna duda, tampoco me voy a desgarrar, porque en esa contradicción estoy como uno que soy. Y yo pienso que eso es uno de los puntos sobre los que hay que darle vueltas.  No hay que olvidar que uno de los motores, de los motores del ánima que busca esto de la redención es la compasión, la compasión respecto a la venta en que estoy, la compraventa en que vivo. La compasión y este juego de la pasión en que se vive es uno de los posibles motores de eso.

— Es que eso de ‘compasión’ tiene una complicación, porque implicaría una compasión también del comprador de lo que está comprando. Es decir, establecido un contrato comercial entre alguien que compra algo y lo que es comprado, una compasión implicaría una relación de compasión entre los términos del contrato, que fuesen compasionales entre los dos, es decir que  tanto frente a eso que se está comprando, que se está vendiendo, que puede ser una cosa que no se sepa, implicaría, por ejemplo, que en términos de... como se decía en Marx, que tuviesen compasión el comprador de la fuerza de trabajo y el vendedor de la fuerza de trabajo simultáneamente.

C — Es que en la cuestión (por eso es importante esto que se llama ‘el Yo’ o ‘el uno’ o ‘uno’) hay que suponer que juegan ahí como tres caras; por eso después viene a ser como una aspiración a ser el que es y Dios y demás. Y efectivamente está el que efectivamente es como cosa, que se compra y se vende, y al mismo tiempo como conciencia de que él ha juzgado la cosa y a mí me conviene venderme de esta manera. Y estos dos se consideran que están y que pueden venir a ser objeto de algo (que no puedo ser uno como que sea el que es sino otro, otra cosa) que se compadece de ambos a la vez y quizá de un tercero que procure englobarlos a los dos, ¿no? Es decir que no es nada imposible que este sentimiento se pueda hacer incluyendo a ambos.

— No digo que sea imposible, que claramente no es imposible; pero claramente liberación vendría en el sentido de que… en esa relación que han establecido tendrían, para que fuesen compasivos el uno con el otro, tendrían que liberarse de su condición económica.

C — Es que liberarse implica que ya no pueden ser dos...

— Eso, eso: perder la fe en eso.

C — que ya no pueden ser dos, ni siquiera el tercero, pero eso no podemos dedicarnos a pensar lo que sería si no fuera el trance de la propia guerra o compasión en que estamos, ¿no?

Ana — Hombre, el otro día cuando empezamos a hablar de la liberación como un deseo que estaba por debajo, pues lo primero que se aparecía era reconociéndonos como estando entre las cosas, como otras cosas que están presas del sometimiento al Dinero, lo primero que venía era el darse cuenta de que ninguna cosa es la que es, ni uno mismo es el que es, que cualquier definición que caiga aquí abajo sobre las cosas que más o menos están por aquí pululando y trocándose unas en otras, el reconocer esa incertidumbre y esa indefinición era algo que comunicaba a las cosas entre ellas y contra el patrón que las pretende hacer a unas dueñas de otras, ¿no?, eso de la falta de…

— Sí, ya pero eso deja el patrón como muy por fuera, es decir, lo deja con una condición de que él tuviese fe simplemente por fuera sin que esas cosas, que están en relación con él, no tuviesen fe [de] él, no se lo creyesen.

Ana — Supongo que ahí viene eso que decías de la liberación del hombre, ¿no?, de uno mismo.

C — Sí, yo creo que vamos a otro de los puntos que se tocó en la tertulia (que tú no estabas, por eso quizás estén insistiendo demasiado en ese punto), era (se puede decir así), se presentaba de dos formas: liberación de la condición humana y liberación de uno, de cada uno (liberación de la condición humana y liberación de cada uno). Éste es el punto dos. Porque liberación… porque mientras las cosas permanezcan reducidas a Dinero tampoco cabe liberación de nadie. Esto entendiendo liberación en el sentido de deshacer el contrato que les ha sometido al Dinero, si las cosas están reducidas a Dinero. Y entonces en la liberación de la condición humana se planteaban dos formas (una condición humana que es saber la Muerte): que por un lado está el deshacerse como cosa entre las cosas, entendiendo por cosa algo que no está determinado, no está del todo definido, formando parte de una multiplicidad indefinida (en ese sentido que se está usando aquí ‘cosas’), y por otro lado está la liberación que es esto de la nada que amenaza al que quiere ser uno y todo como Dios. Es decir la otra forma de entender lo de la liberación es evidentemente el pretender que no me deshago, no me voy deshaciendo sino que yo soy el que soy, yo soy el que soy, por lo tanto soy de alguna manera todo y uno y la muerte me amenaza porque la muerte me amenaza como la aparición de nada. Ésta es por supuesto la manera en que la Teología usó (la católica y demás), usó estas cuestiones. Pero eso está ahí, es el problema de que yo soy el que soy y mi liberación (como, por ejemplo, en la tradición católica) es mi muerte que me reduce a la nada y entonces me cuentan la fantasía de los cielos, de los infiernos y demás; pero la aparición que si desaparezco yo desaparecen todas las cosas: el solipsismo. Es decir que tendríamos que darle vueltas a esto, la manera en que la cuestión de deshacer la determinación (una determinación que viene por la sumisión a la idea de uno mismo que nace precisamente de la posibilidad del cómputo: si yo puedo contar ovejas, lo hago porque sé lo que es cada una, si se hace el cómputo…), entonces hay esta sumisión a las ideas y al número que hace efectivamente la posibilidad de jugar con el Dinero, el Dinero que no es una cosa, el Dinero es de alguna manera la cosa entre las cosas, lo que permite comprar y vender a todas las cosas, por lo tanto Él ya no es una cosa entre las cosas, no es que yo me pueda reducir como el avaro a oro, en una especie de desesperación identificarme con el oro, no, no: su actividad consiste en que se permite que todas las cosas se puedan comprar por Dinero, pero el propio Dinero efectivamente Él tiene ese otro carácter más general, como dijéramos de Dios, que está pretendiendo estar por encima, ¿no? Sí, yo no sé…     

— Como si se pudiese hacer que el pensamiento no tuviera forma, como si se pudiera pensar en la nada, o sea, que el hombre tendría que liberarse de su condición humana para eso. Y entonces ahí…

C — El pensamiento maneja ideas como todo y nada.

— No, pero las ideas las manejas siempre… Si tú piensas en una manzana le estás dando a tu pensamiento una forma, la forma de la manzana, pero si estás… No, si te sonríes ya como así, a mí me cortas.

C — No, no, es que… No me sonreía de ti, me estaba imaginando la manzana; lo que no es posible es que le dé uno; eso no se lo da uno, eso…

— Pero si tú estás pensando, por ejemplo, en tu respiración, en la inhalación y la exhalación, al pensamiento ya no le puedes dar una forma, lo puedes reducir a la nada. Es que en la…

C — No, no: la nada la estaba usando respecto a la manera en que se recibe el miedo a la muerte: desaparezco yo, desaparezco yo y desaparece el mundo mío, desaparece… todas las cosas desaparecen. Eso, el que vive que él es el que es y que él es uno y todo, su muerte se vive como la desaparición y la reducción a la nada de las demás cosas, frente a la posibilidad de que uno se deshaga entre las cosas. Es decir que esa cuestión de los ideales y que yo sea uno y sea todo, respecto a la idea de nada, que es otro ideal pero distinto, evidentemente…

— Nada no es un ideal.

C — Sí, sí, es un ideal.

— No: entre una palabra y otra palabra hay un trozo que es la nada.

C — No. Estaba diciendo ideales. No, no: estaba diciendo ideales, ¿no?, como dirían las ideas. No estaba diciendo palabras sintagmáticas, palabras que se producen como nada, todo, hombre, eso son palabras que en una frase hay palabras con significado…

— No, pero entre una palabra y otra palabra…

— Hay un silencio, que es una palabra más.

C — No.

— El silencio no es una palabra.

— ¿Cómo que no?, a efectos musicales sí.

C — No. Bueno, ‘silencio’ sí, ‘silencio’ es una palabra. ‘Silencio’, acabas de oírlo, es una palabra y es una idea además, esa palabra tiene por debajo una idea. Pero lo que nos importa es que (lo ves en los lenguajes matemáticos) que silencio… Otra cosa es que se refiera a una cosa que llamamos silencio porque nuestro umbral de…

— Porque no existe, porque no tiene forma.

Vir — A ver: la cuestión es que ‘nada’ es un ideal tan tremendo como ‘todo’. O sea, que nada es una cosa que pretende ser completamente total, que pretende ser completamente cerrado y perfecto, que es lo que caracteriza a los ideales. Entonces en ese sentido es un ideal, y en ese sentido es algo que no se puede dar: cuando uno está hablando puede parar, bueno, eso es una parada; una parada es una cosa, no hay palabras pero habrá silencio o habrá ruido o habrá parada, pero lo que es ‘nada’ es algo que no se puede dar.

— No se puede hablar pero se puede experimentar.

Vir — Pues entonces no hay nada: si ya hay experimento o sensación… algo hay. Lo que hay no es la nada, eso no es una cosa que pueda haber, más que como ideal, vamos.

— No.

Vir — ¿No?, dices que no.

— No como idea.

C — Sí, vamos a dejar. La cuestión... no sé lo que llamas “experimentar”; por supuesto puede ser un acto de fe por parte de cualquiera y diga “Yo he experimentado la nada”, pero, vamos, cuando se ponen… no deja de ser una declaración más o menos basada en la fe que puede tener uno en sí mismo, pero, vamos, ya se sabe: cualquiera, incluso los físicos cuando intentan en sus experimentos presión por volumen y temperatura que no hay posibilidad de reducir dentro de un recipiente, ya no digamos en esta infinitud que nos perdemos, reducirlo a la nada, hasta que no haya nada dentro…

— ¿No hay un vacío?

C — No puede haberlo. Incluso tienen una fórmula, sea falsa o verdadera, tienen una fórmula que incapacita eso…

— Claro, porque la física es materia.

C — …hay una fórmula que te dice “No, no puede ser”. Cuando intentan conseguir un vacío, pueden lograr lo bastante, mucho, mucho, pero nunca que sea total, que sea cero como pretenden los matemáticos. Bien.

— Pero los matemáticos lo pretenden.

C — Matemáticos que es el lenguaje de la física, por eso la física puede partir de la base ‘volumen igual a cero’. Se supone que en la Realidad es cercano a cero, no me importa que queden ahí unos restos si someto la cosa a aparatos de medición mucho más exactos…

— Sí, pero con aparatos. ¿Cómo vas a medir la nada con aparatos?

C — Sí, sí, no dejan de ser aparatos. Si quieres tú creer que el único criterio es (porque te has hecho demasiado creyente en el Hombre), que el único criterio para decidir lo que es ‘nada’ es la declaración humana, pues bueno: yo declaro que eso es ‘nada’ y ya está, pero, vamos, el problema es más complicao que eso. Si lo piensas…

— Lo que decíamos es que eso de amenaza en volverse en nada, de que se cree uno, es también algo inconcebible y que es una contradicción también, porque uno puede creérselo, creer en la muerte ésa pero a la vez está sintiendo que no puede ser, que es inconcebible, ¿no?

C — Sí, por eso creo que se refería y aquí lo está recogido de esta manera, cuando se recogía aquello de libera me de morte aeterna: esto es la nada, la muerte eterna es la nada que amenaza al que quiere ser (no digo que sea), el que quiere ser uno y todo como Dios. Porque a fin de cuentas el problema de uno, cuando él es el que es, es que aspira a realizarse en la Realidad, no es que uno tenga la idea de todo y uno, que la puede tener cualquiera y la puede manejar y que un cálculo matemático le funciona, todo y uno: no, no: es que la pretensión es que eso se realice, que uno sea todo y por lo tanto la muerte es una nada que le amenaza, y entonces descubre aquello de que si desaparezco yo, desaparece el todo, el mundo entero; porque el mundo entero es el mundo que yo vivo y no hay otro. Ésa es la cuestión.

— Desaparece mi capacidad de percibir el mundo, pero eso está también sometido al apego.

C — Sí, esta cuestión de colocarse en el centro y creerse como Dios que el mundo es y todas las cosas son lo que son porque uno las percibe pero, si no, desaparecen es la manera de…

— No, esto es la muerte.

C — …Precisamente frente a eso está la otra manera de liberarse que era el deshacerse entre las cosas. 

— []

C — ¡Ah!, no sé.

— No, que a mí me parece que…

— ¡Alto!

— …hasta hablando de manera corriente, cuando uno dice “nada”, necesariamente se implica a todo, y voy a poner un ejemplo: si, por ejemplo, cuando uno experimenta una desilusión y dice al respecto que no ha pasado nada, nada de lo que se espera, nada de lo que esperaba, es porque se estaba imaginando, tenía muy claro cómo era todo, lo que quería, la idea o lo que estaba… y no se ha ajustado lo que ha pasado a ese ideal que tenía.

C — Sí, así actuamos, así hacemos como si supiéramos que sabemos lo que esperamos, tenemos ideas fijas, tenemos proyectos de futuro, podemos pensar y “me levanto”, “me voy a tal sitio”, “hago tal cosa y tal”, puede uno pretender que uno lo sabe y lo tiene todo, pero eso es una falsedad, hace como si eso fuera verdad pero eso es falso: no se puede saber, son ideas que se hace uno de lo que pueda pasar, que se supone que están relativamente encauzadas, tienen unas (como dirían los otros), unas probabilidades altas de que se produzcan, por ejemplo: que tú salgas a la calle y que no te atropelle un auto; hay unas probabilidades altas de que no se produzca.

— Saber no se puede saber nada.

— Espera, espera, que hay un par de palabras para hablar, María. Aquí hay otra.

— No, que con lo que se estaba diciendo por ahí, que también muchas veces ocurre algo que, por lo que sea, te trasforma tu forma de ver el mundo, ¿no?, o a una persona, por ejemplo, tu propio padre: de repente un día te cuenta que tiene otra familia por ahí, y entonces se aparece tu padre de otra manera completamente diferente y es que se te cae, se te cae todo, porque es que es tu padre, entonces es que se te da un vuelco la vida, ¿no? Luego, por otro lado, pues eso que decíais de la percepción de uno…

C — No, yo no lo dije: lo ha sacao María…

— O, bueno, lo que había salido.

C — …Creo que tiene inconvenientes esa visión de que el observador se identifique con el Hombre y todo eso que ya se trató aquí. Creo que sería la mejor forma de tratarlo como problemas más generales de lógica y de física. Pero sigue, que te corté.

— Bueno, yo siempre tengo la facilidad de remitirme a cosas así más de otra manera y por eso a veces me desvío. No, que me estaba recordando a una inquietud que me ocurría de pequeña, ¿no?, y era que, por ejemplo, lo que uno veía, ¿no?, o sea, esto… que lo uno veía era como en lo que creía, como que todo lo que se salía fuera de la visión según tú ibas cambiando la mirada era una sensación de inquietud, de qué es esto y de que como el mundo se iba deshaciendo ahí a ese paso, ¿no? Y, bueno, pues me recordaba un poco lo que estabais diciendo. O cómo, por ejemplo, incluso los sitios de vacaciones donde podías ir de veraneo, pues pensabas que todo eso se deshacía cuando volvías a la vida corriente, ¿no?, del invierno, vamos. No sé si he desviao mucho con lo que…

C — No, no. Yo creo que en general lo que pasa es que normalmente nos dedicamos a hacer como si cantidad de cosas que sentimos o que pensamos respecto a lo que está pasando ahora, no pasaran, y nos quedamos con algunas ideas más o menos fijas que organizan nuestra idea de nosotros mismos y nuestros planes y que están regidos, pues, por ejemplo, por la cuestión de el amor, el amor a los padre: eso condiciona mucho evidentemente, pero están pasando muchas más cosas que te están diciendo y que no las tienes computadas porque es imposible computarlas. Ahora, que reconozcas que tu padre es tu padre, evidentemente es un problema que se te impone, ¿no?, porque te lo enseñan, ¡qué le vamos a hacer!

— Eso pasa con todo. Pasa con todo. O sea, es un ejemplo que se da, pero que pasa absolutamente con todo, ¿no?, que es como una locura, que esto…

C — No, lo que pasa es esta guerra que nos traemos entre hacernos idea de lo que está pasando y lo que no se sabe. Y las ideas que nos hacemos están produciéndose continuamente y al mismo tiempo aparecen cosas, aparecen cosas que no sabemos lo que son y con las cuales procuramos hacernos las ideas y que claramente nos pueden desarmar, nos pueden echar abajo otras ideas o otras manías que teníamos. Esto se da, en esto consiste. Ahora, que uno se dedique a creer que es el que es, lo tiene controlao, que sabe, que estos elementos más o menos fijos “vivo en tal sitio”, “soy el que soy”, “gano este dinero”, “voy a conseguir ser funcionario”, elementos centrales en esta compra y venta en que consiste la Realidad, pues es evidente que eso condiciona mucho.

— Lo que pasa que todos esos puntos a lo mejor son como más generales y más primarios parece, pero que como que todo al final… al final se va engañando uno, que aunque crea que no, pues continuamente te estás engañando y creyéndote que todas esas cosas son las que pasan, esas cosas. O sea, que se confunde…

C — No, uno tiene…

— …Continuamente te haces como una idea de…, rompes una idea y aparece otra. Y, no sé, por lo menos es lo que…

C — ¿Quién es el que dice “NO” a la Realidad?, ¿quién es el que busca esta liberación del contrato a la sumisión del Dinero? No puede ser uno en cuanto constituido por el Dinero y por la Realidad, constituido por…, efectivamente que tenía unos padres que trabajaban para que él mismo…

— Se hiciera un hombre.

C — Claro. No es ése. Es algo que hay también ahí, que hay, que no es uno, lo que sea, que está ahí y que posibilita decir que NO. Por eso cuando se dice que esta cuestión de la liberación es por un lao que uno se reconozca como cosa, por lo tanto no bien definida, no bien determinada... porque los hombres con su juego de la conciencia pretenden saber lo que son ellos y además las cosas (no sólo saber lo que son sino que se fabrican cosas que procuran imitar a las otras, en fin…, por cierto: no solamente los hombres también los animales fabrican, las arañas fabrican sus redes de telas para…, pero efectivamente tienen eso que se llama “conciencia” que quizá a las arañas no había que concedérselo, ¿no?), y en esta cuestión de la conciencia nos lleva a cantidad de presuposiciones, que pretendemos que sabemos lo que es todo, sabemos lo que es nada, y eso en la Realidad es irrealizable, eso son elementos ideales con los que podemos jugar en otro plano, si se quiere, pero no en la Realidad. Pero al mismo tiempo uno, que pretende ser el que es, pretende ser real, ser cosa, y evidentemente eso se sabe que no puede ser, y entonces está amenazado por el miedo a la muerte eterna, a la nada. Hay una voz allí quizá.

— No, que al hablar de estas cosas de conciencia en los hombres, a mí me parece que también es bueno recordar que esta cosa de que uno sea uno también en los hombres se produce por un trance especial que es que tengan un nombre propio, que les está de alguna manera asegurando su muerte futura. Es decir, es que al decirlo simplemente como uno, como un caso de cosas, quitando la cosa de que tenga su nombre propio, parece que la cosa se puede volver demasiao vaga; y esto de tener un nombre propio es lo que le está sometiendo a todos los tratos económicos, especialmente a la fe que tiene uno en su nombre propio, y la que tiene pues cualquiera o cualquier otro. Que en eso de conciencia me parece que tiene mucho que ver el establecimiento de esa istancia del nombre propio de las personas, que no es como en cualquier otra cosa.

C — Sí, en…

— O algo que funcione como tal. Tampoco hace falta que sea…

— Sí, como su número de DNI pero que generalmente vienen combianaos, vamos, que son de la misma condición.

C — Allí está otra voz. Después volveremos sobre eso. Ya salió, antes ya se planteó cuando se hablaba de las formas de aparecer uno. Antes ya se habló de las formas de aparecer uno: hubo uno como cosa, uno como conciencia, que es capaz de observar a las cosas, nombrarlas, y uno que se etiqueta como único con el nombre propio. Efectivamente estas cuestiones hacen bastante complicado la cuestión de lo de la liberación. Creo que cuando se hablaba de compra y venta (¿quién es el que compra?, ¿quién es el que vende?), es decir que ahí está la necesidad después de que se le fije a uno, como si dijéramos, una señal para que no se deshaga, para que sea siempre el mismo, y eso es la etiqueta del nombre propio. Eso es así. Pero, vamos, no sé si por ahí había… ¡Ah!, hay dos voces. Primero ésta y después la otra.

— Digo que cuando hablabais de… bueno, que Jesucristo dijo lo de “libéranos de la muerte eterna”…

Ana — No, no, no: es del Oficio de Difuntos eso.

— No, pero, bueno, siempre está hablando, cuando se reza, ¿no?: “libéranos de la muerte eterna”, ¿no?, se dice eso, sí, (bueno, yo cuando rezaba, sí, rezaba o por lo menos me suena esto), quiero decir que de alguna forma yo creo que sí, Jesucristo tiene la filosofía ésa de la liberación. Yo lo que entiendo por liberación es más simple, ¿no?: cuando te liberas de algo es que pasas, pasas, pasas de eso, ¿no? Entonces en algún sentido el hecho de pasar…, yo recuerdo en la tertulia cuando Agustín hablaba de que la muerte siempre futura es lo que hace que nosotros vivamos, ¿no?, es vivir. El hecho de… la existencia de la muerte siempre futura es lo que te hace vivir la Realidad más, ¿no?, o sea, ser más real. Si te liberas de esa idea de alguna forma es que pasas un poco de todo, vamos, eso es muy simple. Vamos, una forma...

C — Sí, vamos, la muerte siempre futura aparece precisamente como la que instituye el Tiempo real, y como institución del Tiempo real evidentemente te lleva a la necesidad de que tú seas el mismo a lo largo del pasado, presente y futuro, que en el Tiempo real ya está nombrado, computado, que tengas un antes y un después y que tú estés en el presente, y todas las falsificaciones sobre eso que no se sabe que es AHORA se han montado a partir de la muerte siempre futura. ¿Cómo luchar contra esa muerte siempre futura?: una de las maneras era ésta de reconocerse como cosa en contra del impulso de que uno es único, que si desaparece uno desaparecen todas las demás cosas, ésta una de las maneras. Otra evidentemente son las formas en que esa lucha se da como creándose la necesidad de que uno sea como Dios, sea único y está continuamente amenazao por el miedo a la nada, a la muerte eterna, que es un poco… es un miedo que nace de la promesa de que te morirás en el futuro, “te vas a morir”, “estás condenado a muerte” y desde que sabes que estás condenado a muerte te vas constituyendo a partir del Tiempo real. Eso es un poco… se constituye el Tiempo real y por tanto se constituye la Realidad en la que estás definido y determinado, ¿no?, por tu historia, incluso por la manera en que tratas con el Dinero, porque tienes que ganar Dinero para no morir de hambre en el futuro o para no morir de desesperación o de falta de fe o lo que sea. Vamos a ver.

— No, si yo he estado pensando que la cuestión del nombre propio puede ser que sea un mecanismo especialmente eficaz, pero no es el único: en realidad da lo mismo que te llamen por tu nombre propio que te  digan que eres, no sé, la hija de Antonio y Mari Carmen o la chica de Carlos el periodista, en realidad…

— Nombres propios, siempre han entrao los nombres, ¿no?

— Maneras de fijar.

C — Sí, cualquiera sabe que normalmente nuestros nombres propios son nombres y apellidos, es decir que el problema es fijarlo, que te fije una etiqueta para que no te pierdas, que evidentemente que si se hubiera producido el hecho en la tradición de que te hagan una operación del bautismo y que te lo dejen claro frente a una situación más indefinida… Lo importante del nombre propio es el paso de ser nombre común, nombre de cosa, ‘niño’, ‘joven’, a ser único, ser fijado, que te determinen. Eso es quizá lo importante porque es un poco como Dios: ya tiene un nombre que no puede ser un nombre común, un nombre de las cosas, ¿no? Vamos, eso yo creo que hay que tenerlo en cuenta. Allá detrás de ti todavía hay una voz y después está [].

— No, que eso y también lo de “eres muy listo” o “eres muy generoso” o cualquier cosa que se diga de uno, que me parece muy curioso que justamente la iglesia…, normalmente se coja y se diga que Dios tiene un trato personal con cada uno, y que cada uno tiene como su misión, que cada uno es único y definido…

— Y el Dinero, igual.

— …y por una serie de dones o particularidades, no sé, bueno, yo por lo menos, a mí alguna vez me… vamos, me han hecho hacer ese ejercicio de reconocer que cuál es el proyecto que tiene para uno pensado Dios o algo así. Que es justo lo contrario a la redención, ¿no?, como más… No sé.

C — Sí, se supone que tomábamos lo de redención en el sentido de liberarnos del Tiempo, del Futuro, del Dinero, hablábamos de la condena al miedo a la muerte siempre futura. Tomábamos redención en ese sentido, es decir, de librarse del contrato, de la sumisión al Tiempo real; tomábamos liberación en un sentido que normalmente no se toma del Evangelio. Normalmente los que interpretan el Evangelio aprovechan otros textos del Evangelio para montar otro tipo de explicación, ¿no? Nosotros buscábamos aprovechar esa cuestión, ¿no? Tenemos allí una voz y ahora Jaime. Sí.

— Yo era, bueno, en torno a esto del nombre propio. Bueno, una discusión que se me ocurre en torno a eso: sencillamente no todo el mundo con nombre propio es considerado por todos como uno. O sea, es decir, los sin-papeles o los excluidos de alguna manera de un colectivo ya no son ese Dios uno para ese colectivo, ¿sabes?, ese ser uno y todo, ¿no?

C — Sí, pero cuando lo tratan, cuando lo cogen, lo detienen, lo procesan o lo echan, sí que lo toman como uno, ¿eh? Es decir, cuando lo consideran el culpable, sí que lo toman como uno, y que no se le ocurra decir que él no sabe, que él no sabe lo que es, que él no… “No, no: usted es responsable”. La condena al uno no solamente la vive por necesidad uno mismo, él mismo es capaz de decir “Sí, sí, yo quiero ser (pongamos por caso), yo quiero ser ciudadano español”. Entonces digo “porque yo soy el que soy y por lo tanto pido esto”. Es decir que es evidente que la cuestión, eso se refiere a la constitución de uno como el que es el que es. Y eso, evidentemente los otros dirán “Nada, tú eres un gilipollas” o tal, pero son cuestiones de otro orden.

— No, recordé también una… (igual insisto demasiado en lo del contrato), pero que había también otra tradición que era el tratar de liberarse de esta condición de venta y de… la condición personal de uno vendiéndole el alma al diablo. Uno, no sé si se le puede llamar redención, pero quería acabar con la sumisión a su nombre personal, a la posesión de sus dones, vendiéndole completamente el alma al diablo, si es que se la podía comprar. Entonces me parecía que podría tener relación.

C — Sí, vamos, yo me acuerdo que no solamente... él la vendía y el diablo le tenía que dar la eterna juventud. Es decir, parece que estaba jugando con el miedo a la muerte eterna. Vamos, no es que yo quiera meterme con la figura del Fausto y tal, pero había…

— No, pero que hay contratos y contratos. Que parece que en la economía se van mejorando los contratos, y había otros que pretendían venderle la posesión de la juventud al diablo y que se la comprase.

Ana – Algo de eso estamos tratando aquí. Me parece que…

— Pretendía liberarse vendiéndole el alma, que se la comprase completamente.

Ana – Sí. Cuando se decía lo de dar el alma por muchos, o sea, dar lo que es de uno, lo que es la propiedad única, lo que es uno por muchos, que ya no es un número ninguno, que es simplemente muchos, ahí ya no entran las cuentas del alma ni entran los juegos con la muerte, porque la muerte es cosa de uno, que estábamos diciendo, ¿no?, ahí va la guerra ésta contra lo que estamos sufriendo como cosas, como gente, es contra eso que se permite contar el tiempo en nombre de cada uno, en nombre de lo que le puede quedar a uno, de lo que puede ganar, de lo que puede perder, pero siempre con el nombre del titular, que es él el titular.

Vir – Pero en lo de Cristo parece que se la vendieran a Dios, ¿no?, en vez de al diablo, el alma.

— Yo no acabo de entenderlo.

Ana – No, no: porque ahí no es una venta, es una contraventa.

— En el caso del diablo en alguna forma parecía, pero que tenía que comprar directamente el nombre y la personalidad total, se podría pensar que te podía comprar de verdad la persona, y estuviese por aquí andando haciendo cosas.

Ana – Sí, como cosa perdida entre cosas que estamos hablando de las posibilidades sin fin de no ser uno. Las posibilidades sin fin de no ser uno que es como la tentación que tenemos aquí hablando de eso de…, ¿no?

— ¿Hay alguno que no esté comprao aquí?

C — Bueno, dejando aparte ya la cuestión…

— No hace falta el diablo ni Dios. Dios está comprao.

C — Se está, Galín, más o menos comprado…

— Bueno, más o menos.

— Eso es lo que no se soporta bien.

C — Vamos a dejar, porque yo quería aprovechar todavía algunos puntos. Es que Jaime lleva levantando la mano y yo creo que… Jaime.

— Yo tuve una experiencia en Alcázar de San Juan con los trinitarios redentoristas…(vamos al asunto de la redención). Estos redentoristas se dedicaron durante todos los siglos XVI, XV y XVII a recoger dinero para coger a los que estaban en los campos de concentración en los Baños de Argel y de Orán para traerlos a España, entonces se quedaba uno de los redentoristas como custodio del que iba a salir porque no había traído el dinero suficiente para comprarle al Bey de turno, no podía pagar, entonces se quedaba un hermano redentorista y se producía un hecho que era la redención como una tarea colectiva, una cosa que compartieran todos los hermanos trinitarios redentoristas de allí de la casa madre que era en Alcázar de San Juan, lo compartían con los presos que volvían a España pa pedir dinero para poderse ir el redentorista que se había quedao allí. Y todos esos líos eran líos absolutamente económicos, no tenían ningún otro trasfondo. Y la palabra ‘redención’ es una palabra cargada de significación económica, no ha tenido otra, porque nació con ese fin y evaluaban a los esclavos... Porque no olvidemos nunca que el primer negocio de la humanidad y el más importante es la esclavitud, más que las armas, más que las drogas, más que nada, el trato de esclavos, el traerse cinco millones de panchitos, como dicen aquí, eso es evidentemente el mayor negocio que se pueda hacer…

— Sigue siendo negocio el trabajo.

— …es lo que va a mantener a Ecuador, va a mantener a Bolivia, va a mantener…: estamos hablando de Dinero, no estábamos hablando de redimirles del trabajo ni de redimirles de…, no: estamos hablando simplemente del Dinero. Y eso quiere decir redención.

Ana – Estamos recordando que…

C — Sí, yo creo, Jaime, que está bien que hayas recordao que un término que…

— Cervantes vino…

C — Sí, sí. Bueno, ya sabes que con bastantes más complicaciones. Pero en todo caso esa cuestión, de que importaba el carácter económico de la palabra, que era una palabra de economía y yo creo que ahora va a ser un momento (después de que intervenga la voz que habían pedido) para sacar lo del soneto de Shakespeare, porque viene bien, sobre todo para los que no estuvieron el miércoles pasao. La connotación económica del término es muy útil porque permite que usemos el Evangelio para usarlo en el sentido de deshacer el contrato, no de confirmar los contratos, de que el Dinero sigue rigiendo, sino buscar una liberación del Dinero, buscar la liberación de las cosas sometidas al Dinero. Es el planteamiento, independientemente de que los ejemplos, como no podía ser de otra manera, de una institución como la Santa Madre Iglesia o la caridad cristiana o la redención de las prostitutas, todas ellas eran actividades económicas o, si se quiere, porque el otro día alguien me lo contó, el término era la redención de los legionarios, que se suponía que estaban muertos y cuando iban a matar a la legión, iban a matar a los enemigos, pues se suponía, y gritando “¡Viva la muerte!”, la muerte les redimía. Y eso se usó. Aquí hay que tomar que la idea de muerte total, de la muerte y de la nada, evidentemente nace de esta condena a que uno es el que es. Si nos planteamos esta manera de ir perdiéndose entre las cosas, es evidente que uno no es el que es. A lo mejor es imposible plantearse eso, pero uno es una cosa también y como cosa tiene la posibilidad de negar la condena de que yo soy el que soy y soy único y por lo tanto estoy amenazado de esa muerte siempre futura que me reduce a la idea de nada, al ideal de nada, irrealizable, ¿no?

Vir – La cuestión que a mí se me ocurre es ¿hasta qué punto es una vía acertada para liberarse de un contrato de compra el hacerlo por medio de otra compra?, si eso de verdad puede ser un camino que dé lugar a alguna liberación, el comprar la compra, ¿no?, el volver a meter… Porque además me he acordao como que decías tú, ¿no?, que parece que los esclavos nuevos y antiguos siempre están intentando ahorrar para poder recomprarse y liberarse, ¿no?   

C — Sí, no. Hay que darse cuenta de lo que se trata es de liberarse del contrato económico, es decir, por lo tanto eso es una cosa completamente contradictoria, no se trata de que yo ahorro (como hacían los monjes trinitarios), ahorro dinero para mandárselo a Argel y que una serie de señores que estaban tipificados con cantidades (Fulanito cuesta tanto, Menganito cuesta tanto)... y rescatar a cincuenta cautivos. No: se trata de un planteamiento, se supone, llevado al extremo, es decir “queremos comprar la condena a ser reducidos a Dinero” y por lo tanto que uno ya no es uno sino que uno es una cosa más o menos indeterminada, que forma parte de una indeterminación y me pierdo entre las cosas. Es claramente el uso que estamos haciendo de esta parte del Evangelio. Por supuesto, si se trata de comprar con Dinero, difícil deshacemos el contrato que se basa en reducir al Dinero, ¿no? Teníamos por allá una voz.

— Sí. Bueno, yo comprendo todo esto en la época medieval, yo no me tomo por una etiqueta, como lo de antiguamente: por desgracia en la época medieval teníamos que tener etiqueta.

C — Y ahora lo tienes también.

Vir – Hombre, lo del nombre propio es muy antiguo, ¿no?, es la primera etiqueta y eso no es ni medieval ni…

C — No, pero, vamos, no te olvides que tenemos el documento nacional de identidad, es decir, no nos lo ponen como en los campos el número (en los campos de concentración), pero como no vayas con él por ahí evidentemente mal andas, porque… y hasta un niño pequeño, peor anda el pobre, porque como ande por ahí inmediatamente un guardia dice “¿Qué hace este niño solo?, identifíquese”. Se identifica como hijo de Tal, de Antonio… Es decir que lo de determinar, colocarle una etiqueta para situarlo, evidentemente es algo que ningún Estado puede renunciar a ello. O sea…

— Nos encontramos con la época de los esclavos, que es ahora mismo con la gente joven y la cantidad de siete millones parados. O sea, la etiqueta que tenemos todos los jóvenes (y me incluyo, ya siendo mayor) es dos pares de cojones.    

C — Sí, o los esclavos hace no sé cuántos años. Bueno, ahora no se atreven a colocarlos a trabajar gratis, no se atreven…

— Sí se atreven.

C — …o se atreverán, no sé. Bueno, no sé qué hora tenemos…

Vir – [], pero, bueno, da tiempo a leerlo.

C — Bueno, quizá no sabemos muy bien cómo va a seguir la andadura de esta tertulia el miércoles que viene, teníamos bastantes puntos que tratar, hemos tratado algunos, pero al menos nos quede el recuerdo de que cosas tan queridas para cualquiera como es lo del amor, que teóricamente se escapa o se pretende que se escape al Dinero, a la reducción al Dinero, el problema del amor salió en conexión con el uso de los términos económicos en un soneto de Shakespeare cuya traducción hizo Agustín. Entonces vamos a que lo recuerde Ana para ver cómo suena, cómo suena esta cuestión del amor y la economía y por supuesto cuestiones como el amor eterno, que nos recuerda también la cuestión de la totalidad y de la nada y de la muerte. Con este soneto que va a recordar Ana y que nos sirvió en la tertulia pasada, fue uno de los elementos que se trajeron aquí para plantear cuestiones de éstas, incluso respecto a la liberación del amor eterno.

Ana – Eso, y el padecimiento bajo la economía.

C — Vamos a ver.

Ana —


“Así ahora he confesado que él es prenda tuya
y que yo hipotecado estoy a tu albedrío;
me enajeno a mí mismo, porque restituya
tu banca a ese otro mí y consuelo sea mío...”


No sé si volver a empezar. Se trataba del lío entre el que habla, el poeta, el que cuenta, el amado al que había dedicado la primera tanda, la parte mayor de la colección de sonetos, y la mujer morena que ha aparecido, la mujer morena o negra, no se sabe, que, como dice aquí, los ha cautivado al uno por un lao y al otro. A ella se dirige cuando dice “es prenda tuya”, ¿no? Por eso vuelvo a empezar porque no lo había aclarado. Dice


“Así ahora he confesado que él es prenda tuya
y que yo hipotecado estoy a tu albedrío;
me enajeno a mí mismo, porque restituya
tu banca a ese otro mí y consuelo sea mío;

mas no lo harás; ni él por libre quedaría:
que tú eres avarienta, y él, dulce y discreto,
solo supo firmar por mí una garantía
con cláusula que a él lo deja a ti sujeto.

Tú cobrarás de tu hermosura deuda y réditos,
oh tú, usurera, que a interés todo lo pones,
y aun metes al amigo en pleito por mis débitos;
que así lo pierdo por mis torpes transacciones.

Yo lo he perdido a él; tú a él y a mí nos tienes;
Paga él todo, y con todo, sigo yo en rehenes.”          



              

C — Bueno, pues si alguno quiere todavía… ¿Preferís que lo dejemos así?, ¿nos dejamos estas cuestiones que había que tomarse…?

Ana – Hombre, nos quedaba… Es que…

C — Bueno, y para rematar, si queréis…

Ana — Nos quedaba como una vuelta que el otro día se acabó dando,&