27.06.2007

Tertulia Política número 79 (27 de Junio de 2007)

Agustín García Calvo

Ateneo de Madrid


 

  • LÍMITE ENTRE 'LO QUE HAY' Y 'LO QUE EXISTE'
  • ÁNGELES, DEMONIOS, MUSAS

 

  Tertu079-27-06-2007#Tertu079-27-06-2007.mp3

 

 

TRANSCRIPCIÓN:

 

 

Vamos, entonces, a entrar más a fondo en la cuestión de el límite entre 'lo que hay' y 'lo que existe'. 'Límite' que puede decirse también 'diferencia'. Convendría que no nos distrajéramos mucho con la sugerencia espacial que se da cuando se dice 'límite' mientras que 'diferencia' es una cosa más bien lógica, y en la medida en que pudiéramos juntar aquí lo espacial -lo físico- con lo lógico tal vez estaríamos ganando, librándonos de algunas confusiones. De manera que 'límite' o 'diferencia' -da lo mismo- entre 'lo que hay' y 'lo que existe', sobre lo cual, ya en la última sesión, anduvimos rondando bastante.


Vamos a seguir entrando... entrando en ello, para lo cual, lo primero es recordar que 'las cosas no son todas' -esta cosa tan elemental que, por ser tal vez tan elemental, hay que estar repitiendo cada día para librarnos de las ideas contrarias que dominan- 'las cosas no son todas', la Realidad no es todo lo que hay. 'Todo' es una noción enteramente ajena a la Realidad, a lo que existe, a la existencia: 'las cosas no son todas'.


Y bien, no son todas no porque se les pueda decir de verdad 'sin fin' (sin fin, ya sabéis que es la verdad, es decir, lo que no se sabe: la verdad, lo desconocido en lo que estamos continuamente hundiéndonos   -la Realidad con nosotros ahora mismo-), la Realidad no puede ser sin fin en ese sentido, tampoco de verdad, pero es -como recordáis- como un conjunto no cerrado (si a eso se le puede llamar conjunto) en que el no cierre consiste precisamente en la dinámica, es decir en que costantemente están entrando, se están inventando, desarrollando, cosas nuevas, otras, distintas, y de esa manera está claro que la noción de cierre de un conjunto es imposible. De manera que de esa manera negativa... de esa manera negativa tenemos que entender esto de las cosas.


La tendencia naturalmente en Ciencia o en Filosofía o hasta en la reflexión vulgar, cuando se vuelve sobre el Mundo, la Realidad, las cosas, es pararlo, tomarlo parado (como si pudiera estar parado) y sobre ello desarrollar ideas, teorías y todo lo que haga falta para concebirlo así. Pero eso es a su vez una falsedad, una mentira: están en la existencia, a la existencia entrando constantemente, momento tras momento, más y más cosas, que naturalmente acarrean consigo que las demás cosas a su vez tengan que modificarse, alterarse en su propio ser, en su propia significación. Y es esta segunda dinámica a la que tenemos que atenernos cuando tratamos de eso de los límites o diferencia entre 'lo que hay' y 'lo que existe', o sea, lo real.


La primera dinámica es esto que estamos cayendo, que estamos cayendo ahora. Evidentemente la Realidad de las cosas en general -la de nosotros, la del tipo de cosas que son los humanos, la de uno- está costantemente descubriendo su mentira, descubriendo que no es verdad, descubriendo que será todo lo real que quiera, todo lo existente que quiera, pero no es verdad. Y eso quiere decir 'hundirse', estarse hundiendo continuamente en la verdad, en lo sin fin de verdad.


Y ésta es la primera dinámica, y la segunda es ésa: que la Realidad se defiende fabricando no continua sino costantemente más y más cosas, con lo cual es imposible pensarla como conjunto cerrado ni físicamente ni lógicamente, porque vuelvo a insistir en la conveniencia de sobreponer lo espacial con lo lógico, el límite con la diferencia. No puede... no puede ser así, y supongo que -si en esto me seguís con la bastante precisión- ya se entenderá sin más que los límites o la diferencia entre lo que hay de verdad -lo sin fin, lo desconocido- y las cosas -con personas y uno mismo incluidos- no pueden ser unos límites precisos ni espacialmente ni lógicamente, lo uno sobrepuesto con lo otro. Ni puede lógicamente la diferencia ser precisa y enunciarse como precisa, ni espacialmente puede intentar concebirse que la Realidad tenga unos límites.


Bueno, si esto... si esto es así, veamos entonces qué es lo que de eso se desprende enseguida: se desprende, lo primero, una denuncia de la pretensión contraria; de la pretensión contraria de que efectivamente haya para las cosas, para nosotros y para uno mismo, un límite -un límite-. Este límite lo llamaremos ahora (porque ya nos ha aparecido varias veces) 'fin'. Ésta es la pretensión contraria contra la que estoy hablando, contra la que os animo a hablar: esta pretensión de que efectivamente la Realidad en general, las cosas -entre ellas las personas humanas, entre ellas uno mismo en cuanto persona real- tengan un límite. 'Tengan un límite', es decir, estén bien definidas desde el punto de vista lógico o estén limitadas en el espacio-tiempo -como dicen los físicos- por un límite preciso. Eso no puede ser. Cuando a la Realidad, a los humanos, a la persona de uno mismo, se le trata así, se está cayendo en un error -con el que nunca me cansaré nunca ni deberíamos cansarnos de prevenirnos-, un error, el error de lo doméstico, de lo propio, de lo parroquial, como cegándonos para reconocer lo que hay más allá.


Efectivamente empezando por uno mismo -la persona de uno mismo-, ya sabéis que está limitada de hecho por su fin. 'Su fin' al que podemos aludir como muerte, generalmente no dándonos cuenta de que muerte quiere decir siempre Futuro, nunca aquí. Pero eso es un límite, es uno de los entes ideales de los que por otro lado hemos estado hablando, y efectivamente es respecto a ello como tendemos a plantearnos las cuestiones de las cosas en general, a veces llamándolas torpemente Universo o Mundo o cosas por el estilo, es decir, que esta condición propia, personal, doméstica, con la que uno carga, se traslada a cualquier otra investigación, averiguación acerca de las cosas, de los mundos, y con respecto a ella... con respecto a ella operamos. Eso lo podéis trasladar también al error, que por la misma condición parroquial y doméstica, afecta a los hombres -el hombre medida de todas las cosas- pensándose a sí mismo como si fuera algo que está por encima de todas las demás, y que por tanto es con respecto a él y a sus limitaciones y definiciones como se pueden establecer entre las cosas, en los mundos, igualmente esas definiciones. Contra esta parroquialidad del hombre medida de todas las cosas ya hemos hablado en otras ocasiones, no voy a volver sobre ello.


En todo caso... en todo caso esto es lo que estoy... estoy denunciando: si de verdad estamos atacando (y estamos, porque esto es una tertulia política, es decir, donde se piensa que lo que nos queda de pueblo-que-no-existe puede manifestarse por nuestras bocas contra el Poder, denunciando la mentira del Poder) y si de verdad estamos... y si de verdad estamos atacando al Poder y por tanto... y por tanto a la... a la Realidad, entonces tenemos que preguntarnos "¿qué diablos importa mi muerte, mi fin?, ¿qué diablos importa la definición del hombre y todos sus aparatos de medidas que tratan de imponer al Universo?, ¿qué importan todas esas cosas que son simplemente cosas de casa, cosas para ir tirando, pero que de ninguna manera pueden servir si se trata de afrontar el descubrimiento de la mentira de la Realidad y del Poder?". Eso es -para cualquier sentido común y por más que a uno le duela- es evidente: la cuestión de la verdad, es decir, el descubrimiento de la mentira, no puede sujetarse; no puede sujetarse a esos... a esos límites y por tanto, lo primero desde luego es prescindir en todo lo posible de ellos.


Somos, soy en cuanto a ente real, son las cosas más o menos lo que son, lo que somos, lo que soy, pero más o menos y nunca de verdad, y esto no se debe olvidar porque es simplemente la manifestación de lo que antes os he recordado respecto a cómo la Realidad -conjunto no cerrado- está costantemente hundiéndose en lo otro, descubriendo su propia falsedad.  


Bueno, en esas condiciones, yo creo que ya podéis volver sobre la cuestión con un poco más de claridad: el límite entre estas condiciones reales y la verdad de lo que hay -sin fin, desconocido- es el límite o diferencia que parece que no pueda ser nítido ni definitorio verdaderamente. No puede ser: 'lo que hay' se refiere también a las cosas, se refiere a las cosas con los hombres y con uno mismo, eso también hay, únicamente que no es todo lo que hay. Ése es el descubrimiento: que no es todo lo que hay, pero 'hay' se refiere también a ellos, lo que pasa es que éstos, las cosas, las personas, uno, encima -como Dios- tratan de existir, lo cual quiere decir que al mismo tiempo lo haya, pero que al mismo tiempo sea lo que es (es lo que se inventó para Dios), y ese invento es en el que caemos... caemos costantemente.


Pero las hay, lo que pasa es que no es todo lo que hay. Dicho con imaginería espacial: lo que hay, la verdad, está continuamente penetrando dentro de la Realidad, es decir, entre las cosas, entre las personas, dentro de uno mismo, dentro del alma o costitución personal de uno mismo, está continuamente penetrando y por tanto eso ya está negando un límite espacial y al mismo tiempo lógico. No puede admitirse esa diferencia, ese límite, de ninguna manera.


De manera que por estas consideraciones, que son meramente negativas, es como parece que tienen que aparecérsenos los ángeles, los demonios y las musas y demás cosas por el estilo. ¿Qué quiere decir...?, ¿qué quiere decir esto?, pues ya lo vais viendo ¿no?: la pura inexistencia, la pura nulidad de un límite preciso entre las cosas, las personas, el Yo real, y lo que de verdad hay, pues hace que se nos quede prohibido pensar en nosotros, en este Mundo que nosotros medimos, en uno mismo, como si fuera un fin, un criterio de definición, un límite: nos está prohibido. De manera que lejos de necesitar los ángeles o las musas ninguna forma de Fe, no necesitan más que esta imposibilidad de admitirnos a nosotros mismos como límite preciso con lo que hay de verdad: hay -si no hay límite preciso- siempre hay algo por medio. Dicho de una manera anecdótica con respecto a esta clase de cosas que son los hombres, ya sabéis que lo que domina por todas partes es una imaginación del Mundo en la que nosotros estamos en la punta. En la que nosotros estamos en la punta, es decir, como si todas las cosas pues se hubieran, desde tiempos inmemoriales, pasado o cambiando y desarrollándose desde la materia inerte hasta la vida orgánica, hasta los animales, hasta los monos, para llegar a nosotros: en la punta.


Esto es una de las consecuencias -pintoresca pero tremenda- de lo que antes he dicho respecto a la denuncia del fin como límite. Esto no puede ser; no puede ser: no hay ningún por qué, ningún motivo verdadero que nos pueda hacer entender así las cosas. De manera que ¿por qué no va a haber otros -no voy a decir más racionales, o más lúcidos, o más sensitivos, o... voy a decirlo negativamente: otros más descreídos-, otros más descreídos que nosotros?, ¿por qué no los va a haber? Otros más -si queréis- más ateos que nosotros, más de verdad ateos que nosotros los hombres que siempre pecamos de Fe, de creer, y que hacemos resucitar a Dios bajo la forma de el Hombre, o, más inmediatamente, bajo la forma del Dinero -del Dinero como Realidad de las Realidades-, siempre llenos de Fe.


¿Por qué no darle la vuelta a todo este intento de imaginación y pensar que nada impide que haya otros más descreídos?, que haya otros más descreídos y en ese sentido más libres de Fe que nosotros, de manera que habríamos cambiado esta imaginación doméstica, escolar, de la escala por la que las cosas van trepando hasta llegar a nosotros, por algo desde luego tal vez menos pintoresco pero mucho menos falso también, como lo que os estoy proponiendo.


Bueno, pues eso: eso que la gente desde siempre ha sospechado o presentido de maneras vagas y por desgracia también demasiado ideativas, demasiado creyentes respecto a intermedios, intermediarios, nuncios, entre lo que hay de verdad y la Realidad, con nombres más o menos torpes como esos de demonios, ángeles, musas y lo que sea. Eso es lo que encuentra aquí una aparición por vía meramente negativa, que no es desde luego propiamente una aparición tal como... tal como nuestras necesidades habituales parece que les haría falta, pero que es así, con eso tenemos que contentarnos.


Sin embargo, al venir a hablar... al venir a hablar de los ángeles y las musas me asaltan unas cuantas tentaciones de maldecir, de pararme un rato a maldecir y blasfemar contra algunas de las apariciones que este error tiene en la vida cotidiana, y entonces, pues bueno, voy a dejarlo para después. Os voy a dejar pasar la voz ahora, de manera que hablad conmigo un rato, dejaos hablar respecto a lo que os he soltado, y luego pasaremos a esas maldiciones concomitantes a lo que se ha estado diciendo. De manera que por lo pronto -nada- asaltadme en lo posible con -¿qué sé yo?- denuncia respecto a lo que puede haber de confuso o de demasiado claro en alguna de las cosas que habéis oído y que podamos seguir desde ahí adelante un poco más firmemente. Sí.


- Estaba pensando en algo...


AGC - ¿"En"?


- Se me estaba ocurriendo algo -pero no sé si nos ayudará mucho en lo de la diferencia o límite entre lo que existe y lo que hay-, tal vez una relación entre lo que existe y lo que hay como que lo que existe apunta a lo que hay.

 


AGC - A ver. Tienes que aclararlo.


- Lo que se dice señala a algo que hay. Como se dice aquí algunas veces "se aproxima", "es aproximativa la Realidad", se dice que se aproxima a algo sin negarlo, pero lo va señalando, para entendernos -no sé-.


AGC - No sé si hay ahí una confusión. ¿Estabas el último día? No. El último día es que hablamos de esta otra cuestión de límite entre 'lo que existe' y 'lo que es lo que es'. Tal vez si hubieras estao con nosotros te hubieras librao de una confusión que creo que hay en lo que dices. La Realidad está -como recuerdas, recordáis- hecha... hecha así, de la imposición de entes ideales (el primero, 'el Ser' -que dicen los filósofos-, es decir, que 'lo que es es lo que es') sobre... sobre algo, sobre algo sin fin, y así surgen las Realidades. De manera que 'hablar de' (como lo has empleado) quiere decir dos cosas, por un lado quiere decir 'hablar de cosas', hay que recordar que las cosas se fabrican justamente de una manera idiomática -en cada idioma o tribu, en cada Realidad-, se fabrican con los nombres que se les da, y esto es necesariamente una creación siempre (como has recordado) aproximativa de por sí. Luego está el decir que trata de hacer lo que estamos intentando hacer ahora, sí, hablar desde...  lanzarse desde fuera respecto a todo... respecto a todo eso. De manera que, bueno, no se puede decir de ninguna manera desde luego que las cosas apunten, los existentes apunten a lo que hay de verdad, no: los intentos son necesariamente una fabricación por imposición de el ideal -de que 'lo que es es lo que es'- por la verdad, por lo sin fin. Más ocurrencias, por favor. Sí.


- Agustín: no estoy seguro de que lo que vaya a decir sea pertinente, porque no he podido estar en más tertulias, pero supongo que la idea de 'límite' y de 'fin' está evidentemente como una determinación, lo mismo la idea de finalidad, es decir que lo que hay no puede tener finalidad, las cosas no pueden tener finalidad -¿no?-, la propia imagen que has utilizado de esta especie de representación imaginativa en el que desde lo orgánico... pasando por lo orgánico y los primates desembocan en el Hombre, vendría de algún modo a mostrar que efectivamente cuando hablas de fin y de límite, pues una de las determinaciones o uno de los momentos -si es que son cosas distintas, que no lo creo- del fin es la idea de finalidad también, tal como se entiende teleológicamente. No sé si me equivoco o no.


AGC - Sí, sí: lógica. No... no hay que hacer efectivamente distinción. Eso es lo que ya en alguna de las sesiones yo creo que hemos estado tratando estos últimos días a fondo: fin. 'Fin' que quiere decir dos cosas: terminación y finalidad, pues quiere decir las dos juntas. Las dos juntas y confundidas, y la famosa causa final de Aristóteles y compañía, pues está inmediatamente ligada con la muerte por supuesto, con la noción de límite... de límite... de límite final. Efectivamente, no está nada mal recordarlo. Fin quiere decir al mismo tiempo terminación, límite -en el sentido que he dicho- espacial y al mismo tiempo quiere decir causa final, el motivo por el que todas las cosas tratan de explicarse respecto a su fin, que es lo que os he sacao antes en la crítica ésa de cómo tendemos a concebir las cosas como destinadas desde el principio a llegar hasta nosotros            -'nosotros', cosa por excelencia, somos el fin al que toda la evolución ha tendido-. Y esto es más o menos repetir lo que cuando se inventó el Dios de las Religiones avanzadas ya se decía ¿no?: "¡qué admirable y qué bondadoso Dios para con nosotros, que ha hecho todas las cosas de la manera que a nosotros nos es conveniente y como si nos tuviera en su mente ya desde el principio para fabricar todas las cosas de la Realidad! Todo esto basta para llegar a mostrar esa implicación indisoluble entre fin como límite, terminación, y como fin al que se tiende, al que las cosas tienden. Sí.


- Sí. Yo tengo bastante problema desde hace bastante con eso de 'nosotros, los hombres', no sé cómo se puede entender eso de 'nosotros'. Porque por un lado parece que quiere decir 'nosotros, los que estamos aquí hablando' -y en eso nos incluimos tú y yo-, y por otro lado parece que se refiere a algo así como 'una idea de quiénes somos' o 'a qué clase pertenecemos los que estamos aquí hablando'.


AGC - Sí.


- Y, bueno, que se pretendan incluir esas dos cosas a la vez, me parece un poco tramposo.


AGC - Eso lo hace la lengua. Lo hacen los idiomas ¡qué se le va a hacer! 'Nos', 'nosotros', se usa... se usa para las dos... para las dos cosas. Efectivamente la gente tiende a emplearlo a veces y es una liberación de una manera perfectamente indefinida, como sabes: "¿Qué tal vas?". "Vamos tirando", dice. Emplea el 'nos': "Vamos tirando". Un ejemplo de llegar al colmo de la indefinición: "Vamos tirando". En cambio, imagínate una reunión, ésta u otra, donde se estén tratando asuntos propios de la asociación. Mientras la cosa ande más o menos por las nubes y no muy limitadas, se puede decir 'nosotros', 'nos gusta', 'no nos gusta' como refiriéndonos a la gente, una gran parte de la gente a la que cada uno se refiere. Pero si se llega al trance de las condiciones del negocio de que se trata, entonces el 'nosotros' empieza a tomar un carácter muy definido, porque 'nosotros' si estamos decididos a firmar ese contrato es porque 'nosotros' somos un número; un número de tipos que está dispuesto a poner su firma -cada uno la suya- en el contrato. Y así se va recorriendo toda la... toda la escala. Pero, bueno, éste es el abanico de usos. Pero tú sigue exponiendo los problemas que esto te causa.


- Sí, que yo tenga que ser un hombre o una mujer -vamos- es el problema que me causa.


AGC - Sí.


- Que me tenga que ver identificada con eso -¿no?-, porque parece que lo de 'nosotros, los hombres' me lleva a esa identificación.


AGC - Sí, estás incluida. Pero eso no es un gran problema, porque es que uno se considera que es uno real, y si él cae en eso, en creerse que él es el que es, uno real, pues ya se está dejando contar. Ya, con eso sólo, se está dejando contar.


- Claro, pero hay que caer en eso. Hay que caer en eso...


AGC - Hay que caer en eso.


- ... en que yo sea un hombre o mujer.


AGC - Hay que caer en que uno crea en su Realidad. Si uno empieza a desconfiar de su Realidad, a desflecarse por los bordes -por así decir-, a perder su definición, entonces naturalmente ya va a ser cada vez más difícil contarlo y que forme parte de 'nosotros' ¿no?


- Pero es que no se puede no... no caer en eso ¿no? O sea, no es una cosa voluntaria de que haya que caer en eso o no caer, es que ahí estamos...


AGC - Ésa es la Realidad.


- ... y lo tenemos encima...


AGC - Ésa es la Realidad, lo cual no querrás decirme que lo...


- ... no es que yo quiera ser una mujer o un hombre.


AGC - ... No querrás decirme que lo confundes con la fatalidad, porque entonces ¿qué estaríamos...?


- No, no: con la fatalidad no, con la determinación.


AGC - ... ¿Qué estaríamos haciendo aquí? Es simplemente la Realidad.


- Claro.


AGC - 'Fatalidad' no habría que emplear...


- No puedo menos que ser una mujer, ¡qué le voy a hacer!


AGC - ... Nada de necesario, nada de fatal, nada de necesario. ¿A quién coños le hace falta que yo sea un hombre o que tú seas una mujer?


- A nadie.


AGC - Le hace falta a la Sociedad, a la idea de la Realidad, a ti en cuanto real, a mí en cuanto real, pero nada más. No hay ninguna necesidad más allá de eso, y por tanto para [tratar] las cosas así de verdad no podemos quedarnos.


- Pero tampoco hay posibilidad de salir de ahí.


AGC - Sí, es que las posibilidades son sin fin. Otra vez... otra vez lo mismo: sobre la cuestión de límite era eso: lo sin fin está metiéndose entre las cosas. Aparte de que haya más, también hay cosas, también hay personas, también hay hasta Estados, también hay Bancos, también los hay, todo eso. Lo sin fin se está metiendo en lo que hay en la Realidad. Porque sencillamente las posibilidades (en contra de lo que os cuentan) son sin fin. De manera que de imposible... de imposible nada. Solamente se vuelven las cosas imposibles o fatales   -que es lo mismo- para quien tiene Fe; para quien tiene Fe en la Realidad, para quien cree en el Dinero, o en Dios o en el Hombre. Desde luego, ya todo se vuelve fatal y necesario, pero nada más. Hace falta Fe, si no, las posibilidades son sin fin. Eso es en lo que estamos cayendo. 'Posibilidades', así, se oponen muy oportunamente a la causa final y al Cálculo de probabilidades. Posibilidades no son probabilidades, no es el límite al que un cálculo de probabilidades puede acercarse, eso pertenece a la Realidad. No es el límite mismo al que el cálculo infinitesimal tiene que acercarse y con el que juega. Eso son cosas de la Realidad, pero posibilidades, ésas son sin fin como lo que hay; como lo que hay sin más. Lo que hay es sin fin.


- Pero uno no puede dejar de creer. Es decir, yo puedo dejar de creer en Dios...


AGC - Tú puedes hacer todo lo que quieras.


- ... pero en mí; ¿quién deja de creer en mí?


 AGC - Te puede pasar... te pueden pasar todas las cosas. Te pueden pasar todas las cosas...


- ¿Quién deja de creer en mí? Nadie.


AGC - Te puede pasar cualquier cosa. Puedes llegar a creer mucho menos de lo que creías que creías; puedes pasar a creer mucho más y volver a hacerte una servidora de cualquier culto religioso; puedes perder la Fe y desgarrarte. Te pueden pasar cualesquiera cosas        -vamos-.


- Pero desde mi determinación pasará todo eso.


AGC - No, no: contra tu determinación, por supuesto. Muchas van contra tu determinación...


- O contra mi determinación. Bueno, vale: contra mi determinación.


AGC - ... Pero si tu determinación no es ningún sagrado -vamos-.


- Claro que no.


AGC - No es ningún sagrado. Eso es justamente la pretensión de la Realidad. Contra tu determinación te pueden pasar mil cosas. Además, te están pasando -nos están pasando- mil cosas, contra la determinación de uno. Al mismo tiempo que nos aburren todos los días confirmándonos que somos lo que somos, al mimo tiempo también todos los días están apareciendo vislumbre de que es mentira. Lo uno con lo otro, porque no puede ser, porque ni la Realidad, ni el Estado, ni los Medios están lo bastante cerrados como para impedir eso. Desde luego, la inmensa mayoría de la información es confirmarte en la Fe "t o d o", en un aburrimiento perpetuo "somos lo que somos", te lo recuerdan en las Finanzas, en los Estudios, en la Familia, en cualquier sitio. Es que no pueden evitar. Lo otro vea que se te cuelen... que se te cuelen con cualquier motivo vislumbres de que es mentira (contra tu determinación) amenazando tu ser. ¿Qué más por ahí?


- Agustín.


AGC - Sí, perdón, espera que termine Virginia.


- Es que se me estaba ocurriendo que el caso éste de 'nosotros, los hombres' es un buen ejemplo de imposición de la idea sobre lo que hay...


AGC - Sí.


- ... No sé si me equivoco. O sea, que se está imponiendo la idea de 'hombre' sobre algo que podría haber aquí que somos nosotros hablando.


AGC - Por supuesto. Por supuesto. Alguna vez -no sé si usando texto de Lucrecio- os he dicho que Epicuro y Lucrecio y muchos usaban ya el hemîn, hemeîs y el [nos] para no decir 'el hombre' -'el hombre' que no estaba todavía de moda- y entonces se había cogido de antemano el decir eso, y evidentemente el hemeîs y el nos quería decir eso, lo que después se confirma con el heredero de Dios que es el Hombre en el que creemos (-vamos- en el que creéis si os descuidáis, si os dejáis vencer por las cosas, [el Rey de las cosas]). ¿Qué más? Sí.


- Jaime que quería allí hablar.


AGC - Sí, era Jaime.


- Yo quería decir que cuando hacemos una definición establecemos un convenio...


AGC - ¿"Un"?


- Un convenio. Un convenio para que esa cosa se llame así.  Y todo convenio forma parte y es la base de la Realidad, cualquier convenio. No puede haber un convenio que rompa con la Realidad. Todos los convenios son la base de la Realidad: en la definición de las cosas como entes absolutos, iguales todos, numerables, etc. Y yo pienso que cuando una persona dice "yo soy hombre", "yo soy mujer", pues lo dice porque es lo establecido, simplemente acata el convenio colectivo que sea. Los convenios siempre pues son eso: la Realidad [].


AGC - No sé...


- Pero el problema es que eso no es un convenio. Ninguno hemos convenido realmente eso. A mí no me han preguntao y a ti tampoco. Eso ya estaba impuesto. O sea, realmente a nadie de nosotros nos... hemos participao en el convenio fundacional de esto.


AGC - Vamos a detenernos un momento. Parén-...


- Si hubieras participao tampoco cambiaba mucho. La participación no soluciona nada.


AGC - Paréntesis. Paréntesis, pero tal vez conveniente, para detenernos sobre eso. No sé por qué has traído 'convenio' a lo que aquí solemos decir que es 'vocabulario idiomático', pero bueno. Conviene aclararlo. Esto de la lengua, que a nosotros sólo se nos aparece en la Realidad como idiomas, porque no tiene otra manera de aparecer -las diferentes lenguas de Babel- esto es el sitio donde de la manera más inmediata encontramos pueblo-que-no-existe, lo común, porque efectivamente, las personas no pintan nada en la gramática de las lenguas y ni siquiera en zonas profundas del vocabulario -pero sobre todo en la gramática- no pintan nada. Todos los convenios... todos los convenios que se establecen y que se cambian... y que se cambian con el tiempo, se desarrollan en una asamblea subcosciente, subterránea, que es pueblo-que-no-existe. Todo se desarrolla ahí. Y por ejemplo, si está establecido un convenio, una regla gramatical, ahí, en el idioma que sea, y hay motivos para cambiar la regla, cambiar el idioma, eso lo decide el pueblo-que-no-existe, lo decide el común, y nosotros -personas por encima- no nos enteramos pa nada. No intervenimos, y si alguna vez tenemos la tentación de intervenir es para meter la pata; para meter la pata como puede hacer algún erudito o estudioso. El vocabulario es la zona superficial más cercana a conciencia, tan cercana a veces que deja de ser lengua para ser Realidad, para ser cosas. Y es ella, esa parte, esa parte del aparato o convenio, el vocabulario de palabras de significado que es como las cosas, sí, un conjunto no cerrado, están entrando costantamente -como cosas- palabras en cualquier idioma vivo, están entrando costantemente. De tal forma que es ese vocabulario el que costituye la Realidad y el que hace que se produzcan todas esas cosas de decidir que tú y yo somos un hombre, que somos una mujer y todas las demás cosas por el estilo. Bueno, terminado el paréntesis. Más.


- Pues -no sé- de lo que se está hablando parece que se sugiere que uno de los criterios de... que entre los dos mundos estos de los que se está hablando, de la Realidad y de la verdad, podría ser en un cuerpo la Realidad y de lo que hay.


AGC - Uno no es "mundo" ¿eh? Bueno, el otro tampoco, pero en fin, dejemos lo de "mundo". Venga, adelante.


- Pero de lo que las cosas sean y de la verdad sin fin (si quieres que lo pongamos así) sería que en uno -en el de la Realidad- los criterios de diferencias entre las cosas serían diferencias positivas en el sentido de que las notas de las definiciones de las cosas diferirían en sentido positivo unas de otras, mientras que en el otro ámbito la diferencia sería más bien negativa, en el sentido que las cosas sería-... que algo sería o uno mismo sería todo lo que no... todo lo que... digamos la negación de todo lo demás. Lo que no sé es hasta qué punto este mismo criterio es un criterio positivo él mismo.


AGC - Bueno, en todo caso hay -yo creo- hay cosas que son una sugerencia... una sugerencia útil. Desde luego, en cuanto a la pretensión de definición de las cosas -la pretensión ideal, irrealizable, de que cada una sea lo que es y que sean las que son- ahí, ya sabes que la identidad va con la diferencia. Efectivamente hay algo positivo que es la imposición de la identidad. Por ejemplo, si la malva quiere ser malva, sea como sea, y ser ni más ni menos que malva, pues entonces, por supuesto eso es positivo. Pero eso no se puede establecer si no es por diferencia con otros ítems del vocabulario, es decir, otras cosas de la Realidad que no son eso. De manera que eso para completar lo primero. Pero en cuanto a lo que has sugerido, eso es verdad, es verdad. Es verdad porque no lo sé. La verdad de mí, por ejemplo, el conseguir que yo no sea nadie, nada, ninguna cosa, salirme de la Realidad, eso sólo se consigue por negación. Eso sólo se consigue por negación, es decir: descubrimiento de las falsedades, una por una, que me han costituido y que me costituyen: un desprendimiento negativo una y otra vez, sea lo que sea eso.


Y lo que digo de mí, pues lo digo por supuesto de la Realidad, del Mundo en general: simplemente por vía de negación. Ése es el descubrimiento y ésa es la labor política que aquí nos traemos: descubrimiento de la falsedad que nunca se termina de descubrir. Pero es esa labor negativa, es esa negación lo único que puede hacer lo que nos quede de vivo o de pueblo-que-no-exista contra el Poder, contra la Realidad. ¿Qué más?


- Sí. Agustín.


AGC - Sí.


- Estaba pensando ahora en estos transexuales que, cuando les preguntan alguna vez, dicen que ellos de siempre, por ejemplo, se han sentido niña o mujer (que no sé cómo lo saben ¿no?). Pero pareciera que por debajo de la identidad hay algo más allá de la que te imponen, que pudiera existir algo, con lo que uno está de acuerdo o no está de acuerdo, que no sabemos qué puede ser -¿no?- la identidad de uno.


AGC - A ver ¿cómo aplicas eso al problema de los transexuales?


- Al problema de que al transexual por ejemplo, a él le viene impuesto una identidad como hombre de fuera -que es lo que hablamos antes de que uno no participa, pero participa aceptándola de alguna manera en lo que somos- pero éstos que no lo aceptan ¿qué supone, que hay algo por debajo que le hace no ser hombre pero le hace ser otra cosa de la Realidad?


AGC - Sí.


- Es decir, ¿qué evidencia tienen ellos de que no son hombres?


AGC - No, no: no es que se crean, no, no. Simplemente se aprovechan de lo que de verdad rige en la Realidad: ellos han descubierto -es una cosa bastante imbécil pero es una imbecilidad en la que participan transexuales y normales- han descubierto esta imbecilidad de que las pretendidas diferencias sexuales están utilizadas desde el principio por la ideación social para establecer clases: la primera de las clases, que es justamente la clase entre el sexo sometido y el sexo dominante. Nadie puede tocar nunca lo que hay debajo de eso, porque está ya utilizado. Quien se haga la ilusión -un biólogo tiene tal vez que hacérsela necesariamente- quien se haga la ilusión de que está tocando lo que hay por debajo, pues está engañándose, porque lo que ya está utilizado para una diferencia social establecida no puede ya directamente tocarse nunca. ¿Cómo podéis pensar cuando vemos que cuando un feto se está gestando -ahora, cada vez más, con las técnicas radiográficas- los padres y los médicos y el Mundo tratan de adelantarse a descubrir si entre las piernecillas del feto hay una sombrecita o no la hay para que le puedan decir, desde entonces, a los padres y al mundo si es niño... si va a ser niño o va a ser niña? Quien observa estos tratamientos de lo que podía haber por debajo de natural, pues se desanima, se desanima de tratarlo de esa manera. Lo primero es lo segundo; lo primero es lo segundo. Es decir: la utilización para el establecimiento de clases y de entidades tan sociales, abstractas como hombre o mujer en nuestra Sociedad: clases verdaderamente. Lo segundo es lo primero. Y lo primero allá ha quedao, es una disculpa. Bueno, pues tu transexual se aprovecha de eso: él ha descubierto que la diferencia sexual consiste en eso, y entonces dice "Pues entonces, yo aquí meto baza; yo aquí meto baza porque sé que si me declaro mujer y me empeño mucho en serlo, pues conseguiré desde luego por lo menos estar a medio camino y, ya, a lo mejor, me conformo con eso ¿no?".


- Pero a mí, Agustín, me confunde un poco esto que otras veces hemos dicho -o dicho tú- de que "no hay nada natural en el hombre", y que "el hombre es un caso de cosa", que las dos cosas al mismo tiempo a veces me origina cierta confusión. Eso de que... porque una piedra, evidentemente sería absurdo decir que no hay nada natural en una piedra o en cualquier otra cosa, lo decimos de nosotros, pero luego nos metemos en que no somos un caso de cosa.


AGC - No, no, no. Es que de una piedra tampoco se puede decir. No sé por qué has cortao por ahí. Si una piedra es real, es decir, se llama 'piedra', ya, lo que haya por debajo es una deducción, que para un desarrollo de ciertas Ciencias puede venir bien, pero no es más que eso: la Realidad es lo primero. Es piedra, se llama piedra, es real, es real. No le hace ninguna falta ni ser material, ni ser natural, ni nada, esos son cuentos. Son cuentos porque lo primero es lo segundo también ahí.


- No, pero yo es que entendía (no lo sé cómo se entenderá) que "no hay nada natural en el hombre" viene a ser como una manera de que cualquier cosa referida a nosotros es interpretación, o una interpretación entre muchas interpretaciones. Que interpretamos que "no hay nada natural en el hombre" es que cualquier cosa que nos suceda no es una sola sino son muchas, es interpretable. Entonces, meter eso en "somos un caso de cosa" no lo veo...


AGC - Eso es un poco lioso innecesariamente. Lo que he dicho: es que están utilizadas -las pretendidas cosas naturales- están utilizadas. Si están utilizadas, es decir, convertidas en cosas, en realidades, no hay por qué creer que podemos tocar lo que está por debajo: lo natural. 'Natural' alude -pero mal, torpemente, con vocablo- a esto que aquí negativamente decimos 'lo sin fin', 'lo desconocido'. Efectivamente, por debajo de las piedras y por debajo de nosotros hay mucho desconocido, misterioso literalmente, incognoscible. Pero creer que porque a eso lo podamos llamar natural, o cosas por el estilo, ya lo estamos tocando como si fuera una cosa, no. Lo primero son las cosas, la Realidad es lo primero, lo segundo es lo primero, y lo  primero ha quedado reducido a la condición de cuento más o menos filosófico para sostener las realidades, más o menos geológico o biológico o teológico o lo que sea. Pero lo que tenemos primero son las realidades costituidas con los nombres de un idioma, porque no hay una Realidad común: los nombres de un u otro idioma. Bueno, ¿qué más?


- Agustín.


AGC - Sí.


- Y si los límites entre lo que existe y lo que hay no son definidos, es decir que lo que hay traspasa lo que existe, ¿por qué se impone la Realidad, lo que existe sobre lo otro? Porque lo otro es, salvo raras ocasiones... no se nota; es decir, a no ser que estés durmiendo o en otras situaciones...


AGC - No, no: sí, sí. Se mete, se mete. He dicho costantemente se mete también como vislumbres...


- Y ¿por qué se impone la Realidad a eso, a lo otro?


AGC - Pero la Realidad que se impone mayoritariamente, efectivamente...


- ... Y nos regimos por el Dinero y...


AGC - ... se impone. Esto es lo que otras veces ha aparecido: hay una especie de Orden de arriba...


- Eso: eso ¿cómo se explica el "Orden de arriba"?


AGC - ... hay una orden de arriba: las cosas tienen que ser lo que son, y si ven amenazado su ser, tienen que defenderse.


- Pero eso ¿es un ente ideal que está ahí rigiendo...?


AGC - Son ideales, sí. Es la imposición del ideal.


- Y ¿por qué se impone eso sobre lo otro?


AGC - ¿Eh?


- Y ¿por qué se impone eso?


AGC - "¿Por qué?"


- Sobre lo que no se sabe.


AGC - "¿Por qué?". Vamos a ver. Vamos a ver ese "¿por qué?".


- O ¿por qué esa lucha?, ¿por qué esa guerra?


AGC - Pero "¿por qué?" parece como si quisieras decir ¿que cabe otra cosa?


- Claro: que cabría otra cosa.


AGC - No, no, no: es que no cabe.


- Ah, ¿no?


AGC - Nosotros hemos nacido dentro de la Realidad. Lo más que podemos decir es decir cómo es.


- Y ya está.


AGC - Lo más que podemos decir es cómo es, pero pensar por qué tiene que ser así, es ya ponernos un poco en plan de los que tratan de elucubrar otras Realidades posibles. Y no, no, aquí no hay más que la negación. No podemos pensar en otras Realidades posibles. Estamos descubriendo ésta, y ésta está dominada por una orden de arriba, igual que en los planos más inmediatos -la Sociedad está dominada por la orden del Alcalde o el Directivo del Consorcio Bancario-, pues eso mismo prolongado hacia arriba y ésa es esa imposición del ideal, es lo que padecemos, lo que costituye la Realidad, lo que la defiende, lo que la hace trasformarse, y es así. Podemos decir cómo, pero preguntar "por qué" no tiene mucho sentido, salvo que se te ocurre que hay otras Realidades posibles: no hay más que una.


- Se podría cambiar esto. 


AGC - Ah, no, no: es a lo que estamos aquí, es lo que estamos tratando de hacer. Evidentemente, si creyéramos que la Realidad es fatal, necesaria, no estaríamos aquí. Aquí estamos demostrando que no lo creemos -que no lo creemos- con la acción. Sí


- Y arriba ¿quién está?


AGC - ¿Perdón?


- Que ¿quién está arriba?


AGC - Eso mismo. Eso mismo. "¿Quien está arriba?", si te lo preguntas respecto a una ciudad, a un pueblo, dices "el Alcalde", te equivocas. Si te preguntas respecto a un Estado, dices "el Consorcio Bancario", te equivocas todavía. Te preguntas respecto a la Humanidad, puedes decir el Hombre mismo [], te equivocas. Te equivocas siempre porque personalizas, y evidentemente la persona es una cosa de la Realidad ínfima y no puede responder a eso: no es verdad, el que manda nunca es de verdad ninguna persona, ningún quien, es la necesidad misma de ser con la que nos encontramos creándonos esta situación; nos hemos encontrado con ella, nos han metido en ella. Sí.


- En ese sentido ¿no hay una -vamos- una especie de reconocimiento implícito en la Realidad y en el Poder -en eso que llamas 'lo de arriba'-?


AGC - A ver, a ver, si te entiendo bien.


- Una especie de reconocimiento implícito de que no existe límite y de que las cosas no son finitas. O sea, en el sentido de que  buscan, utilizan mil formas abstractas que nunca se sabe qué es 'lo de arriba', y que encima impulsan teorías, pues puedas hablar como medida de todas las cosas: Dios, el Dinero, el pensamiento único, entonces no se sabe lo que es... qué es 'lo de arriba', y en ese sentido también forma parte de ese no límite -vamos-.


AGC - No sé si es que no cojo bien...


- Lo que quiero decir es un poco que es contradictorio por...


AGC - Pero no sé en qué plano te estás colocando o a qué plano refieres...


- En el plano que estábamos diciendo que... que bueno, que... que lo que estábamos hablando, que en la Realidad diferenciamos entre lo que existe y lo que hay.


AGC - No, no: la Realidad es lo que existe.


- No, la diferencia...


AGC - La Realidad es lo que existe.


- Vamos a ver, estamos diferenciando entre lo que existe y lo que hay. Entonces, lo que existe, lo que es lo que es, es lo que dijimos que formaría parte de la Realidad...


AGC - No, no, no. No, no: 'lo que existe' está hecho por la imposición de 'lo que es lo que es' sobre 'lo que hay'. Y ahora de lo que estábamos tratando era de los límites entre lo que existe, las cosas -que nunca son todas- y lo que hay sin fin. ¿Eh?


- Y en ese juego es donde yo decía que no sé hasta qué punto la propia Realidad se contradice a sí misma. O sea, o el propio sistema al que podamos acudir a la hora de intentar establecer esa medida de todas las cosas.


AGC - Claro. Sí, la Realidad se contradice a sí misma o más bien es incapaz de librarse del todo de la contradicción, pero por lo mismo de que no es toda. Lo que hemos dicho que lo sin fin se cuela también dentro de la Realidad eso quiere decir que la Realidad, la costitución, el Orden establecido -en contra de sus pretensiones- nunca puede ser total ni cerrado, y por tanto tiene que dejarse de vez en cuando invadir por apariciones de contradicciones. Eso le tiene que pasar. Le tiene que pasar, por supuesto, sí, en ese sentido.


Me acerco a terminar con las maldiciones que no acaban de quitárseme del corazón y por tanto más vale que las saque. Las maldiciones me venían al hablar de esos vislumbres de ángeles, musas y cosas por el estilo, que tienen un... que se fundan únicamente en lo que habéis oído: que no hay por qué no, y que por tanto se quedan flotando entre lo de existir y no existir.


-¿"Lo de"?


AGC - Existir y no existir. Que se quedan flotando de una manera especial (porque también las cosas y nosotros estamos de alguna manera flotando entre existir -que es lo que creemos que somos- y no existir. Entre existir en cuanto determinados por un fin -muerte, Futuro- y no creerlo ni quedarse dentro de eso) pero de una manera especial o más cerca de lo sin fin, porque simplemente nada impide que haya otros más descreídos que nosotros (lo que al principio os decía: no más racionales, ni lúcidos, ni buenos, sino simplemente más descreídos que nosotros, que siempre creemos y siempre creemos demasiado).


Bueno, pues entonces: hablar de las musas, y necesariamente me tenía que acordar de cosas como la Poesía y la Literatura y todo eso, y evidentemente de la maldición me sube... me sube enseguida del corazón para arriba. Porque el otro día estuve con vosotros y me acompañasteis en parte maldiciendo de los cuidados de la Salud. Lo he hecho también el otro día con los médicos de Palencia, que me habían llevado para celebrar a la Virgen del Perpetuo Socorro que es su Patrona, y con los cuales estuve efectivamente despotricando contra los cuidados, contra la Medicina entendida como Profilaxis, que es a lo que la Medicina trata de reducirse. Es decir, a puro Futuro: a puro Futuro, es decir, una Medicina fabricada sobre las huellas de la muerte futura, dedicada a no atender a nada inmediato de los males que le pueden venir a la gente sino a 'prevenirle de' los grandes males que le pueden venir (que le pueden venir camino de la muerte, por supuesto. Camino de la muerte siempre futura ¿no?).


Y de eso maldije mil cosas y podría maldecir de los Medios una vez más, y asombrarme de que muchos de vosotros seguramente todavía os tragáis los periódicos, y hasta puede que veáis la televisión de vez en cuando, y cómo lo podéis hacer con esa seriedad, y sobre todo cómo podéis entender de qué están hablando. Porque cuando uno... porque cuando uno ha perdido la costumbre, resulta que uno llega a encontrarse con un gran asombro: empieza a oír términos de Cultura que consiste generalmente en nombres propios, en cualquiera de las ramas, de la Política, de las Ciencias, de la Literatura, dice "Pero ¿de qué estarán hablando?". Uno se ha quedado completamente...


Y sin embargo, pues seguramente con esa docilidad (que por un lado, pues es apreciable -¿no?- el que uno sea dócil, es decir, capaz de... capaz de desprenderse de sus creencias, pero por otra parte es fatal) con esa docilidad seguramente os creéis que hay que estar enterado, hay que estar al día, y por tanto os aprendéis una cantidad de... una cantidad de conceptos, de nociones, de nombres y cuando os lo sacan a discusión ya no podéis reíros con la suficiente desfachatez porque ya sabéis de qué están hablando, y entonces lo tenéis que tomar más o menos en serio, y eso es fatal, por supuesto.


Pero, para rematar, me acordaba del triunfo de la Poesía en nuestros días como una especie de última flor de toda esta perversión de que estoy hablando ¿no?, que no sólo las Ciencias progresan que es una barbaridad, sino el Mundo en general -nuestro Mundo- avanza con una rapidez que especialmente a los que somos muy viejos tiene que sorprendernos, porque hace poco más de cincuenta años -poco más- los que se dedicaban a eso de la Poesía -los poetas y los poetillas que andaban por ahí- eran unos desgraciaos generalmente, es decir, eran... conservaban todavía algo del poeta pobre desarrapao de los tiempos del XIX. Algo les quedaba todavía de eso, al que ninguna casa editorial ni ninguna otra casa seria le daban admisión, andaba siempre de un lao para otro, y, bueno, era muy, muy desgraciao.


Y cuando me encuentro con la exaltación de la Poesía en nuestros días, la cantidad de Dinero que la Poesía mueve, no puedo menos de quedarme asombrao, indignao y maldiciendo. Porque lo he visto, es decir, hoy, lejos de suceder eso, hay cantidad de poetas (no voy a hablar ya de los otros literatos, de novelistas) poetas -aunque nada más sean poetas- que realmente viven -viven- y viven muy bien de la Poesía, son miles, todos los que han... ya sé que no todos... no todos tienen el éxito ése o el triunfo, pero muchos miles y en el Mundo probablemente millones sí: millones que tienen millones, de muchos miles de poetas que triunfan, viven de eso. Y en una gran parte el Mundo está costituido por Congresos de Poesía.


El otro día, en mi ciudad natal, me encontraba con un gran Congreso, que por lo visto había habido, del que me trajeron testimonios lujosísimos de edición muy costosa donde se trataba de traducciones de la Poesía del personaje en cuestión, y por tanto un Congreso con señores que especulaban acerca de la traducción de la Poesía, o acerca de la figura del tal señor, y sus... Y eso, bueno, con álbumes, revistas tremendas y con noticia de otros tantos Congresos por el Mundo.


Luego tengo alguno de otros de mis viejos amigos que hace ya años que vive... vive de Congresos de Poesía en los varios castillos de Europa en el Régimen del Bienestar -¿no?- de un lado para el otro. En Congresos se invierte mucho... se invierte mucho Dinero. Y esto es una cosa de la que no podéis -yo creo- desprenderos sin maldecirlo... sin maldecirlo por lo menos.


Desde luego todo esto se hace en la convicción de que se puede tratar con el Dinero sin mancharse: ésta es la convicción. Es una convicción tan reinante que quien se atreva a decir otra cosa tiene que pasar poco menos que por loco. Se piensa, se sigue pensando, que eso del Dinero es un medio, un istrumento, no se sabe qué. Y alegrándose      -cuántos hay con la mejor intención- se alegran de que la Poesía haya ascendido a esas alturas y que dé lugar a todas esas cosas respetables ¿no? Evidentemente no puede haber ascendido nada bueno; nada bueno puede haber ascendido. El Dinero no puede comprar nada bueno nunca. El Dinero no puede comprar nada bueno y se puede asegurar que cualesquiera... que cualesquiera de los productos que por debajo del nombre del poeta han servido de protesta... de pretexto para la exaltación son inocuos, que a nadie -y menos al Capital y al Estado- le van a herir para nada, son por lo menos inocuos, inocentes, y con esa condición y un poco de... y un poco de maña en las letras, pues ya está, ya se está fabricando el poeta triunfador.


El poeta triunfador a su vez está convencido de que las cosas que hace las hace él, y habría que decirle como... como le decía en la fábula de Iriarte al gusano "Así sale ello". Efectivamente, la mayor parte de las cosas que hace el poeta, pues las hace él, y así salen. Así salen, porque la persona humana, el alma humana, en cuanto se ponga a producir como tal no puede producir mucho ni sorprendente ni bueno que digamos. "Así sale ello". "Así sale ello" y eso es la condición para que el Dinero pueda actuar: ésa es la condición, y actúa naturalmente con el nombre de los poetas. Algunos sospechamos que cualquier cosa... cualquier cosa que salga del nombre y que quede comprendida bajo el nombre, se vuelve ya inútil para el intento del descubrimiento que andaba rondando por ahí en torno a eso de la Poesía y de las musas.


El poeta está convencido de que él es un tipo que tiene una ocurrencia personal, y como es genial, pues entonces ya está: se le ha ocurrido a él, y con eso ya está conseguida la garantía del producto, para eso es él -él- y él es genial -él o ella, el que sea-, es genial y está convencido con ello y no se va a molestar mucho en intentar jugar con la lengua que le haya tocado para ver lo que sus engranajes producen a pesar de él, a pesar de su persona, por debajo de eso ¿no?


Y luego, pues nada, hay, entre los consumidores -que tienen que ser muchos millones- de poesía, pues qué os voy a decir -yo supongo que alguno de vosotros os contáis entre ellos, incluso también entre los productores, pero especialmente entre los consumidores- qué os voy a decir: la ilusión de que en eso de la Cultura, que desde luego es algo que viste, que viste y que vale y que da valor. Si uno no quiere ser tan vulgar como para entregarse a la televisión o para tragarse novelones, lo que tiene que hacer es coger lo más fino, y lo más fino es la Poesía. Lo más fino es la Poesía, y entonces eso la sigue dotando de un prestigio que explica la suficiente cantidad de consumidores que sostienen ese negocio.


Bueno, como veis, estaría dispuesto a haceros pasar aquí una parte de la noche continuando con esta maldición que me indigna de una manera especial, pero no creáis que me he salido mucho de la cuestión que nos traemos. Tenemos que volver otra vez a ver a qué aludía todo eso de las musas flotando entre existentes y inexistentes, y desde luego, por lo pronto... por lo pronto tenemos que empezar por desvincularnos todo lo posible de este negocio de la Poesía. Desvincularnos todo lo posible de este negocio de la Poesía porque es... he tratado de recordaros con unos cuantos datos y casi con cifras precisas cómo es, cómo es de grande y de aplastante.


- El otro día cogí un radiofónico de esos de la prensa canallesca, del Grupo Prisa, y hay un jugador -que a mí me gusta el football y el jugador también, cómo juega- que se llama David Beckham, y entonces, como no le hizo caso este chico, pasó de ellos, que ellos quieren mandar -esta banda quiere mandar en todo lo que sucede en el football español y en el que sea-, le preguntó si leía (a Beckham). Y dice "en la puta vida he leído un libro". Y entonces cogió eso que dijo Beckham y lo empezó a difamar y decir "que ese tío es un bárbaro", no sé qué no sé cuanto. Claro: el prestigio que dices tú de la Cultura. Como ese chico se atrevió a decir que nunca había leído ningún libro, pues eso que no tenía nada que ver con su estilo de football, que era de lo que se trataba, del arte del football, no de si leía o no leía, pues el mangante ése se le echó encima con una ferocidad poniéndolo...


AGC - No: por parte es normal. Es más notable lo de Beckham mismo. Desde luego, él se pudo permitir eso gracias a que una gran parte... una parte importante de la Cultura es el football ¿eh? Porque no hay por qué andarse parando... El Deporte es parte de la Cultura, muy importante. Yo me he dedicao a la Poesía, pero el Deporte es... Y él se puede permitir esa salida de tono gracias a eso: que está muy seguro en su fama de futbolero. Pero, por lo demás, el prestigio de la Cultura y del leer es invasor, y sobre todo, lo que he percibido en campañas por la lectura, que mucha gente bien intencionada organiza, que es que he visto que generalmente creen que es que con eso se van a oponer al televisor, sin darse cuenta de que lo que hace el televisor y lo que hacen los CDs y lo que hace todo eso es lo mismo: es lo mismo: las palabras y las imágenes es la misma cosa, y no hay la menor diferencia entre los libros y lo otro. Es una superstición imbécil, la del libro. Pero hoy yo además me había parao en la flor; la flor de toda la Cultura y de los libros que es eso de la Poesía, que gozaba del prestigio de ser lo más desinteresado y lo más fino.


Hay que cortar el tratamiento de musas y demonios y demás, de manera que –nada- si el... Si, después de estas blasfemias, el Señor nos deja seguir aquí, seguimos dentro de unos siete días.